¿Quiénes fueron los mártires de Quiché? Así vivieron su vida y fe los beatos

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Créditos: Redes sociales
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Por Regina Pérez

El pasado 23 de abril la Iglesia Católica de Guatemala beatificó a tres sacerdotes y 7 catequistas que fueron asesinados durante el conflicto armado interno, entre 1980 y 1991. Unas 10 mil personas asistieron al acto de beatificación en el que se conmemoró la vida de los 10 nuevos beatos, quienes tenían un compromiso no solo con la Iglesia sino también con sus comunidades.

Nery Rodenas, de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG) señaló que este fue un proceso importante para la Iglesia, que permitió ejemplificar con la vida de los 10 mártires cuáles fueron las crisis que se vivieron durante el periodo del conflicto armado interno (1960-1996).

Unas 10 mil personas participaron en el acto de beatificación de los mártires de Quiché. Foto ODHAG

Para la Iglesia, es resaltar la vida de personas que fueron congruentes con su fe, sus creencias y principios y ratifica todo lo que Monseñor Juan José Gerardi se atrevió a denunciar cuando era obispo de Quiché frente a la comunidad internacional y que continuó cuando trabajó en el Proyecto de Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI), dijo Rodenas.

El director de la ODHAG señaló que los catequistas y sacerdotes no podían ser indiferentes ante las violaciones a los derechos humanos y lo denunciaron, lo que molestó a las personas señaladas. Por lo tanto, ellos fueron vistos como enemigos del sistema. Aún así, ellos continuaron fieles a sus creencias y por ello fueron asesinados “por odio a la fe”.

Fernando Us, hijo de uno de los beatos, Reyes Us, indicó que aunque la beatificación fue un acto religioso y un reconocimiento del Vaticano a los mártires, también representa un reconocimiento de la violencia y atrocidades cometidas contra los pueblos indígenas en el último siglo.

Es un reconocimiento a las víctimas y a los sobrevivientes de la guerra, los desplazados y desaparecidos durante el conflicto armado interno, dijo Us. 

Ese día, para Us, hubo muchos sentimientos encontrados en su familia, de tristeza, alegría y orgullo. Para él fue especial el recibimiento que tuvo su papá, luego de la ceremonia de beatificación, en la comunidad de donde huyeron para sobrevivir, con lo que honraron su memoria.

El acto de beatificación fue un reconocimiento para los mártires que dieron su vida por su fe. Foto Santiago Botón

En el libro “Testigos de la Fe por la Paz”, publicado por la ODHAG en diciembre de 2020, se recopilan las vidas de los beatos y mártires de la Iglesia Católica.

“Esta tarea de rescate de algunos testigos de la fe, debe ser un inicio para llevar a cabo investigaciones profundas al respecto, conocer nuestra historia, para que nunca más estos hechos vuelvan a suceder”, señala el documento.

En la ceremonia, 7 laicos y 3 sacerdotes fueron declarados beatos. Las historias de sus vidas que aquí se presentan fueron extraídas de dicho documento.

Beato Rosalío Benito Ixchop *

Originario del Cantón “La Puerta” del municipio de Chinique, Quiché. Fue asesinado el 22 de julio de 1982 en la aldea La Puerta, cantón del Municipio y parroquia de Chinique.

Fue uno de los primeros catequistas del Cantón, cuando se inició el trabajo de la Acción Católica alrededor de 1940.

Rosalío aprendió a rezar el rosario y cantos religiosos para las celebraciones. Todo lo hacían de memoria porque ni él ni otros de los que participaban en los actos religiosos sabían leer.

Junto con los catequistas se preocupó por las familias preparándolas para el matrimonio; también preparaba a los niños para la primera comunión. Junto con la comunidad decidió construir el oratorio de la aldea.

Juan Quinilla, que fue uno de los compañeros de Rosalío, cuenta cuando se decidieron a conformar la primera junta directiva de Acción Católica en Chinique. Aunque los amenazaran con matarlos o hubiera gente que quisiera hacerlo, ellos seguirían adelante con su trabajo.

En 1982, cuando regresaba de Chiché por Cucabaj, fue emboscado por el ejército. Con Rosalío fue asesinado su hijo, Pedro Benito, también del cantón La Puerta y fueron asesinadas 48 personas más.

Beato Reyes Us

Originario de San Miguel Uspantán, Quiché. Fue asesinado en Macajalau, de donde era originario. Reyes perteneció al comité Pro Mejoramiento, fue promotor de salud en la comunidad Majacalau y catequista.

Era una persona que hacía sus mejores esfuerzos promoviendo y atendiendo la salud de la gente. Según el libro “Testigos de la Fe por la Paz” de la ODHAG, salía a ver a los enfermos y los atendía a la hora que lo llegaran a traer a su casa.

Él se dedicó a promover proyectos de desarrollo que fueran de beneficio para las comunidades y predicaba que había que luchar a la par de lo espiritual y lo material, tomando como ejemplo la vida de Jesús. Decía: Quiero que mis hijos estudien, que se gradúen, que lleguen a algo y no quedarse como estoy yo.

Con los vecinos empezaron a dedicar tiempo gratuito de trabajo para construir una carretera, luego se organizaron para formar una cooperativa de consumo. Posteriormente planificaron cómo introducir el agua potable.

Según el testimonio recogido por la ODHAG, una vez reunió a toda su familia y le dijo: Yo estoy perseguido y talvez va a llegar un día en que me van a matar, cuando eso suceda quiero que ayuden a su mamá y también tienen que luchar porque yo lo que quiero para la gente es un bien. Yo no estoy haciendo nada de año a la gente. Esto lo dijo llorando porque sabía que lo iban a matar.

Reyes Us Hernández fue asesinado a manos de varios hombres vestidos de verde olivo y encapuchados que lo dejaron muerto a pocos metros de su casa.

“Gaspar”, que así lo llamaban por un abuelo suyo, dijo en alguna ocasión: Si nos morimos por seguir a Dios, es que Él sabe que estamos en favor de la vida; así que no debemos tenerle temor a nadie, porque no le hemos robado a ninguno.

Beato Domingo del Barrio Batz

Era sacristán y catequista y acompañaba al sacerdote misionero José María Gran Cirera en las visitas a las aldeas.

Fue asesinado el 4 de junio de 1980, cerca de la aldea Xe Ixoq Vitz, en Chajul.

Desde muy joven empezó a participar en la Iglesia como miembro activo de la Acción Católica. Su tarea como sacristán era acompañar al sacerdote misionero en las visitas a las aldeas.

Llegando a las aldeas, los fieles se reunían en los oratorios y Domingo junto al padre trataban de animarlos con los cánticos y ayudando a veces con la traducción de los mensajes de fe.

A pesar de las advertencias y amenazas que el jefe del destacamento militar le había hecho al padre José María, Domingo se mantuvo fiel a su lado.

Siguiendo a esas advertencias, el padre José María le pidió a Domingo que mejor él se quedara y no lo acompañara a las comunidades porque no quería que le pasara algo. A eso, Domingo contestó: “¡Vamos padre! ¡No quiero separarme de usted, si nos pasa algo que sea lo que Dios quiera!”.

El 4 de junio de 1980, Domingo fue encontrado muerto al lado del padre José María, con cinco heridas de bala.

Sus restos fueron enterrados en el cementerio de San Gaspar Chajul y los del padre José María en el cementerio de Chichicastenango. Con el tiempo, tanto los restos del sacerdote como de Domingo, fueron exhumados y ahora yacen bajo el altar mayor de la misma iglesia que Domingo frecuentaba diariamente y de la que fue sacristán.

Beato Nicolás Castro

Originario del municipio de Uspantán, Quiché. Fue asesinado el 29 de septiembre de 1980 en ese municipio a la edad de 35 años. Fue catequista durante 20 años y ministro de la Comunión. Los que lo conocieron lo describen como una persona tranquila, amistosa, honrada y trabajadora.

Arriesgando su vida, Nicolás iba hasta Cobán, Alta Verapaz, a buscar la comunión, a veces hasta San Cristóbal Verapaz, pues los sacerdotes ya no llegaban a su parroquia en Chicamán. A escondidas traía las hostias, cuidadosamente envueltas entre las tortillas. Otras veces escondía la comunión en el costal donde llevaba el maíz y con mecapal lo cargaba hasta su aldea.

Un sacerdote que lo conoció cuando iba a su parroquia cuenta que le dijo: Usted perdone, padre, queremos la comunión, pero si me descubre el ejército y los judiciales, me matarían, por eso, aquí le traigo unas tortillas para que si es posible me coloque las sagradas hostias entre ellas.

Ese gesto de sencillez y fe lo conmovió y le hizo un nudo en la garganta. No supo qué responderle. Tomó las tortillas y las llevó al altar, ahí colocó de ocho a diez hostias entre las tortillas y las entregó.

Alguien lo denunció y el 29 de septiembre de 1980, en horas de la noche, unos individuos lo fueron a buscar en su casa. Los hombres, con lujo de fuerza, trataron de apresar a Nicolás. Él se agarró con fuerza al horcón que sostiene la viga maestra de la casa y les gritaba: “¡Mátenme aquí pero no me lleven!”. Presentía que lo podrían tortura y sacarle los nombres de otros catequistas.

Los testigos del hecho cuentan que lo agarraron del brazo y lo jalaron fuera de la casa. Lo mataron en el patio de su vivienda.

Beato Tomas Ramírez Caba

Originario del cantón Chajul, del municipio de San Gaspar Chajul. Fue asesinado en la parroquia de ese municipio el 6 de septiembre de 1980.

Después del asesinato del padre José María Gran Cirera, en 1980, la situación de amenaza para los que tenían un cargo en la iglesia se hizo más fuerte. Tomás siempre cuidaba el convento y la Iglesia. Esta responsabilidad le molestaba mucho al ejército que en más de una oportunidad lo amenazó para que ya no llegara al convento ni a la iglesia.

Él era fiel a sus tareas y responsabilidades en el trabajo. Después de cada amenaza llegaba a su casa a contarle a Rosa, su esposa, lo que los soldados le estaban diciendo y le señalaba que, a pesar de todo, nunca dejaría de cuidar la Iglesia, aunque eso le costara la vida.

En coordinación con los sacerdotes, era uno de los encargados en repartir algunos alimentos que a través de Cáritas Diocesana se hacían llegar a las personas necesitadas, ya que la pobreza se agudizaba en la población. Todo esto se agravaba con el aumento de la violencia.

A mediados de los años 60, por encargo del párroco de aquel entonces, Fernando Tirador, de los Misioneros del Sagrado Corazón, recibió el compromiso de ser el sacristán de la iglesia y el custodio de las habitaciones donde vivían los misioneros y también de los lugares donde se llevaba a cabo el trabajo pastoral de formación de los feligreses y directivos.

Desde ese momento Tomás tomó esa tarea como una misión. Siendo sacristán participaba al mismo tiempo con los catequistas en las oraciones en las clases de formación semanal.

El 6 de septiembre de 1980, los soldados irrumpieron en el templo, dirigiéndose hacia donde estaba Tomás, rezando. Lo agarraron violentamente y le quebraron un brazo. Le dispararon por la espalda dejando su cadáver a la entrada del convento parroquial.

El mismo día que mataron a Tomás fueron ejecutados en el pueblo 39 hombres.

Beato Miguel Tiu Imul

Originario del cantón La Montaña, Parraxtut, Sacapulas. Fue asesinado el 31 de octubre de 1991, en ese mismo lugar.

Miguel vivió y trabajó en su aldea La Montaña, donde desempeñó el cargo en dos ocasiones de directivo de Acción Católica y por muchos años realizó su trabajo pastoral como catequista.

Cuando comenzó a ser amenazado decía: “Si yo muero piensen que ustedes tienen que seguir la religión. No le tengan miedo a la muerte porque cuando uno dice la verdad, la gente dice que uno es malo. Si muero, muero como Jesús murió”.

Siempre les decía a los catequistas, “un buen catequista tiene que fijarse y ver las necesidades de la comunidad. Dios lo quiere así”.

En la noche, los patrulleros vigilaban a Miguel cuando iba a cuidar su milpa. Cuenta su familia que unos días antes de que lo mataran, soñó que estaba en una celebración y la candela que tenía en su mano se iba consumiendo poco a poco y decía: Voy a morir, esa candela es la de mi bautismo.

El miércoles 31 de otubre de 1991, Miguel regresó como a las 5:00 de la tarde la plaza de Parraxtut, cantón La Montaña. Ese día iba preocupado y triste. Como a las 6:30 de la tarde se encaminó para cuidar su milpa, no había caminado mucho cuando se escuchó un disparo.

Su hija mayor, presintiendo lo peor, salió corriendo y lo encontró en el camino, agonizante.

Beato Juan Barrera Méndez

Juan Barrera Méndez era un niño cuando fue asesinado, el 18 de enero de 1980, tenía 12 años de edad. Nació en Potrero Viejo, Segundo Centro de La Vega, Zacualpa, Quiché.

Todos en su familia eran miembros de la Acción Católica. Participó desde muy niño en actividades propias de la parroquia y de su cantón. Juan ya había logrado ser un buen catequista.

A pesar de su corta edad le gustaba participar en reuniones de tipo informativo para aprender la doctrina en las celebraciones. Participaba y colaboraba en su comunidad en cuanto a la formación cristiana. Asistía dominicalmente a la celebración de la Eucaristía en la parroquia de Zacualpa y dos veces por semana participaba en las reuniones que se desarrollaban en el oratorio de su propio cantón.

En 1980 se llevó a cabo la primera masacre en la comunidad del Cantón Segundo Centro de La Vega. Rodearon la casa de Juan y él no consiguió escapar junto a su hermano. Fueron interrogados, amenazados y torturados. Su hermano logró escapar y a causa de esto, comenzaron a torturar a Juan sin piedad, haciéndole cortes de cuchillo en las plantas de los pies y en otras partes del cuerpo. Lo colgaron, le dispararon y dejaron su cadáver como a dos kilómetros de su casa.

“La vida de Juan fue segada en su corta edad, pero en el transcurso de sus breves años supo trabajar por lo que descubrió daba sentido a su vida y a la de su gente: la fe en Cristo”.

Junto a los 7 catequistas también fueron beatificados 3 sacerdotes misioneros del Sagrado Corazón: José María Gran Cirera, Faustino Villanueva y el padre Juan Alonso Fernández.

Beato padre José María Gran Cirera

El beato José María Gran Cirera tuvo como lugar de misión la Parroquia San Gaspar, en Chajul, Quiché. Fue asesinado cerca de la aldea Xe Ixoq Vitz, del municipio de Chajul, el 4 de junio de 1980, junto con su sacristán, Domingo del Barrio.

El sacerdote fue un hombre entregado a la gente en los distintos campos de trabajo, aspiraba servir siempre al más abandonado y alejado, señala el libro Testigos de la Fe Por la Paz.

El caminar durante largas jornadas en regiones selváticas con clima adverso y en circunstancias difíciles de violencia, no le atemorizaron.

El padre con algunos miembros más de la parroquia emprendió en mayo de 1980 una gira misionera por el municipio de Chajul, que duró varios días. El viaje de retorno les llevó varias etapas, realizas a caballo y a pie. La última que emprendió fue al amanecer del día 4 de junio de 1980. El padre, feliz de las jornadas de trabajo pastoral con las comunidades, retornaba hacia Chajul, junto con su sacristán, Domingo del Barrio Batz. Dos horas antes de llegar al pueblo de Chajul y después de cruzar un río iniciaron una larga subida y en el trayecto se percataron de la presencia del ejército en el lugar. Ya arriba, ambos fueron interceptados por un batallón del ejército y ultimados a tiros. Luego les colocaron en sus mochilas propaganda de la guerrilla para poder acusarlos de subversivos ante los medios de prensa nacional e internacional. El padre José María Gran Cirera tenía 36 años.

Según el documento, una muerte así no había ocurrido en Quiché durante años, la gente estaba escandalizada, indignada, aterrorizada.

Juana Anaya, que en esos días trabajaba en arreglar unas instalaciones del convento parroquial cuenta que le quedaron grabadas las últimas palabras del padre, antes de su gira. “Nunca se olviden ustedes que cuando hay un gran sufrimiento, Dios es cuando más se hace presente al lado de uno”.

Beato padre Faustino Villanueva

También Misionero del Sagrado Corazón. Villanueva inició su trabajo en Joyabaj, Quiché, pero conoció también la región ixil, donde trabajó en la parroquia de San Juan Cotzal. Al final de su estadía en esta parroquia dio los primeros pasos para establecer una cooperativa que liberara al pueblo de las garras de los usureros.

En todas las parroquias por las que pasó, la dinámica de trabajo era muy similar: conocer la realidad, tratar con la gente, visitarla en el pueblo y sus aldeas, anunciarles la palabra de Dios, reunirse con los responsables y directivas de Acción Católica, animar y organizar la catequesis, celebrar la fe en los sacramentos, bautizos, matrimonios, visitar a los enfermos y llevar medicinas a las aldeas.

Villanueva fue asesinado el 10 de julio en horas de la noche. Dos hombres jóvenes llamaron a la puerta y pidieron hablar con el sacerdote. El padre salió a atender la llamada. Poco después le dieron muerte. Según el libro, eran dos asesinos a sueldo enviados a realizar este “trabajo” que pretendía silenciar la misión de la Iglesia. Todo esto sucedió poco más de un mes de la muerte del padre José María Gran Cirera.

Sus restos fueron colocados en el cementerio de Chichicastenango, donde sigue siendo signo y presencia de una vida que sembró la paz y la justicia en medio del pueblo.

Beato Padre Juan Alonso Fernández

El padre Juan Alonso Fernández, de Cuérigo, Asturias, España, fue ordenado sacerdote el 11 de junio de 1960 y llegó a Guatemala el mismo año de su ordenación. Fue asesinado el 15 de febrero de 1981, en el camino que conduce de San Miguel Uspantán, al pueblo de Cunén, en un sitio conocido como “La Barranca”.

Debido a que en ese entonces la iglesia de la diócesis de Quiché era seriamente golpeada por la persecución, la violencia y muerte de sus agentes de pastoral, en ese contexto los pocos agentes de pastoral que permanecían junto con su Obispo (Monseñor Juan José Gerardi), decidieron retirarse temporalmente de la diócesis.

Se conformó un equipo de cuatro sacerdotes Misioneros del Sagrado Corazón que al ver la dura realidad de las comunidades de la diócesis, decidieron retornar a Santa Cruz del Quiché y realizar un plan de atención pastoral mínima. El padre Juan Alonso Fernández, que se encontraba en Petén, quiso ser parte de este equipo con sus compañeros, por lo que retornó a Quiché.

Quiché tiene diez nuevos beatos.

Alonso optó voluntariamente por encargarse de la zona norte de las diócesis que conformaban las parroquias de Nebaj, Cotzal, Chajul, Cunén, Uspantán, Chicamán y Lancetillo, donde el irrespeto por la vida de catequistas, sacerdotes y por los derechos humanos era total.

Una de sus frases era: “¡Yo por él me hice sacerdote, y si por Él tengo que morir, aquí estoy!”.

Según el documento, él siempre optaba por los lugares donde el peligro era mayor y esto definía su talante de misionero y de hombre entregado a la Iglesia.

El 23 de enero de 2020, el papa Francisco autorizó a la Congregación de los Santos promulgar el decreto para beatificar a los tres sacerdotes y a los siete laicos asesinados por odio a la fe en Guatemala entre 1980 y 1981.

*Las historias sobre las vidas de los beatos fueron recopilados del libro Testigos de la Fe por la Paz, Vidas ejemplares de la Iglesia Católica de Guatemala, publicado por la ODHAG en su segunda edición en diciembre de 2020.

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