Créditos: Estuardo Tunche.
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Por Lourdes Álvarez Nájera

Este sábado se conmemorará el Día Internacional del Trabajo y aunque existen claras exhortaciones por parte de organismos como la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para lograr que el trabajo brinde justicia y dignidad durante la crisis mundial provocada por la pandemia, Guatemala se encuentra muy lejos de cumplir esa condición.

Las condiciones laborales precarias que ya existían para el sector que trabaja por cuenta propia, trabajadoras de casa particular, de maquilas y del sector agrícola, se agravaron durante la pandemia de coronavirus en Guatemala. Poco se sabe de las particularidades de esa situación, donde a varias mujeres les tocó movilizarse a sus comunidades a pie o transbordando, porque muchos mercados donde laboran cerraron o algunos de sus empleadores las despidieron.

Otras mujeres se quedaron confinadas en las casas donde trabajaban sin la posibilidad de poder visitar a sus familias, mientras varias personas dedicadas a la salud se enfrentaron a episodios de ansiedad, comportamientos erráticos, alteración de la conducta y síndromes depresivos, a poco más de un año de permanecer en atención de pacientes con COVID-19.

Una familia que sobrevive con Q50 al día

María Cité Mejía tiene 37 años, madre soltera de dos adolescentes y una niña de 8 años, comerciante y vendedora de la Plaza del Comercio Popular, ubicada en la Plaza Barrios, entre la 9a. Avenida y 18 calle de la zona 1, de la ciudad capital, comentó que durante los primeros meses de confinamiento se dedicó a buscar empleos temporales, uno de ellos en un almacén pequeño que solo la pudo emplear media jornada.

No recibió ningún tipo de apoyo durante los 8 meses que el mercado permaneció cerrado, para sostener a su familia, ni para el pago de luz o agua, y añadió que se tuvo que endeudar y pedir prestado para pagar el alquiler del cuarto donde vive con sus hijos.

“Nosotros dependemos de lo que vamos vendiendo y sacando día a día, somos comerciantes independientes y nos dedicamos a la venta de ropa, lencería, de verduras o de frutas para poder pagar el cuarto donde vivimos y todo lo demás, porque aquí todo se paga”, enfatizó.

Cité comentó que “para sobrevivir humildemente” debe conseguir Q50 al día para que ella y sus hijos pudieran comer los tres tiempos. Añadió que conoció el caso de otras mujeres comerciantes que decidieron regresar a sus comunidades de origen porque “al menos en sus pueblos podían ir comiendo algunas hierbitas junto a sus hijos”.

Tampoco fue fácil regresar a esas comunidades, porque mucha gente se aprovechó de la situación y les pedían cantidades exageradas para transportarlas, por eso algunas mujeres y sus familias viajaron a pie, en motocicletas o pidiendo favor en la carretera para que las encaminaran, muchas dejaron abandonados sus puestos o tuvieron que desalojarlos, comentó.

Cité calcula que unas 50 mujeres se quedaron sin trabajo en el mercado donde ella labora, pero también hubo varias personas mayores que dependían de sus ventas, pero ya no se supo más de ellos.

“Mucha gente nos discrimina porque ignora que nosotros no tenemos un sueldo base o un sueldo fijo y no todos tenemos el beneficio de tener propiedades, piensan que por tener negocio ya tenemos algo asegurado, pero tenemos que ver cómo conseguir incluso para el estudio de nuestros hijos. Yo quedé embarazada siendo muy jovencita, pero he salido adelante, dejé de estudiar, pero quiero y anhelo seguir adelante, por eso le pido a la gente que nos venga a comprar al mercado”, indicó.

Mintrab sin capacidad de respuesta

Mirna Nij, Secretaria General de la Federación Sindical de Mujeres de Guatemala, quien además forma parte de la comisión política de los Sindicatos Globales, uno de los bloques más representativos a nivel nacional y local de Guatemala, enfatizó que el Ministerio de Trabajo (Mintrab) está sobrepasado durante la pandemia, porque no ha mostrado capacidad para atender todos aquellos despidos masivos y sin justificación durante los primeros meses de confinamiento.

Algunos empleadores argumentaron que no podían pagar los sueldos de las personas porque no estaban generando ingresos, pero según Nij, se supo que sectores como las maquilas siguieron operando con una gran demanda, incluso de confección de mascarillas para la exportación, “pero la clase obrera no vio esas ganancias y sí afectados sus derechos”.

Nij también se refirió a la vacuna que aún no ha recibido la clase trabajadora, en comparación a otros países donde sí se tienen planes claros y concretos para poder permitir que ese sector trabaje en condiciones seguras. “A nivel nacional sabemos que hay grandes presupuestos para atender a la población durante la pandemia, pero no se ven por ningún lado ni se habla sobre la vacuna, solo de restricciones que recaen sobre la población obrera”.

Para Nij tampoco se ha abordado al sector trabajador, que además de la pandemia, agudizó su problemática laboral por el paso de las tormentas el año pasado, durante Eta y Iota. “En algunas fincas existen mozos cuyas casas fueron destruidas y los patronos no quisieron pagar ni una indemnización a esa población”.

Ante estas condiciones, no les quedó otra alternativa que “perseguir el sueño americano”, tomar algunas de sus pertenencias y migrar hacia los Estados Unidos. En el área de las Verapaces y en Morales, Izabal, relató Nij, tienen conocimiento que más de 3 mil mujeres trabajadoras quedaron vulnerables y aproximadamente unas 6 mil trabajadoras del hogar quedaron sin empleo en todo el departamento de Guatemala.

“Los alcaldes y el gobierno cerraron los mercados y las plazas por eso muchas de las compañeras se regresaron incluso a pie con sus hijos para sus departamentos, pero tampoco hay empleo allá y ellas siguen siendo vulnerables”, añadió Nij.

Salud mental en primera línea

Daniel Rivera, Coordinador de la Unidad de Psicología del hospital temporal Parque de la Industria, informó que durante la pandemia brindaron acompañamiento a los pacientes que están en los diversos módulos de atención y que son positivos a COVID-19, así como a sus familias, pero también al personal médico, enfermeras y terapistas que llevan más de un año trabajando en ese hospital.

Entre los procedimientos de descargas emocionales que tiene el personal trabajador de salud se detectó fatiga emocional por “vivir con el dolor de estar en un hospital que ha brindado atención a pacientes de COVID-19 durante más un año”, afirmó el coordinador.

Ese dolor provocó fatiga emocional, estrés, melancolía y nostalgia, porque hay muchas imágenes y eventos que marcan la estadía hospitalaria, que se transforma en comportamientos erráticos, alteración de la conducta y del sueño, además de síndromes depresivos.

Para minimizar las consecuencias, el personal de psicología brindó acompañamiento terapéutico a las y los trabajadores con diversas actividades lúdicas o a través de grupos de apoyo o sesiones de ejercicios de meditación y relajación.

Agregó que en ese hospital temporal existen otras acciones que generan humanidad y motivación para los trabajadores de salud, que va más allá del pago que reciben por sus servicios. “Se convierte en un orgullo saber que están salvando vidas, no todos son cuadros trágicos o un final en el cementerio, se ven muchos milagros y una gran cantidad de agradecimientos a diario de parte de las familias y de los pacientes recuperados, por ejemplo, vienen a dejarnos sus muestras de cariño: pizzas, pasteles, tarjetas, incluso que digan ustedes son ángeles, se merecen el cielo”, añadió Rivera.

En el hospital temporal Parque de la Industria el personal ya fue vacunado con las dos dosis de la vacuna Moderna y todos están conscientes que enfrentan un problema que no acabará pronto. “Pero hemos dicho que nos vamos a ir de aquí hasta que todas las camas queden vacías y todos los pacientes estén recuperados”, indicó.

El problema de los hospitales colapsados, la saturación de pacientes o la deficiencia en el número de personal, no es algo que aqueja solo al país y sobrepasa la capacidad de los gobiernos como los de Guatemala, dijo. “No es que ahora no estemos trabajando en condiciones dignas, pero sabemos que hay escases de medicamentos a nivel mundial y obviamente cuando eso pasa a un médico le comienza a invadir la impotencia. Claro que hay una obligación de los gobiernos para que los colaboradores puedan desempeñar su trabajo de la mejor manera”, anotó el entrevistado.

Trabajadoras para el hogar confinadas

Maritza Velásquez, de la Coordinadora de la Asociación de Trabajadoras para el Hogar a Domicilio y de Maquila (Atrahdom), opinó que el sector al que apoyan vive una constante situación de vulnerabilidad, antes y durante la pandemia, por la inestabilidad y la poca oportunidad de empleo que existe en el país.

Esa situación también pone en riesgo la estabilidad familiar de las personas que trabajan en esos sectores, de manera principal para las mujeres, porque se quedan sin recursos y se ven obligadas a trabajar en empleos precarios.

Para Velásquez, el salario mínimo actual no está acorde a los requerimientos de la canasta básica mínima o ampliada, en muchos sectores se les paga Q12 quetzales por hora y Q96 por la jornada laboral de 8 horas.

“En salario Q2 mil 900 mensuales en actividades es inferior en el sector de maquilas”, añadió.

Durante la pandemia muchas mujeres se avocaron a Atrahdom, donde se identificó que alrededor del 65% de las trabajadoras para el hogar se quedaron confinadas en las casas donde trabajaban, y el resto decidió no trabajar por temor al contagio.

También se detectaron casos donde las mujeres trabajadoras de casa particular caminaban desde la zona 18 a la zona 7 para poder ir a hacer los trabajos del hogar y así obtener algo de dinero, pero al final los empleadores decidieron despedirlas.

“En ese sector el empleo inestable y los despidos permanecen, tampoco se pudo generar contrataciones normales y muchas mujeres se pusieron a preparar ventas y refacciones que venden en puestos en la calle. Las mujeres no nos quedamos sentadas y siempre andamos viendo qué hacer para el sustento del hogar”, añadió Velásquez.

Atrahdom alertó sobre el trabajo y la precariedad en las maquilas durante la pandemia, porque algunos patronos obligaron a trabajar a las personas que estaban enfermas o con síntomas de COVID-19.

“También hicimos una alerta sobre una maquila cibernética, o callcenter, que tenían a trabajadores en condiciones precarias”, agregó.

En la actualidad esa organización detectó un aumento en el trabajo a domicilio para las trabajadoras de las maquilas, que llegan a las fábricas a recoger las piezas y las trabajan en sus casas y luego las regresan para ensamble, pero esta situación “no representa una mejora en las condiciones de la contratación o el cumplimiento de los beneficios sociales para ellas que siguen sin un salario justo y digno acorde al salario mínimo”, enfatizó Velásquez.

Entre los retos que continúan pendientes para las personas trabajadoras existen la falta de seguridad para laborar durante la pandemia, un obstáculo de primera línea, según la coordinadora de Atrahdom  y que el Estado pueda velar y garantizar el mandato de la OIT sobre acceso a un trabajo justo, digno y en todas las condiciones necesarias para brindar la fuerza laboral, además por parte del Congreso de la República la ratificación del convenio 189, para garantizar seguridad social y protección específica a las trabajadoras y los trabajadores domésticos, además de la creación de un régimen especial de trabajo en el Código de Trabajo, que garantice que no existirá discriminación a la población de la diversidad sexual.

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