Argentina: Maestras Comunitarias, la escuela sale al encuentro

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Créditos: Ana Medero para La tinta
Tiempo de lectura: 6 minutos

Por Inés Domínguez Cuaglia

En Villa El Nylon, funciona un proyecto educativo que abraza, incluye, revincula, estimula y acompaña a las infancias en sus trayectorias escolares. Hay un grupo de docentes que caminan el territorio y generan aprendizajes profundos. Maestras Comunitarias se llama la iniciativa que nace desde la Escuela Mutualismo Argentino, ante las problemáticas de ausentismo y deserción a partir del nivel inicial.

Este domingo es 11 de septiembre y, como dice la efeméride, es el día lxs educadorxs. Lejos estamos del modelo de escuela y de docente que proponían los ideales sarmientinos. Cerca está la necesidad de otra escuela, una que invite, acompañe y contenga el arcoíris de trayectorias escolares posibles.

Hace tiempo que la educación y la escuela están convocadas, desde las demandas en territorio, a repensarse en sus prácticas más profundas. Un llamado a unir los hilos, hacer una trama entre el adentro y el afuera de la cotidianidad escolar.

Quedó claro durante los meses más duros de aislamiento en la pandemia: el rol de la escuela, como institución de cercanía, fue clave en los sectores más vulnerables.

Aquí nacen las preguntas. ¿Es posible una educación desde los márgenes, que incluya a todxs, que esté cerca? Una escuela que proponga y construya aprendizajes sin excluir lo que las infancias traen, viven y reproducen. Una escuela que, desde lo simbólico, no les quede tan lejos.

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(Imagen: Ana Medero para La tinta)

Todos los martes, un grupo de maestras, de la Escuela Mutualismo Argentino, sale al encuentro de estudiantes que por diversos motivos no llegan a la escuela. Con termos de mate cocido caliente, pan, cuadernos y juegos, caminan hasta uno de los comedores de Villa El Nylon. Todo se transforma en aula. Algunas preparan la sala. Otras salen por los pasillos, van despertando familias y buscando a lxs chicxs.

Adentro se produce la magia. Las palabras, letra a letra, se transforman en preguntas. Se escuchan secretos, susurros. Se ven unas caras recién levantadas, pero llenas de entusiasmo. Ese entusiasmo que solo conocen quienes son testigos del momento clave: La primera palabra dicha, escrita, leída. Hacen un abordaje lúdico de la alfabetización inicial.

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(Imagen: Ana Medero para La tinta)

El proyecto Maestras Comunitarias nace hace 4 años con la necesidad de revertir el alto porcentaje de ausentismo y deserción que veían en la escuela. “Lo que hicimos fue mirar hacia adentro de la escuela y revisar cómo estaban siendo los aprendizajes de estos niños. Evidentemente, estaban teniendo muchísimas dificultades en la alfabetización inicial. Y al hacer un diagnóstico socioeconómico familiar, nos dimos cuenta de que los adultos referentes de esos niños también eran analfabetos. Las condiciones para que esos niños avanzaran eran muy complejas. Entonces decidimos aumentar el tiempo pedagógico, extenderlo y hacerlo en el ámbito de la comunidad”, explica Paula Domínguez, directora de la escuela y coordinadora del proyecto que alberga cada semana a unxs 25 estudiantes de Villa El Nylon, Erradicación del Ramal Sur y El Country. Todxs atravesadxs por condiciones de extrema pobreza y escasas oportunidades de acceso a bienes y eventos culturales que siempre facilitan los procesos de alfabetización. Maestras comunitarias trabaja en articulación con La mesa de niñez del Marqués, el Centro de salud 60, el SPD de Monseñor y el Programa Volver a la Escuela para realizar abordajes integrales con las familias de sus estudiantes.

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(Imagen: Ana Medero para La tinta)

“Era hora de que la escuela se acercara a las familias. Era muy importante construir otros escenarios educativos más allá de lo escolar. Romper los muros de la escuela y salir al encuentro de esos niños y familias que no estaban pudiendo venir”, recuerda la directora al contarnos sobre los comienzos del proyecto y agrega que “el vínculo es totalmente diferente cuando uno está caminando el territorio. Queríamos romper con la idea de que no se pueden crear otros escenarios educativos más allá de la escuela. La plaza, las vías del tren donde hemos dado clases mucho tiempo, los comedores, son escenarios educativos que se pueden construir y mucho más cercanos a los chicos”.

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(Imagen: Ana Medero para La tinta)

Maestras Comunitarias apunta a brindar mayor tiempo pedagógico para estudiantes con numerosas dificultades en la alfabetización inicial o con trayectorias escolares fragmentadas. Es un trabajo que busca integrar a las familias y la comunidad al proceso educativo. Por esto, todas las acciones están focalizadas en el espacio de la comunidad, hogares y centros de participación del barrio. “Elegir un lugar de la comunidad hace que el vínculo que se construye con las familias sea completamente diferente”, dice Domínguez al contarnos por qué buscan espacios comunitarios para encontrarse, como es el comedor “Vocación y Servicio” donde reciben a las infancias los martes.

Educar es político

Desde Maestras Comunitarias, dicen que piensan en la dupla escuela-territorio como algo inseparable. Persiguen la idea de nuevos escenarios educativos, buscan construir otros espacios para que el aprendizaje tenga lugar. Esto encierra una postura política, un hacer docente distinto, implicado. Educadorxs conscientes del barrio, de la plaza, de las vías por donde juegan sus estudiantes.

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(Imagen: Ana Medero para La tinta)

“Se trata de resignificar la gramática escolar, así lo planteamos desde este proyecto socioeducativo, que intenta ampliar el escenario para hacerlo más inclusivo. En los bordes de los escolares, como lo plantean Duschatzky y Birgin. Salir de nuestras fronteras, haciéndonos presentes en la vida de todos los sujetos fuera de la situación escolar y en el territorio de lo social. Esto es otra forma de lo escolar, una posibilidad de escuela extra–muros. Asumiendo que los límites de las actuales formas escolares piden un pasaje, una escucha atenta y una mirada sobre las complejas relaciones entre la escuela y el contexto”, dicen las docentes.

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(Imagen: Ana Medero para La tinta)
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(Imagen: Ana Medero para La tinta)

El trabajo de las educadoras es voluntario. Lo transitan como la intención de desnaturalizar algunas representaciones y concepciones de la escuela para poner el cuerpo en la creación de nuevas condiciones que habiliten los aprendizajes.

“Es ponerme en movimiento frente a muchas desigualdades que viven nuestros chicos y chicas. Cada martes, cuando nos metemos en el territorio y empezamos a recorrer buscando los chicos, puedo comprender y empatizar con el otro y con la otra para brindarme de otra manera. Educar en contextos tan vulnerables es un gran desafío por todas las problemáticas que atraviesan a mis estudiantes. Implica poner el cuerpo y el corazón, movida por la convicción de que, aunque sea en uno o una, se puede hacer la diferencia. Estar en el uno a uno permite otra relación, otro vínculo educativo y ellos pueden ver los progresos. Nos conmocionamos, nos afectamos, nos transformamos durante esta experiencia compartida que es propia y de todos a la vez”, dice Ceci Zapata, una de las integrantes del equipo de Maestras Comunitarias.

Las familias se acercan, se revinculan. Las infancias llegan a la escuela y se quedan.

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(Imagen: Ana Medero para La tinta)

“En estos tiempos que nos toca transitar, entendemos que la escuela de hoy necesita ser resignificada en nuevas coordenadas, en nuevos territorios, capaces de construir otros modos de habitar y hacer escuela. Modos inclusivos que integren verdaderamente a todos y cada uno de nuestros niños y familias. Maestras Comunitarias representa nuestro granito de arena, nuestro abanico de posibilidades para construir una escuela más justa, más democrática. Esta es nuestra opción”, reflexionan las educadoras.

Imagen de portada: Ana Medero para La tinta.

Este material se comparte con autorización de La Tinta

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