Créditos: David Diego Marcos.
Tiempo de lectura: 2 minutos

Autor: Francisco Domingo Francisco.

Desde el cielo infinito

Quiero que oigas en silencio

Estos sencillos versos

Que agobian tu cansancio.

Oh, padre querido,

Hoy mi pecho doliente

Por haberte ofendido

Cuando me enseñabas a ser valiente.

Pero desde este horizonte

Vengo a declamarte,

Con mi corazón sangrando

Por no haberte escuchado.

Me enseñaste a cultivar la tierra

Me enseñaste a sembrar el cafetal

Y me enseñaste como leñar

Y como cuidar la naturaleza.

Pero un día papá,

Me dijiste que montara el caballo

Pero no me indicaste

Que el caballo saltaba en charcos.

Me caí papá

Me llene de lodo

Con mis botas de hule

Y mi sombrero.

Hoy recuerdo

Que hasta mi querida madre

Me defendía

Ante ti papá.

Fue una enseñanza silenciosa,

Fue algo que no podía entender

Mucho menos comprender

El por qué me hacías todo esto.

Tenías la buena intención;

Aprendí a ser fuerte,

Era lo que querías:

Convertirme en un hombre valiente.

También cuando me caí

Debajo del costal de mazorca

Era algo que me ahorca

Con el mecapal en la frente

Bañado de sudor.

Gracias, padre querido

Por tus grandes enseñanzas.

Son huellas que han quedado

para tener más esperanzas.

Recuerdo también

Cuando me resbalé

Y caí boca abajo

Debajo del tercio de leña.

Me viste y te marchaste.

Padre, hoy te digo

Me resbale por mis botas de hule

Que estaban mojadas

Por la lluvia

Y también, ya estaban rotas.

Hoy día papá

Se me forma un nudo en la garganta

Algo que no se aguanta

Es algo inexplicable.

Eres el mejor maestro de mi vida

Un maestro sin papel y sin lápiz;

Un súper papá

El héroe de mi existencia.

Gracias por la paciencia

Y perdoname

Si en algún momento te levante la voz.

Quizás te falte el respeto,

Era un niño,

No sabía lo que hacía.

 

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