Inician la siembra del maíz según el calendario maya agrícola en tierras Q’anjob’al

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Créditos: David Diego Marcos.
Tiempo de lectura: 5 minutos

Por David Diego Marcos

Durante esta temporada del año, en el territorio maya Q’anjob’al de Jolom konob’, Santa Eulalia Huehuetenango, la población realiza “la siembra del sagrado maíz” basándose en el calendario maya agrícola denominado en el idioma Q’anjob’al como Awnub’, que contiene diversos ciclos de siembra durante el año y que son identificados como: Onew, Siwil,Tap, Oyeb’ k’u, Wex, Saq May, Nab’ich, Mo’, B’ak, Xujem, Yaxsijom, Q’eqsijom, Yaxakil, Mol, Q’ansijom, Saqsijom, Q’anal, Kaqsijom, Mak.

Foto: David Diego Marcos.

Entre los ciclos que son más utilizados por los productores de maíz durante la siembra, se encuentran el Tap, Oyeb’ k’u, Wex, que corresponden al mes de febrero, marzo y abril en el calendario gregoriano.

Esos ciclos de siembra se van cambiando cada 20 días, no obstante, algunas personas siembran maíz en el ciclo Saq May, pero debido a que se demoraron en labrar la tierra o por algún otro factor, tienden a correr el riesgo que no broten “buenas mazorcas”, como la población suele llamar a los buenos frutos del maíz, debido a que se sembró en un ciclo “no efectivo y correcto”.

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El proceso de la siembra del maíz implica muchas responsabilidades y requiere conocimientos sobre los ciclos, ya que si se siembra antes del Awnub’ se corre el riego de que la milpa haya crecido bastante y que en ese momento llegue “la helada” que se conoce como Chew en idioma Q’anjob’al o “quemado del maíz”, eso implica que en algunos momentos es difícil que retoñe el cultivo y se pierda la siembra; en algunos casos se ha llegado al punto de volver a sembrar en la parcela.

Por otro lado, si se siembra la milpa muy tarde según ese ciclo, la milpa crece pero no da buenos frutos y en algunos casos los pájaros les provocan daños con sus picoteos, y por esos agujeros se entra el agua a la mazorca en el tiempo de lluvias; ese proceso pudre las mazorcas y los agricultores no obtienen los beneficios esperados, aunque cabe resaltar que en el transcurso del año hay varios ciclos del Awnub’, tomando en cuenta que esa cuenta va variando por la ubicación geografía de los lugares, es decir que no se adaptan los mismos ciclos en la parte cálida y la parte fría de la región.

Foto: David Diego Marcos.

Preparación de la siembra

Antes de la siembra de la milpa se procede a bajar las semillas de una plataforma conocida como tapanco o Yul Kan en idioma Q’anjob’al, que se construye por debajo de algunos techos de las casas y se usa para almacenar cosas; esas semillas han sido seleccionadas previamente de la siembra anterior para luego desgranarlas.

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En algunos casos se dejan en la punta de la mazorca y en el otro extremo, algunos granos que no se consideraban aptos para semillas y que posteriormente son utilizados en la gastronomía en el momento en que se efectuará la siembra de la milpa en el campo.

Después de terminar de desgranar el maíz, los granos que serán semilla se reposan al frente de la cruz reconocida como Popb’al o altar o lugar sagrado, un momento donde se realizan veneraciones con incienso, candelas, ocote, entre otros materiales. Además, se elevan plegarias y peticiones a la madre naturaleza para que haya un cultivo en abundancia, que los animales y las condiciones climáticas no los afecten y para que no se tenga que pasar penas o sufrir hambre durante el año.

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Un día antes de realizar la siembra se pone a coser el resto de las semillas que quedaron en cada extremo de las mazorcas y se les agrega cal blanca, como comúnmente se hace en el proceso de nixtamal. Cuando los granos hierven, se le agrega cal de color gris que se obtiene de la plancha o poyo, como se conoce al área donde se ubica el fuego y se cocinan los alimentos dentro de las casas, ese proceso le otorga un toque especial y exquisito al atol que se llama Butx ulul  o atol blanco.

A ese atol se le agregan frijoles, semillas de chilacayote molido o Sachil ub’al y se acompaña con tamales grandes, diferentes a los tamalitos que normalmente se consumen.

Bajo estos principios y prácticas ancestrales las comunidades buscan obtener cosechas en abundancia aplicando el Awnub’, además de la energía que rige cada día en el momento de la siembra, el componente gastronómico y espiritual y la conexión con la madre naturaleza y la cosmovisión del pueblo Q’anjob’al.

Prácticas que se pierden

Según Bernabé Mateo José y María Ramírez, del cantón San Miguelito, cuentan que en la  época de su juventud, durante la siembra del cultivo de maíz, el dueño del cultivo era el que se encargaba de conseguir unas estacas o palos con una punta afilada, para que sus trabajadores pudieran “choquear” o abrir los agujeros en la tierra donde se introducían las semillas, porque en ese momento no se contaba con los azadones modernos o algún otro tipo de herramienta de trabajo industrializada; posteriormente se encendía una fogata introduciendo las estacas en medio del fuego, para que no se despuntaran y aguantaran el proceso, luego el dueño “era el encargado de poner en orden a sus trabajadores (unos 25 a 30) y motivarlos a trabajar de la mejor manera”, comentaron los ancianos.

Foto: David Diego Marcos.

A la hora del almuerzo se bebía atol blanco Butx ulul, acompañado de frijoles, semillas de chilacayote molido, Sachil ub’al y tamales grandes.

Al concluir la siembra, al finalizar el día, las niñas y niños que participaban o los hijos del dueño de la siembra, eran los encargados de encender una fogata. Entre las brasas agregaban granos de maíz para preparar palomitas de maíz que posteriormente regaban alrededor de la parcela, según cuentan, era para dejarles algo de comer a los animales como los pájaros, los zorros u otro tipo de animal que habitaba en los alrededores para que no dañaran los cultivos y así obtener una buena cosecha.

Foto: David Diego Marcos.

Aunque en la actualidad, los ancianos lamentaron que se van perdiendo ese tipo de prácticas y conocimientos ancestrales, debido al incremento del consumo de maíz transgénico traído desde México y otros lugares. Otro fenómeno que incide en la pérdida de ese tipo de prácticas es la migración de la población a Estados Unidos, México y otras ciudades, así como la incursión laboral en el comercio o prácticas académicas que se alejan del conocimiento de los ciclos del Awnub’ , o bien que ya quedan pocas personas que se dedican a labrar la tierra.

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