Dossier de la Muerte (Parte II y final)

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Créditos: Gilberto Morales
Tiempo de lectura: 8 minutos

Por Gilberto Morales

La Matanza de Panzós y la disidencia de la Comil post 78

En días posteriores a la matanza de Panzós el 29 mayo de 1978, la rutina reformista de la dirección del PGT, desesperaba a los miembros de su “brazo armado”, conocido como Comisión Militar del PGT. Esta inquietud venía siendo incubada con anterioridad y era el reflejo de ese futuro insuperable de esta organización reformista. La psicología de hombres armados obligaba a la acción armada y esta no se correspondía con la concepción reformista del uso de la violencia, sumada al desinterés por el conocimiento en general de la teoría revolucionaria, de los efectivos de esa Comisión.

Este aspecto escapaba de la comprensión de los integrantes de la Comil, que creían realizar sus acciones en función de la toma del poder y no de la limitada violencia reformista. Su comprensión política de la realidad estaba velada por su misma práctica, eran lo que se conocía entonces como “tiratiros”. Si esto hubiera sido diferente el camino de su disidencia y el enfrentamiento de opiniones se habría dado en el campo político, encarando el reformismo pegetiano con una propuesta revolucionaria del uso de la violencia, pero no. Dada esa condición de falta de claridad y pertinencia de su práctica revolucionaria optan romper con su organización madre, a través de -¡tenía que ser!-, de una acción violenta.

Julio Haroldo Orellana Burgos –Edgar-, quien fuera militante de FAR desde los años 60, conocía un objetivo que esa organización había identificado pero no lo llegó a realizar. Consistía en el desplazamiento de un camión militar que llevaba a bordo a policía militares especiales, así llamados por ser destinados a la protección de empresas y otros medios lucrativos de los capitalistas oligárquicos del país. El desplazamiento luego de recoger en las distintas empresas a los mencionados policías cruzaba el barrio conocido como Las Charcas ubicado en la zona 11, que conservara el nombre de una finca que originalmente fue de una familia criolla, de apellido Piñol. En ese lugar colocaron una mina Claymore de grandes proporciones y la hicieron detonar al paso del transporte alcanzado más de quince de bajas mortales.

Con lo que se consumó en la práctica la ruptura de ese grupo que en busca de la claridad y para evitar confusiones habría que denominarlo Comil post 78.

La Comil y el Diario Militar

Esos meses habían sido especialmente duros para el pequeño grupo de revolucionarios a quienes la inercia de los acontecimiento políticos de la izquierda los llevaron a constituirse, más por la mera necesidad de existencia y participación política, que por ser una oferta con probabilidades sustantivas para el futuro político revolucionario del país. Entre las organizaciones político-militares consolidadas, ese pequeño grupo no tenía perspectivas para realizar sus fines y objetivos supuestos y nunca claramente definidos.

Tenían como herencia de su matriz política la concepción de “brazo armado” que nunca superarían, no llegaron incluso a plantearse una reconversión de esa concepción y elaborar una propuesta revolucionaria del uso de la violencia, como se ha dicho, su visión y sus alcances políticos no se los permitieron.

Producto de la captura de Carlos Humberto Quinteros García, conocido también gracias al bautizo que hizo de él Lionel Roldán –el Sisimite-, un viejo militante del PGT, como el Hombre Lobo dados dos prominentes colmillos en su dentadura. La aprehensión de este fue debido a prácticas propias de la delincuencia común, robaban un vehículo y con algunas transformaciones o si ellas lo usaban para sus actividades organizativas. Un oficial de inteligencia del ejército guatemalteco al regresar junto a su asistente de cumplir una misión en la Costa Sur del país, ya en la entrada de la Ciudad, fue advertido por su ordenanza sobre la identificación de un pequeño picop con las características reportadas en la denuncia sobre su hurto.

Este estaba ocupado por Edgar Rolando Valdez Guzmán, alias el Tipunco, quien coordinaba con Carlos Quinteros sobre una actividad ligada al secuestro del periodista Pedro Julio García. El pequeño transporte japonés que usaba Valdez Guzmán fue seguido hasta la Cevichería El Manaque, situada sobre la 9 Avenida de la zona 11, muy cercana a la Carretera Roosevelt, en donde se consumó la captura de ambos, el Hombre Lobo y del Tipunco, el día 9 de octubre de 1983. La captura de Quinteros desencadenó una serie de secuestros y enfrentamientos con militantes tanto de esa pequeña organización como con miembros del PGT.

Esos meses de adviento, con sus bajas temperaturas y con el soplo de ventarrones repentinos y fríos, eran de mucho riesgo para los integrantes de la Comil post 78. Quinteros había pertenecido a ella como miembro de su dirección y tenía tanto por razones de su propia supervivencia en manos de la inteligencia militar con la que fue obsecuente de acuerdo con su viejo plan para mantenerse en el reino de este mundo sin sufrir el tratamiento brutal acostumbrado en estos casos y ponerse al servicio de la represión ante tal circunstancia, como por tener desavenencias que cobrar a sus anteriores compañeros eran signos amenazantes para los integrantes de la Comil post 78.

A tempranas horas de la mañana del día 28 de noviembre de 1983 fue capturado en su casa de habitación Jorge Alfonso Gregorio Velásquez, alias Roberto. Le fue decomisada una pánel blanca de marca japonesa que usaban para sus actividades revolucionarias. El hermano menor de este fue a notificarle el hecho a Omar al que el “Diario Militar” le asigna el nombre de Héctor Manuel de León. Juntos el hermano menor de Roberto y Omar se dirigieron a la parada de camioneta de la 8 calle y 9 avenida de la zona 1, en donde los mismos realizaría un contacto organizativo a las 12:00.

Se suponía la presencia de Manuel, quien era el responsable de esa unidad militar, la única, pero este estaba sumamente acobardado después de haber presenciado la captura de Carlos Quinteros en la Cevichería El Manaque, el ya citado día 9 de octubre del año de marras. Con anterioridad a esta fecha, Manuel llegó a una cita de contacto con Juan José y Manolo –José Alberto Chávez Chávez-, para esperar a Fito –Benjamín Rolando Orantes Celada- quien había ido a traer a la Costa Sur a Claudia después del secuestro de Mario de Jesús Ortiz Monterroso –Saúl- el 22 de octubre del mismo año, en donde esta habría de reunirse con el comité de la Costa que dirigía el arriba mencionado.

Fingía claudicar sobre una de sus piernas, hasta que ese ostensible cojear llevó a preguntarle la causa de tal comportamiento, informó que se había caído al bajarse de un transporte público, en ese momento no se sabía que era un recurso para después justificar enyesarse la pierna con lo que por esa razón limitante de su movilidad quedaba fuera del trajín de muerte que constituía seguir en las actividades organizativas.

Por este amedrentamiento adquirido después de aquel suceso que no lo abandonó hasta dejara el país, no estaba presente en esa casi esquina de la 8 y 9 de la zona 1, casi enfrente del Mercado Central.  En el momento en el que Omar en compañía del hermano menor de Roberto pasaban enfrente del antiguo y viejo local que albergó a la Facultad de Derecho de la USAC, vieron el pánel blanco decomisado en las casa de Roberto a temprana hora de ese mismo día, que  viajaba hacia el mismo punto que ellos. Ante esto Omar le indicó al hermano de Roberto que se fuera del lugar, mientras el corrió a poner sobre aviso a José Alberto Chávez Chávez –Manolo- quien esperaba solitario en ese punto el contacto convenido.

La llegada de Omar al lugar coincidió con el arribo de la pánel blanca, desenfundó un revolver Magnum 357, un arma de alto poder y deshizo a tiros el vidrio delantero del pánel. No hubo necesidad de explicar nada a Manolo. La unidad del ejército destinada a la acción encubierta en contra de la Comil post 78, desde la captura de Carlos Qunteros, bajó del vehículo disparando sobre los dos revolucionarios. Estos se retiraron cumpliendo con los requisitos tácticos, de manera escalonada y cubriéndose respectivamente el desplazamiento de cada uno, sobre la 8 calle.

A mitad de la cuadra entre la 9 y 8 avenidas intentaron capturar un carro Mercedes Benz, pero el conductor además de tirar lejos las llaves del vehículo, él mismo se tiró al suelo, lo que impidió su uso para ese inmediato y desesperado fin. Doblaron de la misma forma táctica sobre la 8ª  avenida y de nuevo en ese trayecto lograron quitarle un automóvil a su usuario, se retiraron del lugar unos ciento cincuenta metros, cuando en la 10ª  calle, uno de los vehículos usados por el transporte público, se mantenía inmóvil bloqueando el paso de la 8ª  avenida, a pesar del permisivo verde del semáforo. En ese momento el arma de Manolo se había encasquillado, situación superable de manera fácil, pero este había pasado unas semanas antes por una situación similar de peligro y persecución de manera que se abandonó a la circunstancia y le pidió a Omar que le diera un tiro, que lo matara.

Por su parte el mencionado de último le decía que no, negándose a ese despechado y vehemente solicitado recurso y le proponía por el contrario que se retiraran a pie, pero Manolo prefirió bajarse del vehículo enel centro de esa avenida, poniendo su espalda como blanco fácil para los esbirros. Fue acribillado por disparos de fusil. Omar logró retirarse en el estrecho paso que quedaba entre la esquina de esa calle y el transporte público. Luego que fue posible el desplazamiento de vehículos, la pánel conducida por uno de los represivos, pasó sobre el cuerpo de Manolo y se fueron disparando sobre los pocos transeúntes, con esto asesinaron a un vendedor callejero en su puesto de venta, más o menos sobre la doce calle.

Las inmediaciones del acontecimiento quedaron sujetas a un vacío en el que se adivinaban abominables presagios. Otro compañero con la misma militancia que regresaba de Cobán por la vía aérea y que llegó al lugar junto a su compañera, percibieron en ese vacío de las calles, el aire enrarecido que algún acontecimiento nada agradable se había dado en esas calles sin gente, por lo que optaron por encerrarse en un albergue que había arrendado para ese día en las cercanías del lugar y no salieron sino a desayunar a la Cafetería Alemana situada sobre 7ª  avenida la hasta el día siguiente. Compraron dos ejemplares del mismo periódico para no tener que esperar las noticias y en las primera páginas vieron la foto de Manolo, este sí con su nombre real, no el asignado como se da en varios casos del Dossier de la Muerte, la foto de Manolo, José Alberto Chávez Chávez, era la misma que había sido usada en su pasaporte para viajar al URSS, en años anteriores lo que supone que la esta estaba desde esos tiempos en los archivos de la inteligencia militar.

Al bajar de la pánel el grupo de esbirros un miembro de la JPT, Boris Arévalo Morales, quien de manera accidental se encontraba en el lugar y que no tenía ninguna relación con la Comil post 78 y que posteriormente fue secuestrado y asesinado pudo ver entre el grupo atacante a Carlos Humberto Quinteros García –el Hombre Lobo-.

Omar por su parte fue en busca de Adalberto en la zona 19 a quien le narró los hechos, este le cambio el arma por otra semiautomática calibre 9 mm con mayor capacidad de carga que el revolver Magnum 357, le dio además una caja de estas municiones y le insistía en no llegar a la casa que ocupaba junto a sus hermanas, la menor de nombre desconocido y a quien Omar debía de ver ese mismo día por razones familiares y la mayor, de seudónimo Rosa, de apodo Gerundia, a quien el Diario Militar le asigna el nombre de Evelin Girón Ruano, a quien capturan pocos meses después el 3 de enero de 1984.

En la búsqueda de la hermana menor, Omar fue ubicado en esa casa situada en la 12 calle y 5 avenida de la zona 12, lugar en donde vivía con ellas, a las 5 de la tarde de ese día duro en el que libró varias veces a la muerte y se enfrentó de manera valiente a fuerzas superiores en número, medios de guerra, efectivos, y con la sorpresa a su favor. Este de nuevo se retira combatiendo hasta llegar a un local de mecánica automotriz, situado en la misma 5ª avenida y 13 calle, a cien metros del comienzo de su nueva retirada, se parapeta en ese pequeño establecimiento para librar su último combate, tenía entonces 19 años de edad. Hiere a un policía de apellido Canahuí que pretendía una mejor posición de tiro subiéndose a un poste de la luz eléctrica y a Miguel, la bestia desencadenante. El hecho de que Boris Arévalo Morales viera de manera casual a Carlos Quinteros en el lugar del inicio de los acontecimientos y que después al final del día, minutos después de las 17 horas fuera herido por Omar, es un claro indicador del trajín represivo en el que participaba Quinteros García, también es testimonio de un recurso represivo que constituye incriminar al capturado que ha traicionado de manera que tema más la libertad que estar preso. Lo primero es un riesgo de vida ante la posibilidad de ser ejecutado por sus antiguos compañeros y lo segundo representa la seguridad física de los lugares en donde se aloja, así como por protección del grupo de sus nuevos hermanos de lucha, los esbirros del régimen político.

El joven post adolescente Omar es múltiplemente herido en ese combate y en esas condiciones lo trasladan al Hospital de la Policía Nacional situado en la 4ª calle 11 avenida de la zona 1 donde expira.

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