Créditos: Prensa Comunitaria
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Por Edgar Gutiérrez

Y nosotros, ¿permitiremos que nos escamoteen este último aliento?

La democracia no se hundió en Brasil ni en Estados Unidos, pero es temprano para cantar victoria. Los márgenes de maniobra son estrechos para Lula y para Biden, aun reteniendo la mayoría en el Senado y reduciendo la ventaja republicana en la Cámara de Representantes.

La gestión de los tiempos políticos en los próximos dos años nos dará la clave sobre si la democracia va saliendo de su mal trance sobre bases firmes. Esto implica promover su reforma integral desde el lugar político -los Congresos- donde los demócratas en varios países tendrán un contrapeso considerable, a veces abrumador, como en Brasil.

La fórmula pasa por encontrar puntos de acuerdo en al menos dos asuntos: políticas para contener y revertir el adelgazamiento de las clases medias, y reconfigurar las instituciones de la democracia para superar su anomia, esa insoportable disociación entre fines y resultados. El secreto estará en los procesos.

En los últimos doce meses la ciudadanía dio el sí al referéndum de la democracia, al menos en este hemisferio: Chile (incluyendo la derrota de la reforma constitucional), Honduras, Costa Rica, Colombia, Brasil y Estados Unidos. En eso se tradujeron las elecciones, con mayor o menor dramatismo según el país.

En Brasil Lula debió trazar un frente amplio, democracia vs. neofascismo, para derrotar por lo mínimo a Bolsonaro en la segunda vuelta. Al perder los ultras del bolsonarismo alegaron fraude y pidieron la intervención del ejército, cuyo alto mando exhortó a resolver las disputas políticas a través de las instituciones democráticas.

En Estados Unidos Biden plantó el debate de la defensa de la democracia como sistema de valores, y al final de la jornada el voto de las mujeres impulsado por la recuperación de derechos reproductivos -anulados por la Corte Suprema- fue decisivo. Para los negacionistas -seguidores de Trump que sin base denuncian fraude y exigen repetición de elecciones cuando los resultados les son adversos- la jornada electoral no fue la arrasadora “marea roja” vaticinada.

Y precisamente ahora es Trump el cuestionado. Varios de sus candidatos más conocidos fueron derrotados, con lo cual, además, queda desarreglada su antesala para mañana. Durante la campaña dijo que el martes 15 anunciaría su decisión de buscar otra vez la Casa Blanca en 2024. Mientras su estrella comienza a perder brillo, surge Ron DeSantis, reelecto con solvencia gobernador de Florida, como un recio adversario en las primarias del Partido Republicano.

Así las cosas, el escenario externo es menos favorable de lo que podían haber esperado Giammattei y sus aliados con vistas a las elecciones del 2023, el cual desde ya despierta todas las desconfianzas, como nunca en las últimas cuatro décadas. La pregunta ahora no es si elegiremos a los próximos peores Presidente y Congreso, sino ¿permitiremos que nos escamoteen el último aliento de la democracia?

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