Entre Darién y EE.UU: el sueño de migrantes venezolanos atrapado en Guatemala

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Créditos: Nelton Rivera.
Tiempo de lectura: 10 minutos

Por Regina Pérez y Francisco Simón

Era casi la media noche y las personas migrantes no paraban de llegar al sur de la ciudad de Guatemala, su meta de alcanzar el norte estaba cerca, ya que solo les quedaba el recorrido en México; pero no sabían que un día después el gobierno de Estados Unidos anunciaría una nueva medida que limita el ingreso de migrantes venezolanos a la frontera sur.

La llegada de unos 400 migrantes a Guatemala ocurrió el 12 octubre en Centra Sur, en donde personas adultas, mujeres en gestación, madres solteras con hijos e hijas buscaban alojarse, ya que según denunciaron se habían quedado sin dinero por las extorsiones que sufrieron en manos de policías, al ingresar al país por las fronteras de El Corinto en Izabal y Agua Caliente de Chiquimula.

Desde de esa fecha, Guatemala se ha convertido en el epicentro de las migraciones, desde las deportaciones, tránsito y recepción de migrantes que han sido expulsados por México a petición del gobierno de Joe Biden, de Estados Unidos. Esta realidad nos remite a una nueva crisis migratoria en el país, donde se observa a migrantes en grupos, familias enteras y menores de edad varados en condición irregular, en las calles de la ciudad capital, en las terminales de buses y en las fronteras de Guatemala con Honduras, El Salvador y México, pidiendo apoyo económico, oportunidades de trabajo, hogar y atención humanitaria.

Estos migrantes se identifican con sus banderas y su acento al hablar. En el caso de las niñas y niños, algunos caminan descalzos, otros cargados por sus madres y todos en condiciones precarias: sin ropa, sin dinero, sin alojamiento; en ocasiones se ha visto la discriminación y el rechazo que sufren por parte de algunas personas guatemaltecas.

Cabe destacar que la mayoría de estas personas migrantes son retornadas a sus países por las autoridades migratorias de Guatemala como muestran las cifras más recientes de expulsiones. La problemática, según las estadísticas oficiales, se ha agravado entre septiembre y octubre, cuando 8 840 migrantes de varios países, pero especialmente de Venezuela, fueron expulsados del país.

Foto: Francisco Simón

Su principal meta, llegar a Estados Unidos, país donde hasta el 13 de octubre tenían vía libre para entrar, pero una nueva disposición del gobierno de Joe Biden limita el ingreso de estos migrantes a EEUU, ya que solo les otorgarán 24 mil permisos humanitarios. Esto significa que las y los venezolanos que quieran solicitar asilo deben cumplir con ciertos requisitos que les exige dicho país, entre ellos contar con pasaporte y el apoyo de alguien en EE.UU. que les proporcione vivienda y ayuda económica, según una publicación de Human Rights Watch.

En tanto, en Guatemala las organizaciones de la sociedad civil han pedido al gobierno que declare una crisis humanitaria. Esta petición es la vía adecuada para solucionar este problema, dice Úrsula Roldán, directora del Instituto de Investigación en Ciencias Socio Humanísticas de la Universidad Rafael Landívar (URL).

Guatemala, según el analista Danilo Rivera, del Instituto Centroamericano de Estudios Sociales y Desarrollo (INCEDES), no ha realizado ninguna acción para resolver el problema y lo única que ha hecho es ejercer represión y realizar expulsiones. “Nos convertimos en policías de los norteamericanos”, indicó.

Las y los migrantes venezolanos llegan por miles a Guatemala, un país que no cuenta con la infraestructura adecuada para poder atenderlos, reconocer su estatus migratorio y que los pueda apoyar en la integración, ya que el país tiene sus propias debilidades en todos los indicadores sociales y económicos, opina Roldán.

Atravesar el Tapón de Darién es una odisea

Antes de llegar a Guatemala, estos migrantes tienen que atravesar el Tapón de Darién, como se le conoce al extenso terreno de selva de unos 5 mil kilómetros que separa a Colombia de Panamá y el resto de países de Centro América, donde están expuestos a todo tipo de peligros, robos, extorsiones, violaciones sexuales en el caso de las mujeres e incluso la muerte.

El Tapón de Darién es descrito por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) como una de las rutas más peligrosas del mundo para personas refugiadas y migrantes.

Ángela Rodríguez es una de esas personas que han emprendido esa peligrosa travesía. Ella es madre soltera y viajó con su hija de 10 años. Salió del estado de Apure, Venezuela, con 1 500 dólares, que equivale a unos 11 500 quetzales. “Solo en Colombia he gastado 500 dólares”, dice mientras comienza a subir la montaña. Le espera un recorrido de cuatro días. Para aligerar la carga, las personas se deshacen de varias de sus pertenencias.

Ángela viaja con lo básico. Lleva una mochila con mucha comida, ropa y botas de hule. Durante el recorrido se puede adivinar que el viaje será una pesadilla: lodo, delincuentes, incluso en la travesía se puede ver a personas que murieron tratando de atravesar esta selva. Se cruzan ríos y las condiciones climáticas son desfavorables. Ha habido casos en que los migrantes pierden la vida por el frío, principalmente menores de edad como pudo observar un equipo de Prensa Comunitaria a finales de septiembre pasado.

Después de seis horas de camino, Ángela se siente agotada, porque en ocasiones tuvo que cargar a su hija.  “Nosotros aguantamos cruzar esta montaña porque somos guerreros, y lástima que la gente de mi país se ha muerto, están dormidos y nadie quiere manifestar en contra de Maduro”, lamentó.

Muchos migrantes venezolanos indican que han dejado Venezuela por las políticas del presidente Nicolás Maduro. Allá lo que ganan no les alcanza para una vida digna o simplemente no hay trabajo. En Venezuela, el salario mínimo es de unos 28 dólares. Organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) han situado en 58.3 por ciento la tasa de desempleo en ese país en 2020, las más alta del mundo.

Sus manos reflejan el gran esfuerzo que hizo para juntar los 1 500 dólares. En Venezuela se dedicó a trabajar en fábricas chinas donde le pagaban 50 dólares a la semana. Además, hipotecó parte de la poca tierra que tiene, heredada por su padre. Sin embargo, no se da por vencida.

Uno de los peligros durante la travesía para quienes atraviesan el Tapón de Darién es exponerse a ser asaltado por grupos de hombres armados conocidos como “los indios malos” que incluso pueden violar a las mujeres o cometer secuestros.

“Aquí, si vienes con anillos, aretes o con buena ropa, saben que eres de dinero, entonces te secuestran”, dice otro migrante de Venezuela, de nombre Manuel. Él viaja con su mujer y su hija de 8 años.

El día que Manuel se movilizaba la suerte estuvo a favor del grupo de migrantes con quienes viajaban. Por la gran cantidad de personas, los hombres no se atrevieron a extorsionarlos. Solo a algunos les cobraron entre 50 y 100 dólares.

“Aquí no puedes huir porque te pueden matar con sus pistolas”, afirma. Viajando en grupos de 50 a 100 personas, pueden trasladarse con mayor seguridad.

Llegar al Campamento de la playa del Darién era casi un logro, porque les quedaba poco tiempo para arribar a Panamá. La selva está llena de muertos, tres niñas habían perdido la vida dos días atrás, cuando no lograron cruzar el río. Las madres, que iban solas, no pudieron hacer nada para salvarlas.

Guatemala, “el país más corrupto”: extorsiones y cobros exagerados a migrantes 

Mientras que en el Tapón de Darién matan, roban y violan a las mujeres, en Guatemala los migrantes tienen que cuidarse de la policía y de los transportistas voraces.

La noche del 12 de octubre unos 400 migrantes de Venezuela y Haití arribaron a la Central de Transferencias Sur (Centra Sur) ubicada en la parte sur de la ciudad capital. Las personas migrantes denunciaron que los agentes de la Policía Nacional Civil (PNC) los extorsionaban y los transportistas les cobraban casi el triple del pasaje para transportarlos a la ciudad de Tapachula, en Chiapas, México.

María Martínez, de 35 años, es una mujer viuda que salió de Colombia hace más de un mes. Sin dudarlo dice: “Es la primera vez que salgo y para mí, el país más corrupto es Guatemala. Lo más impresionante es que todas las autoridades están de acuerdo”. Aunque en Panamá nos roban, pero no de forma tan descarada como en este país, agregó.

Al igual que ella, la mayoría de las personas varadas en Centra Sur aseguran que tras salir de Panamá tuvieron la suerte en Costa Rica y Honduras, porque las autoridades de esos países les dieron un salvoconducto para transitar libremente, sin embargo, esto no ocurrió en Guatemala y Nicaragua, lamentaron.

Cuando llegaron a la terminal de Central de Mayoreo (CENMA) los agentes policiales les robaron Q300. Ella viajaba junto con sus amigos, pero indica que no pudieron ir a ningún hotel porque ya no tenían dinero. Entonces les tocó dormir sin abrigo debajo del paso a desnivel donde atraviesa la línea de Transmetro.

Foto: Francisco Simón

Los policías los amenazaron diciendo que si no les pagaban los deportarían. María no es la única que fue extorsionada. Fabiola Vargas, una abogada venezolana de 32 años, que también huyó de su país, Venezuela, con 1000 dólares en el bolsillo, tuvo que atravesar el Tapón de Darién, gastó mucho dinero, pero sobrevivió.

Sin embargo, al ingresar a Guatemala indicó que las autoridades abusaron de su situación. “Venimos con metas, sueños que cumplir y es bastante desgarrador lo que hacen con nosotros, porque nos paran en cada retén y nos quitan dinero. Nos amenazan de que nos van a devolver a nuestro país”, señaló.

Ella dice que en cada estación de policía donde eran detenidos, los agentes les cobraron Q100. Si no pagaban esa cantidad, eran amenazados con ser deportados.

Joel Bustamante, un venezolano de 32 años, confirma que a él la policía también lo extorsionó. Él dijo que les cobran 10 dólares por persona en cada retén, aproximadamente unos Q80 y desde la frontera de Agua Caliente, Chiquimula, hasta el CEMA, en la ciudad capital, pagaron 40 dólares.

De Venezuela huyó porque allá no hay trabajo. En los últimos cuatro años trabajó en construcción en Medellín, Colombia, donde tomó la decisión de migrar a Estados Unidos.

Guatemala ha incrementado su expulsión de migrantes

El 2022 comenzó con caravanas de migrantes hacia Estados Unidos, principalmente provenientes de Honduras. Pero en septiembre y octubre es cuando los flujos migratorios desde otros países empezaron a aumentar.

Del 1 de enero al 26 de julio, el Instituto Guatemalteco de Migración (IGM) reportó la expulsión de 1 081 personas, de las cuales los principales eran de nacionalidad cubana, con 232 expulsiones; 205 venezolanos y 202 hondureños. Pero esa tendencia comenzó a cambiar.

El 24 de septiembre, en el puesto fronterizo de El Corinto, en Izabal, se reportó que había al menos unas 400 personas de diferentes nacionalidades intentando ingresar, la mayoría de Venezuela, Haití y Cuba. Entre ellos incluso viajan niñas y niños y mujeres embarazadas.

El ingreso de estas personas migrantes es contenido en estas fronteras. El gobierno les exige pasaporte, visa, una entrevista, mostrar solvencia económica (incluyendo tarjetas de crédito o efectivo que respalde su estadía en el país, reservación de hotel) y presentar su boleto de regreso.

En esa ocasión, las autoridades indicaron que solo dejarían pasar a mujeres embarazadas y personas que necesiten de asistencia médica o que se encuentren en situaciones vulnerables.

El IGM asegura que en esta frontera hubo apoyo de la Procuraduría General de la Nación, la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), la Cruz Roja, la Procuraduría de los Derechos Humanos, la PNC e incluso del Ministerio de la Defensa.

Fabiola, la abogada de Venezuela, indicó que ella ingresó por esa frontera, donde venían decenas de mujeres con niñas y niños. Ahí los detuvieron en unos cuatro retenes. Ella indicó que se utiliza el “psicoterror”, les meten miedo y amenazan.

“Yo soy abogada, comprendo que las autoridades están haciendo su trabajo, pero salen del límite al extorsionar o provocar miedo”, dijo.

Desde Venezuela, ella ha cruzado Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala. Su meta es atravesar México y llegar a Estados Unidos. En todos estos países, donde ha vivido la única situación horrible ha sido Guatemala, comentó.

De acuerdo con Stuard Rodríguez, director del Instituto Guatemalteco de Migración (IGM), en Guatemala los migrantes venezolanos y de otras nacionalidades pueden solicitar protección internacional. En septiembre, asegura, solo una persona solicitó refugio en tanto en octubre fueron 37.

Otra opción es el retorno voluntario, para lo cual se hacen las coordinaciones con la embajada de Venezuela en Guatemala. El funcionario indicó vía WhatsApp que también pueden aplicar a un programa de Organización Internacional de las Migraciones (OIM) que les brindan acompañamiento.

Al preguntar qué está haciendo el gobierno para atender la crisis actual, Rodríguez indicó que han realizado coordinaciones con el Ministerio de la Defensa y el Ministerio de Gobernación, así como con organizaciones sociales y organismos internacionales con el fin de atender de manera integral estos flujos migratorios.

La única estrategia del Gobierno es cumplir con lo establecido en el Código de Migración y hacer cumplir la legislación en materia migratoria, “respetando los derechos humanos de la población” migrante, según el IGM, algo que según los testimonios de las personas que pasan por el país, no se cumple.

Otra estrategia es reforzar la presencia del IGM en los puestos migratorios y en las subdirecciones encargadas del control, registro y atención a migrantes.

Según estadísticas del IGM, del 1 de septiembre al 31 de octubre de 2022, 6284 venezolanos fueron localizados y rechazados por intentar ingresar de manera irregular a Guatemala, seguido de ciudadanos ecuatorianos, 879 y hondureños, 477.

Declarar una crisis humanitaria podría ser una solución 

Hasta el 12 de octubre de 2022, cualquier persona con ciudadanía venezolana que llega a la frontera de México con Estados Unidos podía solicitar asilo en el país norteamericano. Eso cambió con un nuevo proceso de control migratorio anunciado por el Departamento de Seguridad Nacional en octubre pasado.

De acuerdo con esta nueva medida, las personas provenientes de Venezuela que intentaran ingresar a Estados Unidos de forma “ilegal”, o sea sin documentos, serían enviados de nuevo a México.

Foto: Francisco Simón

La experta en temas migratorios, Úrsula Roldán, manifestó que son miles de venezolanos los que están transitando por toda Centro América, quedándose atrapados en estos países, incluyendo Guatemala.

Roldán señaló que esta situación se ha vuelto muy crítica y de difícil resolución, porque además se está volviendo en un problema político, entre países y quienes más sufren son las familias.

Rivera, del INCEDES, indicó que el paso de las personas provenientes de Venezuela se empezó a notar más con el reciente anuncio del gobierno de Biden, de que únicamente iba a otorgar 24 mil permisos migratorios.

Mientras tanto, Guatemala, a través del IGM solo corrobora la situación migratoria de estas personas, y si tienen un estatus irregular los lleva a albergues para luego expulsarlos vía Honduras, dijo.

Que el gobierno de Guatemala declare una crisis humanitaria como lo solicitó el Grupo Articulador de la Sociedad Civil en Materia Migratoria para Guatemala, podría ser la solución.

Al declarar una crisis humanitaria lo que se hace es elevar la falta de capacidad del Estado en la atención de migrantes y solicitar a la cooperación internacional su intervención para poder atender este problema, indicó el analista.

Es una crisis humanitaria que debiera tener esfuerzos diplomáticos para resolver a nivel de región en negociación con Estados Unidos para resolver la crisis venezolana que tiene diversas dimensiones, políticas, económicas y sociales, señaló Roldán.

Se le preguntó al director del IGM cual era la respuesta sobre dicha petición a lo que respondió “los flujos migratorios irregulares de personas venezolanas se redujeron considerablemente, luego de que el gobierno de Estados Unidos diera conocer los requisitos para entrar a ese país”.

Hasta la fecha, asegura que 700 personas venezolanas han decidido retornar de manera voluntaria por vía aérea a su país.

Mientras tanto, las y los migrantes venezolanos y de otros países siguen su camino hacia el norte, luego de sobrevivir el peligroso Darién y las extorsiones de la policía en Guatemala, buscando el mal llamado “sueño americano”, en las condiciones más deplorables.

Joel cuenta que duermen en los buses, comen una sola vez al día y tratan de ahorrar lo que pueden. Se duchan en los lugares donde encuentran agua. Y para comunicarse con su familia usan el mismo teléfono, solo cambiando de chip cuando llegan a un país diferente.

En el camino, las personas se aprovechan de su necesidad y les cobran 1 o dos dólares para usar un baño. Hasta en la selva, en los campamentos, les cobran 10 dólares para poder dormir.

A pesar de estas condiciones, volver a Venezuela no es una opción para Joel, “pues no me rindo, es una pesadilla, pero prefiero morir en el camino que en mi país de Venezuela”.

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