Del ejército a los Juegos Olímpicos: la historia de José Calel, orgullo de San Cristóbal Verapaz

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Créditos: Elías Oxom
Tiempo de lectura: 9 minutos

Por Elías Oxom

Editada por Lourdes Álvarez y Héctor Silva

José Oswaldo Calel Sis, es maya poqomchi’, de veintitrés años, originario de la aldea Quejá, San Cristóbal Verapaz, Alta Verapaz y a la fecha, el mejor marchista en la categoría de los 20 kilómetros en Guatemala. En los Juegos Olímpicos de Tokio, que se reanudaron este año, logró ubicarse en la posición treinta entre todos los competidores del mundo, con un tiempo de 1 hora 26 minutos con 55 segundos.

Pero la vida de Calel ha estado marcada por sabores agridulces. Durante el paso de la tormenta Eta, a finales del 2020, una tragedia marcó para siempre a Quejá, su pueblo, mientras el marchista estaba en campamento en el departamento de Quetzaltenango y se preparaba para Tokio. El 5 de noviembre, Quejá quedó sepultada bajo toneladas de tierra que se desprendieron de un cerro por la saturación de agua de lluvia. Fallecieron cincuenta y ocho personas y el lugar fue declarado como cementerio; nunca se reanudaron las operaciones de rescate de cuerpos.

Foto: Elías Oxom.

Dos días antes de esa tragedia, Calel fue a visitar a su familia, pero ya se había ido cuando ocurrió la tragedia. Nunca pensó que algo así podría ocurrir. Fue gracias a un amigo, Óscar Cal, que el marchista se enteró de lo sucedido, pero no le dieron permiso para regresar a verificar si su familia se encontraba a salvo. Fue uno de los momentos más duros de su vida.

“Como iba de campamento, no me dieron permiso para ir a ver a mi familia. Mi esposa estaba embarazada. Me puse como loco. Como no había energía eléctrica no entraba la llamada. Quise hablar con mi mamá y no se pudo, no pude ver a mi familia”, cuenta el atleta.

Después del campamento en Quetzaltenango, Calel viajó a Polonia, para una competencia donde buscaría un puesto que le permitiera participar en los Juegos Olímpicos de Tokio. No lo logró esa vez: sus tiempos no fueron suficientes para clasificar. Dice el marchista que el clima también le afectó. Fue hasta después de esa competencia que logró ver a su familia, que se había trasladado al Nuevo Quejá, el lugar a donde regresaron muchas familias después de la tragedia.

“Algunas personas apoyaron a mi familia para construir una galera. Cuando vi la fotografía lloré mucho. Mi familia fue de las primeras en trasladarse al Nuevo Quejá. Al albergue de Santa Elena, en una aldea vecina al lugar de la tragedia, no pudieron ir porque estaban cobrando Q 1 mil 500 al mes”, indicó el atleta.

Para Calel no ha sido fácil triunfar en su disciplina deportiva. Hoy quiere ayudar a su familia a enfrentar cualquier obstáculo que la vida le presente y tiene grandes planes para su pequeña hija.

Calel es el segundo hijo de seis hermanos. Su madre es Celestina Sis Lem y su padre Carlos Calel Suram. Comparte su vida con Micaela Cal Xoná, a quien conoció cuando estudió la carrera técnica de nivel medio en la comunidad Saquixim, San Cristóbal Verapaz. Tienen una hija de seis meses, Angely Micaela Calel Cal.

Foto: Elías Oxom.

Durante el período de gestación de su hija, Calel nunca estuvo al lado de su esposa porque vivía en la ciudad capital, por sus entrenos. Cuenta que tampoco estuvo presente en el momento del parto, porque solo le dieron dos días de permiso para estar con su familia, pero durante ese tiempo no se presentó el parto. Hasta un día después pudo visitarlas.

Foto: Elías Oxom.

“Quisiera que mi hija fuera una futbolista y luchar por ella ya que jugar pelota también es duro”, añade.

La comunidad donde crece su pequeña hija resurge entre el dolor después de la tragedia y sin la presencia del Estado, que sigue sin apoyar a las personas damnificadas y familiares de víctimas. Durante la tragedia, los primeros en llegar al lugar fueron soldados que, debido a su entrenamiento, pudieron sortear el escabroso camino a pie. Luego llegó personal de la Coordinadora para la Reducción de Desastres (CONRED), que poco pudieron hacer por intentar rescatar a las víctimas. Días después, el lugar fue declarado camposanto y se suspendieron todas las tareas. Algunos víveres fueron traslados a los sobrevivientes por parte de CONRED e instituciones oficiales, pero en su mayoría por acciones de organizaciones no gubernamentales y apoyo de los propios vecinos de las comunidades. Los meses pasaron y ahora Nuevo Quejá está instalado a unos dos kilómetros del punto cero del deslave.

¿Un soldado o un marchista? 

José Calel ha trabajado desde que era un niño. Después de estudiar en la escuela primaria, salía junto a sus hermanos a limpiar milpa, también a traer leña por las tardes, después iban a jugar pelota en la cancha de fútbol de la antigua Quejá. Su padre solo ganaba veinticinco quetzales al día, que servían para mantener a toda la familia. Uno de los sueños que Calel tenía de niño era ser un futbolista profesional.

Además del futbol le gustaba correr y aprovechaba el curso de educación física en su escuela. Cuando decidió iniciarse como atleta enfrentó algunas dificultades, porque iba a trabajar al mediodía para conseguir el dinero de su pasaje y de esa manera poder trasladarse a estudiar por la tarde.

“Corría por la mañana antes de ir a trabajar, estudiaba por la tarde y también corría después de estudiar”, indica.

El Club Atlético de Saquixim fue uno de sus primeros clubes. Ahí  hacía atletismo de fondo.

Foto: Elías Oxom.

Su formación básica la estudió en el Instituto Básico de la aldea Santa Elena, San Cristóbal Verapaz y después se graduó como Bachiller en Ciencias y Letras en el 2017. En esa época,  algunos de sus excompañeros se fueron a trabajar en los Estados Unidos por la necesidad de salir adelante, mientras otros ingresaron al Ejército de Guatemala, otros siguieron trabajando en el cultivo del maíz.

Calel hace una pausa para recordar que uno de sus sueños era seguir estudiando en la universidad, pero la falta de los recursos económicos le impidieron que siguiera luchando por ese camino.

La falta de dinero lo llevó a enrolarse en el ejército, en 2017. Ser soldado le daba un poco de ingresos económicos para ayudar a su familia y, fue estando ahí, que le llamaron para una prueba que cambiaría rotundamente sus aspiraciones como marchista: participó en el Campeonato Centroamericano de marcha, donde ganó el primer lugar.

“Me quedé en Guatemala -la ciudad capital- de una vez, ya no regresé a la casa. En el ejército no me daban la oportunidad de entrenar. Me costó un poquito, por eso pedí mi baja. Tenía que decidir si iba a seguir siendo un soldado o un marchista. En la federación me dieron una oportunidad para estar ahí, para entrenar y cada mes o dos había competencias, cuando empecé con los 20 kilómetros tenía 19 años”, resalta.

Barrondo, una motivación

Calel manifiesta que en el 2012 cuando el marchista Erick Bernabé Barrondo García, también originario de San Cristóbal Verapaz, ganó una medalla olímpica, eso le motivó a seguirle los pasos. También veía a los niños de su comunidad que empezaban a marchar como Erick. Para ese tiempo nadie de la aldea pudo observar en vivo la competencia en la que Barrondo ganó su medalla porque nadie tenía televisor.

Calel expresa: “Siempre quise correr, cada día corría 10 kilómetros, cuando era niño mi sueño era ser policía y también me gustaba jugar fútbol, como no tenía dinero no había como trascender”.

En 2014, empezó a correr en el equipo de atletismo y en una ocasión le dieron la oportunidad para participar en una competencia donde estuvo el entrenador Jorge Alberto Coy, el mismo que descubrió a Erick Barrondo.

“El entrenador Jorge Alberto Coy me dijo que tenía buena técnica, me enseñó a marchar, me dijo que no todos tienen talento, tener talones contra talones, no hay que doblar rodillas, ni flexión ni flotación, así es como me comenzó la marcha y me gustó”, indica Calel.

Foto: Elías Oxom.

El entrenador le dio la oportunidad para entrenar con su equipo, llamado Club Atlético en Cobán. Fue una experiencia muy triste para Calel, porque le tocaba dormir solo en un cuarto ubicado cerca del estadio y no tenía dinero para comprar su alimentación. Estuvo en ese lugar durante cuatro meses, porque ahora su sueño era ser un marchista de alto rendimiento. 

En sus inicios, una de las dificultades que encontró fue la falta de apoyo, ya que con la beca de mil quinientos quetzales que le daba federación no alcanzaba ni para comprar los tenis.

“Me quedaba sin dinero, ni para comprar una golosina en la capital, la beca no alcanzaba ni para comprar los implementos deportivos. En los momentos difíciles pensé en regresar al ejército, aunque es poco el ingreso que se recibe ahí, pero estaba asegurado, ahora con los logros que he obtenido me he motivo a seguir adelante”, indica.

Viviendo en extrema pobreza

La casa del atleta no tiene los lujos y condiciones mínimas que podrían asociarse a un atleta olímpico. Él y su familia viven en una galera que no tiene energía eléctrica, ubicada cerca del lugar donde el año pasado ocurrió el deslave. La comunidad tampoco cuenta con una escuela apropiada y no hay servicios de salud.

Para llegar a Nueva Quejá, donde vive el atleta, hay que pasar por el cerro los Chorros, que es un tramo peligroso, porque el acceso sigue bloqueado por un derrumbe de gran dimensión.

Calel y su familia utilizan como cocina una galera y otra como lugar de descanso. En el piso de tierra, su hija de 6 meses no puede jugar cómodamente por lo desnivelado del suelo. Mientras el marchista cuenta que el sustento de la familia viene del cultivo propio y de los ingresos que reciben cuando salen a trabajar con otras personas. Su familia cuenta con dos cuerdas de terreno para intentar sembrar lo que se pueda.

Foto: Elías Oxom.

Existe una evidente diferencia en las condiciones de preparación previa que tienen los atletas con quienes compitió Calel en los Juegos olímpicos de Tokio. Comparado con el medallista italiano Massimo Stano, quien obtuvo el primer lugar, para poder garantizar ese triunfo el Comité Olímpico Nacional Italiano (CONI) invirtió 150 millones de euros en la preparación de sus atletas para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, lo que se convirtió en el récord de medallas de la historia de Italia, logrando 40, según la publicación El Español.

Entretanto, Calel sueña que con mejorar sus resultados, algún día pueda mejorar las condiciones de vida de su familia.

Durante la visita que realizó Prensa Comunitaria a su casa, Calel compartió un plato de frijoles y huevos para el almuerzo, mientras mostraba los tenis que ha utilizado en sus competencias. Dice que regala a niños de escasos algunos de esos zapatos deportivos, porque a sus hermanos pequeños les quedan grandes. También indica que cada par de tenis le costaba alrededor de mil quinientos quetzales.

El sueño de Tokio

Debido al poco apoyo que recibía, a veces sus compañeros le ayudaban a comprar los tenis, entre ellos los hermanos José y Erick Barrondo.

Llegar a Tokio no fue sencillo. En una competencia en Eslovaquia, Calel hizo un tiempo de 1 hora con 21 minutos, y nuevamente compitió en la República Checa, donde el clima no le ayudó e hizo un tiempo de 1 hora con 24 minutos. Dice que le dieron una última oportunidad para hacer la marca y viajó para competir a La Coruña, España, donde logró su clasificación para Tokio y en conmemoración a eso se tatuó el logo de los juegos olímpicos después de lograr su marca.

“Para ir a Tokio salimos dos meses antes de la competencia. Estuvimos de campamento en España y después nos trasladamos a Francia para adaptarnos al clima, para entrenar en el calor. Cuando fuimos a San Poro, Francia, llegaron a recibirnos con banderas de Guatemala, el alcalde de la ciudad nos dio la bienvenida y nos dieron algunas sorpresas”, relata.

Foto: Elías Oxom.

En su participación en los Juegos Olímpicos de Tokio compitió en los 20 kilómetros de marcha, culminó en el puesto 30 con un tiempo de 1:26:55 horas.

“Nunca pensé que la gente de la Nueva Quejá se iba a reunir para verme marchar algún día, como hace 12 o 14 años cuando compitió Erick Barrondo, nunca lo pudimos ver porque no había televisor en la aldea. Estoy agradecido con mi gente, Nadie va a aguantar el sueño a la una de la mañana para ver a alguien a marchar; estoy muy contento por ir a representar a mi aldea por todo lo que pasó; en esa aldea entrené antes, no pensé que iba a pasar todo esto, estoy contento de representar a Alta Verapaz y a Guatemala”, expresa Calel.

La esposa de Calel agrega que también para ella ese logro del atleta significa mucho. “Yo siempre lo apoyo aunque esté lejos. Sé que es duro. Como familia lo apoyamos, siempre hablamos en videollamadas por WhatsApp. Hizo bien su trabajo en los juegos. Cuando él corre siempre oramos por él, para que no le pase nada. En el momento de la competencia estuvimos con las personas, ellos se pusieron contentos gritaban y decían ahí está, este año no logró una medalla, pero para mí hizo un buen papel”, indica.

Ser campeón olímpico

Calel no duda en decir que todos los niños y niñas que tienen talento y puedan entrenar deben de luchar por sus sueños.

“Todo se puede, a veces cuesta, pero cuando uno lucha va a encontrar lo mejor”, indica.

Su entrenador, Julio Urías Meda, le dice que algún día va a ser campeón olímpico y ese pensamiento persiste en la mente de Calel, que no renuncia a ganar una medalla olímpica. Mientras ese momento llega, él sigue entrenando junto a su familia. El nuevo reto será París 2024.

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