Créditos: Edgar Gutiérrez Girón.
Tiempo de lectura: 2 minutos

Derecho de elegir y ser electo

Por Edgar Gutiérrez Girón 

Resta menos de un año para las elecciones generales y hay más incertidumbre sobre los alcances de la manipulación del proceso, que sobre lo que piensa la gente. Al combinar los dos planos podrían surgir escenarios exploratorios, ya no de inercia ni franca regresión.

El Tribunal Electoral está al servicio de Giammattei y su primer círculo. Ellos reparten los pases de entrada y sacan la tarjeta roja. Ahora mismo tenemos un partido menor con tachas, pero habilitado, y un partido mayor con tachas, cabildeando en el VAR para no recibir la segunda tarjeta amarilla. A los partidos que no son parte del Pacto les buscan caspa con lupa. Los del Pacto en cambio gozan a pierna suelta del recreo, pues los árbitros son compinches.

Ese plano de la ilegalidad es incontestable. Reitera el patrón de descalificaciones e imposiciones de los últimos dos años, incluyendo el grosero fraude en la USAC. Trituran el artículo 136 de la Constitución: el derecho de elegir y ser electo.
El otro plano es ¿qué piensa, que hará la gente ante la orquesta de chanchullos? Después de escuchar, ver y leer en muchas partes, mis conclusiones preliminares son:

1. El político más impopular del periodo democrático es Giammattei. Se ganó el sótano precozmente, tras su desastrosa gestión de la pandemia, la desatención del hambre de 4.5 millones de habitantes y de millares de damnificados por las tormentas. La corrupción y la incapacidad no son agravios menores. Seguirá cayendo.

2. El candidato identificado como heredero de Giammattei, si los comicios fueran hoy, alcanzaría un 4 por ciento de los votos. Competiría con el ridículo que hicieron los candidatos del PP en 2015 (4.6 por ciento) y FCN en 2019 (4.5 por ciento). La bancada de Vamos sería flaquísima, irá en el pelotón del nuevo Pacto.

3. Es irrelevante por ahora quienes encabezan las encuestas. No es lo mismo ser un político conocido que votado. Todos los políticos conocidos tienen un voto de rechazo superior al 40 por ciento. Eso es mucho, por eso es fácil que caigan en segunda vuelta.

4. La gente ya no elige -como fue durante la segunda mitad del siglo XX- por símbolos partidarios, sino por personas. Le es indiferente que sea de izquierda o de derecha (aunque hay cierta inclinación conservadora, menos, esta vez, en la capital), hombre o mujer, civil o militar.

5. Hoy por hoy más de 8 de cada 10 electores no tiene candidato; su única certeza es que debe haber un cambio de rumbo. La gente seguirá a quien considere distinto y radical, en el sentido de que toma al toro por los cuernos y sus credenciales son anti-sistema. Sistema en este caso equivale a cloaca, no tiene connotación programática.

En conclusión, si respetan la voluntad del pueblo en 2023 vendrá un cambio. Claro, gobernar siempre es otro cantar. Pero si se roban las elecciones -también- nuestro escenario más probable es el de descenso al caos. ¿Quién tendrá la última palabra?

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