A solo días del evento más esperado, la sede de la Copa del Mundo nos sigue dando motivos para volver a defender nuestras conquistas, el deporte y los Derechos Humanos. El mundial como excusa para hablar de derechos.

Por Carla Lorena Lorenzo.

Lo que mal empieza, mal acaba, decía mi madre. Y siempre creí que tenía razón, hasta hoy, cuando el Mundial de Fútbol que se celebrará en Catar comienza a pisarnos los talones.

«Sabemos que el fútbol no vive en el vacío y todos somos también conscientes de los numerosos retos y dificultades de naturaleza política en el mundo. Pero, por favor, no permitan que el fútbol sea arrastrado en cada batalla ideológica o política», escriben Gianni Infantino, presidente de la FIFA, y Fatma Samoura, secretaria general de la FIFA, en un comunicado emitido el 4 de noviembre de 2022, texto que se puede leer casi como un “por favor muchachos, no la pudran que hay mucha guita en juego”.

El 2 de diciembre de 2010 comenzó todo.

Rusia junto a Catar fueron sorteados como sedes anfitrionas del evento futbolístico más importante. Rusia recibiría al mundo en 2018 y Catar haría lo propio en 2022.

Fue la primera vez en la historia de la FIFA que en un sorteo de sede de mundiales por votación, se eligen dos países en una misma ceremonia, acción que significó el comienzo del gran FIFA-Gate.

En 2015 comenzamos a conocer el mayor escándalo de corrupción, coimas, aprietes, traiciones y renuncias que el futbol pudiera presenciar.

Un ingreso estelar del FBI en la FIFA. Un Estados Unidos indignado, un FMI dolido y como siempre los platos rotos los pagan los pobres. De este escándalo sólo los detenidos son dirigentes latinoamericanos. Nada muy nuevo.

Lo cierto es que estamos a punto de celebrar un Mundial en un país en el cual la cultura del futbol solo la vimos en algunas camisetas que llevaban su nombre a modo de sponsoreo. La Copa del Mundo de Fútbol la vamos a vivir en un país que tuvo que construir estadios con tracción a sangre, los cuales -después de estas casi cuatro semanas de juego- desaparecerán.

Sí, los van a desarmar.

Hay un informe en la página de Amnistía Internacional sobre las condiciones laborales que los migrantes tienen y tuvieron que soportar a la hora de construir dichos estadios que se llama: «Qatar, la copa mundial de la vergüenza».

No vamos a negar que todos y todas estamos esperando el momento en que la pelota toque el pasto del estadio Al Bayt y que los aires acondicionados (leyeron bien) comiencen a darle fresquito en la cara a cada jugador de la selección ecuatoriana y qatarí en el partido inaugural.

El deporte, y en especial el fútbol, siempre fue un lugar en el que se tienden puentes e invitan a la defensa y visibilización de diferentes realidades justas e injustas. El deporte tiene como objetivo desarrollarse como práctica colectiva para transformar, para invitarnos a la organización y la defensa de derechos.

Es por esto, fundamentalmente, que un mundial en Catar hace ruido y molesta.

La sociedad qatarí es una sociedad conservadora, construida alrededor del respeto por su religión. Una sociedad en la que se penan derechos que en gran parte del mundo, principalmente en occidente, se conquistaron, derechos que al pisar suelo catarí se vuelven a perder.

Un lugar en el mundo que todavía odia a las disidencias

Una de las preocupaciones que vivimos, al margen de pensar que país va a ser el que se lleve esta copa del mundo a su casa, es la seguridad de todas aquellas personas pertenecientes al colectivo LGTBIQ+ que elijan y puedan viajar a Catar.

La homosexualidad es considerada un delito y tiene pena de hasta siete años de prisión. Esta nota no tiene intenciones de señalar con el dedo una cultura o pecar de orientalismo vs occidentalismo, pero sí tiene toda la intención de problematizar acciones que alarman.

Para calmar las aguas, el embajador del mundial y ex-futbolista Khalid Salman le dio una nota al medio alemán ZDF en la que afirmó que la homosexualidad es un «daño en la mente» y -para rematarla- terminó diciendo: «Lo más importante es que todo el mundo acepte, que vengan aquí. Pero tendrán que aceptar nuestras normas», y añadió que le preocupa que los niños puedan aprender «algo que no es bueno».

Si eso no se lee entre líneas, si esto no es una pseudo advertencia, no sabría cómo enmarcarlo.

Lo cierto es que muchos países están haciendo circular entre sus habitantes una especie de manual para que sepan cómo moverse en suelo catarí, informando sobre las acciones cotidianas que para ese país son un delito. Por ejemplo: ir por la calle de la mano, darse un beso, consumir alcohol, sacarse la camiseta, vestirse con poca ropa en el caso de ser mujeres, entre las más comunes.

Sí, se puede cambiar la fecha histórica de realización de un Mundial pero no se puede cambiar o tener la intención de ser tolerantes frente a los diferentes colectivos.

Sin dudas las embajadas van a jugar un papel fundamental.

Bancar con la camiseta

Loa jugadores de cada selección no son ajenos a estas situaciones y por suerte la mayoría de ellos eligen pronunciarse.

Los capitanes de Inglaterra, Países Bajos, Bélgica, Suiza, Gales, Francia, Dinamarca y Alemania llevarán un brazalete con la forma de un corazón con los colores del arco iris acompañando la iniciativa que lleva el nombre de “One Love”, que tiene como acción principal pronunciarse en contra de la discriminación y a favor de la diversidad.

Por nuestra parte, la camiseta alternativa de la Selección Argentina lleva el color violeta. La explicación la daba Pablo Lamo, gerente de Adidas: “La nueva remera alternativa de la Selección transmite un poderoso mensaje de igualdad de género, alineado a los valores de diversidad e inclusión que nuestra marca promueve. A través del deporte tenemos la oportunidad de cambiar la vida de las personas, y el fútbol es uno de los instrumentos ideales para transformar la realidad”. Algo es algo.

Sean eternos los laureles que supimos conseguir

Dentro de tanta denuncia podemos rescatar que en este Mundial vamos a ver a seis mujeres árbitras. Tres se desempeñarán como principales: Stephanie Frappart (Francia), Salima Mukansanga (Ruanda) y Yoshimi Yamashita (Japón). Y las otras tres como asistentes: Neuza Back (Brasil) Karen Díaz Medina (México) y Kathryn Nesbitt (EE.UU.

En Argentina venimos demostrando que otra forma de pensar y vivir el fútbol es posible.

La Selección de fútbol masculino ya está bastante consolidada en el mundo y nos encanta que así sea.

En este último tiempo pudimos redoblar la apuesta, pararnos en la vereda contraria y dar el debate, lograr derechos para las pibas.

En materia de fútbol femenino podemos celebrar cada 21 de agosto el «Día de la futbolista», en conmemoración al 4 a 1 a Inglaterra que nuestras pioneras consiguieron en el Estadio Azteca.

El crecimiento y la seriedad con que cada club se tomó la conformación de equipos femeninos, podemos decir que es casi una batalla ganada.

Por otro lado, cabe señalar el trabajo a pulmón que se realizó para que diversos medios de comunicación transmitan los partidos y le den un lugar a las pelotas que fueron y son conducidas por mujeres. Si bien falta mucho, tuvimos grandes avances que se celebran.

Vayan agendando que hasta el 20 de agosto de 2023 no tenemos respiro, fecha de culminación del Mundial Femenino de Fútbol que se llevará a cabo en Nueva Zelanda y Australia, que comenzará el 20 de julio. Argentina integra el grupo G junto a Suecia, Italia y Sudáfrica.

La frase de mi madre esta vez no aplica.

Lo que mal nació nos ayuda para abrazarnos fuerte a lo conquistado, para contagiarlo y saber que otras formas de sentir al deporte son posibles.

Al futbol no solo se lo practica y se lo arenga. También se lo defiende, ese es el real desafío.

*Publicado originalmente en Lastima Nadie