Créditos: Francisco Simón Francisco. Desde el centro de Bella Linda, al fondo se observa el cerro Anlaq perforado y derrumbado por la empresa Energía y Renovación S.A.
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“Hay muchas mujeres y hombres que se van porque el cardamomo ahora tiene hongo, ya no se da bien, pero no tenemos dinero para tratarlo. Aunque uno trate de cultivar otros productos ya no se dan”, Lucas Jorge, presidente regional de Yichk’isis.

Por Francisco Simón Francisco

Reunidos en asamblea, veinte comunitarios, entre mujeres, hombres y ancianos de la aldea Bella Linda de la microrregión de Yichk’isis; retoman el valor de hablar abiertamente sobre los efectos ambientales y sociales que dos hidroeléctricas causaron en su territorio desde que se establecieron hace diez años. En el ambiente no se percibe temor ni hostilidad como ocurrió cinco años atrás cuando tenían una férrea lucha social en contra de la empresa de hidroeléctricas, Energía y Renovación S.A.

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Ahora se percibe un ambiente de paz, que de vez en cuando se ensombrece cuando piensan en las nuevas problemáticas a las que se enfrentan como el incremento de la migración juvenil y el desgaste del ecosistema, que continúa ante sus miradas, afectando sus cosechas y su consumo de agua.

–          ¿Cuántos de acá tienen familiares en el exterior?, preguntamos.

–          Todos, responden casi al unísono.

Bella Linda es una de las comunidades del municipio de San Mateo Ixtatán, Huehuetenango, que desarrolla su vida entre dos estados, Guatemala y México, pero ahora tiene un motivo más para emigrar. El desgaste de su hábitat y con ello la pérdida de sus cosechas, se ha sumado a los factores de pobreza y falta de oportunidades en salud y educación, lo que ha provocado que los jóvenes salgan de allí. Su única fuente natural de ingreso la están perdiendo y ahora su esperanza está puesta en Estados Unidos en busca del “sueño americano”.

La comunidad tiene dos rasgos peculiares: está situada en una región fronteriza que la convierte en un corredor migratorio y se hablan en ella tres idiomas mayas, Chuj, Q´anjob´al y Mam. La gente que allí habita observa con preocupación cómo los jóvenes abandonan la familia y su hogar. En 2021, al menos 50 de ellos tomaron el difícil camino rumbo a Estados Unidos, algunos han encontrado una oportunidad de trabajo o de refugio en México y permanecen ahí.

En esta comunidad guatemalteca, múltiples razones explican la dinámica migratoria: la carencia de servicios básicos y la pérdida de cosechas han provocado que la vida de Bella Linda se mueva entre Guatemala y México. Siendo este último país de quien más se abastece, ya que las pérdidas de las cosechas han provocado que los granos básicos ahora los tengan que comprar en México.

La escasez de agua, la menor productividad de cultivos y las tormentas ciclónicas, son algunas de las causas por las cuales la población se ve obligada a dejar sus hogares, convirtiéndose así en migrantes climáticos, el desplazamiento se califica así cuando la movilización es forzada por esos factores.

Bella Linda entre Guatemala y México

Su nombre lo indica, es un lugar bello y lleno de diversidad, ubicado entre montañas y ríos, esta característica contrasta con las problemáticas que están expulsando a su población, la migración transfronteriza ya era común, pero la pérdida de sus tierras y ríos ha provocado que las y los jóvenes vean en la migración la única salida para sobrevivir.

Es una aldea plurinacional, habitada por tres pueblos mayas, que integran la microrregión de Yichk´isis del municipio, con aproximadamente 60 años de historia. En 1963 vinieron los primeros pobladores para habitarla, hace 8 años había 125 familias y ahora la habitan más de un millar de personas. Junto a Pojom y Yichk´isis, son las únicas de 12 comunidades que cuentan con un centro de salud.

El paisaje verde aún se ve en Bella Linda, pero la sequía ha empezado a dejar sus rastros en el territorio. Para llegar a esta comunidad se recorren más de 180 kilómetros desde la cabecera departamental de Huehuetenango, que incluyen caminos en mal estado o de difícil acceso que requieren de vehículos especiales para terracería. En el trayecto se pueden observar montañas perforadas por los trabajos de las hidroeléctricas y cerros derrumbados, represas abandonadas, materiales de construcción y maquinaria oxidada y olvidada, todo lo que ha dejado huellas, principalmente en los ríos.

Máquinas olvidadas y caminos derrumbados son las huellas que dejó la empresa de dos hidroeléctricas. Fotografías: Francisco Simón Francisco

Su cercanía con el paso fronterizo a México, que está a solo 30 minutos a pie desde la aldea, ha permitido que esta comunidad se desarrolle bajo dinámicas de vida propias de una zona transfronteriza. Los pobladores prefieren que sus hijas e hijos estudien del lado mexicano porque conlleva menos gastos que ir a la cabecera municipal en San Mateo Ixtatán, además de que solo hay una escuela de nivel básico para toda la región.

“Mis hijos estudian en México, y cuando se enferman también van allá, sus compras también las hacen del otro lado de la frontera porque les queda más cerca ir allí y los productos más económicos”, dice don Víctor Morales, presidente del Consejo Comunitario de Desarrollo (COCODE) de Bella Linda.

La movilidad transfronteriza no es sólo por motivos educativos, sino también porque la migración circular (ir y regresar de México) les permite el desarrollo de sus actividades económicas y comerciales, así como acceder a los servicios médicos, porque dentro de su aldea no tienen hospital. “Nos sentimos más mexicanos que guatemaltecos porque el gobierno de aquí nos tiene marginados”, agrega don Víctor.

Durante el 2021 se dio un incremento de la migración con fines laborales hacia las fincas de café en Chiapas, México. Aunque no se tiene cifras de este movimiento, las autoridades locales indican que “unos 120 señores se fueron”. Estas personas regresan después con la intención de dedicarse a sus propios cultivos de café, “pero lamentablemente la tierra se está contaminando y ya no da como antes”, aseguraron.

“El café pergamino para el consumo familiar y venta local”, según la familia de don Morales. Fotografía: Francisco Simón Francisco

“Aquí no hay salud (microrregión) y como no hay hospital los niños nacen en México, pero de allí regresan porque tienen que inscribirse en el Renap (Registro Nacional de las Personas), ya que en México solo les dan un documento en donde indican que solo prestaron auxilio”, mencionó Víctor Morales.

Morales es un personaje clave en Bella Linda, posee conocimientos básicos en medicina, ha recibido capacitación para extracción de dientes, castración de perros, e incluso es compadrón. Él trata de brindar con sus conocimientos lo básico en materia de salud dado que “por parte del Estado existe un abandono”, comentó.

En la comunidad se observa la influencia mexicana tanto en los productos que consumen como en el acento cuando hablan. Ven en México un segundo hogar.

La pérdida de cosechas y el desgaste del suelo tiene una explicación ecológica

“Antes vivíamos por el río Negro, ¡qué chayotal había! después nos fuimos a Varsovia, había chile, ayote y agarramos cuando queríamos, yo sembraba a la par de mi casa tomate y chile y se daba grande, y eso que solo lo tiraba, pero ahora ni en la tierra que tiene broza, ni güisquil ni ayote se dan, se pudren, medio crecen y no se dan. Intenté sembrar bledo, pero solo creció un poco, y se pudrió parece que le echaron agua caliente, se quemó y ya no dio la mata, ya no hay esperanza”, relata con tristeza Matilde Pérez.

Ella es una mujer campesina de Bella Linda de 66 años, recuerda que cuando se casó cultivaba junto a su esposo maíz amarillo y colorado y de un pedazo pequeño de tierra obtenían bastante cosecha. Ahora dicen sus hijos que apenas siembran un poco pero solo para comer porque ya no da el frijol. “Antes de tanta abundancia nos alcanzaba para ir a vender al mercado regional de Yichk´isis, pero ahora ya no hay eso, y nos toca comprar maíz y frijol en México”, dice.

Para las autoridades comunitarias y los pobladores de esta aldea, estos efectos de disminución de cosecha y suelos menos fértiles, junto a la reducción del caudal de los ríos y otros cambios en el ecosistema, no son casualidad, sino que son producto de la presencia de una represa hidroeléctrica que operó por varios años usando ríos y suelos.

El embalse de la represa de la Generadora San Andrés que construyó la empresa. Fotografía: Francisco Simón Francisco

Desde la ecología, cualquier manipulación realizada por el hombre en el ambiente, implica cambios en la vida de la población, por ejemplo, quitar una montaña implica modificaciones en la dirección del aire y la velocidad de los vientos.

Para científicos como Raúl Maas, investigador del IARNA de la Universidad Rafael Landívar, la construcción de una represa modifica los entornos naturales a nivel micro, que si bien no son percibidos de manera inmediata, implican efectos significativos, como la acumulación de agua que genera mayor evaporación, cambios de temperatura y esto impacta en todos los seres vivos, incluyendo los seres humanos y, en consecuencia, altera las dinámicas tradicionales de los pueblos en su entorno natural.

A la luz de esas explicaciones, lo dicho por las comunitarias de Bella Linda, como Severiana, adquiere sentido, ella comentó: “Yo me vine hace 10 años, en este tiempo (noviembre) llovía mucho acá, pero cuando vinieron las empresas dejó de llover. La empresa hasta rompió el cerro y quitaron muchos árboles. Antes costaba secar la ropa y el café, pero ahora siempre hace calor, parece verano. A veces platicamos entre las mujeres que cuando las máquinas empezaron a abrir el cerro, también dejó de llover como antes.”

En esa misma línea, un informe independiente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), publicado en octubre de 2021, concluye que los proyectos de las hidroeléctricas podrían generar riesgos, en particular resaltaron algunos impactos como la contaminación del agua, la cual afecta de manera diferenciada a las mujeres, en virtud de las actividades que tradicionalmente desarrollan (recolección de agua, cocina, pesca y actividades de recreación con otras mujeres o sus hijos pequeños).

El río Negro fue desviado en 2014, los animales acuáticos murieron, ahora solo hay restos de materiales de construcción. Fotografía: Francisco Simón Francisco

“Aquí era un terreno bien rico, mi mamá, que vive en otro lugar dice que acá se daba de todo y piensa que yo le miento y que por haragana no cosecho, pero es que no se dan, ni las frutas, todos los palos se están secando, yo trabajo en el campo y se ve que el plátano y el guineo no se da, incluso hasta a las flores le pega la plaga. Yo tenía un río atrás de mi casa, pero cuando vino la empresa apenas baja la corriente y apenas pasa el río en verano”, añade Severiana, junto a otras mujeres que reafirman su relato.

“Nací en 1966, en 1972 me vine de Cuilco a esta comunidad, mi papá tenía sembrado 80 cuerdas de café y sembraba frijol y maíz, Cuando él cosechaba, obtenía de su cultivo hasta casi el tamaño de dos casas de altura de maíz y frijol. Hace como 8 años nos hemos dado cuenta que, por una cuerda de café sembrado ya solo da 40 libras de pergamino, ahora ya solo sale un costal de maíz por una cuerda, antes hasta 6 costales y eso que sin abono. Antes se sembraba medio quintal de frijol, ahora solo se siembra 30 libras y se necesitan químicos”, nos dijo Israel Díaz Vásquez, otro de los pobladores de la aldea que se reunió aquella mañana del 30 de noviembre en la asamblea comunitaria.

Para la comunidad, otro de los problemas que afectan es la fumigación. “Cada 3 días viene una avioneta que fumiga y eso afecta nuestros cafetales, el frijol y el cardamomo, ya que los seca. Yo había preguntado si era bueno ese líquido que echan, un licenciado me dijo que no hacía mal, pero yo creo que el líquido de las avionetas ha dañado las tierras porque ya no se dan las naranjas”, dice Israel.

De acuerdo a Lucas Jorge García, presidente regional de Yichk´isis, “hay muchas mujeres y hombres que se van porque el cardamomo ahora tiene hongo, ya no se da bien, pero no tenemos dinero para tratarlo. Antes se daba hasta 5 costales de mazorca en una cuerda y era puro orgánico ahora solo 2 y con abono. Aunque uno trate de cultivar otros productos ya no se dan, aunque usemos abono”.

“Organización de Yichk´isis donde el pueblo”, se lee en un letrero elaborado por la comunidad. Fotografía: Francisco Simón Francisco

Algunos de los caminos hacia la aldea, ya están planos, hay tramos asfaltados y otros no, pero la mayoría se encuentran llenos de piedras y poco estables. Esta apertura de caminos no ha sido completamente desarrollada pero sí ha implicado la tala de árboles a su paso, cuando construyeron la carretera, la empresa de la Franja Transversal del Norte (FTN) les aseguró que habría reforestación, pero esto no ocurrió. “Creemos que por eso ya no llueve”, aseguraron los comunitarios y algunos indican que es perjudicial para sus siembras.

Desde la perspectiva de Rony Trujillo, profesor de la Escuela de Biología de la Universidad de San Carlos de Guatemala, el mejoramiento de carreteras e instalación de proyectos sin procesos de mitigación, son considerados unas de las mayores amenazas para la biodiversidad, especialmente en regiones tropicales.

Los cambios ecológicos son observables en los alrededores del lugar, la transición abrupta entre el bosque, lo que se conoce como efecto de borde, provocando condiciones de mayor temperatura, menor humedad, además de afectar directamente a la población con las catástrofes ambientales y las fluctuaciones en las condiciones del hábitat, es un efecto citado en la investigación denominada: “Impactos ecológicos del proyecto vial en la Franja Transversal del Norte”, realizado por el profesor de esa casa de estudios superiores.

Un pantano maligno que no quiere desaparecer. Fotografía: Francisco Simón Francisco

El corazón de los ríos está contaminado

La microrregión de Yichk’isis ha sido caracterizada por los comunitarios como el “corazón de los ríos” y forma parte importante de un corredor biológico de Guatemala y del territorio ancestral del pueblo Chuj. En el pasado, es decir antes de 2011, fue muy rica en recursos naturales, sorprendía por la gran cantidad de fuentes y nacimientos de agua, lo que le daba no solo una belleza particular sino los recursos suficientes para abastecer a toda la comunidad que allí habitaba; la realidad ha cambiado, ahora persiste en la memoria de los pobladores la historia de conflictos y contaminación ambiental.

Vista panorámica de Yichk´isis, el centro de la microrregión norte de San Mateo Ixtatán. Fotografía: Francisco Simón Francisco

Con la presencia de los proyectos hidroeléctricos en el territorio, las afectaciones en los ríos fueron evidentes. Bella Linda que se abastece de agua del río de Varsovia, ha obtenido servicios básicos como el agua potable y energía solar a través de su propia organización comunitaria, los cuales han tenido que comprar y distribuir por su cuenta, dado que no han recibido apoyo del Estado ni de la empresa hidroeléctrica que operaba hasta hace un par de años.

“Antes el agua era suficiente, pero ahora disminuyó por la tala de árboles y la perforación del cerro Anlaq que provocó la empresa”, dice Israel Díaz, animador de la fe de la iglesia católica de la comunidad.

“Cuando se construyó la tubería para el agua potable hace unos 10 años había buena presión, pero con el tiempo esa presión bajó”, recordó Yuber, nuevo alcalde auxiliar para el periodo 2022, quien intuye que fue por los movimientos que provocaron las máquinas de la empresa cuando desviaron el río Varsovia, conocido como Yalwitz.

“Antes había 8 ríos visibles y arroyos, que permanecían en verano, pero ahora hasta que llueve tienen caudal”, agregó.

Ercilia Pérez, de 40 años, una líder comunitaria, expresa que “el agua es vida para nosotros, la utilizamos para lavar, bañarse y cocinar. No podemos consumir el agua sin hervir, no podemos tomar el agua cruda porque esa agua está contaminada, queremos prevenir”.

Los comunitarios también están convencidos que, en la falta de acceso a agua potable de su comunidad, el Estado y la empresa tienen cierta responsabilidad, al tener un desagüe que conecta al río Pojom y que cada seis meses se abre para dejar correr desechos de color negro que pervierten las aguas que pasan por tres comunidades incluida Bella Linda y que desemboca en el río Santo Domingo, el más grande que separa a Guatemala de México.

El río grande que separa a dos países situado entre montañas e identidad diversas. Fotografía: Francisco Simón Francisco

“Allí ya no se puede bañar y en tiempo de verano los niños se bañaban, pero ahora ya no se puede. El río Pojom está muy contaminado. Yulch´en, Concepción, Platanar y Bella Linda son las comunidades más afectadas por la contaminación”, aseguran los pobladores.

Lea también la historia de los pobladores de la comunidad de Yulch´en Frontera:

Guatemala: una comunidad maya Chuj se enfrenta a cambios climáticos y al impacto de dos hidroeléctricas

Mercedes Díaz, defensora del agua, de 34 años de edad, sabe de la desesperación que la comunidad tiene con respecto al agua, en especial las mujeres. “Soy mujer, pero me gusta cultivar, teníamos un cultivo y lo regamos con agua potable, pero ahora ya no hay agua, imagínese para verano ya no habrá, no sabemos qué vamos a hacer y nos toca ir al río y esa no se puede tomar. A veces quiero lavar, hacer limpieza, pero no tengo agua y no tengo como hacerlo porque me operaron, y ya me cuesta ir a traer agua porque está lejos y no puedo cargar”, comenta.

“En otros lugares el agua ya no sirve ni para cocer frijol ni para lavar ropa porque se queda sucia”, dice Oscar, regidor de la alcaldía auxiliar en 2021.

En Bella Linda todos migran

“No sólo las personas migran, la migración ha tenido otro cambio puesto que los animales también migran tras perder su hábitat, alimentación, los bosques y también por miedo a las bombas y las máquinas”, indica Víctor Morales, presidente del COCODE.

“También los tepezcuintles y los jabalíes se han ido”, suma doña Matilde.

Don Domingo Filiberto Morales, de 72 años, comenta con angustia: “Nosotros hacemos todo lo posible para defender los recursos naturales, porque es vida, porque hasta los animales no pueden vivir sin agua, y por eso luchamos para que nuestros nietos tengan vida”.

Bella Linda, un pueblo plurinacional en tiempos de resistencia. Fotografía: Francisco Simón Francisco

“Hace un tiempo empezó un verano interminable, eso empezó cuando estaban haciendo el camino para acá (FTN inconclusa por caso de corrupción), el calor fue evaporando donde la empresa trabajó, incluso el río Zope o 7 pasos se vio afectado porque hasta negro y aceitoso estaba, los jutes se fueron del río, pero ahora que la empresa no está nuevamente están naciendo, evidentemente se ve el daño de la empresa”, comenta con tristeza el joven Yuber, nuevo alcalde auxiliar de Bella Linda.

“En una hora juntábamos con las mujeres un almu (10 libras) de jute, ahora solo poco se saca, un día nos toca estar para sacar algo, si es que hay”, comenta una de las mujeres de la aldea, de aproximadamente 60 años de edad.

“Cuando estaba la empresa se miraba aceitoso el río y ahora que no está se están renovando los ecosistemas y la sociedad, ahora hay paz, incluso están saliendo carpas (un tipo de pez) nuevamente, porque ya no se dejaban ver, nosotros protegemos nuestros recursos porque son importantes para nosotros”, agregó Yuber.

El paso de las tormentas también dejó huellas

Otro de los desastres que ha sufrido la aldea, fueron las inundaciones ocurridas en noviembre de 2020 tras el paso de las tormentas Eta y Iota, que llenaron parcelas que nunca se habían llenado antes. “El río Negro se desbordó y perdí 14 cuerdas de cardamomo, sólo 6 me quedaron, la inundación alcanzó casi los 4 metros”, comenta con tristeza don Víctor, mientras señalaba la nueva siembra con la que se arriesgó un año después.

Víctor Morales, un hombre clave de su comunidad, sus hijas e hijos son migrantes climáticos. Fotografía: Francisco Simón Francisco

La gente de la comunidad detalla que fue la empresa, la que construyó un túnel al borde del río Pojom hasta conectarse con el cerro Anlaq, que quedó perforado. Con el paso de las tormentas el caudal del río creció y el túnel quedó inundado de agua negra, luego provocó un desborde que alcanzó el caudal del río Negro. Este último caudal no fue capaz de filtrar toda el agua acumulada, “entonces el río se desborda, por eso se llenaron los lugares de cultivos tanto de cardamomo, café y milpa”, recordaron.

La inundación tardó veinte días en bajar, en tiempos normales se filtraba, pero con los cambios de cauce que hizo la empresa tardó más en bajar.

Ahora los pobladores temen por su vida. “Si hubiera otra tormenta no sabemos si vaya a llegar hasta las aldeas porque no sabemos si la tierra es capaz de dragar toda el agua, además tenemos miedo que se vuelva a desbordar el río y se lleve nuestras siembras”, dicen.

Un túnel construido por la empresa en el cerro Anlaq puso en riesgo la vida de los pobladores en tiempos de tormentas. Fotografía: Francisco Simón Francisco

Decenas de agricultores, incluyendo la familia de don Víctor Morales, perdieron sus cosechas de guineo (bananos) y cardamomo durante las tormentas; algunos volvieron a arriesgar a sembrar y uno de los señores tuvo que migrar a Estados Unidos.

Con las tormentas se quedaron incomunicados, el canal que construyó la empresa en la orilla del río Pojom para desviarlo a la posible represa provocó el desborde del río Negro, porque su caudal no fue capaz de filtrar toda el agua acumulada en la represa. Esto provocó inundaciones en las planadas, afectó a los vecinos del caserío San Francisco y varios campesinos de Bella Linda perdieron sus cultivos de maíz y cardamomo.

Los cultivos de maíz y cardamomo quedaron sumergidos bajo el agua por las tormentas Eta y Iota. Fotografía: Francisco Simón Francisco

La juventud de Bella Linda es el grueso de los desplazamientos

En toda la microrregión, dicen las autoridades comunitarias, que la migración se ha incrementado en el último año (2021) de pandemia. “De Bella Linda se han ido como 50 personas; de Yichk´isis 35; de Yulch´en Frontera 40; y la mayoría son jóvenes. De Pojom, al menos desde que empezó el conflicto por las hidroeléctricas, hay como 400 fuera del país, la mitad radica en Playa del Carmen, México y el resto en Estados Unidos”, aseguran.

Don Víctor tiene 5 hijas y 3 hijos, 5 de ellos están en el exterior, 4 se encuentran refugiados en México y el otro en Estados Unidos.

Cuenta que sus hijos se fueron por el conflicto que había en la región, su hijo menor partió en noviembre de 2019 e invirtió 15 mil quetzales hasta la frontera de Estados Unidos, porque de allí se entregó a las autoridades fronterizas y se quedó en el país norteamericano.

Sus hijos han trabajado por el sueño de comprar sus casas, pero ninguno de ellos quiere comprar en Guatemala. “Mis hijos han huido por temor, ellos no quieren violencia, buscan su paz”, comenta con sentimiento Víctor Morales, mientras mira sus cultivos.

“Actualmente muchos jóvenes y señoritas están emigrando a México y a Estados Unidos por varias circunstancias, entre las causas está el impacto ambiental y por miedo, porque ellos ven que en estos lugares ya no se sienten libres”, explicó.

Un factor de empuje de la migración en Bella Linda, que tienen en común con las demás regiones, es la necesidad de una vivienda, pero como la tierra no da lo suficiente se ven obligados a salir de su aldea.

“¿Con qué dinero se va a construir si acá todos nos dedicamos a la agricultura? Los que verdaderamente sacan ventaja del cultivo, ganan hasta Q30 mil de una cosecha, el que gana medio Q15 mil y el que menos gana Q5 mil, imagínese cómo construir una casa”, concluye don Víctor.

Cultivar la tierra ya no es una opción. Fotografía: Francisco Simón Francisco

“Ahora los hijos mejor tienen que migrar porque tienen que ver de dónde sacan dinero, la tierra no produce. Las autoridades no vienen a mitigar las consecuencias que estamos sufriendo y por eso hay migración, por eso México es el que nos abastece por ser área fronteriza”, expresa con decepción el comunitario Israel Díaz.

Muchos jóvenes han migrado a Estados Unidos o México por el miedo al conflicto, pero también porque no hay tierras para cultivar. El impacto ambiental se hace cada vez más evidente en el agua y en los árboles. “Yo que trabajo en el campo me he dado cuenta, antes había un arroyo (río Zope), ahora me toca agarrar de otro lado”, concluyó Sara.

Este texto fue producido con el apoyo del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional -CEJIL-

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