Créditos: Prensa Comunitaria.
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Por Miguel Ángel Sandoval  

En los últimos días he leído artículos o visto videos, sobre uno de los temas más apasionantes de los últimos años. Me refiero a la naturaleza de la izquierda continental, de su agenda y de los cambios que ha sufrido en su manera de abordar los diferentes temas que están en la base de su propuesta.  Se puede afirmar que, de forma general, se acude a los mitos antes que al análisis de los hechos. Al discurso antes que el estudio de las propuestas, a la diatriba antes que al entendimiento de las razones de quienes se ubican en el campo de los progresistas (o de izquierda o revolucionarios).

Así, el tema de Cuba aparece con los calificativos de dictadura y nada más, sin tomarse un minuto para entender la mejor educación y salud continentales, con la biotecnología como punta de lanza. Lo mismo que Venezuela, un país petrolero, sin entender que se trata de procesos con naturaleza diferente, y que las coincidencias en lo ideológico son tantas como las que pueda existir entre la socialdemocracia alemana o la costarricense. Pero como no hay análisis, priva el discurso descalificador, visceral. En realidad, priva la ignorancia audaz.

Es el caso en Venezuela, donde los conservadores apostaron –a pedido de EEUU- por el títere Guaidó sin amarres en el país y hacer de él, un jefe de un gobierno inexistente.  Lo chistoso, es que ahora con la crisis petrolera, Biden toca las puertas de Nicolás Maduro en Venezuela, mientras que su hombre de paja languidece en medio del olvido. Sirvió mientas hacía falta para darle un rostro a la oleada de ataques organizados por la CIA o el departamento de Estado. Es igual.

Se habla menos de Lula en Brasil, que, con programas sociales durante sus dos gobiernos, redujo los índices de pobreza en unos 30 millones de ciudadanos, amplió los espacios democráticos y de participación social. Y con ello, dio pie a una política internacional que llevó a su país continental a formar parte de un proyecto de desarrollo denominado Bric. Esto es una alianza de Brasil, Rusia, India y China, al cual se han sumado otros países. Es esto que el actual gobierno conservador, y bastante inepto, ha desmontado de forma escandalosa.

En otro orden de ideas, se afirma siempre que el Foro de Sao Paulo es una especie de agencia del terrorismo, sin detenerse un minuto en saber que fuerzas políticas acuden al mismo y cuál es su comportamiento. Señalo esto pues durante algunos años acompañé el proceso de dicho Foro y lo que pude establecer es que las fuerzas políticas que se daban cita, eran parte de un abanico de fuerzas progresistas plural. Nada parecido a un proyecto totalitario. Menos un proyecto de tipo “populista” como lo pintan los “analistas” que no hacen análisis.

La verdad de las cosas, es que existe una gran ignorancia de los procesos políticos que ocurren lejos de nuestras fronteras, pues seguimos siendo fieles a un provincianismo que se encuentra en estado bruto. Tanta es la ignorancia de las relaciones internacionales, que, en medios conservadores, de fachas, para usar la terminología de estos analistas, se festeja la defensa de la soberanía de la impunidad, proclamada por un gobierno inepto, y luego no se entiende el aislamiento del país que ahora se considera paria en el plano internacional.

En el marco del Foro se podía encontrar partidos como el PRD mexicano o el Frente Amplio Uruguay el PC de Cuba o varias expresiones argentinas, desde el peronismo hasta otras expresiones comunistas o de plano liberales. Un muestrario de las organizaciones partidarias chilenas, o el abanico de las organizaciones ecuatorianas o dominicanas, etc. Pero a los supuestos analistas, todo se resume en el castrochavismo y santos en paz. Es el dogmatismo puro y simple, la necesidad de tener un ogro frente al cual solo vale la diatriba, el ataque, la intolerancia. Nada que ver.

Aunque hay otros análisis un poco más apegados a la realidad. Así, por ejemplo, ahora se discute si Petro, recién electo en Colombia, se parece en su política exterior, más a AMLO o a Boric. Y se puede llegar a conclusiones de lo más disparatadas por no intentar siquiera un leve análisis de las diferencias entre uno y otro proceso. Veamos.

México es un país con una institucionalidad que viene hace ya de un siglo. Que no conoció dictaduras ni golpes de estado, y apenas unos pocos grupos de guerrilla que luego han sido resueltos por la vía de la negociación política, abierta o en lo privado. Pero nada que pueda ser comparado con Colombia. Mientras en Chile, el proceso de la dictadura genocida dio lugar a amplios procesos de convergencias políticas y a equilibrios sumamente complejos.

Luego hay los niveles educativos, culturales, tan distintos entre uno y otro país. Y por ello es que las comparaciones mecánicas al estilo de CNN, no llevan a ninguna parte. Por ello no caben las comparaciones que en verdad siempre son odiosas.  Aunque es importante subrayar que la nueva oleada presenta rasgos nuevos en gran medida debido a la juventud de sus líderes y al hecho que, en la mayoría de países, no vivieron ni las dictaduras militares de ingrata recordación ni el fenómeno de la guerra interna que tuvo lugar. Por ello las nuevas fórmulas políticas que no por ello son menos progresistas y llegado el caso menos radical.

Lo que no se dice es que prefieren o que proponen, los que vociferan en contra del Foro de Sao Paulo, los gobiernos actuales. Y en ello no hay asombro. Los ataques sin fundamento a las izquierdas, a los chairos, a los del foro, etc. o a los presidentes exguerrilleros, solo esconden su alineamiento interno con el pacto de corruptos y los gobiernos actuales, Insistiendo en la agenda neoliberal que está en la base del malestar social actual.  Sea Lasso en Ecuador o Giammattei en Guatemala, o Peña Nieto en México, o el ídolo de los empresarios chapines: Álvaro Uribe derrotado de forma aplastante en las últimas elecciones que gano el Pacto Histórico de Petro.

En otros términos, hay un cambio de época en las relaciones políticas continentales. Ahora es otro momento de gobiernos progresistas, que ganan elecciones y acometen reformas fundamentales para robustecer la democracia en el continente. Quizás lo más notable son las reformas constitucionales que se han planteado en por lo menos tres países. En ellos las realidades multiculturales están a la orden del día y en las formulaciones de los nuevos textos esas realidades dan el tono. Lejos de la visión colonial heredada y del centralismo republicano practicado.

Pero no quiero dejar estas notas sin hacer referencia a varios puntos que es necesario tener presentes y que ameritan cambios en la mayoría de países aun conservadores del continente, en donde lo único diferente puede ser la celeridad con la cual se impulsen. 1.- la lucha contra la corrupción que no se puede evitar, y en ello los ejemplos son más que elocuentes. 2.- una reforma constitucional, a la imagen de la chilena, ecuatoriana o boliviana. Es lo mínimo en esta materia. 3.- la reforma tributaria globalmente progresiva. Es algo que no puede evadirse. 4.- Una política de desarrollo rural. 5.- una campaña a fondo para la infraestructura. No hace falta abundar en ello.

Son temas que por obvios no ameritan mayor desarrollo en nuestra exposición, ni grandes posicionamientos ideológicos, ni despotricar en contra del foro de São Paulo; pero que deben ser impulsados sí o sí. Quien los impulse tendrá la simpatía del país, quien no, pues pasará a ser lo que, en un momento de fervor de tarima, gritaba el actual presidente. De lo contrario asistiremos a graves explosiones sociales por aquí y por allá y la democracia, tal como la conocemos con todas sus limitaciones y con los procesos de demolición que se impulsan desde los conservadores, deberá ser reformulada, reinventada.

Y ello no será producto de las propuestas de las fuerzas de oposición, que en varios países como el nuestro, viven en una especie de ceguera política de espanto al insistir caminar por separado y tratar de obtener resultados en temas comunes, cada quien por su lado. Es la mediocridad de las fuerzas conservadoras en el poder, lo que facilitara los cambios en los países que aún no se rinden a la evidencia de que estamos en una época de cambios progresistas. La acumulación de hechos contrarios a la democracia, al bien común que dictan todas las constituciones políticas, y el mal gobierno, son los detonantes de los cambios en ciernes.

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