Guatemala: una comunidad maya Chuj se enfrenta a cambios climáticos y al impacto de dos hidroeléctricas

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Créditos: Sebastián Lucas, campesino maya chuj de la aldea de Yulch´en Frontera, observa el río Pojom, el cual se encuentra contaminado y sin seres vivos dentro de su caudal. Fotografía: Francisco Simón Francisco
Tiempo de lectura: 22 minutos

Por Francisco Simón, Andrea Hernández y Cenia Marroquín

Editado por Quimy De León 

Migrar o vivir en tiempos de una crisis climática es el dilema de la población de Yulch´en Frontera, una comunidad maya Chuj de Huehuetenango, buscar nuevas formas de ingreso es su única esperanza. Mientras los proyectos hidroeléctricos insistan en instalarse en este lugar, la situación ambiental cada vez más desfavorece a los pobladores.

Para la población maya Chuj, los ríos son seres vivos que están acompañando todos los procesos de reproducción de la vida. La comunidad de Yulch´en Frontera se organiza alrededor de los ríos y la tierra, es decir a diario las personas que allí habitan se relacionan con un ser vivo.

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A 470 kilómetros de la ciudad de Guatemala, está situada Yulch’en Frontera, una comunidad de origen maya Chuj; la construcción de dos hidroeléctricas provocó transformaciones y cambios en el medio ambiente que hoy están afectando sus dinámicas de vida. Se puede constatar cambios en los ríos, impacto en el hábitat de los animales, las plantas cambiaron radicalmente la vida de la población y con ello los medios de subsistencia que son el maíz, el frijol, las cosechas del café y cardamomo se están acabando.

Estos cambios están generando nuevas rupturas entre las personas y su entorno ambiental, puesto que las pérdidas de cultivos, que se agravaron con el paso de las tormentas en noviembre de 2020, están incentivando la salida de al menos 2 personas por cada 10 habitantes, quienes migran a Estados Unidos y México.

Allí nadie quiere llegar, porque la distancia y el camino es un problema cotidiano para los pobladores. Su acceso se torna difícil, el camino es de terracería y está en total abandono. Para llegar al lugar se recorren 17 horas de camino sólo en vehículos de doble tracción, en tiempos de lluvia el recorrido se alarga.

La aldea de Yulch´en Frontera se encuentra ubicada entre cerros y vegetación que poco a poco se ha ido perdiendo a causa del cambio climático. Fotografía: Francisco Simón Francisco

La escasez del agua y la erosión de la tierra han provocado pérdidas de cultivos que afectan directamente la seguridad alimentaria y la economía familiar de esta aldea. Hoy se enfrentan a un mayor empobrecimiento y para lidiar con la crisis climática deben migrar en búsqueda de medios económicos para la subsistencia de sus familias, según la misma gente local.

“Ahorita nos ha afectado el precio del café y cardamomo, antes pagaban bastante, pero ahora nos toca gastar más en fertilizantes y ya no cosechamos lo mismo, dos de mis hijos que labraban la tierra, tuvieron que migrar por la pérdida de sus cosechas”, expresó Sebastián Lucas Pedro, maya hablante Chuj y agricultor de la aldea de Yulch´en Frontera.

En contraste a la dificultad de su acceso, Yulch´en Frontera, se ubica aún entre montañas, rodeadas de árboles, los cuales día a día se están desapareciendo. Nadie tiene una explicación científica del porqué ocurren estos cambios, los chujes que allí habitan dicen que “fue por culpa de la empresa”. El río Pojom que allí circula, está reduciendo su caudal. Esta última comunidad guatemalteca, está a escasos minutos del territorio mexicano.

Una de las consecuencias de los impactos ambientales en Yulch´en Frontera ha sido la disminución del caudal del río Pojom.

El departamento de Huehuetenango, dada su cercanía con México, ha permitido a los habitantes, desarrollar una cultura migratoria de carácter circular, binacional y ahora internacional. En Yulch´en Frontera, es común oír decir que algún familiar se encuentra en el exterior.

Esta comunidad está situada en la mera línea fronteriza que separa a Guatemala de México. El Palmar, ubicada en el municipio de Las Margaritas, Chiapas es la primera colonia cercana de Yulch´en Frontera; para abastecerse de productos y otros servicios del lado mexicano, los pobladores guatemaltecos caminan una hora a pie desde su comunidad para llegar a esta colonia chiapaneca. De allí inicia la relación migratoria.

Uno de los antecedentes para entender el contexto de la migración Chuj, se asocia al Conflicto Armado Interno en Guatemala, que duró 36 años. Muchas familias huyeron a México en búsqueda de asilo, incluso en tiempos de posconflicto.

A pesar que el territorio no se encuentra en guerra o conflicto entre comunidades y Estado, parece ser que la historia se repite para esta población.

Los factores del neoliberalismo se hacen cada vez más visibles en Huehuetenango, pero de una forma violenta en las comunidades; las lógicas de desarrollo “sostenible” que se promueven a través del capitalismo, están generando división comunitaria entre adversarios y simpatizantes. Además de provocar el deterioro ambiental, que no es mitigado de ninguna manera.

En consecuencia, los males de estás lógicas que les denominan “desarrollo” cada día se hacen más evidentes en las actividades agrícolas de los pobladores y provoca de forma inesperada una migración forzada, como única opción de vida para “los aldeanos” de ese territorio.

El modelo capitalista neoliberal que se ha instaurado en el sistema económico guatemalteco ha provocado que existan nuevos procesos de acumulación de capital, como la economía extractivista, que afectan de manera directa a los territorios más vulnerables ante los efectos e impactos de los grandes proyectos mineros e hidroeléctricas, según los datos del “Estudio exploratorio con población retornada, deportada, familiares de migrantes y otros actores en el Norte de Huehuetenango”, publicado en 2016 por Úrsula Roldán, investigadora de la Universidad Rafael Landívar de Guatemala.

Esta situación es observable en Yulch´en Frontera, lugar en el cual, la construcción de las hidroeléctricas no solo provocó cambios en los ríos, también impactaron en el hábitat de los animales; las plantas; y cambiaron radicalmente la vida de la población y con ello los medios de subsistencia que son el maíz, el frijol, las cosechas del café y cardamomo se están acabando. 

Migración por pérdida de cosechas y violencia provocada por empresas

“La pobreza nos está afectando porque no hay de donde sacar dinero si no hay cosecha, dependemos de la siembra, y los daños que provocó la empresa al desviar los ríos, hoy afectan a nuestra familia y la comunidad”, lamentó Sebastián Lucas de 48 años, mientras señalaba los daños que dejaron las tormentas Eta y Iota, ocurridas en noviembre de 2020 en su parcela diversificada, situada en la orilla del río Pojom en donde cultivaba 21 tipos de productos agrícolas.

Don Sebastián Lucas, señala los daños causados en sus plantaciones de cardamomo. Fotografía: Francisco Simón Francisco

Sebastián Lucas, de 48 años, es padre de siete hijos, dos de ellos radican en Estados Unidos. El primer hijo migró en mayo de 2017 tras el asesinato de su abuelo, Sebastián Alonzo Juan de 72 años, en enero de ese mismo año.

Don Alonzo Juan fue asesinado, según testigos “por seguridad privada” de la empresa Energía y Renovación S.A., que anteriormente se llamaba Promoción de Desarrollo Hídrico S.A. (PDHSA), mientras participaba en una manifestación pacífica, junto a una multitud frente a la construcción de las hidroeléctricas.

En 2018 migró su segundo hijo por el miedo a la división comunitaria y la contaminación ambiental que provocó la empresa a sus ríos y cultivos. Uno de los hijos vive en Mississippi y el otro en Tennessee, uno trabaja como pintor y el otro en un restaurante.

Los pobladores de la aldea de Yulch´en Frontera por su cercanía con México, mantienen una dinámica migratoria agrícola, comercial y ahora climática. La defensa de sus tierras desde el ámbito político, cultural y legal ha sido en vano. Ahora sufren de las consecuencias ambientales a causa de no ser escuchadas sus peticiones, ni por el Estado ni por la empresa.

Aunque no se tienen datos estadísticos de cuántas personas han migrado en esta comunidad, las autoridades locales estiman que alrededor de 475 personas radican fuera del país, principalmente en Estados Unidos y un número reducido en el estado de Quintana Roo, México; las causas son múltiples pero en los años recientes, las condiciones climáticas y los impactos por la construcción de represas han propiciado las malas condiciones para la siembra -única fuente de ingresos de los campesinos-, según los pobladores de Yulch´en Frontera.

“De quince cuerdas de cardamomo que tengo sembrado solo saqué diez quintales de cerezo este año (2021), antes se daba más pero ahora la tierra ya no da, antes yo sacaba de tres matas un quintal, y ahora se necesita de abono y sombra, quizás porque hay más calor”, indicó Sebastián.

Agregó que su papá le heredó tierra a su cuñada, a quien dejó viuda su hermano, la tierra era el medio de subsistencia de su familia. Ella sembró cardamomo, pero el cultivo se le llenó de plaga, “lo perdió todo y se tuvieron que ir con toda su familia para Estados Unidos, puesto que era su único sustento”, dijo Sebastián.

Este caso es una de las razones por las cuales la población de Yulch´en Frontera busca sobrevivir fuera del país. Sus medios de vida se están agotando, el acceso a las oportunidades de desarrollo cada vez más se hace lejano para los pobladores, y el Estado cada día se hace invisible en esta región.

En las teorías de la migración son reconocidos como migrantes climáticos o refugiados climáticos, quienes abandonan su lugar de origen en contextos de desastres o deterioro ambiental y que afectan los entornos de vida, derivados por el cambio climático. No obstante, estos grupos de migrantes no son reconocidos legalmente en el ámbito del Derecho Internacional, por lo tanto, no cuentan con una protección legal.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) expresó que no hace uso del término de “refugiados climáticos” porque no están reconocidos por la Organización de las Naciones Unidas ni la Convención de Ginebra de 1951, de acuerdo al estudio denominado “Expuestos al daño” publicado en 2020.

Mientras no exista una aceptación legal para estos migrantes, su negación vulnera doblemente a la población de Yulch´en Frontera, puesto que salir de su país sin protección, ya es un riesgo. Además de sus recursos, que han sido destruidos a consecuencia de la instalación de dos proyectos de hidroeléctricas, respaldados por el Estado, que afectó su vida y su entorno.

En Yichk´isis se encuentra un destacamento militar y una subestación de la Policía Nacional Civil (PNC), ambas instituciones se encuentran instaladas en la propiedad de la empresa, Energía y Renovación S.A. desde mayo de 2014.

Otras de las razones por las que migran los jóvenes y señoritas de esta comunidad, según María Bautista, defensora del territorio de Yulch´en Frontera, se debe primero, a las amenazas que han recibido por oponerse a la construcción de las hidroeléctricas. Además de la falta de oportunidades, porque “no hay trabajo; aquí la gente vive de la cosecha y si no hay, qué podemos hacer, por eso muchos jóvenes migran”, agregó.

“Mi hijo es un migrante, que compró la tierra con la esperanza que a su regreso pudiera sembrar en ella, pero la tormenta destruyó todo, el suelo ya no produce como antes, y eso que era una parcela diversificada (distintas clases de cultivos)”, continúo Sebastián.

La parcela del hijo de Sebastián Lucas se vio afectada por el cambio climático y las tormentas en noviembre de 2020. Fotografía: Francisco Simón Francisco

Sebastián Lucas también perdió sus cosechas de cardamomo, café y maíz con el paso de las tormentas Eta y Iota en noviembre de 2020; la tierra ancestral en la que cultiva sus productos ya no es la misma como antes, ahora está contaminada. Se pregunta si fue por el cambio climático o por la construcción de las hidroeléctricas que invadieron sin consulta sus territorios en 2011.

Don Sebastián Lucas administra la parcela diversificada de su hijo migrante, quien compró con la esperanza de cultivar frutas y verduras además del cardamomo, maíz y frijol a su retorno. El terreno se encuentra ubicado a pocos minutos del río Pojom, el cual estuvo inundado por 2 meses. Esto provocó la pérdida de sus cultivos dejándola en condición de sequía.

El terreno mide 10 cuerdas, 4 para una vivienda que ya se construyó y 6 para sus distintos cultivos. Pero con la llegada de la empresa, la esperanza parece estar acabada tanto para él como para su hijo que radica en Mississippi, Estados Unidos.

La casa que ya construyó el hijo primer migrante de don Sebastián Lucas. Fotografía: Francisco Simón Francisco

Él nos llevó a la parcela de su hijo, en la que pudimos observar los impactos que dejaron las tormentas; las frutas del café se miraban quemadas y con royas, mientras las hojas y frutas del cardamomo parecían estar fumigadas con algún químico, estaban con gusanos y hongos.  Sebastián nos indicó que no utiliza ningún fertilizante químico para sus cultivos allí sembrados y se sorprende por la erosión de la tierra.

Además de estos cultivos, también tienen sembrado otras frutas como el banano, papaya, mandarina, naranja, zapotes, camotes, plátano, nance, hojas de morrón, guanábana, aguacate, níspero, paterna, jocote, mango, cardamomo, camarista y maíz. Él sólo quería exponer los daños que a su criterio ha sido provocado por la empresa, insistía ser escuchado por algún medio o el gobierno y la respuesta nunca le llegó.

Mientras estábamos en la parcela diversificada, al fondo pudimos observar el país mexicano, resaltaba una zona boscosa más protegida que la del lado guatemalteco, y que de alguna manera alimenta la fertilidad de la tierra de los habitantes de Yulch´en. Estuvimos a pocos minutos de la línea fronteriza y el cambio ambiental es una diferencia notable en el paisaje entre ambos países y dos identidades originarias: los chujes guatemaltecos y los tzeltales mexicanos comparten una frontera en común.

Cuando llegaron las tormentas en noviembre de 2020, el río Pojom, el cual pasa en su comunidad aumentó cuatro metros de su caudal y dejó entre la pobreza a los comunitarios de la última comunidad fronteriza de San Mateo Ixtatán en Huehuetenango, porque sus parcelas se inundaron y perdieron todo lo sembrado, ahora ven en la migración la única opción para vivir y subsistir.

Las tormentas en noviembre de 2020 dejaron en hambruna a los comunitarios de Yulch´en Frontera, la cosecha del maíz se perdió. Fotografía: Francisco Simón Francisco

El préstamo a una empresa depredadora

Con la llegada en 2011 de una empresa con dos proyectos de hidroeléctricas a la microrregión de Yichk´isis en San Mateo Ixtatán; el equilibrio del medio ambiente en el territorio fue alterado y con ello el sistema comunitario se vio afectado. Lejos de promover desarrollo sostenible en las comunidades, les llevó contaminación a sus ríos, los cuales, poco a poco están disminuyendo su caudal. El paisaje se ha teñido de obra gris, los cerros fueron perforados y los terrenos verdes que articulaban los ecosistemas de la microrregión están desapareciendo.

La empresa llamada Energía y Renovación S.A. inscrita en Panamá, se detuvo en 2017 por la presión comunitaria, luego del asesinato de Sebastián Alonzo Juan, defensor de los recursos naturales. En noviembre de este año, los dueños de esta empresa demandaron al Estado guatemalteco por no poder operar en el lugar.

El centro de maquinaria de la empresa Energía y Renovación S. A., se encuentra en total abandono. Fotografía: Francisco Simón Francisco

Actualmente tiene a su cargo dos Generadoras de hidroeléctricas, San Mateo y San Andrés, ambas son de dueños guatemaltecos, pero cuentan con financiamiento internacional, principalmente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y de otros bancos.

Esta empresa paralizó la construcción de las dos generadoras. No obstante, los pobladores de Yulch´en Frontera, quienes viven en un nivel bajo de las hidroeléctricas son los que ahora sufren las consecuencias del deterioro ambiental, que provocó la misma a su llegada. Las dos hidroeléctricas utilizarían las aguas de los ríos Pojom, Negro y Yalwitz sin consultar a las comunidades que allí habitan.

Todos los procesos de reproducción de la vida de la microrregión de Yichk´isis agrupada por 8 comunidades y cuatro caseríos, se organizan alrededor de los ríos y la tierra, por lo que la instalación de estos proyectos dentro del territorio tiene un severo impacto en la vida de la población afectada. En el caso de la aldea de Yulch´en Frontera, el río Pojom es parte de sus recursos y es utilizado tanto para riego como consumo, por lo que su alteración y contaminación impacta directamente en la vida de la comunidad.

Respecto a esto Sebastián Lucas, sentado desde el patio de su casa que construyó cuando estuvo por cinco años en Estados Unidos y vestido con las botas de hule que lo caracteriza, nos relató: “al igual que los señores de la comunidad trabajo en la agricultura para la subsistencia de mi familia, pero las condiciones climáticas, la falta de buenas cosechas, la contaminación de los ríos y de la tierra a consecuencia de la construcción de las hidroeléctricas en la microrregión de Yichk´isis, ha dificultado mi economía familiar”.

Sebastián Lucas, sentado desde el patio de su casa que construyó cuando estuvo por cinco años en Estados Unidos.

Don Sebastián, indicó que el beneficio de las hidroeléctricas no será para las comunidades; al contrario el desarrollo sostenible que ofreció la empresa está deteriorando los recursos naturales de estas poblaciones. “Antes no había plaga en los productos que cultivamos, ahora hay unos piojos en las cañas del cardamomo, aunque sembramos de 10 a 15 cuerdas de este producto ahora solo estamos cosechando 5, antes cosechábamos de una cuerda 5 quintales”, contrastó.

El agua: un problema común y cotidiano

Don Sebastián menciona que el problema común y cotidiano de su comunidad es la escasez del agua y el acceso a ella que cada día se dificulta más. Las casas en la comunidad cuentan con servicio de agua potable, pero el agua llega con menos presión y no todo el día. La esposa de Sebastián nos contó, que este servicio lo reciben únicamente tres veces al día: de 6 a 7 de la mañana, de 12 a 1 de la tarde y finalmente de 7 a 8 de la noche, hecho que lamenta puesto que años atrás no pasaba esta situación.

En la casa de Sebastián cuentan con agua potable, fosas sépticas, drenaje, telefonía y energía eléctrica a base de un panel solar que les costó 2,500 quetzales hace 4 años, con la ayuda de las remesas y de la venta de sus cultivos, porque antes usaban candela o candil de gas. Este panel alumbra el dormitorio, la cocina y los patios de sus dos casas, ya que no cuentan con fuente de energía eléctrica en la microrregión. Para cocinar utilizan leñas, pero también compran cilindros de gas para su venta de pollo frito.

Según la alcaldía auxiliar, la comunidad de Yulch´en Frontera adquirió el nacimiento del agua potable por 24 mil quetzales de los parcelarios de la aldea El Rincón, antes de que la empresa llegara a la microrregión. Sin embargo, por la altura en la que se sitúa la comunidad hace que la presión llegue menos a las casas, porque del mismo nacimiento se abastece la aldea de Nueva Concepción. La adquisición del agua potable fue un proyecto comunitario, es decir gestionado por ellos mismos, sin contar con el apoyo de ninguna autoridad del gobierno.

El problema del agua es latente, ahora las mujeres de habla Chuj van a lavar la ropa del hogar al río Pojom, pese a los riesgos del río por estar contaminado de aguas residuales que desechan de las instalaciones administrativas de la empresa, el destacamento militar y la subestación de la Policía Nacional Civil, según indicaron las autoridades de esa comunidad.

El río Pojom se desbordó con el paso de las tormentas en 2020. Está contaminado por aguas residuales que desechan las fuerzas armadas del Estado, según un informe independiente del BID. Fotografía: Francisco Simón Francisco

Esta contaminación ha provocado que a las mujeres les salgan ronchas y manchas en la piel, ya que indican que el agua que utilizan se encuentra “como grasosa y a veces hasta oscura”. En el caso de los niños se llenan de ronchas cuando acompañan a sus mamás al río.

“A veces aparece el río de color negro, no sé qué le echan y se pone contaminado, lo malo es que cuando se va el agua potable en nuestras casas tenemos que ir al río a tomar de esa agua contaminada”, comentó con preocupación doña Magdalena, la esposa de Sebastián.

La comunidad de Yulch´en Frontera no cuenta con propios nacimientos de agua a diferencia de otras aldeas de la microrregión, por ello defender y cuidar del agua es un reto cotidiano para estos pobladores.

“Antes el río era más grande pero cuando abrieron el cerro Anlaq y empezaron a construir la represa con bombas, la empresa provocó que las montañas y el suelo se agrietaron; en verano el río se escasea porque se ha desviado”, secundó Sebastián.

Riesgos climáticos agravan la situación

Guatemala se encuentra en la lista de los 11 países con mayor riesgo de caos climático, debido a una combinación de geografía y mala gobernanza. El país experimentó en 2020 una situación de desgaste ambiental que no ocurría desde 1998 con el paso del huracán Mitch, lo cual llegó a golpear a los territorios más vulnerables, siendo uno de ellos, el municipio de San Mateo Ixtatán.

En San Mateo Ixtatán, según datos de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (CONRED), al menos 592 casas resultaron con daños tras el paso de estas tormentas; la institución no precisó los datos sobre la pérdida de cultivos tampoco de los lugares afectados, sin embargo, con los relatos comunitarios las historias se cuentan más allá de los números.

El paso de las tormentas Eta y Iota en noviembre de 2020, dejó una pérdida evidente de los principales productos agrícolas que sostienen a la comunidad; “se perdió el maíz y en mayo de 2021 el costo de estos productos aumentó porque hubo menos producción”, comentó la esposa de Sebastián.

Los estragos de estas tormentas han provocado severos daños en el hábitat de los pobladores, y hace que cultivar la tierra conlleva a pensar en un riesgo de pérdida en un futuro cercano. En el caso particular de los jóvenes, deciden abandonar el campo, y cada día son más propensos a tomar la decisión de migrar. Tal es el caso del hijo menor de Sebastián, quien tiene en sus planes a corto plazo migrar a Estados Unidos para reencontrarse con sus hermanos.

Terreno inundado que quedó pantanoso por las tormentas en 2020, está ubicado en el centro de la comunidad. Fotografía: Francisco Simón Francisco

Pese a que los hijos de Sebastián tienen la dicha de estudiar en el municipio de San Mateo Ixtatán, esto no es suficiente para poder desarrollarse económicamente en su comunidad, porque las oportunidades de trabajo son muy limitadas para ellos por ser indígenas y vivir en un lugar muy lejano de Guatemala.

La comunidad solo cuenta con una escuela de nivel primario, y cuando tienen la oportunidad de continuar sus estudios de nivel básico, les toca viajar a San Mateo Ixtatán que está a una distancia de 42 kilómetros de la aldea, por eso se asume que ya no continúan estudiando. Además, no hay puestos o centros de salud, cuando se enferman o buscan algún medicamento, lo deben hacer en el lado mexicano.

Los dos hijos migrantes de Sebastián formaron parte de la resistencia, pero tras el asesinato de su abuelo Alonzo Juan, se vieron obligados a migrar, uno de ellos tiene 25 y el otro tiene 23 años.

“Mi primer hijo decidió irse a pesar que le heredé tierra, sembró cardamomo, pero como no dio la cosecha, mejor decidió irse a Estados Unidos, porque ya no quería seguir cargando la pobreza”, dijo Sebastián.

Migrar también implica costos e intereses; a los hijos de Sebastián les tocó pagar 90 mil quetzales cada uno al guía de viaje que los llevó desde Guatemala a Estados Unidos. Además de los intereses que tuvieron que pagar al prestamista, llegando a un total de 140 mil quetzales de gastos cada uno, en un viaje que les llevó un mes hasta llegar a su destino.

Sebastián junto a su esposa Magdalena reciben remesas mensuales de 500 quetzales -aproximadamente 65 dólares- por cada hijo. Con ese dinero y con lo que ganan de las cosechas, viven día a día, sin embargo, hay días que les toca salir a cortar cardamomo o ir a limpiar parcelas en las fincas de Chiapas en el territorio mexicano.

Sebastián junto a Magdalena secan el café en el patio de su casa, con ello sostienen a su familia, además del ingreso mensual que tienen de remesas. Fotografía: Francisco Simón Francisco

“Yo tengo dos familiares que se fueron a Estados Unidos, porque en la aldea no hay nada que comer, yo no me voy porque ya no puedo, porque para irse se necesita estar potente para ir a trabajar y yo ya no aguanto porque soy anciano, por eso tengo que ver que hago para sobrevivir, para salvar mi vida”, agrega un señor de unos 74 años originario de Yulch´en Frontera, que estaba en la casa de don Sebastián.

La empresa se detuvo, pero los daños continúan

“Antes, el río Pojom era bastante grande y estaba limpio, ahora ha reducido y está contaminado. Había bastante camarón, caracol, cangrejo y eso nos servía para el sustento de la familia porque vendíamos lo que pescábamos, ahora solo hay pocos mariscos, pero nos da miedo agarrar porque ya están contaminados y sucios, y en otros lugares ya se acabaron”, dicen las señoras de Yulch’en Frontera.

La venta de jute era una de las fuentes de ingreso de las mujeres, los pocos que hay están contaminados. Fotografía: Francisco Simón Francisco

La contaminación provocada por la instalación de una empresa hidroeléctrica en la microrregión, cambió definitivamente el paisaje del territorio. Al lado del río Negro se observa la construcción de una represa abandonada, materiales y maquinaria olvidada. La empresa se vio obligada a parar por la resistencia de la comunidad, sin embargo, los daños y consecuencias no se detuvieron. El Río Pojom que abastecía a las familias de su alrededor tiene menos caudal, el agua se observa grasosa y el poco jute que se ve en las piedras está contaminado.

Un informe independiente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), publicado en octubre de este año, concluye que los proyectos de las hidroeléctricas podrían generar riesgos de contaminación en los ríos e impactos en la calidad de las fuentes de agua que utilizan los pobladores cercanos a dichos proyectos, debido a aguas residuales, posibles derrames de hidrocarburos y erosión de la tierra; y en el caso de aguas residuales desembocan actualmente en el río Pojom que circulan en la comunidad de Yulch´en Frontera. Es decir, el BID Invest incumplió su Política de Sostenibilidad.

La pérdida de un suelo fértil

Uno de los cultivos con el que tuvieron mayores pérdidas, fue con el cardamomo, porque esperaron a venderlo cuando tuviera un mejor precio, sin embargo, fue al contrario y bajó de 525 a 400 quetzales por quintal. A diferencia del cardamomo, el café subió de precio de 250 a 800 quetzales por quintal, “pero este cultivo lleva más proceso y no deja mucha ganancia. El cardamomo no solo bajó de precio también está costando que se dé porque le cayó plaga y a veces le salen gusanos”, explicó Sebastián Lucas.

El bajo costo de estos productos no solo está afectando a la familia de Sebastián sino a toda la comunidad puesto que en palabras de ellos “esto ha implicado que haya más pobreza porque hay menos ingresos económicos, por lo que dos de cada 10 personas de esta comunidad deciden migrar en busca de trabajo o un lugar donde vivir más tranquilo”.

Sebastián agregó, “ahora se necesita fertilizante para los cultivos, pero la cosecha, por ejemplo, el maíz, se pudre rápido. El café se daba sin abono, ahora se queda solo el varejón después de la cosecha. También el cardamomo tiene plaga al igual que las frutas tienen hongos”.

Las siembras ahora requieren de fertilizantes y pesticidas, indican los pobladores. Fotografía: Francisco Simón Francisco

Desde la ecología, cualquier cambio de las condiciones ambientales en el entorno de una comunidad, genera tres posibles reacciones: las personas migran o se adaptan a las nuevas formas de vida; en el caso de las plantas y animales se extinguen, porque hay una destrucción del hábitat, aseguró Raúl Maas, investigador del Instituto de Agricultura, Recursos Naturales y Ambiente (IARNA) de la Universidad Rafael Landívar.

A decir del ingeniero, la construcción de una represa hidroeléctrica modifica los entornos naturales, porque la acumulación de agua genera mayor evaporación, cambios de temperatura y esto impacta en la vida de todos los seres vivos, incluyendo la vida de las personas; al final estos proyectos producen cambios de clima a nivel micro, que alteran las dinámicas tradicionales de los pueblos en su entorno natural.

Fue el 29 de noviembre que entrevistamos a don Sebastián Lucas; ese mismo día la alcaldía auxiliar de Yulch´en Frontera convocó a los pobladores, a una reunión en el salón comunal; allí también se hicieron escuchar las voces de mujeres, campesinos y de don Tomás Juan de la aldea de Nueva Concepción, quien resaltó que el problema del agua ha sido constante en esos lugares.

Reunión de la población con la alcaldía auxiliar de Yulch´en Frontera en el salón comunal. Fotografía: Francisco Simón Francisco

A decir del señor, el río Pojom se tiñe de negro “como si tuviera tierra, pero es cuando lavan el centro de empaque de la empresa cada cierto tiempo, que contamina y se va por todos lados”. Otro de los presentes agregó, “además de la basura que tira la empresa al río ha provocado esta gran contaminación, no sólo para lavar ropa, para bañarse, también para el consumo en la cocina y el cultivo de los señores agricultores”, indicó.

Según los comunitarios, esta contaminación está afectando la economía familiar, primero con la llegada de la empresa, la pandemia y los huracanes. “Ahorita nos afecta el precio del café y cardamomo, antes pagaban bastante, nosotros recibimos buenas ganancias, pero ahora nos toca gastar más en fertilizantes y ya no cosechamos lo mismo como antes”, indicaron.

“El gobierno nos está matando, porque le baja los precios al café y cardamomo, le sube a la canasta básica y ya estamos empobrecidos”, añade María Bautista.

Cultivar la tierra ya no es una opción

“De un rato a otro se sube el precio del abono, antes estaba a 230 ahora a 300 quetzales. Y tenemos que abonar cada tres meses. Ahora todos los cultivos se necesitan abonar y como nosotros somos de recursos limitados a veces le echamos poco porque no alcanza”, indicó don Pascual, un señor cuya hija migró a Estados Unidos, por las mismas condiciones climáticas.

En nuestra visita, las mujeres de la aldea mencionaron que “anteriormente se daban las malangas y todas las frutas sin abono, ahora hay una diferencia, porque cuando dan frutos los árboles se van poniendo con gusanos, se caen las hojas o se secan. Los bananos se pudren y ya no se da como antes”.

Para los pobladores de la comunidad, Yulch´en Frontera fue afectada por los desastres climáticos que provocaron las tormentas Eta y Iota y también por los efectos del cambio climático que se visibilizaron en la región con el inicio de los trabajos de la empresa hidroeléctrica, lo cual modificó el ambiente seriamente.

“Nuestros cultivos de cardamomo y café se han visto afectados por la contaminación que ha provocado la empresa en el río Pojom, ya que utilizamos esa agua contaminada cuando vamos a fumigar y eso contamina y no hace crecer nuestros cultivos”, comenta un anciano parcelario de Yulch´en Frontera.

Los cultivos de café se han visto afectados por las plagas y roya.

Se entiende entonces que la escasez o contaminación de los bienes naturales, como el agua y la tierra van en aumento. Las personas, animales y cultivos están luchando para sobrevivir en donde las condiciones ambientales ya no son favorables.

Los comunitarios indicaron que han observado cambios en la temperatura y la humedad, ahora hay más calor, los ciclos de las lluvias van cambiando y el suelo se seca. Estos elementos ponen en riesgo los medios de vida de estos organismos, “porque la producción de alimentos depende de los ciclos de la lluvia, entonces la vida de toda persona o comunidad sea urbana o rural, está muy asociada a esas condiciones ambientales”, concluyó Raúl Maas.

En ese contexto, el cambio climático puede multiplicar las amenazas, exacerbar tensiones existentes entre comunidades, Estado y empresas en un Estado Nación y acrecentar los conflictos ya generados en comunidades originarias como Yulch´en Frontera.

Haydee Bermúdez del Centro del Agua del Trópico Húmedo para América Latina y el Caribe (CATHALAC) en una publicación de 2017, expone que el cambio climático afectará significativamente a las migraciones de tres formas; la primera a partir de la aridez de zonas agrícolas que reducirá su potencial económico y mermarán servicios naturales como el agua potable y el suelo fértil; la segunda, mediante inundaciones que provocarán desplazamientos masivos y como última categoría, aquellos que serán desplazados por el aumento del nivel del mar. Esta definición encierra en un amplio espectro a las personas bajo la denominación de migrantes climáticos.

La lucha por la vida y la defensa del agua y del territorio son las consignas a las que apela la organización comunitaria. Es por la defensa de estos elementos que la gente se organiza y se moviliza.

“Estamos cansados de escuchar términos que apelan a la paz, cuando no ha existido una preocupación legítima de parte del Estado por el desarrollo comunitario de la región. Estamos cansados del afán del enriquecimiento individual, nuestra comunidad es algo más que una organización política, es nuestro hogar, los ríos, cerros y bosques son vida”, afirman los comunitarios de Yulch’en Frontera.

Para Julio Gonzáles, activista ecológico del Colectivo Madre Selva con sede en Guatemala, las comunidades de la microrregión de Yichk’isis continuarán en riesgo si las hidroeléctricas continúan construyéndose. Los cambios en las condiciones de los recursos hídricos serán negativos, principalmente porque la construcción de los embalses hará que se cierre el caudal de los ríos y en consecuencia el entorno ambiental va a cambiar, debido a que estos recursos en buena medida regulan el clima de la tierra y participan en la vida de los ecosistemas que van en las cuencas del agua.

A decir del activista ecológico, “las hidroeléctricas sí afectan la dinámica cultural, ambiental y la seguridad social de las comunidades que viven alrededor de estas. Las consecuencias no solo son climáticas, también genera conflictividad y el desplazamiento de los pobladores. Estas empresas funcionan con financiamiento de bancos internacionales. Además, de estar respaldadas por el Estado guatemalteco, puesto que hay favoritismo para el funcionamiento de proyectos”, concluyó Gonzáles.

Este texto fue producido con el apoyo del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional -CEJIL-

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