La condena de César Montes no es un acto de justicia, es una venganza política

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Créditos: Prensa Comunitaria
Tiempo de lectura: 3 minutos

Por Iskra Soto

La condena de César Montes no es un acto de justicia, es una venganza política y el trofeo que los militares fascistas de Guatemala llevan persiguiendo durante décadas. Los 175 años de prisión inconmutables no pueden interpretarse de otra manera que una revancha política de un sector que sabe que está en peligro de extinción y lleva muchos años siendo juzgado y condenado, por genocidio y crímenes de lesa humanidad contra el pueblo de Guatemala. Porque, les guste o no, Guatemala es el único país de América Latina donde se ha investigado en profundidad, se ha documentado exhaustivamente y pese a todos los obstáculos y a la criminalización de organizaciones defensoras de los Derechos Humanos, se han logrado condenas por delitos de genocidio y delitos de lesa humanidad en las que se señala al Estado de Guatemala como autor de dichos crímenes, concretamente al Ejército.

Bajo el desdeñable argumento de “si nos juzgan a nosotros, entonces a los guerrilleros también”, estos sectores han conseguido sus titulares a través de convertir a César Montes en el hombre más buscado de Guatemala, la cacería de brujas que le continuó y finalmente con la reciente condena a cumplir una pena desproporcionada con los delitos que se le imputan.

Jurídicamente, el caso penal de César Montes no se sustenta de ninguna manera. Desde su captura, todo el proceso ha sido irregular. El Estado de Guatemala ha violado sus derechos humanos, se han violado la constitución política de Guatemala y las leyes nacionales e internacionales. Recordemos que fue capturado en México e inmediatamente extraditado, violando todos los procedimientos establecidos. Ha permanecido casi dos años en prisión preventiva en espera de juicio, en condiciones infrahumanas.

Se le condena señalado de cometer asesinato y asesinato en grado de tentativa. Otras ocho personas fueron condenadas a penas de entre 75 y 173 años de prisión por el mismo caso, entre ellas, hay tres mujeres. César Montes y las otras personas condenadas, no han tenido el derecho a un juicio justo con garantías procesales. El resultado de esto ha sido la aplicación de penas crueles e inhumanas en su contra, por parte de un sistema judicial cooptado, que no ha cumplido con los principios de Independencia e Imparcialidad.

Pero en Guatemala sabemos que todo esto forma parte de nuestra realidad plagada de injusticias y abusos cometidos por parte de las elites de poder en el país. Estoy segura de que el propio César lo entiende de esa manera, como parte de la lucha a la que decidió entregar su vida hace ya muchos años. Es sumamente admirable ver a César firme, entero y enfrentando con valentía, esta batalla política que libra en el ocaso de su vida.

César Montes, siendo un personaje de luces y sombras, como suele suceder con personas con su trayectoria, ha entregado su vida entera a la lucha revolucionaria. Desde que era un joven adolescente se involucró en los movimientos de lucha estudiantil. Fue fundador de las FAR desde que se gestaron en 1960, también fue fundador del EGP. Luchó hombro con hombro junto a los hombres y mujeres con quienes compartió ese momento histórico, no solo en tiempo y espacio, también coincidió con ellas ideológicamente, políticamente y en el desarrollo de la praxis política de aquel momento. Continuó su vida poniendo en práctica los principios de solidaridad e internacionalismo, algo que le ha valido el reconocimiento en diferentes procesos de lucha y en países como Nicaragua, El Salvador, Uruguay, México.

Sorprende mucho ver el poco o nulo reconocimiento y apoyo que recibe César Montes por parte de sus excompañeros y excompañeras, también por parte de los sectores de la izquierda progresista en Guatemala. No hago juicios de valor, pero imagino que tendrá que ver con las causas profundas que han llevado a la desunión y desarticulación del movimiento revolucionario en el país. Sin embargo, preciso señalar, que todas las personas que entregaron su vida a la revolución estaban conscientes de que el precio que podrían pagar era muy alto, muchas de ellas lo pagaron. Pero a mi juicio, el precio más alto, es la condena que se hace a través del silencio y la indiferencia entre compañeros y compañeras. Una gran revolucionaria una vez me dijo “el grado de compañeros es el grado más alto que se puede alcanzar, porque cuando decides ser compañero o compañera, estás dispuesta a defender la vida de los demás, incluso con la tuya misma”.

La condena de César Montes es un acto de venganza política que nos afecta a todas las revolucionarias y revolucionarios. Haciendo uso de las nuevas consignas y de mi consciencia feminista digo “Si tocan a una, nos tocan a todas”, si tocan al Comandante César Montes, nos tocan a todas las revolucionarias y revolucionarios.

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