Miguel Tomás, “Aj tiqol b’aq”, practica la sabiduría ancestral en honor a su cultura

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Créditos: Joel Pérez.
Tiempo de lectura: 3 minutos

“Nuestros abuelos nos enseñaron a estar en conexión con la madre tierra y la naturaleza; las plantas necesitan un ser humano para cumplir con la función que tienen, que es sanar”. Miguel Tomás 

Por Elías Oxom

Miguel Tomás, maya Akateko, está por cumplir los 80 años. Reside actualmente en la comunidad Copal “AA” la Esperanza, Cobán, Alta Verapaz. Es “Aj tiqol b’aq”, huesero que está al servicio de las comunidades aledañas a donde vive; trata las lesiones de los huesos, los calambres y el susto, a través de las plantas medicinales y la sabiduría ancestral, en honor a su cultura y a sus abuelos y abuelas.

Desde joven entendió la importancia que tiene preservar los conocimientos ancestrales como la sanación, a través de las plantas y la sabiduría ancestral, razón por la cual la empezó a practicar desde que tenía 25 años, en San Miguel Acatán, Huehuetenango, de donde es originario. Sin embargo, el conflicto armado lo obligó a refugiarse en México en los años 80. Cuando retornó a Guatemala fue ubicado en la comunidad donde ahora vive. Lleva 26 años ayudando a las personas del territorio Q’eqchi’,  cuidando de sus lesiones de huesos, calambres y susto.

A decir de Tomás, su trabajo merece mucho respeto, “en la actualidad ya no se valora nuestra cultura maya, ya no se valora la historia de nuestros abuelos, yo trabajo en nombre de mis abuelos, mis tatarabuelos, ellos sobrevivieron a través de los conocimientos ancestrales, no utilizaron los médicos como ahora, ya que ahora la salud se convirtió como un negocio de los kaxlanes (españoles)”, indica.

Créditos: José Flores y Frida Larios.

“Nuestros abuelos nos enseñaron a estar en conexión con la madre tierra y la naturaleza; las plantas necesitan un ser humano para cumplir con la función que tienen, que es sanar”, pero a veces las personas no entienden la importancia de todo esto; lo tachan a uno de ser brujo, porque ellos manejan la biblia, pero nuestra cultura no es brujería, afirmó.

Es necesario practicar nuestra cultura porque somos mayas, soy maya Akateko, no soy Q’eqchi’, pero el Ajaw me da la oportunidad de trabajar con los Q’eqchi’, mis abuelos me dieron su vida por el pueblo, hablaron con el TzuulTaq’a, sobre el maíz, sobre los animales, sobre la vida, eso me motivó a aprender todos estos conocimientos, resaltó.

Para el tratamiento de las lesiones, el calambre y el susto no utiliza ningún aparato, “lo único que tengo es la sabiduría ancestral, utilizo una planta para cada lesión, con plantas medicinales y un poco de pomada que viene también de las plantas, antes de empezar a tratar a una lesión hay que pedir permiso al Ajaw, porque no se sabe en qué falló el que se fracturó, lo primero es el Ajaw”, agregó.

Al lesionado se le coloca una pulsera de color rojo, que tiene mucho significado, porque es un pacto con la persona que está quebrada, tiene que ser más respetuoso con las cosas, si es mayor de edad no puede tener relaciones sexuales para que pueda avanzar su recuperación; he atendido a niños, jóvenes, adultos y personas de la tercera edad, tanto hombres como mujeres, mencionó Tomás.

Lo que me desmotiva es que las personas a veces no reconocen mi trabajo, van con los médicos y después vienen conmigo; hay quienes que admiran el trabajo que hago porque entienden la importancia de preservar estos conocimientos, pero los que no entienden hacen malos comentarios, concluyó el “Aj tiqol b’aq”.

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