Créditos: Cortesía. Pablo Monsanto en reunión con oficiales
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Usted, / compañero, / que no traicionó / a su clase, / ni con torturas, / ni con cárceles, / ni con puercos billetes, / usted, / astro de / ternura, / tendrá edad de orgullo, / para las multitudes / delirantes / que saldrán / del fondo de la historia / a glorificarlo, / a usted, / al humano y modesto, / al sencillo proletario, / al de los de siempre, / al inquebrantable / acero del pueblo. Otto René Castillo

Por Luis Ovalle

En agosto de 1995 el comandante Pablo Monsanto se reunió con sus principales oficiales del frente norte “Capitán Androcles Hernández”, en Petén y les argumentó sobre las condiciones de la guerra en ese momento. Les dijo que la firma de la paz era inminente y que un eventual cese al fuego se concretaría en pocos meses, pero también, que era importante terminar la última etapa de la guerra, en posición de fuerza.

El capitán Alcides entrega la bandera de las FAR a Pablo Monsanto.

Luego les habló directo: Necesitamos que uno de ustedes se vaya al frente sur.

Un mes antes, el 15 de julio, había muerto el jefe del frente sur, el legendario capitán Leandro. Murió en una emboscada del ejército, en terrenos de la finca Las Marías, en Santa Rosa.

El comandante fue claro: La guerra está por terminar, pero el riesgo de morir en combate aún es alto. Es más, en este momento las acciones que se realicen en esas zonas del país, con mayor cercanía a la capital, van a ser determinantes en la mesa de negociaciones. Todavía es muy importante sentarnos con el ejército y el gobierno, en una posición de fuerza.

Hubo un silencio preocupante entre los oficiales. El comandante Marlon fue el primero que tomó la palabra. Comandante, dijo. Yo me disculpo. Yo nunca he dicho que no a ninguna de sus órdenes y he estado en los lugares más difíciles cuando se ha requerido. Pero ahora sí me niego. Lo siento. Esta vez no voy.

El silencio continuó.

El comandante Gary se levantó y dijo: Comandante, yo me voy. Yo soy el que debe ir. Soy de ahí, conozco el terreno y además quiero ir. Pablo se puso serio: Usted no. ¿Quién va a ocupar su lugar? Gary era en ese momento el jefe militar del Estado Mayor en el frente norte. Comandante, pero usted mismo está diciendo lo relevante que es en esta coyuntura el frente sur. Aquí es más fácil que alguien ocupe mi sitio. Eso sí, le dijo, solo una condición pongo, quiero que conmigo se vayan unos dos oficiales de mi confianza.

Edgar Ortiz y el comandante Gary, ambos ya fallecidos.

Pablo sonrió ante la determinación y claridad de Gary. Está bien, y no dos, tres llévese.

Al Nenón me llevo, dijo Gary. Era el sobrenombre del capitán Alcides. Un oficial que se había iniciado como combatiente y que también había sido radista durante algún tiempo. Desde finales de 1986 volvió a las áreas de combate. Su sangre fría y visión estratégica en las operaciones, así como su carisma en la conducción de tropa, lo llevaron a que en poco tiempo se volviera en un importante oficial guerrillero.

Alcides era en ese momento uno de los jefes del frente Mardoqueo Guardado, en la zona sur de Petén. Él no estaba en la reunión. Se encontraba en el área de combate. Solo recibió el aviso y preparó sus cosas. El viejo adagio militar: “Las órdenes se cumplen, no se discuten”, lo llevaba al pie de la letra, pero no reparaba en eso, simplemente era parte de su naturaleza. Eso sí, supo que se trasladaría al frente sur bajo el mando del comandante Gary y se llenó de emoción.

El capitán Alcides, dando instrucción militar.

Gary murió el 21 de mayo, luego de sufrir durante meses las secuelas del COVID. A casi un mes de su partida, quien fuera el capitán Alcides, también trascendió de este plano terrenal. Ambos murieron en la soledad de sus ranchos, no por el abandono de sus familias o compañeros. Fueron circunstancias diferentes, pero así los encontró la muerte.

Existe una vieja creencia de que quienes mueren se llevan a algunos de los vivos. No creo en eso, pero sí en la enorme coincidencia: como en aquel momento, Gary partió a una nueva batalla y lo siguió Alcides, el oficial al que le tuvo la mayor confianza.

Que descansen en paz.

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