Créditos: Shirlie Rodríguez / Prensa Comunitaria.
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Niños, niñas y adolescentes pasan más de 10 horas en las calles de Xela, para reunir dinero y colaborar con sus familias para tener alimentos en tiempos de pandemia.

Por Shirlie Rodríguez

Con la llegada de la COVID-19, en marzo de 2020, la historia de Rocío y sus hijos cambió: comprar alimentos o usar el dinero para adquirir el internet que necesitaban para estudiar, fue el dilema. La respuesta fue obvia para ellos.

La mujer es madre soltera y durante los primeros meses de la pandemia en 2020 se quedó sin empleo. Ser desempleada provocó carencia de ingresos económicos para su familia. Con el paso de los días, las clases también se suspendieron y la opción que las autoridades de educación decidieron fue que los estudiantes las recibieran a través de plataformas virtuales, así como enviar las tareas por WhatsApp.

A pesar de la crisis económica que provocó la pandemia, Rocío hizo un esfuerzo y priorizó la compra de saldo de internet en los teléfonos que ella tenía, eran dos y los usaban sus hijos para recibir las primeras clases en línea. Sin embargo, aseguró que las condiciones se tornaban cada vez más difíciles, obligando a sus dos hijos abandonar las clases virtuales a mediados de ese año, aunque con la intención de retomar al año siguiente; un derecho que no han logrado cumplir hasta el momento.

Tras abandonar la escuela, el pequeño de 8 años (Pablo) y el mayor de 15 (Luis) salieron a buscar trabajo. Rocío junto con su hija de 2 años y el de 8 se paran frente a los semáforos de la 4ª calle en la zona 3 de Xela, ya que con llegada de la pandemia al país, ella no volvió a encontrar un nuevo trabajo y por lo tanto vende dulces, galletas, bolsas con agua o cualquier artículo que pueda ofrecer.

Ella y sus hijos salen desde las 6 de la mañana a instalarse y aprovechar las primeras horas pico del tráfico en el sector. Terminan a las 8 o 10 de la noche. Todo dependerá del clima y la suerte que tengan para reunir suficiente dinero en el día.

Foto: Shirlie Rodríguez.

Pablo no tiene otra opción que apoyar a su mamá para tener comida a diario, pero quisiera seguir estudiando, sobre todo extraña sus actividades recreativas con sus compañeros.

Según los datos del Centro Ecuménico de Integración Pastoral (CEIPA), en el país hay más de 2 millones de niños, niñas y adolescentes que realizan trabajos en distintas áreas. Solo en el departamento de Quetzaltenango son más de 9 mil, pero a esto se agrega a quienes llegan desde otros municipios y departamentos a trabajar, por lo que incrementa la cifra.

Rebeca Pérez de CEIPA en Quetzaltenango dice que Guatemala al igual que otros países ha firmado acuerdos para buscar estrategias y reducir el trabajo infantil. Indica que actualmente con la pandemia se agravó la situación para este sector de la población y hay más niñez en las calles trabajando, dejando por un lado su educación.

“A pesar de las agendas a nivel mundial no ha sido fácil reducir el trabajo infantil. Muchos niños, niñas y adolescentes que estudiaban, por la pandemia se tuvieron que incorporar a la actividad laboral y en el sector informal”, asegura Pérez.

A través de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se planteó una meta para que, en los países miembros, entre ellos Guatemala, se erradique el trabajo infantil en 2025, pero esto es un panorama lejano en comparación a las condiciones actuales de la niñez en el país.

Otto Rivera, del Observatorio de los Derechos de la Niñez (CIPRODENI), mencionó que en estos casos no solo se está robando el derecho a la educación de la niñez y adolescencia, sino que también se vulneran más derechos y la seguridad integral para esta población.

Rivera agregó que la pandemia profundizó la desigualdad y pobreza a nivel global y Guatemala no se queda atrás con estas condiciones. Las oportunidades laborales formales empezaron a escasear y por lo tanto las familias toman medidas para sobrevivir.

Mientras, defensores de los derechos de niñez y adolescencia aseguran que el Estado de Guatemala no genera las condiciones dignas para la vida de esta población y por lo tanto tampoco invierte en mejorar sus condiciones de vida.

Según la Procuraduría General de la Nación (PGN) con sede en Quetzaltenango, en lo que va del año, realizó operativos para verificar las condiciones de estos niños y niñas, para determinar si existían redes de trata de personas o que se cometieran delitos. La delegada Cecilia Méndez, dijo que se constató que la mayoría de niños y adolescentes asisten a clases en la jornada vespertina y que por las mañanas se dedican a trabajar, porque deben ayudar a sus familias.

Méndez menciona que estos operativos los repiten para verificar que no estén en riesgo sus vidas, pero que no pueden tomar medidas drásticas como llevarlos a hogares temporales porque su proceso sería más complejo.

Foto: Shirlie Rogríguez.

Exigen condiciones dignas

Para la marcha del 1 de mayo, por el Día del Trabajador, en Quetzaltenango se dio un espacio a la niñez trabajadora, quienes portaban un mensaje claro: condiciones dignas y seguras para trabajar.

“Ayudo en mi casa desde hace dos años, pero siempre sufrimos muchas cosas, quiero que nos pongan atención y nos den mejores oportunidades”, dijo una adolescente de 13 años que ayuda a su mamá vendiendo refacciones.

Rebeca Pérez de CEIPA dice que la situación económica de la población a nivel global es compleja y por lo tanto está lejana la propuesta de acabar con el trabajo infantil en Guatemala dentro de tres años, por eso ahora lo que piden es que las autoridades de gobierno tomen conciencia y les brinden protección cuando están trabajando.

En Quetzaltenango a través de esa organización tienen un proyecto llamado “Zonas libres de trabajo infantil”, e iniciaron en Llanos del Pinal. La idea de este plan es dar acompañamiento técnico y educativo a los niños, niñas y adolescentes que están en estas condiciones pero que puedan seguir con sus estudios.

Con este proyecto pretenden que salgan de las calles y regresen a sus aulas. La proyección no se quedó en Quetzaltenango, sino que abarque otros departamentos del occidente.

En los mercados de Quetzaltenango también funcionan escuelas para niñez trabajadora, la cual es acompañada por la Oficina Municipal de Educación, donde hay maestros que les brindan los espacios educativos.

Según el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI), en Guatemala se invierte Q8. 83 diario por cada niño, niña y adolescente, la cifra aumento en comparación a 2016. A pesar de ese aumento, la inversión debería incrementar cada año y así mejorar las condiciones en que se encuentra la niñez del país, en donde uno de cada dos sufre desnutrición y pocos tienen acceso actualmente a la educación.

Foto: Shirlie Rodríguez.

 

 

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