Huehuetenango: El Kapixhay del pueblo Q’anjob’al podría desaparecer por la falta de apoyo a fabricantes

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Créditos: David Diego Marcos.
Tiempo de lectura: 4 minutos

Por David Diego Marcos

Con el pasar de los tiempos y la adaptación de prácticas culturales  de otros, se pone en peligro de extinción la identidad cultural, especialmente la vestimenta ancestral maya  del pueblo Q’anjob’al  del área norte de Huehuetenango, dijo a Prensa Comunitaria Rafael López.

López nació en el 14 de Julio de 1947  en el territorio maya Akateko, del municipio de San Rafael la Independencia, del departamento de Huehuetenango. A muy corta edad aprendió a elaborar el Kapixhay, que se conocía como Ropil, en el idioma maya Q’anjob’al.

Él seguía las enseñanzas de su padre, López Miguel, quien a sus 18 años de edad ya era yerno de otro productor, que también fabricaba el Kapixhay en el municipio de San Rafael la independencia en esos tiempos.

Foto: David Diego Marcos.

Su padre lo motivaba a que aprendiera, no solo para ganar dinero, sino porque era parte de su cultura, la vestimenta de los ancestros mayas.

Por otra parte, su abuela se encargaba de elaborar sombreros a base de pastos de trigo, jarros  y tinajas de barro, que luego vendía desde su casa o los llevaba al mercado de la localidad, para consumo de la población, con lo que también generaba ingresos familiares, recordó.

Después de que su padre aprendiera el oficio adquirió equipo y material, como: Liza, hilo, Xib’al, careta y lanas de ovejas, y desde entonces empezó a tener demanda del kapixhay, por su valor ancestral y calidad de material que utiliza.  Observó bien el oficio y aprendió a la perfección tanto de su padre como de su abuelo.

Con el pasar del tiempo Rafael López fue adquiriendo más conocimientos y experiencia, hasta que enfermó y por falta de atención médica en Santa Eulalia tuvo que migrar a San Rafael la Independencia, donde se asentó con su familia.

A decir del entrevistado, aprendió a elaborar el Kapixhay desde hace cuarenta años y hasta ahora solo se ha dedicado a elaborar los que corresponden exclusivamente al municipio de Santa Eulalia, porque eran muy utilizados y cotizados. En otros municipios, otros artesanos elaboraban los estilos propios de sus localidades.

Foto: David Diego Marcos.

Como materia prima para la elaboración del Kapixhay se utiliza la lana, que se compra por libra, se lava en agua caliente y se seca al sol; posteriormente se le quita la suciedad, para luego elaborar los cortes y fabricar cada pieza, a la que se le invierte alrededor de cinco días de trabajo. En un principio se cocía de manera manual con agujas e hilos de la misma lana.

Sin embargo, con el tiempo se fueron industrializando. Las primeras máquinas que llegaron eran de uso manual, no de pedal, mucho menos eléctricas como las que se conocen en la actualidad. Don Rafael aprendió a utilizar las máquinas, sin ayuda de nadie.

Como todo trabajo tiene momentos emblemáticos y otros de decadencia, llegó el día en que había mucha demanda de trabajo, pero con el paso del tiempo y la evolución de la tecnología y estereotipos traídos de otras partes del mundo, se intensificó la aculturación, que se fue adoptando por la población y disminuyó la demanda del Kapixhay. Proliferó entonces el uso de estilos norteños, suéteres, sudaderos, chumpas de cuero o sintéticas, que llevó a la juventud a olvidar sus raíces.

A decir de don Rafael López, lleva alrededor de dos años de casi no producir Kapixhay, por la poca demanda y que ha escaseado la materia prima; poca gente se dedica ahora a la venta de lana por libras, ya nadie fabrica los cortes o hechuras para su elaboración, ya que para producir material se requiere de ayudante, ovejas y un telar para hacer los cortes necesarios, a lo que se suma la avanzada edad con que cuenta don Rafael, que ha tenido que salir a otros municipios, para adquirir materia prima, pero también ahí se vive la misma situación.

Por si fuera poco, la llegada de la pandemia de COVID 19 vino a vulnerar más esta situación, principalmente por la crisis económica.

Don Rafael destacó que por su avanzada edad y la falta de apoyo por parte del Estado y de grupos organizados que velan por la preservación de la cultura, el riesgo de que esta importante parte de la cultura ancestral desaparezca, es muy alto.  Mis hijos se dedican a otras actividades económicas, por lo que, al momento de fallecer o contraer una enfermedad, hasta ahí llegará su legado en la producción del Kapixhay del pueblo Q’anjob’al, sentenció.

Destacó que ahora todavía se siente con la voluntad y capacidad de seguir trabajando, de contar con el apoyo del Estado para la inversión en equipos y herramientas para fabricar los cortes, pues no hay quien los produzca.

Foto: David Diego Marcos.

Cada Kapixhay costaba hace unos años alrededor de 800 quetzales. Ahora se piden mil quetzales, anotó. Algunos todavía lo usan, como esencia de la cultura ancestral, pero otros, tal vez una mayoría, lo han folclorizado y lo comercializan para sacar beneficios económicos, principalmente en Estados Unidos y otras partes del mundo.

Cuando era niño mis padres me compraban el Kapixhay, que me ayudaba a protegerme del frío y de la lluvia cuando salía a pastorear ovejas en aquellos tiempos. El Kapixhay era tan largo y cosido a mano con la misma lana. todavía recuerdo a mi papá con su pantalón de manta y a mi mamá con su blusa de la misma tela, recordó por su parte Bernabé Mateo José, de 74 años.

Ahora, a mi edad, todavía conservo y uso mi Kapixhay, porque no quiero se desaparezca nuestra cultura en el tema de la vestimenta y porque son descendientes de los mayas. Nunca me daría vergüenza usarlo, por el contrario, vergüenza siento al no portarlo, pues desde pequeño aprendí que hay que apropiarse de lo nuestro, concluyó Mateo José.

Foto: David Diego Marcos.

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