Se cierra y se abre un ciclo llego el tiempo de los patojos

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Créditos: Kajkoj Máximo Ba Tiul
Tiempo de lectura: 4 minutos

Por Kajkoj Máximo Ba Tiul[1]

En el pensamiento de los pueblos originarios, el tiempo es cíclico. Termina uno y comienza otro.  Entre los mayas, tenemos información que el tiempo termina cada 52 años y unos días complementarios. Estos días para pensar, analizar, reflexionar, planificar y buscar rutas para mejorar lo que no se hizo bien durante el ciclo pasado o seguir fortaleciendo lo que se hizo bien.  El pasado, presente y futuro, igual son cíclicos, no son tiempos o espacios límites, se extienden en toda la historia y son rememorados y pensados por los descendientes, pensando en los antepasados, lo que dijeron, lo que hicieron y lo que dejaron de hacer.  Esto se construye o se vive entonces en una relación espacio-tiempo.  En el espacio-tiempo se construye la relación tierra y territorio. El espacio y tiempo se complementan.  En el caso del pueblo mapuche el “Mapu alude pues a espacios y fuerzas que se complementan e interaccionan”[2].  En la relación espacio-tiempo se construye el paradigma de los pueblos, que algunos han llamado “buen vivir”, que en realidad es sumak kawsay, ch’ab’il wanq, suqkiil kuxlis, utz’ kaslemal. küme mogen.

En este espacio-tiempo, se construye la relación del Yo con los Otros y Nosotros.  Se construye las nuevas relaciones, pensando y viviendo en el pasado y el futuro.  Nuestro pasado es nuestro futuro, decían los abuelos y las abuelas mayas.  Esta relación espacio-tiempo se da en la relacionalidad colectiva, no solo en el indivualismo.  Se construye en la lucha y la rebeldía constante. Los mapuches dicen que “el pueblo nace de un gran cataclismo, de una lucha poderosa entre los elementos desatados, las aguas del mar y los volcanes de la cordillera, marco telúrico que lo circunscribe físicamente, realidad reiterada de maremotos, terremotos y erupciones volcánicas”[3].

Entonces entre esta distención constante, los pueblos se van haciendo y se van transformando y así son los tiempos.  Termina un ciclo y comienza otro, pero sin perder de vista lo que pasó en el anterior y esto se le llama historia, memoria.  Los pueblos originarios contamos, transmitimos, vivimos la historia.  No solo existen hechos pasados, todos son hechos que se van dando constantemente y nos van orientando.  En esta relación están presentes los ancianos y las ancianas, los jóvenes y las señoritas, los niños y las niñas, los animales, los bienes y más.

Los mayas, por ejemplo, no se nos olvida nuestro origen y el papel que jugaron antepasados como; Ixpiyakok e Ixmukane´, Jun Jun Aj Pu y Wuqub’ Jun Ajpu, así como Ixqiq, Ixchel y Jun Ajpu’ e Ixb’alamke.  Esa relación entre los antepasados y los de ahora, es la base fundamental para seguir construyendo nuestra identidad y re-conquistar y recuperar nuestro territorio. Nosotros como descendientes de ellos, nuestro compromiso es seguir construyendo y haciendo lo que no se ha terminado y lo que no se va a terminar.  Aquí está el origen del plurinacionalismo desde los pueblos, no puede existir este modelo si no se recuperan los territorios.

Las palabras y pensamiento de nuestros abuelos y abuelas en su primer encuentro con el conquistador español, son claves para entender lo que está por venir. “Volvamos al origen” dice el Popol Wuj de los mayas.   Tupac Amaru y Tupac Katari; dijeron en tiempos y espacios diferentes: “Volveré y seré millones”, Manuel Tot de los Q’eqchi de Guatemala, dijo: “No me quiten las cadenas, hasta que mi pueblo sea libre”.  Nos movemos hacia adelante y nos transformamos en aquello en lo que pensamos, – Donm Coyhis, Mohicano. La fuerza, sin importar cuán oculta esté, siempre engendra resistencia, palabras de los Dakotas.  Los abuelos, abuelas mapuches, repiten constantemente a los niños esta frase: \Tepelaitungekümekoná\ “¡Despiértate buen guerrero!”.

Lo que pasa en Chile, no es casual. Chile posiblemente está terminando un ciclo y comenzando otro. Y no solo para Chile, sino para todo el continente. Estamos volviendo millones.  Se agrandan y se ensanchan las alamedas.  Es el ciclo de los “mijos y mijas”, de los guaguas, de los zipotes, de los patojos, de los jóvenes y de las jóvenes, de los chavalos y chavalas, de los chiguin.  Es el tiempo de los pueblos se decía en Bolivia y Ecuador al final del siglo pasado.  Nunca más sin los pueblos dice el EZLN.  Chile; está ofreciendo una nueva oportunidad, de avanzar hacia la definitiva independencia.  Y podría ser la independencia definitiva de América Latina.  Dejar por un lado la América Latina criolla, oligárquica, burguesa.  Dejar atrás la narcocleptocracia latinoamericana.  Construir un modelo más plural, más incluyente, más complementaria.

Para comenzar a cambiar las relaciones de poder, se necesita la movilización en las calles, en los barrios, en las comunidades, en los cantones.  No solo en el parlamento o en el gobierno central. Para ello se construyen proyectos amplios, abiertos e incluyentes.  También se requiere de la articulación del campo, de la ciudad.  Pero, sobre todo, de la fuerza que sale y brota fuertemente de los corazones de los jóvenes.  Una juventud que debe reconocer de donde se viene, como dice Boric, “de las movilizaciones venimos”.

“Vamos lento porque vamos lejos, y no vamos solos”, palabras de Boric, en su discurso como nuevo presidente de Chile.  Su interés en encontrar caminos posibles para resolver los problemas heredados por el pinochetismo y el neoliberalismo, promete escuchar a los pueblos. En relación a la situación del pueblo Mapuche, dice, que, “es el conflicto entre el Estado chileno y un pueblo que tiene el derecho a existir”, esta forma de ver la situación despojo de territorio a los pueblos originarios, es un avance en la concepción de la relación que debe existir entre el Estado y estos pueblos.  Las intenciones de este nuevo gobierno, es alentador y nos comunica el espíritu que debe prevalecer en un gobierno dirigido por jóvenes.

Nos retrata de que se puede hacer mucho por Chile: “Trabajaremos incansablemente en reconstruir la confianza después de tantas décadas de abuso y de despojo, el reconocimiento a existir de un pueblo”.  Finalmente, la intención de motivar a la reciprocidad, como concepto de los pueblos indígenas, es fundamental.  “Cultivemos la reciprocidad”, implica una condición de rupturas y entregas.  De colectividad.  De construcción de nuevas formas comunitarias para comprender el quehacer político y la economía.  Esto, puede ser la esperanza que estamos ante una nueva forma de hacer política en América Latina.

[1] Maya Poqomchi, antropólogo, filósofo, teólogo, profesor universitario, guatemalteco.

[2] Matías Rendon, Ana, Wallmapu, Espacio-Tiempo mapuche, https://www.aacademica.org/ana.matias.rendon/4, visto última vez el 12 de marzo de 2022.

[3] Bengoa, José, Historia del Pueblos Mapuche (siglo XIX y XX), Ediciones Sur, Colección Estudios Históricos, Chile, 1996.

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