La autonomía de la Universidad y la primera resistencia estatal frente a la autocracia

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Créditos: Prensa Comunitaria.
Tiempo de lectura: 2 minutos

Por Edgar Gutiérrez Girón

Este es un momento histórico para la USAC. La digna comunidad universitaria repudia el grosero fraude en la elección de rector y lucha por la autonomía. La violación de la autonomía -y su tolerancia en el Consejo Superior- abrió la puerta del fraude, que unos ingratos consumaron. La autonomía supone un gobierno propio, independiente del poder político oficial; en ese gobierno participan estudiantes, docentes y egresados. Autonomía implica, además, el respeto a la libertad de cátedra y de investigación.

Desde el siglo XIX, cuando en América Latina comenzó a configurarse el Estado nacional, las universidades públicas han evolucionado bajo la tensión de dos misiones que por lo general se les asignan: preparar las elites intelectuales y hacer avanzar el conocimiento. La primera es una función meramente reproductiva, con la que se siente cómoda el status quo. En esa función prevalecen los criterios políticos para los nombramientos y la promoción de cargos.

Ahora el régimen de Giammattei metió las manos en la elección de rector de la USAC porque tiene cero tolerancia a la crítica y la disidencia -como todo régimen autócrata- y desde ahí puede controlar la representación universitaria en más de medio centenar de órganos corporativos del Estado, incluyendo el próximo magistrado de la CC.

La segunda función, en cambio, es disruptiva. Implica levantar las preguntas incómodas, criticar abiertamente, con evidencia en mano, y explorar la realidad desde abordajes no convencionales.

La reproducción del sistema exige obediencia al poder central y conformismo. Ninguna innovación ni iniciativas propias. Es la burocracia autómata, gris, aburrida. En la esquina contraria, el pensamiento crítico vuela con las alas de la libertad y alcanza una agudeza insospechada mediante la excelencia académica.

La autonomía surgió en los periodos democráticos como una forma de regular la tensión del pensamiento crítico universitario con el Estado. Es un frágil balance entre conformismo y obediencia política, y libertad para explorar territorios desconocidos o prohibidos y abrir los ojos de la sociedad diciéndole lo que no conviene que vea: el príncipe va desnudo… el Estado traiciona su misión de realizar el bien común.

En el contexto de Guatemala 2022, cuando todos los frenos y contrapesos del Estado han sido capturados -o van en camino a serlo, como la institución del PDH- la USAC quedaba como la última institución autónoma. Ahora se convierte en el primer territorio de la resistencia estatal.

Cierto instinto condujo a Jordán Rodas a desbaratarle la alfombra roja asegurada en el gobierno universitario al régimen autocrático y criminal, obligándolo a cometer el fraude, una mancha indeleble que le garantiza ingobernabilidad los próximos cuatro años. Ahora esa resistencia tiene vida propia.

Columna publicada desde El Periódico.

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