Hasta que le den cuerda al carcelero

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Créditos: Prensa Comunitaria
Tiempo de lectura: 2 minutos

Por Edgar Gutiérrez

Quienes le queman incienso

Giammattei está montando un aparato electoral de mil pies sostenido en multimillonarios desvíos del presupuesto público 2022 y 2023, que será aprobado próximamente siguiendo el guion en el paquete de acuerdos que ha impuesto en el Congreso.

Sumando los gastos discrecionales (incluyendo innecesarios drenajes de millones por los estados de calamidad exprés), las adjudicaciones a dedo de obras de infraestructura y los programas abiertamente clientelistas -como el de los casi 100 mil autoidentificados ex militares y ex paramilitares-, un tercio de los egresos públicos va a la campaña electoral del gobierno.

Nunca en la historia de 200 años de vida republicana se ha plantado un despliegue tan oneroso de “esfuerzo fiscal” desde la administración central del gobierno para retener el poder político. Nunca, por otro lado, fue desafiada de manera tan directa la dignidad del pueblo. Reclaman su voto los sepultureros de la democracia, a cambio de una migaja que sale de las alforjas del propio pueblo. Ni siquiera es dinero de los narcos ni donación de las corporaciones.

El monto del “esfuerzo fiscal” es inversamente proporcional a la popularidad del régimen. Giammattei concita el mayor rechazo civil en el hemisferio, en una real competencia con los impresentables mandatarios de Haití, Perú y Ecuador.

Antes de disponer de más de Q 30 millardos para comprar las elecciones del 2023, Giammattei amarró los poderes del Estado. Sus socios en el Congreso, los narcos y una parte del sector privado (algunos gozan en estos años de exclusivos subsidios multimillonarios) siguen aplaudiéndole. Supuestamente él encarna su causa, afirmada por la consigna -que va perdiendo fuerza- de encarcelar u obligar al exilio a los “culpables” de respaldar la CICIG y la justicia transicional (masacres de civiles), y a quienes le ofenden narrando la verdad.

Tirios y troyanos tienen un carcelero autoimpuesto que no deben incomodar, o ellos mismos corren el riesgo de quedar anclados indefinidamente en una celda, real o figurada.

Tras el ímpetu anti-CICIG y con los dulcitos que duran lo que el carcelero dice que duran, el juego se les escapó de las manos. Ahora los responsables directos de esta debacle -me refiero a los empresarios que le queman incienso a Giammattei, más Zury Ríos, Sandra Torres y los narcos, incluso- verán qué hacen.

La inercia les fija la soga al cuello. Giammattei tiene el dinero para poblar el Congreso e imponer su dictadura.

La opción de sus aliados -que son sus rehenes políticos- es pelear por elecciones sin exclusiones ni manoseos. O tarde recordarán a los próceres de la Independencia: hacer algo “para prevenir las consecuencias, que serían terribles, en el caso de que (la libertad) la proclamase de hecho el mismo pueblo”.

PD. Giammattei fue director de cárceles en 2005 y en 2010 estuvo preso durante diez meses acusado de participar en el asesinato de siete reos en Pavón.

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