Chiquimula: de nuevo una crisis alimentaria afecta la población Ch’orti’ del corredor seco

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Créditos: Amílcar Morales / Prensa Comunitaria.
Tiempo de lectura: 5 minutos

 

Para las mujeres de la región Ch’orti’, de Jocotán, Chiquimula, los meses de junio a septiembre son los más difíciles, porque enfrentan un periodo de hambre estacional. “Hemos visto a nuestras hijas e hijos padecer de hambre, para ello, nos vemos en la necesidad de reducir la dieta alimenticia de dos a un tiempo de comida al día”, expusieron en una conferencia de prensa el pasado 3 de agosto.

Por Francisco Simón y Amílcar Morales

La falta de trabajo y la crisis climática, en el nororiente de Chiquimula, son las causas permanentes que provocan la carencia de alimentos para la población maya Ch’orti’, de acuerdo a los relatos de mujeres de ocho comunidades que integran la Organización Mujeres Cosecha.

Estas realidades fueron expuestas en una conferencia de prensa realizada el pasado 3 de agosto en el municipio de Jocotán. La organización, además, agregó que las secuelas económicas que dejó la pandemia de la COVID-19 se suma a estas causas.

“Seguimos viviendo las secuelas económicas de la pandemia, ahora, el alto costo de la vida ha encarecido nuestra economía familiar”, dijeron en un comunicado de prensa.

Foto: Amílcar Morales / Prensa Comunitaria.

La organización indica que los precios de los granos básicos son inaccesibles, el quintal de maíz cuesta Q200, el de frijol, Q700, y el saco de fertilizante tiene un precio de Q450. “Estos precios no nos permiten tener una buena alimentación tampoco una mejor producción para asegurar la subsistencia”, destacaron.

En ese sentido, el grupo Cosecha, solicita a las instituciones del gobierno, al sector privado y a otras organizaciones a solidarizarse con ellas. “Estamos enfrentando una etapa de hambre estacional en los meses de junio a septiembre, que son los más difíciles”, agregan.

Y como estrategia de sobrevivencia aseguraron que se han visto obligadas a reducir la dieta alimenticia de dos a un tiempo de comida al día, para sus hijas e hijos que padecen de hambre.

El hambre estacional es una enfermedad crónica persistente que se extiende de manera lenta y afecta directamente a los menores de edad. Sus causas se asocian a sequías extremas, lugares desérticos o secos, que obstaculizan a que familias enteras tengan acceso a una buena alimentación. En el caso de la población Ch’orti, las mujeres aseguran que padecen esta condición ante la falta de alimentos y oportunidades trabajo limitadas.

Según la organización Acción contra el Hambre, Guatemala tiene la tasa de desnutrición crónica más alta de América Latina y una de las más elevadas del mundo con el 49%. En algunas zonas rurales, especialmente en el departamento de Chiquimula, alcanza el 80%.

Foto: Amílcar Morales / Prensa Comunitaria.

Los relatos de Roberta García coinciden con esa realidad, para ella, las mujeres y los menores son los grupos más vulnerables frente a la inseguridad alimentaria provocada por la falta de trabajo. Según García hay una crisis económica en los hogares que llegó para quedarse con la aparición de la COVID-19, en marzo de 2020, y hasta el momento, dijo, que no han recibido apoyo del gobierno para “paliar esta situación” en la que viven.

Ella es ama de casa y comadrona, originaria del caserío Pitahaya, situada en la aldea Nearar del municipio de Camotán. García comentó que ha visto casos de niñas y niños en las comunidades que se encuentran con un peso muy bajo, uno de los síntomas de la desnutrición. “No solo los niños, también las madres lactantes padecen de desnutrición debido a la falta de dieta alimenticia”, dijo.

De acuerdo a la comadrona es lamentable ver a los niños recién nacidos con 4, 5 o 6 libras de peso. Si la madre padece de desnutrición, la niña o el niño, nacerá con desnutrición aguda, agregó.

La entrevistada, además de trabajar como comadrona también se dedica a la crianza de aves de corral, para luego vender y conseguir ingresos extras para comprar alimentos para su familia.

“Posterior a la crisis de la pandemia, llegó el alza de los productos de la canasta básica, y del gas propano y la energía eléctrica, que ha golpeado el bolsillo de los que vivimos en las áreas rurales, de manera severa al no contar con los recursos suficientes para subsistir cada una de nuestras necesidades”, dijo la comadrona.

En noviembre, García migra a las fincas para el corte de café. Se moviliza con su familia a Esquipulas o a Honduras, en donde trabaja desde las 3 de la mañana hasta las 9 de la noche para ganar entre Q40 o Q50 quetzales al día. Ella califica esta situación como explotación laboral, pero es lo que hay, indicó.

Los meses más duros para esta región comienzan en mayo y terminan en septiembre.  Durante ese periodo, los hombres no consiguen trabajo en ningún lado porque no hay, y desde allí comienza la pena para las familias, ya que deben enfrentarse a la precariedad de alimentos en los hogares. Los que más sufren de esta crisis son los más pequeños.

Foto: Amílcar Morales / Prensa Comunitaria.

La comadrona no se olvidó del llamado corredor seco, indicó que cada año los campesinos siembran maíz y frijol, pero por la falta de lluvia, los cultivos se traducen en pérdidas. “Las familias no logran obtener sus cosechas para el consumo durante los meses del año. El agua en las quebradas se seca en tiempo de verano y las personas son las que sufren de esta crisis no solo en sus hogares, sino que para sus siembras”, puntualizó.

Por su parte, Gabriela Roque, originaria de la comunidad de Tunucó Abajo, de Jocotán, señaló que ha encontrado en la Organización Mujeres Cosecha una oportunidad de subsistencia. La organización les ha apoyado con huertos familiares, sembrando cilantro, rábano, cebolla, acelga, pepino y chipilín, todos de manera orgánica.

Estas prácticas ayudan, según Gabriela, porque les brinda alimentación en el lugar y cuando logran vender la cosecha, obtienen ingresos extras para comprar algunos productos de la canasta básica.

Gabriela, es artesana de habla Ch’orti’ y, como la comadrona Roberta, dijo que estar en una región seca es una condición de pobreza, porque durante la temporada de invierno no llueve y pierde los cultivos de maíz y frijol. “Cuando no llueve las milpas se secan y ya no da su fruto, por ejemplo, en las últimas dos semanas que no ha llovido, la cosecha se pierde”, indicó.

Además de participar en la organización de mujeres, ella también se dedica a tejer hamacas y redes con pita de nailon o de maguey, para venderlos a Q60 o Q70 en la comunidad o en el mercado del municipio. “Con lo que gano compro alimentos para mis hijos o guardo para los medicamentos cuando se enferman”, concluyó.

Foto: Amílcar Morales / Prensa Comunitaria.

La Organización de Mujeres Cosecha aglutina a ocho comunidades de los municipios de Jocotán, Camotán y la Unión del departamento de Zacapa y luchan de forma independiente para enfrentarse a la crisis alimentaria con actividades de artesanía, crianza de animales y siembra de huertos.

De acuerdo a la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (CIF) del SICA, se prevé que alrededor de 4.6 millones de personas guatemaltecas enfrentarían una crisis (fase 3) o una emergencia (fase 4) de inseguridad alimentaria aguda, en los meses de junio a setiembre, dentro del cual se desarrolla el periodo de mayor severidad de hambre estacional.

El elevado costo de los alimentos, en particular los granos básicos; los fertilizantes para la agricultura; y los combustibles que aumentan simultáneamente el costo del transporte y logística de los productos nacionales e importados, son algunos factores que se asocian a la inseguridad alimentaria.

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