Créditos: Prensa Comunitaria.
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Por Edgar Gutiérrez Girón
El 17 de mayo Giammattei anticipó que “no me van a invitar” a la Cumbre de Las Américas (primera semana de junio en Los Ángeles) y para no quedarse otra vez plantado, agregó: “Mandé a decir que no voy a ir”. Un día antes había designado a Consuelo Porras Fiscal General 2022-2026. Pero, para su sorpresa, el día 18 recibió la carta del presidente Biden invitándolo.
Su mala conciencia lo traicionó esta vez (otra vez). Así andan las relaciones internacionales del régimen: de tumbo en tumbo, sin mapa de lectura y sobre-condimentada de temperamentos volcánicos.
En diciembre de 2021 Giammattei fue excluido de la Cumbre por la Democracia, convocada por el presidente Biden, a la que asistieron 110 líderes del planeta. Le disgustó tanto el ninguneo que, mientras se celebraba el cónclave, auto-organizó un periplo en Washington, en el cual solo evidenció su marginalidad.
El formato de la Cumbre de Las Américas ha sido bastante inclusivo. A veces los anfitriones se reservan una que otra excepción, como hace cuatro años, cuando el gobierno peruano se abstuvo de invitar al presidente Maduro.
Esta vez no hay declaraciones contundentes de exclusión. Pero es obvio que el presidente Biden no se sentiría cómodo compartiendo mesa con Maduro, Díaz-Canel y los Ortega-Murillo, aunque antes les envió señales de alivio de restricciones económicas. Así que Venezuela y Cuba podrían enviar delegaciones de segundo y tercer nivel para corresponder el gesto.
Todo parece indicar que EE.UU. quiere un hemisferio en coexistencia pacífica. No va a estimular otra Guerra Fría en la zona, ni está dispuesto a tumbar gobiernos. Como quien dice: Si los gobiernos caen es porque se ataron mal los zapatos.
Giammattei y su gente confían ciegamente en su lobby trumpista, como si una derrota demócrata en noviembre les fuera a acarrear beneficios automáticos. Los republicanos tendrán una política interna de choque, pero tirarán por la borda el “legado” internacional de Trump, teniendo a la vista cómo Putin invade Ucrania y el desastre migratorio centroamericano, exacerbado por gobiernos corruptos que mutan a mafiosos.
Giammattei tendría que atender la invitación del presidente Biden, aunque, por la imagen de Guatemala, ojalá que no asista. Va a recibir mensajes crudos desde los más altos niveles de la Administración por asfixiar el Estado de Derecho y las libertades, y él responderá altanero. En diplomacia también la química personal cuenta. Y ya le debe una a la vicepresidenta Harris.
En el fondo nada cambia. EE.UU. seguirá su política de condicionamientos -y sanciones- en aumento. Cuatro horas después de que Giammattei juramentó a Consuelo Porras, el Departamento de Estado le aplicó a ella misma y a su esposo una cláusula de la Ley de Asignaciones Globales 2022 aprobada en octubre pasado.

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