Diario Militar: familiares de personas desaparecidas piden que expolicías y exmilitares sean enviados a juicio

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Créditos: Diseño: Nelson Cetino
Tiempo de lectura: 27 minutos

 

Previo a la audiencia final, en la que el juez Miguel Ángel Gálvez resolverá si envía a juicio a 9 exmilitares y expolicías, cuatro querellantes tomaron la palabra para recordar la vida de sus familiares desaparecidos por el ejército de Guatemala y para pedir que los acusados sean enviados a juicio por los delitos de crímenes contra la humanidad.

Por Prensa Comunitaria

A más de un mes de haber iniciado la etapa intermedia del caso del Diario Militar, en la que el Ministerio Público presentó la acusación formal en contra de los 9 expolicías y militares, acusados de delitos de crímenes contra la humanidad, cuatro querellantes adhesivos hablaron ante el juez Miguel Ángel Gálvez, del Juzgado B de Mayor Riesgo, para pedir que 9 militares y expolicías sean enviados a juicio oral y público. El juez Gálvez dictará su resolución el miércoles 4 de mayo, a las 9:30 de la mañana.

Durante la tarde del viernes 29 de abril, María Elisa Meza Paniagua, Manuel Antonio Farfán, Alejandra Cabrera Tenas y Salomón Estrada Mejía hablaron sobre el significado de la desaparición forzada de sus familiares, de las implicaciones personales y sociales que representó la desaparición de hermanos, tíos, tías, madres y padres.

En sus intervenciones también se refirieron a la violencia que sufrieron por parte, de los acusados, quienes perpetraron los crímenes de los que la Fiscalía de Derechos Humanos les acusa. Mencionaron el trabajo de la Asociación Familiares de Detenidos de Guatemala (Famdegua) en la búsqueda de personas detenidas desaparecidas por estructuras clandestinas, que operaban con recursos estatales durante el gobierno de facto del general Óscar Humberto Mejía Víctores, ente 1983 y 1985.

Alejandra Cabrera Tenas, además de recordar a su padre Leopoldo Cabrera y a su madre Clara Luz Tenas, hizo memoria “de las mujeres y niñas víctimas del Diario Militar, de las desaparecidas, las ejecutadas extrajudicialmente, las víctimas de violencia y esclavitud sexual, de las sobrevivientes, de la niñez truncada, de las madres que buscaron a sus hijos e hijas o esposos desde el primer día de su ausencia”.

Durante los primeros días, de las 18 audiencias que se realizaron desde el 28 de marzo, la Fiscalía de Derechos Humanos, del Ministerio Público (MP), presentó las acusaciones individuales en contra de 9 expolicías y militares, explicando que los acusados pertenecieron a una estructura clandestina que perpetró un circuito de desaparición forzada establecido para identificar, vigilar, controlar, capturar ilegalmente, trasladar a instalaciones militares, torturar, ejecutar extrajudicial y posteriormente enterrar clandestinamente, a disidentes políticos.

Según los documentos presentados por la Fiscalía de Derechos Humanos, la estructura clandestina contaba con la participación de oficiales, oficiales especialistas y expolicías del Ministerio de Gobernación, el Ministerio de la Defensa y el Estado Mayor Presidencial.

Durante la décimo séptima audiencia, de la etapa intermedia, los abogados José Axel Marín Quintanilla, defensor del general Marco Antonio González Taracena, y Rodolfo Calvillo Valdez, defensor del general Víctor Augusto Vásquez Echeverría, pidieron al juez Gálvez, que Wendy Santizo, Salomón Estrada Mejía, Karina Cabrera y Manuel Farfán, no fueran aceptados como querellantes adhesivos en el caso que enfrenta expolicías y exmilitares acusados de crímenes contra la humanidad, porque, sostuvieron, “no aportan argumentos en contra de los acusados”.

Miguel Ángel Gálvez, juez B de Mayor Riesgo. Abril de 2022. Foto: Juan Rosales

El jueves 28, los abogados Calvillo y Marín, presentaron un incidente de oposición de admisión definitiva, para que el juez no admita su participación. Argumentando que los querellantes del caso del Diario Militar solicitaron su adhesión después de que el Ministerio Público ratificara la acusación, en la etapa intermedia, en contra de los expolicías y militares acusados.

La fiscal Elena Sut Ren argumentó, con base en la legislación penal, sobre quienes tienen la facultad de ser querellantes adhesivos. La participación de los querellantes, dijo Sut, corresponde a que en la investigación sus familiares están identificados en las fichas del Diario Militar.  Agregó, con base en el artículo 16 del Código Penal, que cada uno de los querellantes puede pronunciarse sobre los delitos de lesa humanidad y por ello participar como querellantes en el proceso judicial que inició el 27 de mayo de 2021 con la detención de José Daniel Monterroso Villagrán, Edgar Virginio De León Sigüenza, Enrique Cifuentes de la Cruz, Edgar Corado Samayoa, Víctor Augusto Vásquez Echeverría, Rone René Lara, Juan Francisco Cifuentes Cano, Marco Antonio González Taracena y Jacobo Esdras Salán Sánchez.

Sut agregó que los querellantes ya están constituidos de forma provisional y acreditada en el proceso, por eso pidió al juez Gálvez que rechazará  la solicitud presenta por los abogados Calvillo y Marín.

Los abogados de los cinco querellantes, presentaron ante el juez Gálvez sus objeciones a los incidentes planteados por los abogados Marín y Calvillo, citando el proceso y la legislación nacional, argumentando que la ley les garantiza como querellantes adhesivos. Pidieron que se resuelva sin lugar la petición de los abogados de los generales.

Los acusados

Sargento José Daniel Monterroso Villagrán: detenido el 27 de mayo de 2021. Guarda prisión preventiva desde el 10 de junio del mismo año, por los delitos de: desaparición forzada y delitos contra los deberes de la Humanidad.

Sargento mayor Edgar Virginio de león Sigüenza: detenido el 27 de mayo de 2021. Guarda prisión preventiva desde el 10 de junio del mismo año, por los delitos de: desaparición forzada y delitos contra los deberes de la Humanidad.

Sargento mayor Enrique Cifuentes de la Cruz: detenido el 27 de mayo de 2021. Guarda prisión preventiva desde el 10 de junio del mismo año, por los delitos de: desaparición forzada, asesinato, asesinato en grado de tentativa, delitos contra los deberes de la humanidad.

Sargento mayor Rone René Lara: detenido el 27 de mayo de 2021. Guarda prisión preventiva desde el 10 de junio del mismo año, por los delitos de: asesinato en grado de tentativa y delitos contra los deberes de la humanidad.

Coronel Jacobo Esdrás Salán Sánchez: detenido el 1 de junio de 2021. Guarda prisión preventiva desde el 10 de junio del mismo año, por los delitos de: desaparición forzada, asesinato, asesinato en grado de tentativa y delitos contra los deberes de la humanidad.

Sargento mayor Edgar Corado Samayoa: detenido el 27 de mayo de 2021. Guarda prisión preventiva desde el 10 de junio del mismo año, por los delitos de: desaparición forzada, asesinato, asesinato en grado de tentativa y Delitos contra los deberes de la humanidad.

General de división Marco Antonio González Taracena: detenido el 27 de mayo de 2021. Guarda prisión preventiva desde 25 de junio del mismo año, por los delitos de: desaparición forzada, asesinato, asesinato en grado de tentativa y delitos contra los deberes de la humanidad.

Teniente coronel Juan Francisco Cifuentes Cano: detenido el 27 de mayo de 2021. Guarda prisión preventiva desde el 7 de julio del mismo año, por los delitos de: desaparición forzada y delitos contra los deberes de la humanidad.

Sargento mayor Eliseo Barrios Soto: detenido el 27 de mayo de 2021. Guarda prisión preventiva desde el 7 de julio del mismo año, por los delitos de: desaparición forzada y delitos contra los deberes de la humanidad.

General de brigada Víctor Augusto Vásquez Echeverría: detenido el 27 de mayo de 2021. Guarda prisión preventiva desde el 21 de septiembre del mismo año, por los delitos de: desaparición forzada y delitos contra los deberes de la Humanidad.

Teniente coronel Gustavo Adolfo Oliva Blanco: detenido el 27 de mayo de 2021. Guarda prisión preventiva desde el 21 de septiembre del mismo año, por los delitos de: desaparición forzada y delitos contra los deberes de la Humanidad.

Con la audiencia del pasado viernes estamos ante el final de la etapa intermedia. Queda pendiente escuchar los argumentos del juez Miguel Ángel Gálvez, cuando dicte su resolución, después de que la Fiscalía de Derechos Humanos del Ministerio Público (MP) presentara la acusación en contra de 11 militares y expolicías que fueron ligados a proceso por los delitos de desaparición forzada; delitos contra los deberes de la humanidad; asesinato; asesinato en grado de tentativa y ejecución extrajudicial.

Entérese más aquí:

Militares y expolicías acusados en el caso del Diario Militar inician etapa intermedia

A continuación transcribimos las intervenciones de cuatro querellantes en el caso:

María Elisa Meza Paniagua

María Elisa Meza Paniagua, hija de Gustavo Adolfo Meza Soberanis, detenido-desaparecido, el 7 de septiembre de 1983; y de Ana Elizabeth Paniagua Morales, torturada en febrero, de 1988. Abril de 2022. Foto: Juan Rosales

A veces nos toca hacer cosas como estas. Luchar. Luchar para encontrar respuestas sobre, en este caso, mi papá. Yo no pedí vivir esto, señor juez, pero los sindicados así lo quisieron. Y yo, como mi papá, mi mamá y mi tía, no me iba a quedar sentada sin ellos. Así que aquí estoy. Haciendo lo que me tocó. Pedir justicia, cuestionar a los sindicados por el paradero de mi papá y señalar al responsable de la violación y el asesinato de mi tía.

Yo me merecía tener una familia. A mi mamá, a mi papá y a mi tía. A los cuales yo pudiera nombrarles así.  Con los cuales yo pudiera contar y hablar de nuestras historias y vivencias juntos y juntas. Pero los sindicados decidieron desaparecer a mi mamá y a mi papá, matarme a mi tía y por último matarme a mí mamá.

No me iba a quedar callada después de lo que los sindicados hicieron a mí alrededor. Aquí estamos, porque somos las voces de ellos y ellas. Somos las más de 45 mil. Somos las mujeres y los hombres que violaron, torturaron, desaparecieron. Somos las niñas y los niños que dejaron sin uno o dos, como en mí caso. Las niñas y los niños que perdieron la identidad. Somos seres humanos que soñaban con una Guatemala más justa. Somos las y los sobrevivientes. Somos las y los combatientes, que su único delito fue pensar diferente. Anhelar una vida digna y justa para todos y todas. Ahora somos nosotras y nosotros  los ojos de ellas y ellos, que aquí estamos para recordárselos.

Yo soy Ana Elizabeth Paniagua Morales, Gustavo Adolfo Meza Soberanis, Mayra Janet Meza Soberanis, Abel Domingo Soberanis Reyes, Luz Aydee Méndez, Otto René Estrada Illescas, Julio Alberto Estrada Illescas, Rubén Amílcar Farfán, Ismael Salanic. Soy María Quirina, Juanita, Marco Antonio Molina Theissen, Rolando Melgar, Isaura.

Somos todas y todos. Y hoy estamos trayéndolos a la memoria y reivindicándolos.

Quisiera también hablar sobre todos los que nos siguen lastimando. Hablando mal de todas y todos los querellantes. No les es suficiente todo el daño que nos han hecho.  Y aquí siguen llamándolos inocentes. ¿Cómo es posible que después de tantos años de dolor, nos sigan torturando con palabras falsas. Queriendo desestimar el trabajo que por años ha hecho el Ministerio Público y las familias. Pero no se espera menos de parte de la defensa si perdieron su dignidad con dinero lleno de sangre defendiendo militares asesinos.

A los sindicados y a sus defensas, si ellos creen en Dios, pues que le pidan perdón, porque yo, no olvido, no perdono y no me voy a reconciliar.

Este es mi papá, señor juez, Gustavo Adolfo Meza Soberanis, médico cirujano. Era un revolucionario, pensador diferente. Él era mi papá y sabiendo quién era él, no podían ellos esperar que yo me quedara sentada con los brazos cruzados durante tanto año, donde yo le sigo buscando.

Por el amor que le tengo a él, a mí mamá y a mi tía, por eso es que sigo buscando justicia, porque no solo soy una víctima, yo soy sobreviviente como todas las familias que estamos aquí, representando a las personas que hoy estamos buscando y por las cuales buscamos justicia.

Manuel Antonio Farfán

Manuel Antonio Mendoza Farfán, de FAMDEGUA. Abril de 2022. Foto: Juan Rosales.

“Todavía cantamos, todavía pedimos, Todavía soñamos, todavía esperamos

A pesar de los golpes
Que asestó en nuestras vidas
El ingenio del odio
Desterrando al olvido
A nuestros seres queridos

Que nos digan adónde
Han escondido las flores
Que aromaron las calles
Persiguiendo un destino
¿Dónde, dónde se han ido?”.

Gracias Señor Juez. El Ministerio Publico le ha presentado toda la información y documentación  necesaria  para su resolución y esperamos que los acusados puedan ser llevados a un juicio oral y público, para ser escuchados, juzgarlos y determinar si son o no culpables. Hemos trabajado incansablemente décadas, coadyuvando al Ministerio Público, para llegar a este momento de poder verlos frente a frente y señalados  por los delitos de desaparición forzada, delitos contra los deberes de la humanidad,  delitos de asesinato de nuestros familiares.

Hemos escuchado detenidamente al Ministerio Publico y a cada uno de nuestros abogados y abogadas, que nos representan como querellantes a quienes representamos a las madres y padres que iniciaron esta lucha, a  hijos e hijas de hombres y mujeres que  fueron detenidos desaparecidos, y quienes  luchaban, acompañando a un pueblo que ha sufrido y sigue sufriendo la exclusión, la discriminación, la pobreza y la corrupción.

Estoy aquí, representando a sobrevivientes y familiares que hemos sido víctimas del delito de la desaparición forzada. Represento a la asociación FAMDEGUA, que por 30 años ha buscado la verdad, la justicia y especialmente para que no vuelva a ocurrir este hecho tan brutal que nos ha marcado a miles de familias guatemaltecas.

Durante este tiempo, hemos confirmado el grado de saña y maldad que el ejército ha tenido con su propio pueblo, hemos acompañado a familiares en 155 exhumaciones en cementerios clandestinos, la mayoría en instalaciones militares, recuperando a 1861 víctimas y ha sido posible identificar a 400 personas desaparecidas.

Hemos acompañado a familiares sobrevivientes y victimas de casos violaciones a los derechos humanos durante el conflicto armado interno como representantes y querellantes en los casos de las Dos Erres, los Josefinos, Panzós, el de la antigua zona militar No. 21, de Cobán Alta Verapaz, que han demostrado la barbarie que el ejército de Guatemala ha realizado.

Así también, hemos representado en los casos de desaparición forzada en el caso de Choatalum, en Chimaltenango; y el de Edgar Chegüén, en Chiquimula.

Ha sido muy difícil este camino de búsqueda de la verdad, encontrar información.  Desde el momento que detuvieron ilegalmente a nuestros familiares hemos salido a la calle a buscar información, hemos presentado exhibiciones personales para garantizar su integridad. Estuvimos en las diferentes instalaciones de la Policía Nacional, en hospitales, fuimos a morgues y cárceles para saber si se encontraban allí nuestros familiares y siempre nos negaron información de dónde se encontraban nuestros familiares, negando la verdad de los hechos.

Como ahora, siempre han ocultado, obstaculizado el derecho que tenemos como víctimas y sobrevivientes, negándonos el derecho a acceder a la justicia y negar haber pertenecido a un sistema clandestino para realizar acciones ilegales.

¿Por qué digo esto? Ha quedado clara la exposición del Ministerio público, presentando el circuito clandestino que se estableció para, identificar, vigilar, controlar, capturar ilegalmente, trasladar en instalaciones militares, torturar, ejecutarlos extrajudicial y posteriormente enterrarlos clandestinamente.

Señor juez, nuestra lucha no ha sido de un día, hemos vivido con este dolor más de 38 años de búsqueda incansable a nuestros familiares, nosotros los amamos. Los responsables pensaron que al eliminarlos iban a borrar toda la evidencia de esos hechos, pero de tanta violencia quedó la semilla y ha germinado en tierra fértil. Hemos sido abonados por mujeres y hombres intachables, que nos han enseñado con valentía, honradez y dignidad esta lucha, por eso estamos hoy aquí, con la frente en alto los hijos, nietos, sobrinos, hermanos para continuar con dignidad y alcanzar la justicia y exigir la verdad señalando a los responsables.

Si a nosotros como familiares nos hubieran dado la oportunidad de saber que estaban detenidos, porque habían cometido un delito y que serían juzgados los hubiéramos podido acompañar y luchar por su inocencia. Así como ahora ocurre los familiares de los acusados están pendientes y cuidando a sus padres, esposos. Sigue existiendo desigualdad.

Es preocupante señor Juez escuchar el mismo discurso de impunidad, para proteger y justificar estos hechos de violaciones a los derechos humanos realizados por militares y policías responsables. Es evidente que no proporcionaran información, seguirán negando su responsabilidad, como lo hacían en la década de los ochenta.

Por ello, las familias nos hemos organizado para tener fuerza y acompañarnos, para soportar este muro de impunidad. Nos ha unido el dolor, la angustia y especialmente la esperanza de volverlos a tener en nuestros hogares.

Lamentablemente, muchas de nuestras madres y padres han fallecido algunos se encuentran muy mal de salud, pero mantuvieron y mantienen la esperanza en este proceso para dignificar su memoria, dignificar sus vidas y especialmente borrar en el imaginario social que eran enemigo interno, algo que ha realizado el ejército de Guatemala para justificar la brutalidad y ensañarse en población civil organizada.

Y aún más preocupante, que algunos responsables estén falleciendo impunemente, y otros se encuentran enfermos, como consecuencia de que la justicia está llegando demasiado tarde para nuestras familias.

En esta fase intermedia señor juez, el Ministerio Público ha presentado información y documentos para nosotros valiosísima. Saber que en la casa del jefe del Departamento de Investigaciones Técnicas, conocida como el DIT,  Gustavo Adolfo Oliva Blanco se capturan documentos de la década de los ochentas donde se tienen perfiladas, controladas, vigiladas a mujeres y hombres que exigían en su momento el aparecimiento y exigían información de nuestros familiares. Esto nos confirma que las fundadoras y dirigentes del Grupo de Apoyo Mutuo nuestras madres, fueron contraladas, vigiladas y perseguidas por exigir y organizarse fueron categorizadas también como enemigas internas y claro ejemplo fue los asesinatos de Héctor Gómez Callito y María del Rosario Godoy Aldana de Cuevas en abril de 1985.

Así también, el control, vigilancia de mi madre Aura Elena Farfán. Nosotros como familia lo sabíamos muy bien, hacían llamadas telefónicas a nuestra casa y nos decían que nos llegarían a matar y de esa persecución y tortura psicológica, mi madre decidió salir del país en 1985 y mi abuelita y mis hermanos tuvimos que salir de nuestra casa, para irnos a vivir por un tiempo a la casa de mi tío Luis Alberto, para resguardar nuestra vida, en ese momento yo tenía 8 años. Esto ocurre en el contexto de violencia de los años 84 y 85, posterior a los asesinatos de Héctor y Rosario. Pero mi madre tenía un compromiso con Su hermano Rubén Amílcar para  continuar la lucha de encontrarlo y no dudo en  regresar 6 meses después y continúo con la lucha de búsqueda.

Esto es un ejemplo más de que muchas familias, víctimas de la desaparición forzada, fuimos desintegradas y tuvimos que movilizarnos al interior y al exterior del país. Muchos viven en el exilio con el temor de volver…  son las consecuencias de estos hechos atroces que el ejército de Guatemala realizó.

Señor juez este proceso para nosotros como familiares, como sobrevivientes y como  víctimas ha sido sanador. El saber que un juez de garantías como lo es usted, pueda recibir toda la información, documentación y, especialmente, testimonios de sobrevivientes y de familiares que explican cómo sucedieron los hechos de cada una de nuestras familias, cómo hemos vivido y denunciado las barbaries que el ejército de Guatemala realizó, y así poder recibir una resolución basada en derecho, y así  reivindicar a nuestros familiares y que los responsables de estos hechos asuman su responsabilidad. Aquí no debería de existir la cobardía y enfrentar a la justicia, por los  45 mil detenidos desaparecidos, y continuamos exigiendo que nos digan dónde está:

Óscar Rolando Rivas Martínez, Irma Marilú Hichos Ramos, Óscar David Hernández Quiroa, Carlos Guillermo Ramírez Gálvez, Lesbia Lucrecia García escobar, Manuel Salanic Chigüil, Héctor Alirio Interiano, Gustavo Adolfo Castañón Fuentes, Jorge Herrarte, Carlos Ernesto Cuevas Molina, Marco Antonio Molina Theissen, Rubén Amílcar Farfán, Otto René Estrada Illescas, Sergio Leonel Alvarado Arévalo, Luis de León, Luz Leticia Hernández Martin, Iván Ernesto González Fuentes, Carlos Ernesto Contreras Conde, Aarón Ochoa Ramírez, Hugo Leonel Gramajo López, Mario Arturo de León Méndez y Eduardo Antonio López Palencia.

Gracias, señor Juez.

Alejandra Karina Cabrera Tenas

Alejandra Karina Cabrera Tenas, hija del detenido desaparecido, Leopoldo Cabrera. Abril de 2022. Foto: Juan Rosales

Señor juez, agradezco el uso de la palabra que nos concede a las víctimas y de antemano me disculpo si en algún momento lo que expreso pierde sentido o algún conector, que los nudos que atraviesan mi dolor me impidan pronunciar.

Hago propias estas palabras de Amandine Fulchiron y Actoras de cambio en el libro “Ley de Mujeres. Amor propio, autoridad y comunidad de la autora: “Volvimos y somos millones. El Corazón del Cielo y el Corazón de la Tierra se confabularon para que nos podamos encontrar en Guatemala y juntas sanar las heridas de la violación  sexual,  la  guerra,  el  racismo  y  la  colonización;  para  que  juntas renazcamos “como mujeres nuevas” con poder propio y colectivo, y así crear una vida en dignidad, libertad y plenitud para todas”.

Hoy quisiera recordar y dignificar a mis padres Leopoldo Cabrera y Clara Luz Tenas e intentaré recordar la niña que fui y dejé de ser, porque gran parte de mí se rompió el 1 de marzo de 1984, con la desaparición de mi padre.

Ante todo quisiera abrazar la memoria de las mujeres y niñas víctimas del Diario Militar, de las desaparecidas, las ejecutadas extrajudicialmente, las víctimas de violencia y esclavitud sexual, de las sobrevivientes, de la niñez truncada, de las madres que buscaron a sus hijos e hijas o esposos desde el primer día de su ausencia. A todas ellas YO LES CREO, yo le creo a Aura Elena, a doña Ruth, doña Josefa, a Blanca, a Beatriz, a María Eugenia, a Marcia, a Clara Luz, a las que aún viven y dan fe de lo ocurrido. Le creo a mis compañeras en la barra: Wendy y Eli, creo en otros hijos e hijas que, como Paulo en su genuino y legítimo derecho a la verdad, han buscado respuestas que les permitan conocer y reconstruir esa paternidad robada por el terrorismo de Estado.

Yo le creo a la familia de Mayra Jeannette, que describió el estado en el que apareció el cuerpo de su hija.

Les creo, porque logré escapar de la estructura ilegal y clandestina tomando calles de cuchilla en la zona 11, porque viví el hostigamiento que la estructura ilegal y clandestina ejerció contra nosotras apostándose frente a nuestra casa durante más de un año. Porque vi a mi mamá y el impacto que las torturas dejaron en su vida, en su cuerpo y en su salud, porque aun siendo niña la cuidé y curé sus heridas y secuelas. Les creo porque escuché de mi mamá lo que vivió y vio ahí dentro. Les creo, porque yo también perdí a mi padre y mis derechos de niña fueron vulnerados.

Mi padre y madre tenían 53 y 52 años, respectivamente al momento de su captura. Ambos integrantes del Partido Guatemalteco del Trabajo -PGT-, vivieron represión y seguimiento a lo largo de su vida, ya que desde muy jóvenes estuvieron conscientes de las graves vulneraciones a los derechos humanos que se daban en el país.

Clara Luz, mi madre, era enfermera del Hospital San Juan de Dios y junto a compañeras y compañeros trabajadores de la salud, plantearon que las condiciones laborales con jornadas inhumanas debían reformarse. Son esas luchas las que dieron paso a las jornadas laborales que muchos de los que estamos hoy aquí gozamos, como las 8 horas.

Esa participación le costó a mi mamá un exilio en Ecuador y posteriormente, a su regreso, prisión hacia 1965. Durante ese período compartió celda con personas que posteriormente fueron ejecutadas o desaparecidas, como Rogelia Cruz.

Cuando veo la presentación del MP o leo el Diario Militar, las palabras terca o, amante de, pantalla, pienso en las mujeres víctimas, en mi mamá y cómo las políticas de Estado han criminalizado a las mujeres que defienden derechos humanos.

Señor juez, ni toda una vida de represión, persecución, criminalización o el último y brutal acto cometido contra mi madre, lograron quebrar su anhelo de un país justo, en el que la dignidad humana fuera el centro de toda política y acción de Estado y la necesidad de defender derechos (a lo que ella llamaba lucha). Minutos antes de morir, 26 años después de los hechos, me dijo: hija, la lucha era necesaria y sigue siéndola.

Mi niñez

Sin duda, eventos tan traumáticos como estos quedan como una marca indeleble en nuestra memoria. Tendría entonces unos cinco años, pero recuerdo con mucha claridad que años previos al secuestro de mis padres, llegaron más de una vez a mi casa a catear, nunca llevaron una orden de juez, con violencia empujaban la puerta, con armas largas y con suma agresividad hacían preguntas a mi madre, revolvían y tiraban todo por donde pasaban, después teníamos que recoger platos, comida, libros, juguetes y recuerdo muy bien que después me sentía sucia al usar mi ropa manoseada por esos hombres. No puedo imaginar la sensación de otras niñas y mujeres después de que integrantes de estructuras ilegales y clandestinas cometieron actos atroces contra sus cuerpos. Es innombrable.

El último cumpleaños que celebré junto a mis padres fue el número 8. Aún recuerdo el pastel que me hizo mi mamá sobre la mesa del comedor, en esa misma mesa uno de los integrantes de la estructura ilegal y clandestina, en un acto sumamente simbólico, defecó dejando su marca y su recuerdo imborrable, indecible, asqueroso.

Imposible sería no recordar ese 1 de marzo de 1984. En el desayuno, mis papás nos prepararon huevos tibios con unas gotitas de limón, pan blanco de rodaja tostado y café. También recuerdo las risas, el amor, el abrazo antes de salir a estudiar, el peso de mi bolsón en la espalda, ese día había frío y llevaba un gorro de lana en mi cabeza. Como ya he mencionado otras veces, recuerdo muy bien que al avanzar unos pasos sobre la calle volteé a ver y mi padre me decía adiós desde la ventanilla de la puerta y esa fue la última vez que nuestras miradas se reflejaron. Por esa puerta ingresó la panel blanca horas más tarde, para llevarse a mi madre también.

A los integrantes de estas estructuras no les bastaba con violar a mujeres y niñas, torturar a sus víctimas. Además eran delincuentes, se robaron todo cuanto teníamos. Como ya se ha mencionado acá, mi papá era el secretario de finanzas del Partido Guatemalteco del Trabajo, no me sorprende que el primero del mes se llevara a cabo el operativo, pues mi padre tenía en su poder algunos ingresos que guardó en uno de sus escritorios. Un escritorio que al no poder abrirlo, se lo llevaron.

Mis padres eran personas cultas, formadas, les gustaba la música y la literatura, había en casa una enorme librera con una colección de libros. A mi papá le gustaba la música y nos compraba instrumentos musicales. El órgano, un acordeón, los demás instrumentos, nuestros juguetes y ropa, todo se lo robaron, incluido un tocadiscos, que recuerdo muy bien, porque en él ponía un disco de acetato pequeño con mis canciones favoritas del grupo Abba, era una niña y me gustaba dar vueltas con mi mamá escuchando esas canciones, que después no pudimos volver a escuchar, a disfrutar, porque le recordaban a mi mamá la música a todo volumen que ponían mientras la torturaban.

El exilio

Como mencionó la licenciada Tzul, un sobreviviente también registrado en el Diario Militar habló con mi mamá luego de su liberación, él le transmitió un mensaje de mi papá, que aún se encontraba con vida, en muy mal estado de salud y con una grave herida en un pie, producto de las brutales torturas. A través de esta persona, mi papá le pidió a mi mamá que saliéramos del país, pues sólo así salvaríamos nuestras vidas, fue así como a finales de abril de 1985 salimos hacia la Ciudad de México.

Los exilios son muy duros señor juez, porque nos apartan de nuestro entorno, familia, todo lo conocido. Recuerdo con amor el día que amanecí en México, ese día en el que de alguna forma volví a nacer.

Yo iba enferma y la noche anterior había llorado mucho, quería volver a Guatemala y en mi inocencia de niña quería estar aquí para cuando liberaran a mi papá y lo que contó mi abogada es cierto, el 30 de abril, un ruido que venía de la calle me despertó y cuando me asomé a la ventana, vi niñas y niños con pantalonetitas de colores cantando y con globos que brillaban y pensé este debe ser un buen lugar. Aquí los niños salen a la calle y ríen. Se veían libres y felices. Seguros.

El segundo recuerdo es después del terremoto, cuando en una noticia vi a rescatistas, y que uno de ellos tenía sus manos llenas de polvo, agrietadas y con manchas de sangre, ese hombre tenía sus manos manchadas de su propia sangre que se sacó en el intento desesperado de rescatar personas que aún se encontraban con vida bajo los escombros.

Estas imágenes me permitieron sentir que podía reparar partes que se rompieron en mí, como la confianza en la humanidad.

Meses más tarde tuvimos que llevar a mi mamá a la emergencia del hospital, estuvo en coma varios días, tuvieron que intervenirla y pasó alrededor de 3 meses hospitalizada, su herida se infectó y tuvo que ser operada de nuevo.

Los médicos nos preguntaban por mi papá y específicamente si nos golpeaba o si vivíamos violencia en casa. También le preguntaron a mi mamá, pues según las palabras de médicos que la atendieron, parecía como si una manada de animales había pasado sobre ella. Mi mamá respondió que mi padre era un hombre amoroso y respetuoso, que había sido brutalmente torturada por el ejército de Guatemala y que estábamos allá huyendo de la represión.

Durante esos meses quedamos totalmente solas en una ciudad desconocida. Años más tarde cuando los hijos de mis primos y conocidos fueron creciendo y tenían entre 9 y 10 años tomé conciencia de la gran vulnerabilidad en la que me encontré en aquél momento y la forma en que las políticas de exterminio contra personas civiles traspasaron fronteras vulnerando aún a la distancia, todos mis derechos.

A veces mi mamá nos contaba fragmentos de esos 4 días: la corneta, la música a todo volumen, el chorro en la pila, la tina sucia con excrementos y sangre, los gritos de otras personas, los toques eléctricos, las uñas arrancadas, la desnudez forzada, la violencia sexual, pezones mutilados, fragmentos que ya he expuesto en esta sala. Una de esas ocasiones me dijo (y disculpe señor juez por estas palabras) a veces a las mujeres les introducían objetos o ratas pequeñas por su recto o vagina, para que en su desesperación las desgarraran por dentro. Yo le creo a Clara Luz, mi madre, una mujer sobreviviente, franca, transparente, sincera.

En esa intervención quirúrgica a mi mamá le retiraron más de metro y medio de intestino, su tejido estaba muerto. Señor juez qué puedo yo imaginar que hicieron con el cuerpo de mi mamá durante esos cuatro días.

La abogada Jovita Tzul, quien me representa describió ampliamente las dimensiones del horror, de las múltiples violencias de las cuales fueron víctimas las niñas y mujeres. Señor juez, las graves violaciones a los derechos humanos y a la vida de las mujeres en nuestro país han dejado secuelas graves en la sociedad.

No es casual que mujeres y niñas desaparezcan cada día, que aparezcan mutiladas y con señales de tortura y violencia sexual. No es normal que 56 niñas sufran graves quemaduras en un hogar donde se suponía que el Estado debía protegerlas.

No es normal que hasta marzo de este año, el sistema nacional de salud reportara 566 nacimientos de niñas madres, de entre 10 y 14 años, producto de violencia sexual. Es que no es una, son 566 niñas, señor juez.

Por eso, parte de nuestro anhelo es que, en este proceso, no sólo nos permita conocer la verdad sobre dónde están nuestros familiares y que responsables afronten sentencias acordes a los hechos que cometieron, sino que aporte a las garantías de no repetición, para que ninguna niña-niño vivan este horror nunca más.

Señor juez, yo no soy abogada, pero lo que he entendido de lo que ha expuesto el MP y los abogados de la querella hasta este momento, es que cada elemento que integró esta estructura ilegal y clandestina tenía una función que era fundamental para alcanzar los objetivos de ese plan común y la erradicación del enemigo interno, en el cual con saña incluyeron niñas, niños, y mujeres embarazadas.

A mi entender, si tan sólo una de las piezas se hubiera soltado, hubiera denunciado, se hubiera negado, hubiera puesto un alto a los excesos (como ellos les llaman), nuestros familiares no se encontrarían a la fecha en el circuito clandestino de desaparición forzada. Nuestros familiares no hubieran sido brutalmente torturados en prisiones clandestinas, niñas, mujeres y mujeres embarazadas no hubieran sido violadas como una tortura especialmente enfocada en ellas, por su condición de género y con el objetivo de obtener información.

No se esconden 45 mil cuerpos sin la complicidad y el silencio de quienes saben dónde están.

Las víctimas de desaparición forzada del Diario Militar, así como las 45 mil víctimas en total PERMANECEN dentro del circuito clandestino de desaparición forzada, porque cobardes no han tenido el valor de decir dónde están.

Los crímenes de desaparición forzada buscan anular la existencia misma de la persona víctima. Se sigue negando la existencia de nuestros familiares, se continúa criminalizando a nuestros padres y madres, su única arma fueron sus ideas y su sueño de un país justo. Qué desigualdad de condiciones, qué desmedida fue la fuerza ejercida.

Nosotros hemos sido respetuosos del debido proceso que dicta la ley, hemos esperado pacientemente la justicia durante casi 40 años y estamos aquí de frente, dando la cara.

A la sombra de la estructura clandestina, con cables de electricidad y alicates en sus manos tuvieron el valor de torturar a nuestros familiares. En esta sala se han respetado derechos y condiciones de salud. A los señores que están aquí sentados les digo que jamás le han hecho mérito al llamado honor del Ejército, jamás han tenido el valor de decirnos dónde están. Tengan dignidad y respóndanme: ¿dónde están nuestros familiares, dónde está mi papá Leopoldo Cabrera, dónde lo escondieron? Devuélvanme a mi papá, tengan honor.

Señor juez, me sumo a la solicitud de que los acusados sean enviados a juicio.

En las barracas de campos de concentración, nombres, iniciales y dibujos que dan fe de la existencia de aquellas personas y sus anhelos de libertad y cómo expresaron sus sentimientos ante la certeza de la muerte.

Los abogados que nos representan hicieron mención de mensajes que nos enviaron nuestros familiares que expresaban ese amor que nos tuvieron, “Wendy te quiero”, dijo Luz Haydee. Por su parte, a mi mamá le tomó al menos 20 años entregar el mensaje que me envió mi papá el 4 de marzo de 1984 cuando los obligaron a despedirse, era un recuerdo doloroso. Decile a la nena que nunca deje de reír, un mensaje inocente tal vez, pero profundamente valioso tomando en cuenta que era para una niña de 8 años a la que le habían arrebatado a su padre y la niñez.

A mi papá quisiera decirle que no ha habido un sólo día que no lo piense, que no lo recuerde, que no abrace el amor y la libertad con la que me crio, que aunque no ha sido fácil y me costó mucho tiempo recobrar la alegría, no he renunciado a la ternura, a la felicidad, ni a sonreír y que seguiré buscándole hasta el día que me muera.

A mi mamá le diría: si mamá tenés razón, la lucha por la justicia sigue siendo necesaria y continuaremos nombrando la verdad de lo que vivimos hasta que el retorcido y negacionista discurso de odio se quede sin eco, porque como dijo mi compañera Eli, somos hijas de la dignidad, del amor.

Somos semillas de amor, somos la semilla que no lograron exterminar.

Salomón Estrada Mejía

Salomón Estrada Mejía, hermano de Félix. Abril de 2022. Foto: Juan Rosales

Gracias, señor juez. Efectivamente, llevamos en el caso de mi familia 15 años de estar esperando que estas estructuras, ya demostrado por el Ministerio Público, nos digan ¿en dónde están nuestros desaparecidos?

Yo elaboré está infografía de mi hermano, él así salió, señor juez, hace 38 años. Les voy a mostrar el rostro de Félix Estrada Mejía, porque es del día 15 de mayo. Y ese día, señor juez, planificaron y ejecutaron la detención, el traslado de nuestros familiares sin orden de juez competente.

Mi hermano Félix Estrada Mejía, dice, fue detenido el 15 de mayo. Él era miembro de la Coordinadora de Estudiantes de Educación Media. Tuve la suerte de verlo por última vez. Llevaba sus zapatos de gamuza, su pantalón gris, su camisa polo.

Y es triste y lamentable escuchar en esta sala que digan que nosotros estamos inventando, que ellos eran honorables, que ellos cuidaron al “puma”, y nosotros nos preguntamos: ¿ellos tenían la obligación de cuidar a la ciudadanía? Pero se volvieron aparatos operativos  junto al ejército, para detener a 45 mil detenidos.

Nosotros tenemos la suerte de que es el caso 131, de 45 mil, y 5 mil niños. Ya el Ministerio Público demostró que bajo su poder, y para alegría nuestra, 131 personas. Y este es el caso de Félix.

Mi señora madre, hoy voy a dignificar la memoria de ella, ya falleció, mi señor padre ya falleció. Ellos murieron creyendo que Félix estaba vivo, porque nunca vieron su cuerpo. Sin embargo, en la investigación que ha hecho el Ministerio Público y nosotros que hemos trabajado el caso del Diario Militar, lastimosamente para nosotros, los primeros seis cuerpos aparecen en un antiguo destacamento del ejército.

Hoy, estos señores acusados, tienen la oportunidad de decirnos dónde están los restos de nuestros familiares. Ya no pueden esconder que no los metieron en destacamentos y que los tuvieron en cárceles clandestinas, en la zona 1, en la Guardia de Honor, Mariscal Zavala, Departamento de Investigaciones Técnicas, el BROE.

Entonces, hoy, humildemente y utilizando las palabras de mi señora madre, ella decía: ¿por qué se lo llevaron? ¿Qué les hizo? ¿En dónde lo tienen? ¿Por qué no hacen que escriba una carta diciendo que está bien? Y lamentablemente nunca sucedió eso, señor juez.

Tuve que esperar 15 años, porque en 1999 aparece, que el 15 de mayo fue detenido-desaparecido. Mi hermano todavía celebró el 10 de mayo sin saber que el 15 de mayo lo iban a desaparecer. Otro dato, señor juez, mi cumpleaños es el 19 de mayo y él aprovechó esa fecha, para celebrar el 10 de mayo y mi cumpleaños.  Sin saber que, el 15 de mayo, después de haber salidos de la casa, él salía a correr todos los días, de 5 y media a 6 y media, y dormíamos juntos, aquí lo he dicho. Dormíamos juntos, no es un delito, así era en 1984.

Por eso digo que tengo la suerte de haberlo visto la última vez como salió, y cuando aparece el Diario Militar, en 1999, fui al Ministerio Público. Lastimosamente aquí en Guatemala la impunidad reino y mirábamos, como decía un distinguido profesional, estamos viendo la luz. Esa luz la estamos viendo a partir de que hoy, 38 años después, estamos cara a cara con los que supuestamente tenían que velar por la seguridad de nosotros.

Pero no fue así, señor juez. El profesor Luis de Lión, le hizo un poema a Oliverio (Castañeda) que dice: “pudieron desaparecer tu cuerpo, más no tus ideales”. Ese compromiso es el que tenemos hoy nosotros. Somos la voz de nuestros familiares, somos la voz de los que no pueden estar aquí, pero que en su momento van a estar aquí también. Porque están en su legítimo derecho de incorporarse a un proceso nacional, ya dictado por la Corte Interamericana, por el caso José Gudiel Álvarez versus el Estado de Guatemala, Diario Militar.

Así se oponen a esas sentencias, pero a nosotros aquí se nos negó el derecho de que tuviéramos la justicia y la Corte demanda al Estado que se investigue y se procese a los responsables.

En el tiempo del conflicto armado, hasta los medios (de comunicación) jugaron su papel, “se detuvo a fulano de tal, por hombres desconocidos”, para que no se reconociera la identidad, pero para nuestra suerte existe el Archivo Histórico de la Policía Nacional, ahí está el trabajo que ellos hacían, ahí están los nombres, las fechas. Hoy tienen sus abogados, los están defendiendo y usted nos ha demostrado que el derecho a la vida se defiende dando nuestro testimonio.

Ellos hoy tienen la oportunidad de decirle, señor juez, ¿en dónde está Félix Estrada Mejía? ¿En dónde está Amílcar Farfán? Otto René Estrada Illescas, Carlos Cuevas, el profesor Luis de Lión, Luaiza Molina, Godofredo y su esposa detenidos en Mazatenango, el 14 de febrero. Tienen la oportunidad de decirnos, señor juez.

Y aparte de eso, señor juez, hay que ponerle interés a las desapariciones colectivas. Porque mi hermano fue detenido-desaparecido y 21 días después, junto a profesor Luis de Lión, el 5 de junio de 1984, lastimosamente le dieron 300. Quiere decir que fueron detenidos, llevados a una cárcel clandestina, fueron torturados, y 38 años después ese delito sigue siendo un delito continuado.

La Fundación de Antropología Forense de Guatemala, trabajó un documento que se llama: Propuesta de investigación destino final de las víctimas de la desaparición forzada en Guatemala. Quiero, señor juez, que se le ponga interés a las desapariciones colectivas. Porque está en la página 92: las desapariciones del 5 de junio de 1984. Es el caso 122, Edgar Saturnino Gutiérrez, 5 de junio de 1984, PGT, miembro de la juventud, contacto con el ala izquierda del PGT, mi hermano tiene esos datos.

Pensar distinto no es un delito. Y nuestros desaparecidos ya nadie los puede callar, señor juez. Segundo caso, del 5 de junio: Alejandro Hernández González, PGT, miembro del Comité del Sector Trabajadores del Estado, miembro del órgano medio Mediterráneo. Caso 131: Félix Estrada Mejía, PGT, enlace entre la dirección y educación media,  ala del PGT, ala izquierda, miembro de la Coordinadora de Estudiantes de Educación Media. El profesor Luis de Lión, de la base del órgano medio, PGT.

Caso 138: Sergio Leonel Alvarado, PGT, miembro del aparato de organización PGI. Caso 141: Paulo Cruz M, PGT, combatiente del PGT. 142: Loreto Vico Toc, PGT. ND. Caso 144: Gerardo Ico Chum. Caso 145: Oswaldo López Hernández, PGT, miembro del comité de base, ala izquierda del PGT, responsable de la casa donde se reunía el CC. 146: Pablo Gilberto Hernández, PGT, base de apoyo del PGT. Caso 150: Nicolas S. Xinicó, PGT, combatiente del núcleo. Caso 151: Flavio Xinicó, PGT, combatiente del núcleo. 152: Bernardino Rafael Ramírez Canahual, PGT, combatiente del núcleo; y el último caso, señor juez, que da un total de 14 personas asesinadas con el número 300, Marta Lidia Rivera Chacón, 5 de junio, PGT, encargada de mantener contacto entre ORPA y PGT Núcleo.

Quisiera que se le diera importancia a esos entierros colectivos, por los seis encontrados en San Juan Comalapa, señor juez. Eso registra la brutalidad contra el glorioso ejército, porque fue Turcios Lima y Yon Sosa los miembros del ejército, que iniciaron este conflicto. ¿Y por qué lo iniciaron? Por los actos de corrupción que se vivían en 1960.

Hoy, señor juez, aquí estamos. Somos las voces de los 45 mil y de los 5 mil niños que nos hacen falta, les decimos a los señores acusados: tienen la oportunidad como lo estamos haciendo nosotros. 38 años, señor juez, no nos hemos cansado, porque eso es lo que aprendimos de Aura Elena y de cientos de mujeres que dijeron: “toda vez que ustedes tengan la oportunidad, contemos nuestra verdad”, señor juez. Por lo que me adhiero a que sean llevados a juicio oral y público, porque nos asiste ese derecho, señor juez. Y si ellos son inocentes, que lo demuestren. Usted nos ha demostrad, para las nuevas generaciones, que el respeto a la vida es con dignidad, con humildad, y sobre todo, con mucho respeto. Le doy las gracias, porque esa luz tiene que salir por nuestros familiares y por los propios familiares de ellos. Como lo dijo el compañero Manuel: “hoy vemos como la esposa del señor Jacobo a estado durante una año, por qué, por el amor a él”, imagínese nosotros: 38 años, por el amor a nuestros hermanos. Porque a veces nos dicen: “estos saber qué interés tienen”, el interés de que se sepa nuestra verdad y haya justicia y que ya no haya repetición por los 45 mil desaparecidos. Gracias, señor juez.

Wendy Santizo Méndez

Wendy Santizo Méndez. Foto Maggie MacPherson CBC

“Honorable juez, cuando yo era una niña, de nueve años, fui violada y torturada por hombres que hoy se encuentran en la sala acusados de crímenes de lesa humanidad. En aquel entonces, en medio de la guerra en 1984, yo nunca tuve la posibilidad de señalar a los responsables, nunca tuve la oportunidad de quebrar la amenaza que ellos pusieron sobre mi cabeza de que si hablaba de lo que me habían hecho me iban a matar. Hoy en día que ya han pasado 25 años desde que se firmaron los acuerdos de paz, yo tengo la madurez y la conciencia para defender los derechos humanos de la niña que fui, para asegurar que ninguna niña o niño en Guatemala sea violado y torturado porque sus padres y madres piensan que la niñez no merece vivir en la calle, porque sus padres y madres piensan que el agua es sagrada y debe protegerse, porque sus padres y madres piensan que la tierra debe ser para quienes la trabajan.

Honorable juez, por favor ayúdenos a fortalecer el estado de derecho en Guatemala y envíe a estos hombres a juicio oral y público, para que de manera democrática se esclarezca la verdad sobre el paradero de nuestros familiares detenidos desaparecidos, y las nuevas y futuras generaciones sepan que estamos construyendo una sociedad donde crímenes como la tortura o la violencia sexual no son aceptables, ni aplaudidos.

A mi mamá, Haydee, también te quiero. Te amo del tamaño del universo, te estoy buscando mamá, por favor ayúdanos a encontrarte a ti y a los demás tíos y tías desaparecidos, recuérdale a los esbirros lo que significa ser humano, que pierdan el miedo y rompan su pacto de silencio para dar con tu paradero.

Gracias honorable juez por escuchar mis palabras”. Wendy Santizo Méndez

*Texto compartido por Alejandra Cabrera.  

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