Créditos: Feliciana Herrera.
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Ana Laínez Herrera fue sobreviviente y testigo del genocidio cometido por el Ejército de Guatemala en contra la población Ixil de Nebaj, fue la primera mujer alcaldesa que portó la vara de autoridad, fue guía espiritual a nivel comunitario e impartía clases en la Universidad Ixil. Una luchadora incansable que defendió el derecho de las mujeres y de los pueblos indígenas. 

Por Elías Oxom

Ana Laínez Herrera falleció el 26 de julio a los 60 años, en su pueblo natal de Nebaj, un municipio que pertenece al departamento de Quiché al occidente del país. Una multitud acompañó su entierro en el cementerio municipal. Fue una sobreviviente de la guerra y perdió la batalla años después en un hospital por problemas de salud.

Laínez nació el 9 de marzo de 1962 en Nebaj. Tuvo 3 hijos y a los 20 años se incorporó a la lucha armada.

Después de los acuerdos de paz firmados en 1996, lideró junto a las autoridades ancestrales de los municipios de Nebaj, Chajul y Cotzal la lucha por la búsqueda de la justicia por el genocidio cometido por el Ejército de Guatemala, en contra del pueblo maya Ixil, durante el gobierno de facto del general José Efraín Ríos Montt, y que finalizó con la sentencia por genocidio contra el dictador el 10 de mayo de 2010.

Foto: Feliciana Herrera.

Durante ese periodo, además de ejercer varios cargos locales, también participó en diversas actividades nacionales y foros internacionales. Fue guía espiritual y fungió como alcaldesa de la Autoridad Ancestral del Pueblo Maya Ixil de Nebaj; en 2010 fue testigo en el caso conocido como “el genocidio contra el pueblo Ixil” por el dictador y militar, Ríos Montt.

“Toda su vida luchó: en la guerra fue un cuadro político y como autoridad indígena defendió la dignidad y la autonomía de los pueblos indígenas. También hizo parte central en la articulación por la defensa comunal contra la hidroeléctricas”, escribió en la red social Facebook, la socióloga, Gladys Tzul.

Murió la mujer de a pie de Nebaj 

Entre otras acciones, Laínez acompañó a un sector de mujeres de las comunidades de Nebaj para dar su testimonio ante la jueza Yassmín Barrios, quien preside el Tribunal de Sentencia Primero A de Mayor Riesgo, que dictó la sentencia en mayo de 2010. “Fue muy solidaria en toda su vida y acompañó a muchas causas comunitarias. La gente la buscaba porque era muy conocida en su pueblo, fue intérprete, apoyó el trabajo de las comadronas, también se dedicaba para el cuidado de sus hijos y su familia”, describió Pablo Ceto, maya Ixil y exdiputado del Parlacen.

Además, Ceto dijo que uno de los legados de Ana Laínez, es que tenía una actitud positiva frente a las adversidades familiares, sociales y políticas. Trabajó como guía espiritual a nivel comunitario e impartía clases a la Universidad Ixil.

Para el exdiputado Ceto, fue una mujer sencilla, siempre alegre y muy animada. “Me dijo que el próximo martes nos íbamos a ver, tenía mucha convicción, lastimosamente ese día murió de cáncer”, recordó.

Foto: Feliciana Herrera.

A decir de Pablo Ceto, con la muerte de la testigo por el genocidio queda un vacío en la memoria de la gente de Nebaj. Siempre luchó hasta los últimos días de su muerte, a pesar de la crisis económica que enfrentó nunca dejó de trabajar el campo y animaba a la juventud a labrar la tierra y no pensar en la migración hacia Estados Unidos.

De acuerdo a Feliciana Herrera, actual alcaldesa de Nebaj, haber compartido espacios con Laínez fue muy importante. “Ella siempre me motivó mucho cuando empecé a formar parte de la alcaldía indígena, preveía momentos difíciles, me motivaba a ser más fuerte y de no dejarse ante cualquier situación, ella que era muy carismática, pero también tenía su carácter, porque no dejaba pasar algún comentario que ofendía a las mujeres”, describió.

La alcaldesa Herrera agregó que Laínez fue parte de la reconstitución de la Alcaldía Indígena de Nebaj. Más tarde, fue la primera mujer que ocupó ese cargo y que portó la vara de autoridad. A pesar que fue difamada por su trabajo, porque lo hacía bien, siempre luchó. Luchó como autoridad por la defensa del territorio, por la aplicación de la justicia indígena, mientras ayudaba a sacar adelante a sus hijas, al punto que logró poner una tienda de ropa.

Dejó un legado a la juventud y a las mujeres, porque impulsó la agricultura campesina a nivel comunitario y municipal, dice Feliciana Herrera. “Es una amiga de la juventud porque apoyó a los jóvenes, fue integrante de un grupo de músicos en donde estuvo apoyando con su concha y con sus chinchines para motivar a los jóvenes”, concluyó Herrera.

Foto: Feliciana Herrera.

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