Crónica de un crimen académico

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Créditos: Miguel Ángel Sandoval
Tiempo de lectura: 4 minutos

Por Miguel Ángel Sandoval 

El viernes de la semana anterior la FECI destapó la cloaca. Todo el sistema de justicia apareció en trapos menores, jueces, magistrados, abogados, todos, implicados en la corrupción del sistema judicial guatemalteco. Entre los principales sindicados están dos ex -rectores de la USAC. Algo muy grave. Gravísimo.  Pero todo ello tiene un contexto y antecedentes.

Uno de los mayores dramas de la sociedad guatemalteca es su pobre educación. Se vea por donde se vea, tenemos déficit educativo. Se hacen esfuerzos importantes, pero no se avanza mucho. Desde la escuela primaria pasando por la educación básica y la universidad, hay unas cuantas golondrinas, pero de manera general la educación adolece de muchos problemas. 

Hay algo que llora sangre. Es el papelón de la USAC en donde por lo menos tres ex-rectores pueden ir a parar a la cárcel con condenas firmes por delitos asociados a la corrupción a imagen de Eduardo Meyer condenado por corrupción millonaria. Hablo de Murphy Paiz, Estuardo Gálvez, Jafeth Cabrera, quienes tienen muchas acusaciones. Media docena más son por lo menos sospechosos de actos de corrupción. La muestra es apabullante. No siempre fue así.

Pero hubo una guerra sucia y la visión anti-inteligencia durante los años ochenta. Matar la inteligencia fue la divisa de las dictaduras militares. Ese esquema se repitió por todo el continente. Hubo piras de libros en muchos países a la imagen de los nazis. Decenas o cientos de exiliados. Todo esto está documentado. Muchos estudiantes, catedráticos, profesionales, fueron asesinados, desaparecidos. 

Hay en el monumento a los mártires universitarios una lista larga, gigantesca en verdad. En él se encuentran alrededor de 750 universitarios asesinados. El recuento es incompleto por muchas razones. De un análisis sobre la violencia y los derechos humanos, realizados por una comisión con el respectivo informe, se acusa en corrillos a Jafeth Cabrera de haber desaparecido el documento. Esa es la calidad ética de muchos funcionarios de la San Carlos.

Se produjo lo que se ha denominado con justicia, una especie de descremada de la USAC. Producto de ello quedó lo que hoy sabemos. Si intentamos hacer una lista de los últimos rectores, podemos encontrar acaso alguien buena gente o persona, alguien que no tiene acusaciones de corrupción, o alguien que cursó su carrera y ganó los cursos con notas aceptables. Pero ninguno tiene méritos académicos, menos intelectuales.

De la lista siguiente, no hay nadie que se haya destacado por méritos intelectuales, ninguno tiene obra importante, nada de lo que pueda enorgullecerse la USAC. Es realmente el desierto de las ideas. Murphy Paíz, Carlos Alvarado, Estuardo Gálvez, Efraín Medina, Jafeth Cabrera, Luis Leal, alguien más. Pero ninguno brilló por sus luces intelectuales.  Quizás lo más cercano a lo académico haya sido Alfonso Fuentes Soria, y ello ya nos dice algo de los horizontes intelectuales de la universidad nacional.  Adicionalmente no hay en la lista uno solo que se haya dedicado a animar un centro de investigación, con lo cual se pone en evidencia desde otra perspectiva el nulo interés científico. 

Se confundió lo administrativo con lo académico, y posteriormente se hizo de los espacios administrativos aún deficientes como eran, una especie de trampolín político. No hubo uno solo de los mencionados, que no hiciera el esfuerzo por organizar un partido político a su servicio, o que al día siguiente de dejar la rectoría se sumará a algún proyecto político tradicional; no hubo uno solo que tomara distancia real de gobiernos que cercenaba los presupuestos universitarios o que reprimían.  De la misma manera, no hubo apuesta seria por la reforma universitaria, tan necesaria como impostergable.

Pero lo más grave fue la construcción paciente de argollas de poder para medrar a la sombra del Estado en puestos en donde la universidad tenía una silla. Unas 90 representaciones ante instituciones con lo cual unos 90 funcionarios de la USAC fueron premiados. Justo eso; premios y castigos.

Ello implicaba una actitud sumisa ante el gobierno de turno o por lo menos complaciente.  Y su contraparte, ser complaciente con las autoridades universitarias de turno y con las argollas de poder que gradualmente se estructuraron alrededor del presupuesto y de estas pequeñas granjerías. Junto con esos puestos en las instituciones de gobierno, los viajecitos, las consultorías o asesorías, en primer lugar, a los integrantes del Consejo Superior Universitario. La cooptación absoluta y el silencio total garantizado. 

En una palabra, desempeño gris. Es obvio que hay algunas excepciones, pero la mayoría se plegaron a las transas, abiertas o veladas, a los acuerdos en lo oscurito, a la vergüenza. Esto es lo que vemos ahora con las órdenes de captura de dos ex rectores. Su legado será el de ser cómplices de la impunidad y corruptos ellos mismos. Hay muchos datos, documentos, cheques girados o recibidos. Es la cloaca académica.

En entrevistas con universitarios preocupados por el rumbo y destino de la USAC hay preocupación. Un himno de claros ribetes coloniales no es suficiente para ocultar la mediocridad, de igual modo la invocación de una tradición tricentenaria no oculta la barbarie académica y la indiferencia a los problemas del país. Un ejemplo de ello se encuentra en las elecciones del CANG. Con orden de captura por serias vinculaciones con la impunidad y delitos de corrupción, los egresados de la tricentenaria votaron por Gálvez. Es refocilarse en la porquería. 

Hay que refundar la USAC si queremos educación superior de calidad y compromiso con la sociedad que financia esa casa de estudios. Los universitarios tienen la palabra. Mientras tanto nuestra apuesta por las reservas éticas que aún existen en la USAC, que hoy es el paradigma de la anti-academia.

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