El régimen electoral de la USAC en escena: autonomía sin gobierno democrático viene a ser un contrasentido (II parte)

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Créditos: Carlos Fredy Ochoa
Tiempo de lectura: 4 minutos

Por Carlos Fredy Ochoa

Al momento de escribir esta nota, se halla en marcha un escandaloso proceso de intento de manipular las elecciones a rector de la USAC, orquestado por una maquinaria de autoridades y funcionarios en ejercicio al servicio del candidato que ha dispuesto de mucho dinero oscuro para impulsar sus pretensiones.

Representantes Estudiantiles ante Consejo Superior Universitario (CSU), han denunciado que  en la sesión extraordinaria de este martes 26, acordaron por mayoría dejar fuera a siete cuerpos electorales, entre estos el que representa al Colegio Estomatológico. Con esta decisión, prácticamente, se le garantizo la rectoría al candidato de marras.

Es muy preocupante que la USAC este cooptada y no se lleven a cabo elecciones democráticas y transparentes,  recurriéndose  a procedimientos maliciosos similares a los cuales se está manejando la elección de otros altos cargos del Estado.

¿Cuál es el alcance de la situación de la USAC en soporte al pacto de corruptos?  ¿Cómo afectarán las elecciones universitarias de la USAC a la sórdida política general del país que se avecina con las próximas elecciones generales?

En mi columna anterior: El imaginario democrático universitario. Dos claves para su interpretación y recuperación (I parte), quedó trazada una red de tráfico de influencias que compromete a la universidad nacional con el más alto nivel de gobierno de un número cada vez más creciente de instituciones del Estado. La universidad nacional delega actualmente representaciones ante, al menos, 36 cuerpos directivos institucionales, donde actúan en su nombre 78 delegados, la mayoría de ellos en los centros claves de la institucionalidad económica, jurídica, y de infraestructura del país.

Llegados a en este plano, ni la Ley Orgánica (1947), ni el Estatuto de la Universidad (2001), dicen nada sobre su selección, ni respecto a los deberes de estos representantes. En contrapartida, también se desconocen los criterios con los que estos representantes son seleccionados y los argumentos con que estos actúan y toman decisiones en los altos órganos de dirección de este cuadro de instituciones.

Este sistema de representación de la universidad nacional, de opaca actuación, es de urgente recuperación, pues se halla entre las piedras angulares de la caída de la legitimidad de la democracia en Guatemala.

El modelo de elección de las autoridades de la Universidad es difícil de entender, no porque sea muy extraño, sino porque no cesa de acumular contradicciones. Los revolucionarios de 1944 diseñaron un modelo de democratización para la universidad cuyas bases fundamentales son su competencia autonómica y la base de su control democrático. De manera que, autonomía sin gobierno democrático viene a ser un contrasentido.

En sus asuntos internos, el estatuto autonómico universitario comprende el gobierno de lo académico, administrativo y financiero; este sistema se articula por complejos mecanismo internos de decisión. Por un lado, el CSU y las Juntas Directivas de las Facultades; y las Escuelas y Centros Universitarios, por otro lado. Este último es un amplio sector universitario que agrupa 22 centros universitarios, uno en cada departamento del país, y a 9 escuelas no facultativas, que suman 36% y 10% de la población universitaria respectivamente. Casi la mitad de la población universitaria, la cual rebasa ya los 250 mil estudiantes en 2022.

Se trata púes de una macro universidad, en esto sí, entre las más grandes del continente, porque ha venido creciendo a un ritmo que llegó al 10% anual en ciertos años. Esta proyección nos sitúa ante un modelo de crecimiento insostenible, a menos que suceda una absoluta regionalización autonómica de todo el sistema universitario del país.

Con todo y lo impresionante que esta masa de población universitaria representa en un país donde el problema más importante de la educación es el analfabetismo, la cobertura de la educación universitaria resulta muy baja: la relación de estudiantes universitarios por cada 100,000 habitantes es apenas de 7.05% de la población, entre 15 y 34 años; una franja donde el porcentaje de mujeres es levemente mayor (51.45%).

Cuando esta arquitectura democrática se puso en marcha en 1945, se diseñó para una universidad que tenía entonces 956 estudiantes y con una sede única en ciudad de Guatemala. Lo importante de hacer notar, es que esta masiva concentración (56) en el campus de la capital del país también afecta el sistema eleccionario universitario actual.

Las elecciones en la USAC son la suma de 34 elecciones separadas, que no son simultáneas; el proceso actual inició el pasado 23 de marzo y concluirá este jueves 27 de abril a las 10 de la mañana, en el Salón General Mayor del Museo de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

El artículo 5 del Reglamento de Elecciones de Rector USAC, dispone la elección de 5 profesores titulares y 5 estudiantes por cada facultad, para un total de 100; así como 5 profesionales no catedráticos por cada colegio profesional, de los profesionales incorporados a la USAC. Hay 14 colegios profesionales que suman en total 70 representantes. Lo anterior significa que por ley, al máximo nivel constitucional, excluye de votar a los Centros Universitarios y a las Escuelas (excepción de la Facultad de humanidad que se halla regionalizada).

Se excluye a la mitad de la población estudiantil de votar. Por supuesto, este privilegio de los estudiantes de la capital, es meramente nominal, pues entre los estudiantes, apenas ha ejercido su derecho a votar un tercio de la población, porcentaje que es aún menor en los colegios profesionales. Además, señálese el caso de los maestros titulares, cuyo número es minoritario en la universidad nacional, donde la mayoría de los profesores no tienen este rango titular, es decir, no están en condiciones legales de votar.

De manera que estos eventos electorales previos permiten elegir a 170 representantes o electores, quienes pasan a conformar un cuerpo electoral, de segundo nivel, al que se suma el rector, con derecho a voz y voto, y quien preside el Cuerpo Electoral Universitario.

Estos electores emitirán su voto de manera secreta, y son sus votos los que elegirán al Rector de la Universidad. El estatuto dispone que en caso de que ninguno de los candidatos obtuviere mayoría de votos se hará una votación adicional y si aun así no hubiere la mayoría requerida, resolverá las elecciones el Consejo Superior Universitario por mayoría absoluta de votos. En otras palabras, las condiciones están dadas para que mediante variados mecanismos se manipule, influencie o coarte la representación en el Cuerpo Electoral Universitario y el plato quede servido a oscuros pactos.

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