Créditos: Juan Rosales. Poco a poco se van desenterrando las osamentas y los peritos de la FAFG tienen una mejor idea de lo que paso y de cuántas hay en la fosa.
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Del 12 al 18 de julio arqueólogos y antropólogos forenses, de la Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG), exhumaron los restos de nueve personas, la exhumación se realizó por la denuncia y el trabajo realizado por la Asociación Justicia y Reconciliación (AJR) con la que se logró localizar la fosa colectiva.

“Cuando yo bajé a la orilla ahí, todos, había ocho boca arriba… pero ellos fueron torturados, no con balazo lo mataron, bien se mira, tienen su lazo, su cincho en su pescuezo”, Francisco Sutuj.

Por Juan Rosales

La jornada del 14 de julio inició temprano. A las 7 a.m. salí en el primer bus rumbo a San Martín Jilotepeque, Chimaltenango. Llegué y Silvio, el contacto con AJR, ya me esperaba en el punto de encuentro, a un costado del parque central. En su moto recorrimos el camino hacia el caserío San Francisco, de la aldea Choatalum. Mientras viajábamos, hablamos del proceso de la exhumación, de la represión que sufrió el municipio durante la guerra, del camino, de los núcleos de obsidiana que hay en el lugar.  Al fin llegamos al sitio de la exhumación conocida como la Quebrada del Burro, que está a la orilla del río que tiene el mismo nombre.

Del 12 al 18 de julio los peritos en arqueología y antropología de la FAFG, llevaron a cabo la exhumación de nueve osamentas. El equipo excavó tres trincheras de exploración, este es un método que los arqueólogos utilizan luego de encontrar una depresión en el piso que no está en sintonía con el entorno.

En la primera trinchera, y luego de excavar más de metro y medio de tierra, encontraron los primeros restos; las otras dos trincheras no ofrecieron ningún resultado. Los esfuerzos se enfocaron en esa fosa, después de localizar el primer indicio de restos humanos el trabajo de la arqueología forense fue metódico: brochas, escobetas, palillos, cucharillas y piochuelas son algunas de las herramientas que se utilizan para recuperar de la tierra los restos óseos, que por más de cuarenta años habían estado enterrados en ese lugar.

Después de localizar el primer resto humano aparecieron al menos nueve cráneos, era una fosa colectiva, los cuerpos no habían sido colocados con una orientación específica, lo que permite deducir que no fueron enterrados por sus familiares, se pudo observar restos de ropa y que los cuerpos habían sido colocados unos sobre otros, sin mayor preocupación por la forma en la que fueron enterrados. Los peritos y las familias, esperaban encontrar entre nueve y 13 personas en la fosa, según el testimonio de una de las personas que ayudó a enterrar los cuerpos. Al final exhumaron nueve osamentas.

El hecho, atribuido al Ejército de Guatemala, ocurrió en los últimos días de octubre y primeros días de noviembre de 1981, según el testigo Francisco Sutuj, él subió a San Martín Jilotepeque para celebrar el Día de Muertos y en el pueblo escuchó que habían varios cuerpos en la Quebrada, cuando regresó pudo observar que tenían marcas de violencia. La población de la localidad se organizó, los enterraron y dejaron una marca de 17 machetazos en un pino a la orilla del camino, esta marca aún estaba, y ahí a la orilla del río, debajo de otro pino encontraron los restos de nueve personas.

40 años después sus cuerpos fueron recuperados gracias al trabajo y perseverancia de la Asociación Justicia y Reconciliación y el trabajo de la Fundación de Antropología Forense de Guatemala. La búsqueda de la justicia, para conocer lo que ocurrió, es un proceso que debe seguir su camino para poder conocer la verdad histórica de los hechos ocurridos en 1981.

Peritos de la Fundación de Antropología Forense de Guatemala en la fosa colectiva. Foto: Juan Rosales.
Al encontrar el primer resto óseo, el arqueólogo marca el lugar y comienza el trabajo de exhumación. Foto: Juan Rosales
En la Quebrada del Burro los peritos de la FAFG realizaron la exhumación de nueve osamentas. Foto: Juan Rosales.
Francisco Sutuj, el testigo que relato cómo encontró los cuerpos de varias personas con marcas de violencia, en 1981. Foto: Juan Rosales.
Francisco Sutuj trabajando su milpa. Foto: Juan Rosales
Uno de los trabajadores luego de poner el nylon para proteger la fosa de la lluvia y el sol. Foto: Juan Rosales.
Peritos de la FAFG y su metódico trabajo para la exhumación de las osamentas. Foto: Juan Rosales.
Palillos de madera son de utilidad para el trabajo de la exhumación. Foto: Juan Rosales.
Poco a poco se van desenterrando las osamentas y los peritos de la FAFG tienen una mejor idea de lo que paso y de cuántas hay en la fosa. Foto: Juan Rosales.
Un trabajo de equipo. Foto: Juan Rosales.
Las osamentas se fueron revelando poco a poco, las raíces hicieron camino. Foto: Juan Rosales.
Las trincheras de exploración, que no ofrecieron ningún elemento, se documentan como parte de la investigación forense. Foto: Juan Rosales.
El equipo de arqueólogos en el trabajo de exhumación de nueve osamentas. Foto: Juan Rosales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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