Índices de pobreza en América Latina retrocedieron 12 años

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Créditos: La pobreza se recrudeció en Latinoamérica y con mayor fuerza en Centroamérica. (Foto: Katya Alvarado)
Tiempo de lectura: 8 minutos

Por Maria Nuñez Chacón 

En los países de la región centroamericana se recrudecieron las condiciones  de desigualdad y desempleo en medio de la pandemia, poniendo en jaque a los sistemas gubernamentales y desafiando la salud, educación, empleos e informalidad

Los países de Latinoamérica experimentan un retroceso de unos 12 años en materia de pobreza, mientras que la pobreza extrema en promedio se devolvió unos 20 años en la historia, según cifras presentadas recientemente por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

En su informe Panorama Social de América Latina 2020 pone de manifiesto que la pandemia generada por el COVID-19 irrumpió en un escenario económico, social y político que ya era complejo, con un bajo crecimiento, aumento de la pobreza y crecientes tensiones sociales.

Para el 2020 se estima que la tasa de pobreza promedio de la región alcanzó el 33,7% y la pobreza extrema el 12,5%, lo que significa que el total de personas pobres ascendería a 209 millones -22 millones de personas más que el 2019- y de ese monto, 78 millones estarían en situación de pobreza extrema.

A causa de esta fuerte recesión económica, la región marcó una caída de 7,7% del Producto Interno Bruto (PIB) regional, lo cual intensifica las desigualdades que caracterizan a las sociedades latinoamericanas, como los altos niveles de informalidad, la desprotección social y la injusta división sexual del trabajo y organización del cuidado de las personas dependientes y los hogares.

Para Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de CEPAL, la pandemia (que aún no termina) ha dejado 2,7 millones de empresas cerradas,  un aumento de la desocupación y agudas brechas de género.

“Latinoamérica es la región en desarrollo más afectada del mundo, porque con solo el 8,4% de la población mundial, registramos el 27,8% de las muertes por COVID-19 y el 18,6% de los contagios. En 2019 teníamos 467 millones de personas en situación de vulnerabilidad, hoy la cifra ascendió a 491 millones. e trata de personas que están hasta tres veces por debajo de la línea de pobreza (es decir, reciben tres veces menos el salario mínimo)”, detalló Bárcena.

El informe plantea que los gobiernos de la región implementaron 263 medidas de protección social de emergencia en 2020, las cuales alcanzaron al 49,4% de la población, aproximadamente 84 millones de hogares o 326 millones de personas, y sin estas medidas la incidencia de la pobreza extrema habría alcanzado el 15,8% y la pobreza el 37,2% de la población.

La vocera del organismo internacional fue enfática en que será necesario que los gobiernos latinoamericanos continúen entregando transferencias monetarias de emergencia a las personas que quedaron sin empleo, con el fin de apoyarlos en esta crisis. Sin embargo, en la mayoría de las naciones centroamericanas esos apoyos dejaron de entregarse hace meses.

Y la pobreza no toca a todos por igual, de manera que es mayor en áreas rurales, entre niñas, niños y adolescentes, indígenas y afrodescendientes, y entre quienes tienen menores niveles educativos.

En este sentido, el 72% de los menores de la región no tienen ningún tipo de protección social. Además, 167 millones de estudiantes se vieron afectados por el cierre de centros educativos en 2020 y a la fecha todavía hay 121 millones.

Las brechas en acceso a Internet fueron un detonante de la desigualdad para este sector poblacional, debido a que millones de niños no pudieron acceder ni siquiera a las plataformas y programas digitales de educación, lo cual genera procesos de exclusión escolar.

Centroamérica: desigualdad que hiere

La región centroamericana ha estado marcada desde hace muchos años por brechas de desigualdad, altos índices de pobreza, informalidad laboral, exclusión y, en muchos casos, hambre.

A un año de que se conocieron los primeros casos de personas centroamericanas que dieron positivo para COVID-19, en una ascendente curva de contagios y una serie de restricciones de movilidad, así como el cierre de industrias y negocios, los indicadores son aún más alarmantes.

No todos han estado en el mismo barco, como los gobiernos de turno quisieron hacerles creer a los ciudadanos. Quienes por sus condiciones socioeconómicas y laborales pudieron emprender el teletrabajo, vivieron un desafío casi imposible de alcanzar: conciliar su trabajo, los hijos, el hogar y miles de ocupaciones en un mismo espacio y momento.

Las historias hieren profundamente las fibras del istmo. El hambre se apoderó de muchos hogares, ante la imposibilidad de salir a ganarse el poco dinero del día, es decir, aquellos a quienes les suspendieron sus contratos laborales o que fueron despedidos sin recibir sus prestaciones de ley.

Otros que tuvieron algo de suerte, lograron cubrir un pequeño porcentaje de sus horas laborales. Miles de personas no pudieron resguardarse en sus casas contra el virus, porque era indispensable salir a buscar el sustento (en las calles).  Muchas casas con una bandera blanca eran el indicio de que ahí el hambre se había asentado.

Millones de niños abandonaron las aulas a la espera de un pronto regreso, pero, a un año del inicio de la pandemia, en muchos países aún no se emplean las clases presenciales, y la educación virtual es un privilegio que solamente algunas clases socioeconómicas se pueden dar.

Además, niños y adolescentes están seriamente desprovistos por los sistemas de protección, por ejemplo, un 72,2% en Honduras se encuentran en esta situación; el 46,3% en El Salvador; el 32,1% en Nicaragua; y el 7,5% en Panamá.

Le mostramos un vistazo de cómo han vivido los últimos meses algunos países de la región y de qué forma se incrementaron los niveles de desigualdad.

El hambre en Guatemala

Karin Slowin, investigadora social guatemalteca aseguró a UNIVERSIDAD que no le sorprende que en Guatemala se diera un incremento de la pobreza, sin embargo, no existen estadísticas o levantamiento de información oficial, que permita tener claridad de los efectos económicos de la epidemia sobre la población, ni siquiera de los programas de asistencia social o asistencia económica a empresas.

“Sí puedo decirle que hubo un encarecimiento de los insumos agrícolas para la producción, los pequeños campesinos agropecuarios tuvieron que usar las reservas alimentarias que tienen para subsistir en el período estacional de hambre, vender sus animales, e implementar estrategias para sobrevivir al encierro, que en realidad solamente duró unos tres meses”, contó la experta.

El hambre se apoderó de muchas familias guatemaltecas, las cuales tenían banderas blancas cómo para pedir ayuda alimentaria, incluso a la fecha continúan.

Peor aún, se duplicaron los casos de desnutrición en jóvenes y niños. De hecho, al final de 2020, el Ministerio de Salud reportó que hay  27.913 menores de cinco años con desnutrición aguda, y cuatro de cada cinco hogares padecen de inseguridad alimentaria.

“Se reportó que 41.000 personas dejaron de estar afiliadas al sistema de seguridad, es decir, como mínimo el país perdió esa cantidad de empleos formales, pues una parte de los sectores más afectados son urbanos de capas medias, profesionales independientes o bajo contrataciones que no incluyen prestaciones. Muchas personas perdieron su empleo”.

Honduras: salud y economía débiles

Un paso adelante y dos para atrás. Honduras se encuentra actualmente en los niveles de contagio y hospitalización, con necesidad de cuidados intensivos, de junio del 2020, aunque el registro de datos oficiales podría dejar por fuera a muchas personas.

Así lo confirmó el sociólogo y catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Eugenio Sosa, quien detalló que hay un retorno fuerte de la pandemia, con unos 4.500 fallecimientos y 180.000 casos positivos, y sin contar que hay muchas personas fuera de los registros oficiales.

“La respuesta del Estado, en términos de salud, siempre fue débil, limitada y corrupta, a tal grado que los hospitales móviles, comprados a un precio hipervalorado, aún no los tenemos, mientras que seguimos con un sistema de salud precario. Por su parte, la economía hondureña ya era débil, sostenida en gran parte por la informalidad y, según estimaciones de organismos, empresarios y otras entidades, perdimos entre 800.000 y 1 millón de empleos en 2020”, informó Sosa.

Al bajar los ingresos de los hondureños, evidentemente se da un recrudecimiento de la pobreza, sumado a un alto endeudamiento del país, tanto interno como externo, poca transparencia en el uso de los recursos, y un 2021 que estará marcado por campaña electoral, por lo que existe temor de que los presupuestos se utilicen para clientelismo y compra de votos.

Lo peor de todo es la fuerte exclusión del sistema educativo, el cual tendrá consecuencias a futuro. Escuelas y colegios privados mantienen algún nivel de formación digital, pero los centros públicos que atienden a los sectores pobres se les ha dificultado, puesto que en Honduras, a finales del 2019, solamente el 18,5% de los hogares tenían Internet, en las ciudades un 16,4% y en la zona rural solo el 2,1%.

“Además, ante la pobreza y desigualdad, no existieron medidas potentes, pues a los trabajadores que se quedaron sin empleo les dieron un salario por dos o tres meses, pero hasta ahí llegó; y ya se intentó la primera caravana de personas en 2021, la cual fue masiva y muy reprimida”, añadió el experto.

El Salvador: reducción del bienestar social

José Andrés Oliva, investigador de Fusades El Salvador, es enfático al señalar que el bienestar social se vio impactado durante la pandemia. Los pobres se hacen más pobres y la desigualdad aumenta,  se dio un descenso en el empleo formal de unos 65.000 trabajadores y un fuerte impacto en el sector informal, quienes no tuvieron ingresos por meses.

La ultrapobreza ($1,9 por persona, al día) pasó del 3% al 14%, la pobreza extrema ($3,2 al día por persona) se mantuvo en un 8%, la pobreza moderada se ubicó en el 19%, y hubo un desplazamiento de los sectores que estaban arriba de la línea de pobreza, como los de ingreso medio que pasaron del 40% al 35%, trasladando a muchas personas a una franja más baja.

“Las medidas de restricciones afectaron a muchas empresas, incidió en la calidad del ingreso y en el aumento de la pobreza. Además, todas las escuelas están cerradas desde finales de marzo del año pasado, y aunque ahora se trata de pasar a la virtualidad, el acceso no es igual para todos. Habrá un fuerte atraso de niños, niñas y jóvenes, de los cuales muchos no volverán. Por eso, es probable que resurja el trabajo infantil y otros problemas”.

 

Costa Rica tierra de retroceso

Costa Rica se enorgullecía por su inversión en educación, en salud y en bienestar social, sin embargo, en los últimos años ya se sentía un retroceso en materia de pobreza, ingreso y desigualdad. La pandemia tomó a todo el mundo por sorpresa, y generó fuertes impactos en materia de empleo, ingresos y oportunidades.

La pobreza en el país se ubicaba en el 17,7% en el año 2008, y aunque el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) señala que no se pueden comparar los datos con los actuales, pues cambió la metodología de medición, lo cierto es que para el 2020 se cerró el año con un 26,2% de pobreza, lo que evidencia que las brechas se hicieron mucho más amplias. Incluso si se comparan los datos con el primer año de aplicación de la nueva metodología, que fue el 2010, la cifra se ubica en el 21,3%.

Para el economista Fernando Rodríguez, si bien la pobreza estaba por encima del 20% al llegar la pandemia, había un grupo importante en condición de vulnerabilidad, ese que vivía apenas por encima de la frontera de la pobreza, es decir, si se reducía un poco su ingreso o subían los precios, engrosarían los niveles de pobreza.

“La estadística oficial del 2020 fue del 26,2%, porque en ese momento se estaban entregando los bonos PROTEGER, pero yo calculo que sí podríamos llegar en el algún momento a niveles cercanos al 30%, y aunque se ha venido reduciendo, aún queda mucha gente en condición de vulnerabilidad, y tendremos problemas graves para sacar a esa gente”, detalló el experto.

Rodríguez sostiene que el retroceso de pobreza del país podría ser mucho más marcado que el resto de la región, y que incluso podría existir un retroceso de hasta 30 años, de los años ochenta o noventa, con una dificultad mayor: que en esa época no existía un problema fiscal tan fuerte como el actual.

Por el contrario, en las décadas de los ochenta y noventa se consolidaron muchos programas de ayuda social, pero en la actualidad el país está bajo el marco de la regla fiscal, las transferencias corrientes estarán sujetas a un crecimiento nulo y la capacidad de maniobra pública está estancada e incluso disminuida, porque en el 2020 hubo una menor recaudación de las planillas de empresas, es decir, hay menos recursos, con una mayor población en vulnerabilidad.


13,1 millones de mujeres perdieron sus empleos

Los efectos de la pandemia han sido realmente profundos, pero existen regiones y grupos poblaciones que se han visto verdaderamente golpeados. En América Latina y el Caribe, un total de 13,1 millones de mujeres vieron desaparecer sus empleos.

La crisis económica y sanitaria exacerbó las brechas de género en materia laboral, lo cual sacó de la fuerza de trabajo a muchas mujeres, generando un retroceso profundo en los avances alcanzados en las últimas décadas, así lo confirmó recientemente la Organización Internacional del Trabajo (OIT):

  • 2020 tasa de participación se redujo 5,4 p.p. para llegar a 46,4%
  • Tasa de desocupación regional de 10,3% a 12,1%
  • 13,1 millones de mujeres más desocupadas
  • En total 25 millones de mujeres fuera de la fuerza de trabajo en América Latina

Fuente: OIT.

Nota publicada originalmente en:

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