Créditos: Elías Oxom
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Por Regina Pérez

El presidente Alejandro Giammattei aún respira. Si se le mide por su popularidad -menor al 20% según algunas encuestas- o el escaso apoyo internacional, bien podría hablarse del mandatario guatemalteco como un cadáver político. Pero no. Parapetado en el sistema institucional de protección de élites en que él, sus antecesores y sus socios han convertido al Estado de Guatemala, Giammattei aún respira.

El 23 de julio, cuando la fiscal general Consuelo Porras, aliada de Giammattei, anunció la decisión de remover a Juan Francisco Sandoval de la Fiscalía Especial contra la Impunidad (FECI), inició la peor crisis que el gobierno ha enfrentado desde que asumió el poder en enero de 2020. La salida de Sandoval fue el último capítulo de una serie de despropósitos que sumó a la pésima gestión de la pandemia por COVID-19 y a serios cuestionamientos de corrupción por la gestión de las vacunas contra el virus.

Guatemala se hartó y salió a la calle

El presidente ha preferido, por ahora, no abordar la crisis de frente y ha tratado de minimizar las movilizaciones sociales. Una de las pocas alusiones que hizo a la remoción de Sandoval ocurrió el 27 de julio, cuando dio una conferencia de prensa con la ministra de Salud, Amelia Flores. Al ser cuestionado sobre el anuncio de Estados Unidos de suspender temporalmente la cooperación con el Ministerio Público (MP) por la salida del jefe de FECI, su respuesta fue: “El problema del señor Sandoval es del MP”.

El 29 de julio, día del Paro Plurinacional que movilizó a miles de guatemaltecos -unos 200,000 según cálculos de algunas organizaciones indígenas-, el presidente emitió un comunicado en el que expresó sentirse preocupado por el impacto negativo de la medida estadounidense en los esfuerzos que hace Guatemala para combatir el crimen organizado y la corrupción.

El pasado 2 de agosto, en una visita en El Jícaro, El Progreso, Giammattei se refirió de manera despectiva a los manifestantes. “Lástima grande que un pequeño grupo de gente no mire lo que hemos avanzado, porque mientras unos están ahí parados, sin hacer nada, viendo como bloquean, habemos muchos, cientos de miles, millones de guatemaltecos que nos levantamos todos los días pidiéndole a Dios más fuerzas para trabajar”, dijo.

Esas son las únicas referencias a la crisis

El politólogo guatemalteco Ricardo Sáenz de Tejada señala que lo que ha hecho presidente, como cabeza visible de lo que medios de comunicación y organizaciones sociales han llamado “el pacto de corruptos”, de las élites políticas y económicas de Guatemala, es ir midiendo el terreno.

El primer tanteo ha sido con el gobierno de Estados Unidos que, por ahora, se limita a condenas de funcionarios en Washington a través de Twitter, el apoyo abierto y público a Sandoval, quien ha recalada en la capital estadounidense y, el retiro de apoyo específico al MP de Porras. Insuficiente, piensa Sáenz. “Incluso en la estrategia para la reducción de migración que planteó EEUU, aunque se incluye la lucha contra la corrupción, en la práctica no es el factor central que ellos están priorizando. En ese sentido, esa medición, ha sido favorable”, señala.

Para la experta en derechos humanos Claudia Samayoa, el mandatario está usando la estrategia del avestruz: “escondo la cabeza, ignoro lo que está pasando, por lo tanto, no me siento interpelado”. A decir de Samayoa, lo que hace Giammattei es recostarse más en el poder que tienen aquellos con los que tiene compromisos.

La posición del gobierno de echar para atrás la lucha contra la corrupción y la impunidad y el respeto a los derechos humanos, es por ahora granítica: la consonancia entre el Ejecutivo, al Organismo Judicial, al Congreso y a la misma fiscal general les permite “capear” la crisis y esperar que esta languidezca, opina Samayoa.

El analista político Renzo Rosal cree que el gobierno no tiene una estrategia para afrontar la crisis y que si la tiene es muy precaria, por lo que lo único que hace el presidente es minimizar las movilizaciones ciudadanas. El gobierno busca generar la idea de que son unos los inconformes, nunca va a ocurrir que se magnifique o que se plantee el peso político que tenga la oposición, señala Rosal.

El mandatario califica a los manifestantes de haraganes, vagos e improductivos, cuando la realidad es todo lo contrario, son trabajadores, generadores de ingresos y empleados, señala.

Según Rosal, en lugar de enfrentar los temas que se han puesto en evidencia en las protestas y movilizaciones, el planteamiento de Giammattei es de desafiar a la ciudadanía, lo que indica que es el presidente no se va a mover y la gente que está a su alrededor tampoco

¿Renuncias?

Las principales demandas de las movilizaciones ciudadanas, desde el 24 de julio, son las renuncias de Alejandro Giammattei y Consuelo Porras.

Para Sáenz de Tejada, tener el control del sistema de justicia es un factor que le da mucha seguridad al presidente. “¿Qué entidad puede hacer en este momento una investigación independiente y creíble sobre las filtraciones en el despacho superior de la Fiscal o sobre el vínculo del presidente con los rusos? No existe eso. Ellos por el momento han logrado su cometido”, señala el politólogo en referencia a revelaciones recientes de que el entorno Porras filtró información a investigados por corrupción y de que Giammattei se reunió con operadores rusos.

De acuerdo con el politólogo, aunque el paro plurinacional fue importante y trascendental, no consiguió sus objetivos: “Yo creo que Giammattei tiene suficiente oxígeno”, sentencia.

Tampoco la Fiscal General tiene motivos para renunciar. Tanto Sáenz de Tejada como Samayoa señalan que el presidente Giammattei no puede destituir a la jefa del MP, por reformas que se hicieron a la ley del Ministerio Público. El único ente que puede destituirla es el Consejo del MP. Aun así, en el corto plazo, Porras, según Sáenz de Tejada, no tiene nada que ganar y sí mucho que perder.

“El principio del fin”

Para Samayoa, las élites están leyendo de forma equivocada lo que está pasando. Hay un sector de poder que le asegura a Giammattei que lo van a sostener mientras el presidente sostenga sus diversos intereses, que incluyen la corrupción y la impunidad, dice.

Esta estructura de poder que se ha ido articulando en las distintas Cortes, el Congreso, el Ministerio Público, está haciendo un cálculo político de a quiénes les toca hoy enfrentar la crisis; ahora son Giammattei y Porras, después podría ser otros, dice Samayoa.

Sin embargo, con la salida de Juan Francisco Sandoval de la FECI, Samayoa considera que se pasó el límite de tolerancia de una ciudadanía cansada. Las movilizaciones, cree, muestran cómo se está acabando la complacencia, que eventualmente es lo que termina con las dictaduras o los gobiernos autoritarios.

“¿Por qué pienso que están haciendo un cálculo equivocado? Con la experiencia que tengo yo sí veo una diferencia cualitativa de lo que está pasando en la movilización. Esto es el producto de una serie de procesos en los que pueblos indígenas, que son plurales, que no son solo campesinos rurales, que han estado dialogando con otro tipo de movimientos sociales desde hace ratos, estos son procesos de maduración”, explica.

“¿Con eso quiero decir que va a haber cambio inmediato? No. ¿Pero que para el régimen esto es el principio del fin? Sí. ¿Cuánto va a tomar? Eso sí son otras cosas”, señala.

Rosal coincide en que la crisis ahora es más profunda que la de noviembre del año pasado, cuando Giammattei enfrentó las primeras manifestaciones masivas contra su gobierno y a las cuales respondió con represión.

“Cuando ves un conjunto de organizaciones que el año pasado no estuvieron tan visibles, alcaldías indígenas, Diócesis, los 48 Cantones, el Parlamento Xinca, además un movimiento nacional, gente en municipios que de manera espontánea salió a manifestar, guatemaltecos migrantes en otro país, esto apuesta a todo lo que está ocurriendo sea más profundo y visible”, señala.

Aún hay oxígeno para Gimmattei, Porras y el sistema político, pero al parecer las bocanadas son cada vez más escasas.

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