“Este es uno de los momentos más oscuros para Centroamérica”: Héctor Silva

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Créditos: Cortesía.
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“Ha podido copar el poder legislativo, copar el poder judicial, apoderarse de todas las instituciones contraloras del Estado, de todo el brazo represivo, de todo eso, Bukele tiene control, pero además, Bukele ha reprimido y ha obstaculizado todo tipo de acceso a la información pública”. 

“El periodismo salvadoreño ha sido un periodismo que durante la posguerra del siglo pasado empezó a desarrollarse, a crecer, a saldar deudas con un pasado que había estado marcado por la total complicidad con los regímenes dictatoriales”. 

“Este periodismo ahora está totalmente perseguido y eso nos pone el reto: primero, a tomar una decisión personal, es la decisión personal de si vamos a seguirlo haciéndolo”. Héctor Silva

Por Luis Ovalle

El periodista salvadoreño Héctor Silva Ávalos, corresponsal de Prensa Comunitaria en Washington, DC participó el lunes 12 de septiembre en una audiencia de la Comisión de Derechos Humanos Tom Lantos en la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos. Ahí se habló sobre las afectaciones y violaciones a los derechos humanos denunciados en El Salvador durante el régimen de excepción, el cual ha sido extendido en seis ocasiones por la Asamblea Legislativa que controla el presidente Nayib Bukele.

En la audiencia participaron seis testigos: dos miembros del Departamento de Estado de la administración Biden, tres representantes de organizaciones no gubernamentales que trabajan en El Salvador y el periodista Silva Ávalos.

En esta entrevista, ofrecida a Prensa Comunitaria, Silva Ávalos profundiza en las implicaciones que tiene el régimen de excepción para el ejercicio periodístico, pero más aún, para la misma democracia salvadoreña, que se enfrenta a la inminente conformación de una dictadura moderna, de nuevo tipo, una neodictadura. El 15 de septiembre, un día después de realizada esta entrevista, Bukele anunció que “luego de analizarlo con su familia”, ha decidido que se postulará en 2024 a la reelección para la presidencia de El Salvador a pesar de que la Constitución de ese país lo prohíbe de forma expresa.

Prensa Comunitaria. Recién estuviste como testigo en una audiencia de la Comisión de Derechos Humanos Tom Lantos del Congreso de Estados Unidos para trasladar tu testimonio sobre la situación que se vive en El Salvador a raíz de la imposición de un estado de excepción y sus consecuencias. Para el público guatemalteco, ¿nos puedes contar qué es lo que está sucediendo en tu país?

Héctor Silva. Estamos ante una situación de deterioro muy fuerte de la democracia salvadoreña. El gobierno del presidente Nayib Bukele pidió el 27 de marzo a la Asamblea Legislativa que decretara un régimen de excepción, el cual fue aprobado.

Este régimen de excepción se aprobó después de un fin de semana en el que las pandillas en El Salvador, la MS13 y el Barrio 18, protagonizaron una escalada de violencia. que causó 87 homicidios en 72 horas, lo cual recordó a los peores días de la violencia pandillera en El Salvador.

El tema es sabemos, por investigaciones periodísticas y por investigaciones también de agentes de agentes fiscales en El Salvador y en Estados Unidos, que el origen de esa escalada de violencia era que se había roto un pacto de gobernabilidad que había entre el gobierno de Nayib Bukele y las pandillas. Algunas condiciones de ese pacto no se cumplieron y las pandillas respondieron con esta matanza. Y para responder a la matanza de las pandillas, Nayib Bukele y su gobierno decretaron este estado de excepción.

La Asamblea Legislativa, que está completamente dominada por el presidente, ha extendido este régimen de excepción seis veces. El Salvador lleva seis meses bajo este régimen que restringe las garantías constitucionales de los salvadoreños.

Me preguntabas por la audiencia en el Congreso de los Estados Unidos. Ocurrió el lunes pasado. La Comisión de Derechos Humanos Tom Lantos, de la Cámara de Representantes, expresó preocupación por las afectaciones y violaciones a los derechos humanos de los salvadoreños durante el régimen de excepción.

En esa audiencia estuvimos seis testigos, dos miembros del Departamento de Estado de la administración Biden, tres representantes de organizaciones no gubernamentales que trabajan en El Salvador y yo como periodista. Expusimos sobre esas afectaciones. Yo hablé sobre el pacto con las pandillas y cuáles son esas afectaciones.

PC. ¿Cuáles son las implicaciones de este estado de excepción, pareciera que beneficia a algunos grupos de las mismas pandillas, pero que afecta a un gran sector de la población salvadoreña ¿es así?

HS. El régimen de excepción ha restringido los derechos constitucionales; limita completamente el derecho a la defensa de los imputados y el derecho al debido proceso.

Eso se está viendo en miles de casos de personas que han sido arrestadas en este régimen sin que haya pruebas. Así funcionan los estados dictatoriales: la policía hace redadas masivas, mete presa a la gente, sobre todo a salvadoreños jóvenes, hombres, y luego la fiscalía hace acusaciones masivas en las que no individualiza supuesta responsabilidad a los imputados como la ley manda. Así han llegado 52 mil salvadoreños a las cárceles.

La mayoría de ellos mantenidos en prisión preventiva sin que se respete ni las garantías dentro de la cárcel ni su debido proceso e los tribunales.

Cristosal, una de las organizaciones que dieron testimonio en la audiencia y que ha  seguido muy de cerca el régimen de excepción, dijo que ha habido 76 muertos. ¡76 salvadoreños que han muerto a manos de agentes del estado en las cárceles, por golpizas, porque no se les dan medicamentos por condiciones, enfermedades crónicas, como insuficiencia renal, hipertensión, diabetes, etc.!

El gobierno también ha metido presos a sindicalistas que le son oposición y uno de esos sindicalistas murió. Bajo el régimen de excepción el gobierno metió preso a un tuitero que criticó al hermano del presidente; lo metieron preso sin acusarlo de ser miembro de pandillas, sino que por desacato al presidente.

La propaganda del gobierno dice: “sí, estamos atacando a las pandillas, esta es una guerra contra las pandillas y quien se oponga es enemigo del pueblo y es amigo de las pandillas”. El problema es que el gobierno tiene un pacto con las pandillas, y cuando ese pacto se fracturó hubo una escalada de violencia. Y ese pacto sigue favoreciendo a los grandes líderes de la MS 13: Hay 14 de esos líderes que han sido pedidos en extradición por Estados Unidos, que son los líderes que negociaron el pacto con el gobierno de Nayib Bukele, pero El Salvador se ha negado a extraditar a esos líderes y, más que eso, ha facilitado que al menos dos de esos líderes estén fuera del peligro de extradición. A uno de ellos, se llama Elmer Canales Rivera, el gobierno le ayudó a salir hacia Guatemala: lo sacó de la cárcel y lo puso en Guatemala un funcionario del presidente Bukele. Todo eso te hace preguntarte ¿a quién está favoreciendo el estado de excepción?

PC. ¿Cómo enfrenta el pueblo salvadoreño esta situación; la sociedad civil, qué hace para contrarrestar esta situación, frente a un régimen de legalidad tomado? ¿se está lanzando a las calles?, ¿qué está haciendo el pueblo?

HS. No. En realidad el presidente Bukele es sumamente popular, es un presidente que tiene rangos de aprobación de al menos el 80 por ciento y sus políticas son populares. De hecho el régimen de excepción es popular entre la mayoría de salvadoreños.

Todo esto está apoyado por un aparato de propaganda muy fuerte del gobierno de El Salvador, que todos los días asegura que los homicidios han bajado como nunca antes en la historia, pero todo eso tiene matices.

En realidad, lo que se vive en El Salvador no es un estado de seguridad, es un estado de miedo. La gente hoy tiene miedo de contradecir al gobierno. Y no te estoy hablando solo de la gente en los barrios, te estoy hablando de la academia, de muchos periodistas, de la oposición política. Hay ya un estado de miedo y de silencio y las voces críticas son realmente muy pocas. Luego, en el tema de sociedad civil y de expresión de protestas callejeras, El Salvador no tiene nada que ver con Guatemala, donde sí hay movimiento de protesta callejera.

La expresión de la oposición a Bukele en las calles está completamente mermada, pero eso también tiene una explicación. Antes del régimen de excepción se habían dado manifestaciones en contra de Bukele que empezaban a ser grandes: empezaban a reunir a miles de personas en la calle. La gente protestaba por corrupción durante la pandemia, por algunos indicadores de inflación, por los abusos de autoridad…

¿Qué pasó?, En las últimas manifestaciones Bukele sacó a las calles todo su aparato represivo. Puso barricada militares y de policía en las calles de acceso a la capital y, como en la guerra, bajó a las personas de los buses y las obligó a regresar a sus casas. Luego, con el régimen de excepción, criminalizó las protestas y le dio carta blanca a la policía para arrestar a cualquiera que esté en la calles y que la policía diga, este es pandillero, cuando en realidad es un joven que va a protestar contra Bukele.

Así se merma completamente la protesta pública.

PC. Sobre las pandillas. Se han convertido desde hace algún tiempo en un poder real en El Salvador y varios gobiernos han intentado negociar con ellas ¿cuál es el tipo de intercambio o relación al que ha llegado Bukele con ellas?

HS. Las pandillas tienen dos dimensiones. Así como lo dije ante la comisión del Congreso de Estados Unidos. Una es una dimensión social. Las pandillas existen en las comunidades más pobres del país. En los barrios, en los pueblos, en los cantones. Y han existido ahí y ahí han crecido en un ambiente de pobreza, de marginalidad, de desesperanza, de falta de oportunidades. La respuesta del Estado salvadoreño desde hace cinco gobiernos ha sido la represión. El manodurismo que le llaman los defensores de derechos humanos. Es decir, medidas como las que Bukele está implementando ahorita, encarcelamientos masivos, estigmatización, etc.

Eso no resolvió nada. Eso hizo crecer el fenómeno, que también tiene una dimensión criminal importante. Las pandillas son las principales homicidas de El Salvador. Controlan completamente muchos territorios del país, barrios periféricos de San Salvador el centro de San Salvador, etc. La respuesta de los gobiernos, de los últimos tres gobiernos, incluido el de Bukele, ha sido el pacto. Ha sido hablar con las pandillas, pero a través de un pacto ilegal que ha fortalecido a la estructura de liderazgo de las pandillas y que además ha buscado beneficios electorales.

Tanto Arena, el partido de derecha, el FMLN, el partido de izquierda, y el partido de Nayib Bukele, lo que hicieron fue ir con las pandillas y decir: bueno, si ustedes bajan los homicidios y me permiten entrar a los territorios que ustedes controlan para hacer campaña política y me ayudan con votos, van a tener beneficios carcelarios, protección a sus líderes, los vamos a dejar en paz en los territorios, hasta les vamos a dar compensaciones económicas. Y eso no lo digo yo, ni es que solo lo diga el periodismo, que es lo que ha dicho el gobierno de Bukele, que han sido inventos de los periodistas. Eso lo han dicho investigaciones de la fiscalía salvadoreña, antes de que Bukele la cooptara. Lo han dicho investigaciones de agentes estadounidenses del FBI, de la DEA, que han investigado el problema en El Salvador. De hecho, Estados Unidos ha sancionado a funcionarios de Bukele por esos pactos.

¿Qué crearon esos pactos? Mucha impunidad y, sobre todo, que la estructura de liderazgo se mantuviese intacta. Eso es lo que tenés ahorita. En los barrios el pacto funciona, los homicidios bajan, las pandillas, muchas de sus clicas, que son como se conocen a las células de las pandillas, siguen traficando droga, narcomenudeo y metidas en el tráfico internacional. Los líderes siguen protegidos. Pero hoy, además del miedo que la población le ha tenido por años a las pandillas, vuelve a tenerle miedo a un estado represivo.  Esa es la situación.

PC. ¿Se están dando las condiciones para la consolidación de una dictadura de nuevo tipo en El Salvador?

HS. Si. Definitivamente estamos en la antesala de eso. Es una figura que se ha usado muchísimo, lo han usado analistas políticos, observadores que han dicho: lo que a otros presidentes autoritarios de América Latina, como Daniel Ortega en Nicaragua, les ha costado años o décadas, Nayib Bukele lo está haciendo en poco tiempo, en muy poco tiempo: ha podido copar el poder legislativo, el poder judicial, apoderarse de todas las instituciones contraloras del Estado, de todo el brazo represivo; de todo eso Bukele tiene control.

Además, Bukele ha obstaculizado todo tipo de acceso a la información pública. No hay forma de saber qué está pasando en las finanzas del gobierno, con las cifras de homicidios, con los gastos púbicos, no hay forma, porque Bukele ha copado el Instituto de Acceso a la Información Pública, la Corte de Cuentas de la República, la Procuraduría de Derechos Humanos, todo.

Se trata de lo que algunos ya llaman el neoautoritarismo latinoamericano, que no es una dictadura de manual, de los años 50 hasta los 80, lo que pasó en América Latina, donde había golpes de estado, una junta militar o un dictador militar que se apoderaba de todo por la fuerza y así mantenía el poder. Estas neodictaduras llegan por vía democrática y una vez en el poder se apoderan, también por vía democrática, del legislativo, y a partir de ahí destruyen todas las instituciones democráticas.

Lo que se vive en mi país es la antesala a una dictadura, no le veo otra forma de explicarlo, pero además, con el riesgo muy real e inmediato de que se consolide. Porque ya en el 2024 hay elecciones generales en El Salvador, y el presidente, como controla la Corte Suprema de Justicia, ya tiene preparado todo el camino para reelegirse, aunque la Constitución de El Salvador lo prohíbe expresamente. Se está abriendo el camino ya a la perpetuación en el poder; es, digamos, de manual, una neodictadura de manual.

PC. Como que la cooptación del estado se está dando muy parecido a los de Guatemala, también.

HS. Es un mal regional, no solo salvadoreño.

PC. Frente a una dictadura de nuevo tipo ¿es posible una resistencia de nuevo tipo también? ¿qué hace la sociedad al respecto, los políticos progresistas, la gente que está viendo que se nos está cayendo el país? ¿cómo ves esta situación?

HS. Es complicado. Es muy complicado, pero bueno, yo puedo responder desde mi trinchera, que es el periodismo. Creo que la obligación histórica del periodismo es ir haciendo todo lo posible por mantener el acceso a la información. Por mantener el acceso a contar lo que realmente está pasando. Claro, eso es muy difícil, porque estamos ante prácticas dictatoriales. Ya en El Salvador la persecución a periodistas es un hecho.

Somos nueve periodistas, al menos, que estamos fuera del país, simplemente porque hemos publicado cosas que atañen, que critican, que señalan, al presidente Nayib Bukele a sus funcionarios o a su círculo inmediato, A partir de esas publicaciones nos han acosado, perseguido, nos han intentado montar casos espurios, penales, hacendarios. Nos han amenazado en privado y en público, con levantarnos procesos penales, meternos presos, bueno, como en Guatemala… esta semana fue el caso de Carlos Choc, en Izabal. Es muy parecido eso.

Entonces, seguir contando requiere mucho valor y requiere un compromiso personal, pero yo sí creo que la sociedades deberían empezar a pensar que este es el momento de dar un paso adelante y decir, a ver, si no hacemos algo ahora, nuestros países van a caer en un abismo antidemocrático del que nos va a costar muchísimo, muchísimo salir. Vuelvo al ejemplo de Nicaragua y de otros países. Ahí está el ejemplo de Guatemala. Este no es un asunto de izquierdas o derechas, este es un asunto de demócratas y antidemócratas. Y en Guatemala es el mismo guion. En Guatemala la protesta popular, la protesta indígena es más fuerte, más presente, pero igual hay un ambiente de miedo, que está cercenando eso, entonces te digo, te respondo, lo que no podemos hacer es callarnos.

PC. La situación de las dictaduras regionales, Guatemala, El Salvador, digo dictaduras aunque tenemos más marcada la situación de Nicaragua, El Salvador con la tendencia que vemos, Guatemala que está todo confabulando hacia un tipo de situación de estas. ¿Cuál es tu apreciación al respecto?

HS. Para empezar por el tema regional, sí, creo que este es uno de los momentos más oscuros para Centroamérica, desde el final de nuestras guerras internas, desde los 90, desde el 92 que El Salvador firmó sus acuerdos de paz, desde el 96 que hizo lo propio Guatemala. Incluso, cuando Violeta Barrios de Chamorro gana la presidencia en Nicaragua y se abre una transición que ya empezaba a ser impensada en Nicaragua, por los afanes dictatoriales de Daniel Ortega.

Se abría como una época de esperanza, con todas las imperfecciones de los procesos y la corrupción que ya había empezado, el advenimiento de las fuerzas criminales y los grupos llamados CIACS, como se les llamó en Guatemala, que tienen versiones con sus propios matices en el resto de Centroamérica. Pero había una etapa de esperanza, hoy estamos retrocediendo. Ya hablamos de Nicaragua, Guatemala, con la cooptación absoluta del Estado por este pacto de corruptos.

Las prácticas dictatoriales de Nayib Bukele en El Salvador, la incógnita que representa Xiomara Castro en Honduras, con un toque de esperanza, pero que ya empieza a mostrar algunos signos que son preocupantes, como los intentos de amnistiar a funcionarios acusados de corrupción durante la presidencia de su esposo, Mel Zelaya. Incluso Costa Rica, ya Rodrigo Chaves, el presidente, empieza a mostrar esta alergia a que se le supervise, a que rinda cuentas y eso ha generado también un enfrentamiento con la prensa costarricense.

Es un mal regional, pero también es un mal mundial. En Suecia acaba de ganar la ultraderecha, que también expresa, en aquel estado socialdemócrata de bienestar, sueco, que ha sido por décadas como un faro para el mundo, ya también establece esas tendencias. Donald Trump en Estados Unidos con su intento de golpear al Capitolio porque no quería ceder la presidencia que había perdido en elecciones libres. Es un momento muy oscuro para el mundo.

PC. Para terminar, ¿qué le queda al periodismo crítico, al periodismo independiente, en un país donde cada día es más difícil su ejercicio?

HS. El periodismo salvadoreño empezó a desarrollarse durante la posguerra del siglo pasada, empezó a crecer, a saldar deudas con un pasado que había estado marcado por la total complicidad con los regímenes dictatoriales. A partir de los 90 hay un cambio, se empieza a desarrollar un periodismo de investigación importante, un periodismo independiente, incluso en los grandes medios corporativos salvadoreños. Tenemos el caso de El Faro, que ya es un ejemplo, no solo en El Salvador sino en el mundo, de ese tipo de periodismo. Pero no es solo El Faro, son otros periodistas que han hecho investigaciones, hemos hecho investigaciones importantes sobre la corrupción de Bukele, de los gobiernos del FMLN, de los gobiernos de Arena, sobre la infiltración del narcotráfico en la policía salvadoreña.

Este periodismo ahora está totalmente perseguido, y eso nos pone el reto: primero, a tomar una decisión personal, es la decisión personal de si vamos a seguirlo haciendo. Eso también en Guatemala es así, lo hemos discutido con colegas, decir: bueno, nosotros no queremos ser periodistas en el exilio, queremos ser periodistas que estamos adentro, contando lo que está pasando, pero a veces el exilio se impone. El caso de los colegas nicaragüenses, si nos quedamos nos matan, nos meten presos, nos matan en la cárcel, entonces debemos seguirlo haciendo desde afuera.

Al tomar esa decisión personal tenemos que ser muy creativos en cómo seguir contando nuestros países. Ese es el gran reto del periodismo, cómo seguir contando nuestros países. En términos prácticos eso significa seguir convenciendo a nuestras fuentes, que también están agobiadas por el miedo, de hablar con nosotros, de que sigan hablándonos y apelar, digamos, a su sentido de democracia.

Pero sí, también ejercer el periodismo ahorita es complicado. Yo te hablo como viejo. Tengo 50 años y tengo la mitad de mi vida de hacer esto. Pero también aprovecho para decirle a los jóvenes: un periodismo independiente, profesional, creativo, es fundamental para la democracia salvadoreña, la centroamericana y para cualquier democracia en el mundo.

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