Dos amigos, separados por la guerra hace 38 años, se reencuentran en Santiago Atitlán

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Créditos: Nelson Chen.
Tiempo de lectura: 5 minutos

 

En 1996, es decir hace más de 25 años, en Guatemala se firmaron los acuerdos de paz para poner fin al conflicto armado interno que duró 36 años en el país. A pesar de los años, la mayoría de la población sigue superando las cicatrices de la guerra: pérdidas humanas, refugio, retorno, migración y reencuentros. 

Por Diego Petzey

El agricultor Pablo Ángel Coché de 86 años, acompañado de su hija y dos nietos, viajó hasta el municipio de Santiago Atitlán, Sololá, el pasado 30 de junio, con el único propósito de buscar a su amigo de infancia, Diego Petzey Toj.

De acuerdo con los relatos de Pablo Coché, originario de la aldea San Basilio del municipio de Río Bravo, Suchitepéquez, ambos se conocieron hace 62 años, sin embargo, en 1984 se perdieron de vista y comunicación, cuando Petzey Toj fue capturado y torturado por el ejército guatemalteco, supuestamente por apoyar a un grupo de la guerrilla.

Lo que no pueden matarnos es nuestra esperanza”

“Estoy aquí, justo cuando se celebra el Día del Ejército en Guatemala, para reencontrarme con mi amigo, a quien lo considero como mi familia”, fueron las primeras palabras de Pablo Coché, al ubicar la dirección de Petzey Toj, su amigo. “Algo que el ejército no podrá quitarnos es nuestra esperanza y las ganas de seguir viviendo”, agregó.

Aseguró que decidió hacer el viaje porque un vendedor de Santiago Atitlán le contó que Diego Petzey Toj seguía vivo y no podía creerlo. Se enteró de esa noticia a finales de 2021, y desde entonces empezó a planificar la búsqueda de su amigo, a quien encontró el 2 de julio de este año.

Don Coché, dijo que el día uno comenzó a preguntar a las personas del municipio por la dirección de su amigo, pero muy tarde encontró la respuesta.

Fue hasta la fecha dos que llegó de manera sorpresiva a la casa de Petzey, quien lo recibió en su hogar entre abrazos y alegría. En su estadía, que duró dos días, recordaron sus historias llenas de luchas y amistades, además celebraron con la familia la vida que aún disfrutan.

Pablo Coché fue el dirigente que organizó a los pobladores de su comunidad en una cooperativa, para exigir al gobierno, que se les concediera tierra para construir sus viviendas y cultivos. Según recuerda, su aldea siempre se mantuvo unida, pese a que muchas personas se vieron forzadas a desplazarse y varias ya no regresaron.

“Fui secuestrado y torturado por el ejército de Guatemala”

Por su parte, Diego Petzey Toj de 77, años recuerda que llegó a San Basilio a principio de la década de 1960, cuando solo tenía 12 años de edad. Fue en ese entonces, que conoció a Pablo Coché.

A decir de Petzey, que para ese año comenzó a viajar junto a su papá e iban a vender frijoles, tomates, carne, maíz y chicharrones, en las fincas y aldeas del departamento de Suchitepéquez. “Mi papá me dijo que mis ancestros siempre se dedicaron al comercio en el área de la costa sur. Él siguió las indicaciones de su abuelo, luego empezó a enseñarme las rutas comerciales de nuestros ancestros Tz’utujil, hasta que el ejército me secuestró y torturó en 1984”, recordó.

Aparte de ser comerciante, en 1970 Petzey también comenzó a participar en la iglesia católica de Santiago Atitlán como catequista y cuando llegaba a vender a los municipios de Suchitepéquez, él predicaba y enseñaba la catequesis “del bien común” a la gente. Fue por esa acción que las familias de San Basilio lo consideraron un miembro más de la comunidad y le alquilaron un espacio, en donde construyó una pequeña galera para vender sus productos.

Mientras la gente se organizaba en la cooperativa, que era dirigida por su amigo Pablo Coché, con la que exigían sus derechos, el ejército comenzó a perseguir a Petzey Toj, supuestamente porque era quien orientaba a los comunitarios.

Kaibiles realizan una marcha en Santiago Atitlán durante los 11 años que estuvieron en el pueblo. Créditos: cortesía.

Petzey fue secuestrado en 1984 cuando se dirigía de Santiago Atitlán hacia San Basilio. Recuerda que lo detuvieron en la finca San Jerónimo Miramar, ubicada en el municipio de Patulul, luego lo trasladaron al destacamento de esa aldea, en donde lo torturaron durante 15 días y de último lo llevaron al destacamento en Mazatenango.

En Mazatenango pasaron 15 días más hasta que fue liberado por el ejército, porque un obispo de la iglesia católica de la ciudad de Guatemala, habría exigido una comisión para buscar a varios catequistas de Santiago Atitlán. Uno de ellos era Petzey Toj, después de ser liberado, él ya no regresó a San Basilio.

“Todo el tiempo que me detuvo el ejército de Guatemala, me torturaron, me tuvieron desnudo en un agujero, donde los militares nos orinaban, no nos daban comida y una vez al día nos golpeaban durante una hora”, relata Petzey Toj. Así mismo, recuerda que en uno de los destacamentos donde lo tuvieron encontró a otros Tz’utujil de Santiago Atitlán, que también habían sido capturados.

El nacimiento de la comunidad Agraria La Campesina

Según Petzey Toj, la comunidad de San Basilio se ubicaba en una finca nacional con el mismo nombre y por ser nacional,  empezaron a exigir que se les fuera otorgada tierra y vivienda. No obstante, por exigir esos derechos, el ejército llegó a establecer un destacamento militar en el lugar. A pesar de la presencia militar, la comunidad siguió organizándose hasta que lograron la tierra a mediados de 1980.

Desde allí, las 210 familias que habitaban la finca, nombraron a ese lugar como comunidad Agraria La Campesina. Petzey Toj cuenta que cada familia recibió un pequeño lote de 30 por 20 metros, para construir sus viviendas. Cuando él fue secuestrado por el ejército, la comunidad apenas estaba exigiendo más tierra para sus cultivos.

Según algunos vecinos de la comunidad Agraria La Campesina, fue a finales de 1980, que el Estado otorgó 19 cuerdas de tierra para sus cosechas. Sin embargo, fue hasta el año 2010 que la municipalidad de Río Bravo reconoció a la comunidad como una aldea.

Ubicación de la aldea San Basilio y la nueva comunidad que se fundó conocido como La Campesina. Créditos: cortesía

Los procesos de reencuentro deben ser profundamente humanos

Marco Antonio Garavito, de la Liga Guatemalteca de Higiene Mental, dice que la organización que dirige, ha acompañado a más de 500 reencuentros de personas desaparecidas por diversas circunstancias durante el conflicto armado interno.

El programa de reunificación inició en mayo de 1999 y en 2009 comenzaron un proceso de reencuentro de niños que habían sido adoptados por personas de otros países, según Garavito.

Agregó que estos procesos de reencuentro, implican bastantes retos que van desde el tema financiero hasta técnicos, además en cada reencuentro se debe procurar que sea sano, es decir no solo de buscar, encontrar y reencontrar, sino que tiene muchos factores psicosociales, culturales y humanos.

“El reencuentro no es solo para que se vean, sino que reconstruya un proceso de vida, porque cada caso tiene procesos diferentes y que implica tiempos diferentes”, concluye Garavito de la organización.

Durante el conflicto armado se registraron más de 200 mil personas muertas y más de 45 mil desaparecidos, de este número el 93% se les atribuyen a las fuerzas armadas del Estado guatemalteco, de acuerdo al informe “Guatemala memoria del silencio”, de la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH).

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