Comentarios críticos y oportunistas Militantes clandestinos (Segunda entrega)

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Créditos: Gilberto Morales
Tiempo de lectura: 23 minutos

Por Gilberto Morales

I.

La investigación histórica en aquellos países que han pasado recientemente por hechos de violencia política tiene presencia importante en la academia. La publicación de ensayos, compendios, libros y materiales de todo tipo vinculados al tema, es igualmente importante en Argentina y Chile, especialmente y en distintas universidades de México que impulsan este tipo de estudios, tanto localmente como en los otros países mencionados, como a fenómenos similares que se han desarrollado en el área latinoamericana y del Caribe. Desde México algunas universidades de ese país han realizado investigaciones sobre las guerras centroamericanas.

Aquellos investigadores que “…se proponen superar la ilusión de la objetividad del historiador y la supuesta neutralidad axiológica, reemplazándolo por su involucramiento ético y político que lo obliga a reflexionar sobre sus prácticas y métodos”, se enfrentan a la tensión que existe entre los resultados de sus informes y el interés que puedan provocar en la inteligencia militar, así como de las organizaciones civiles afectas y al servicio de la oligarquía. Lo que es, indudablemente, una dura camisa de fuerza para los investigadores ante el dilema de que con su trabajo puedan completar un expediente policiaco.

Más que un hallazgo académico, esa resistencia del testigo o actor de los hechos que se opone a “salir al claro”, como decían los miembros de las Comunidades de Población en Resistencia, puede ser producto de ese pasado que no pasa, a la manera de aquellos soldados japoneses perdidos en la selva de alguna isla remota en el pacifico sur que no se enteraron del fin de la II Guerra varias décadas antes, o bien se puede ver en función de la coyuntura, como darle armas a una derecha que se fortalece y reduce espacios para el ejercicio de la ciudadanía.

Además, en la cultura de la inteligencia la obtención de información es continua, no se detiene, pensarlo de otra forma es ingenuo.

Ese espíritu corporativo de defensa es lo que animó a la fundación de la Asociación de Veteranos Militares de Guatemala (Avemilgua) a constituirse. El mismo afán es el que dio vida más tarde a la Fundación contra el Terrorismo, cuya misión es hostigar y lograr la destitución de funcionarios que resultan para ellos una amenaza. De esta forma el titular de la fundación mencionada solía decir, “voy tras ella”, al referirse a las funciones de la fiscal general, Claudia Paz y Paz Bailey, quien desde su investidura empezó y llevó a cabo investigaciones que terminaron con el enjuiciamiento de altos mandos del ejército de donde tampoco escaparon jefes de menor jerarquía pero no por eso menos letales en la violación de los derechos humanos durante la guerra interna. Hoy la doctora Paz y Paz permanece en un exilio, a la espera de mejores tiempos.

Asimismo la gestión de la segunda fiscal general, una lucha frontal en contra de la corrupción que permitió la destitución y juzgamiento del presidente de la República, de su vicepresidenta y de otros funcionarios y empresarios menores, es vista como una enemiga de ese sector privilegiado de población que desde la derecha, hostiliza el ejercicio de la ciudadanía a los sectores contestatarios en Guatemala y se beneficia financieramente de la cosa pública. Hoy esta segunda fiscal general permanece en el exilio y además es acusada penalmente como parte de una campaña de acoso a su persona

En la producción de inteligencia más que los recursos técnicos de todo tipo, escuchas, visores nocturnos, detección de frecuencias telefónicas, intervención digital, etc., el papel más importante es el del de análisis de situación así como de sus antecedentes. El trabajo de los analistas es lo que se considera sustantivo para la elaboración de inteligencia, especialmente ahora que no hay a quien torturar para obtener información específica.

La importancia de la investigación de los hechos, procesos y datos, puede en el mejor de los casos echar luz sobre hechos históricos. También contribuye a iluminarlos en un beneficio amplio que incluye además de los especialistas y de los cercanos al tema, como profesores y estudiantes de historia, al común de los interesados. El peor de los casos es que esta pueda ser usada por la inteligencia para completar el expediente policiaco de algunos de los protagonistas o aprovechar la interpretación de los hechos para explicarse procesos, nada queda afuera del interés de esta labor. Minimizar el efecto de este abuso, de esta apropiación y uso indebido de los hallazgos de los investigadores es poner en duda la calidad y el nivel de la propia investigación de los mismos.

En este sentido hay por lo menos un interrogatorio que el doctor Vázquez Medeles lo declara anónimo, lo que prueba también de alguna manera la ponderación de su parte de esas posibilidades de riesgo.

La situación de esta “tensión” entre la importancia de la investigación histórica de ese período y el uso no buscado por el investigador que le pueda dar la inteligencia militar, la oligarquía y grupos afines, es diferente en cada uno de los países que pasaron por eventos de una guerra interna en la segunda mitad del siglo pasado. No se puede equiparar la coyuntura posterior a los hechos que vive cada uno de los países que son objeto de investigaciones en esta línea temática de la historia.

Seguramente hay diferencias en este sentido entre Argentina y Chile que corresponden a dos períodos históricos diferentes, mientras en Argentina el efecto de la derrota en la guerra de las Malvinas después de una guerra por aire, mar y tierra de dos meses y medio en 1982, significó una pérdida política importante para el ejército de ese país lo que provocó también la caída de la dictadura militar que lo gobernaba y creó condiciones para una ampliación de la democracia que toleraba y tolera, en principio ese tipo de práctica intelectual y ahora podemos decir que promueve por medio de su sistema de universidades.

En el caso chileno hubo de esperar la derrota de Pinochet, y todavía más, una lucha en contra del neoliberalismo de los gobiernos sucesorios al dictador que todavía dura. Situado desde afuera de esos centros de producción intelectual parece que por el volumen de la oferta argentina, en esta actividad supera al esfuerzo chileno.

Más cercanamente, entre los tres países centroamericanos en donde hubo guerras internas seguramente hay diferencias sensibles en las cicatrices que dejaron aquellos movimientos en sus sociedades, así como no es igual el tiempo requerido para ir cerrándolas ni en la tolerancia o eventual represión de los remanentes de las mismas. Lo que no hay por qué dudar es que el interés sobre la información es una actividad realizada de continuo y sistemáticamente, es de vivo interés de los organismos de inteligencia estatal por su propia naturaleza y no por suspicacias “conspiranoicas”.

En el caso de Guatemala con una izquierda replegada a su mínima expresión, con el telón de fondo de burlar el cumplimiento de los acuerdos de paz, los distintos gobiernos han ido reduciendo una institucionalidad que apuntaba a atender demandas surgidas de la guerra interna.

Desde el período presidencial de Otto Pérez Molina cada gobierno obstaculiza el cumplimiento de compromisos acordados. El actual gobierno de Alejandro Giammattei redujo a su mínima expresión a la Secretaría de la Paz, al Programa Nacional de Resarcimiento, a la Comisión Presidencial de Derechos Humanos, retarda maliciosamente y viola acuerdos de procedimiento en la Comisión Presidencial de la Mujer para designar a su titular, obstaculizó el acceso a la información en el Archivo Histórico de la Policía Nacional en razón de que este ha servido para obtener información útil para incoar juicios en contra de los altos jefes policiacos y militares durante la guerra interna. Se redujo drásticamente el personal de esta fuente, se retiró a su coordinador y a su colaborador más cercano.

Se despidió laboralmente y ha amenazado con enjuiciar a Anna Carla Ericastilla, exdirectora del Archivo General de Centroamérica, por facilitar el acceso a la información del mencionado archivo a la Universidad de Texas, EE. UU.

La situación ha cambiado de la que describe el doctor Vázquez Medeles en su libro. No es ya el fértil “El Dorado” al que podían recurrir los investigadores y obtener un servicio de investigación puntual o la síntesis digital de los resultados obtenidos por el personal del Archivo Histórico de la Policía Nacional, a la actual, en donde hay que apelar a la ley de acceso a la información y esperar el resultado de esa demanda. Además han reducido el número de trabajadores de manera drástica.

Como se ve “la cosa” está viva, todavía no es historia, todavía no pasa.

La oligarquía es una vieja patrocinadora de los grupos paramilitares que aterrorizaron a la población en los duros años de la guerra interna. Ahora son patrocinadores de organizaciones sociales de extrema derecha.

En el periódico digital Centro de Medios Independientes[1] el articulista considera altamente probable que Cementos Progreso, de la familia Novella, sea financista de la Fundación contra el Terrorismo. Vaya esto como un ejemplo de lo que se intenta explicar. Avemilgua ha cedido protagonismo a la Fundación contra el Terrorismo, pero lo más seguro es que permanezca al asecho, pensarlo de otra forma es pecar de una credulidad escandalosa.

La investigación de los movimientos de guerra interna en la segunda mitad del siglo XX es una práctica universitaria necesaria e importante, no obstante se enfrenta con el dilema ya descrito, cómo resuelve la necesidad de la acuciosidad rigurosa en la investigación con el efecto preterintencional mencionado.

Consideraciones de procedimiento

Las características propias de quien investiga pueden implicar una intencionalidad no conscientemente pretendida en las interpretaciones del dato y de los procesos. Al igual que las características tipo de aquellos que servirán su testimonio ya estudiadas largamente en la literatura universitaria especializada, se debiera sistematizar también el efecto que puede tener en la hermenéutica del testimonio las características del investigador mismo.

Otro elemento más, aunque no frecuente afortunadamente en el campo de la comunicación, es en esa relación binaria entre el testigo que narra los hechos pasados y los reconstruye rememorándolos y el receptor de ese testimonio, el historiador. Hay un contexto de esta relación dialógica que se asume comúnmente conocido entre las dos partes, que funciona como un marco referencial común. En ocasiones cuando esta asunción no se da efectivamente puede ser fuente de error en la inferencia. La experiencia vital de ambos, entrevistado y entrevistador, con fobias y filias propias, que producen un ser particular único en cada caso, se enfrentan dialógicamente y el campo de los significados puede no corresponderse entre sí completamente. Es una zona de indagación en donde se hace presente por esto, una alta dosis de incertidumbre.

Cuando hablo como testigo supongo que mi contraparte me asume como personalmente me asumo, un desequilibrio en esta ecuación permite velar contenidos y significados, provoca interpretaciones de los hechos no necesariamente acertadas. Más allá de este fenómeno de comunicación, el tiempo para recoger el testimonio puede operar inversamente proporcional a la certeza de su emisor por un lado, porque la naturaleza de los mortales supone un deterioro general en el que se incluye la memoria que puede afectar el recuerdo de los hechos vividos y por otro, permitir que el presente modele como arcilla el pasado constantemente mientras estamos vivos, como afirma Jorge Luis Borges.

Finalmente, el historiador que desde la academia encuentra el sentido de su profesión en tomar partido ética e ideológicamente con los sectores que lucharon por la transformación de sus sociedades debe buscar la alteridad con los protagonistas, hacerles justicia ante la historia oficial y al mismo tiempo guardar una necesaria distancia crítica para evitar el efecto Pigmalión que no podría impedir conclusiones inexactas.

II.

Hace unos días atrás durante una larga plática telefónica con un exmilitante de aquellos que vienen desde los años 60, otro viejo carcamal, sobre datos o procesos contenidos en Militantes clandestinos que nos llevaron a recordar y a comentarlos, me preguntó si consideraba importante leer el libro, no me lo preguntó exactamente así sino más a la guatemalteca:

-¿Creés que vale la pena leer el libro?

Sin dudarlo le dije que sí y empecé a explicarle las razones. Es un esfuerzo de interpretación que busca acercarse a la totalidad de la historia, lo que permite a sus lectores interesados conocer una investigación aproximada del conjunto.

Militantes clandestinos seguramente tendrá un impacto importante entre especialistas, en el mundo universitario vinculado a la investigación de los fenómenos de las guerras internas pasadas en Latinoamérica.

Será un recurso obligado para los estudiantes y profesores de historia interesados en el conocimiento de ese período en Guatemala. Otro sector al que puede interesar el trabajo es el de aquellos legos que no tienen mucha familiaridad con el tema pero les interesa por cualquier razón conocer la historia del país en el período mencionado. A los exmilitantes les servirá para hacer memoria de aquellos hechos, participarán de los hallazgos revelados y probablemente disentirán con algunas de las consideraciones de esa interpretación histórica.

Además, algo que a mi juicio podría ser muy importante para el autor, es el hecho de que su trabajo es un intento de interpretación histórica no realizado a la fecha por la academia sobre ese tema específico. No me refiero aquí al objetivo declarado por el doctor Vázquez Medeles (ahora sí, con dos “zetas”) de estudiar a la Comisión militar (Comil) del PGT, sino al trabajo de contexto que tiene una intención totalizadora como ya se dijo.

El autor se extiende a circunstancias que podrían resultar lejanas a la circunscripción del estudio que se propone, no obstante ese amplio contexto resulta beneficioso para aquellos que no se han aproximado al tema y que, sin embargo, pueden tener interés en los resultados de ese tipo de investigación.

Es un trabajo que se realizó más o menos durante catorce años, con un trabajo de hemeroteca y archivístico importante así como con un uso buen uso de las fuentes.

III

Luego de estas consideraciones y convencido de que no afectará el cuerpo de la investigación, hay no obstante, algunos hechos sobre los que volveríamos a manera de glosa, con la intención de aportar interpretaciones distintas o buscar completar el dato o, en fin, analizar procesos y si se puede darle una vuelta más de tuerca para contribuir a acercarnos a los hechos.

La clandestinidad

Recién en la introducción el doctor Vázquez Medeles considera necesario crear una herramienta a la que llama una categoría de análisis, lo que es muy conveniente y pasa a hacer un interesante repaso de distintos autores en relación con esta categoría de conocimiento.

Para nosotros es más fácil explicarnos la clandestinidad sin que eso signifique restar la importancia de los autores citados en el libro, desde otro soporte teórico. El hijo de un indio mazateco y de una mestiza, anarquista de hueso colorado y luchador por toda una vida, Ricardo Flores Magón, inicia uno de sus libros con una propuesta que es tan pesada como la lápida más robusta: El revolucionario es un ilegal.

El planteamiento obliga a pensar en las condiciones para ejercer esa práctica política como extremas. De manera que la única forma de serlo para un revolucionario es desde la ilegalidad, lo que supone al mismo tiempo una cobertura para su actuar revolucionario, un refugio para preservar la libertad y la vida. El desarrollo de esta categoría de investigación como le llama el autor, permitiría explicarse comportamientos, usos y concepciones de quienes vivieron esa experiencia, datos que podrían resultar útiles en la interpretación de los hechos.

Nos parece que debió tomarse en cuenta de manera importante en la construcción de esa categoría, los tres niveles en los que se manifestaba la clandestinidad que se daban tanto en el caso del PGT, como el de otras organizaciones político militares. Vista de afuera hacia adentro la militancia clandestina se podía dar en tres grupos: simpatizantes, colaboradores y militantes profesionalizados, dentro de los cuales se daba todavía una estructura de poder. Cada uno de estos estratos estaba sujeto asimismo a diferentes niveles de autoridad y la disciplina exigida a la militancia estaba también de acuerdo con el horizonte participativo.

Los niveles implicaban distintas prácticas de allí la importancia en la interpretación histórica de esa cotidianidad clandestina de estos tres niveles, porque permite separar cuáles podrían ser o no las tareas o funciones que les eran asignadas o aceptadas por los y las protagonistas. En el caso de los militantes profesionalizados su disponibilidad para las tareas revolucionarias era permanente, por eso debían recibir un estipendio para realizar sus funciones y su disciplina era militarizada.

Estas consideraciones podrían contribuir a tener una interpretación más precisa si lo vemos a la luz de un caso concreto. Hay un caso en el Diario militar que menciona Juan Carlos Vázquez, donde es capturada una colaboradora. Después de estar en conocimiento de la captura de alguien que conocía, la casa a la que la presencia de sus hijas y de ella misma, le había dado la apariencia normal de una vivienda cualquiera durante un buen tiempo, jugando un papel de pantalla. Luego del conocimiento de la captura de ese compañero que incluso usaba la casa como un centro de impresión de propaganda, llegó a la vivienda días después y allí fue capturada, la razón que arguye para tomar la decisión de llegar en esas condiciones a esa casa, es que “fui a ver cómo estaban mis cosas.” Sus “cosas” eran sus ollas, sus cortinas, sus muebles…

Su “sicología” no era la de un o una militante profesionalizada, sino era de colaboradora. Tenía un trabajo como educadora con las relaciones normales que se traban en el proceso de trabajo, tenía responsabilidades domésticas, sus hijas, relaciones normales con su familia cercana. Todo eso le permitió la necesidad de ir a ver sus cosas, es decir aquello que preocupa a un ama de casa normal y no la de una militante que cumple con rigor las medidas de seguridad y pondera riesgos posibles. Estas consideraciones a la luz de establecimiento de los tres niveles en la clandestinidad, podrían contribuir a explicar el hecho.

El levantamiento armado del 13 de noviembre

Sostener que entre las razones del levantamiento del 13 de noviembre de 1960 estuvo el rechazo por parte de los alzados a la violación de la soberanía nacional cuando se permitió entrenar en el territorio a la Brigada 2506, como nombraron al nutrido grupo de cubanos que se entrenaban para invadir Cuba por Bahía de Cochinos, se ha convertido en el tiempo una verdad revelada, sin objeción posible.

No obstante hay referencias incidentales que crean duda sobre esa “verdad”. Si se toma en cuenta que el grado de involucramiento del ejército nacional en ese proyecto de la CIA era amplio. Hay un sainete histórico que precede al uso del territorio nacional, en el que el señor presidente, el general e ingeniero Miguel Ramón Ydígoras Fuentes fue el actor principal, junto a los embajadores gringos en Guatemala y en Honduras, que me propongo desarrollar en otro lugar.

Por el momento solo contaremos que un soldado hijo de un coronel de línea de esos que no pasan por la academia militar, de nombre similar al de su padre Benigno Álvarez, ofertaba escuadras Colt 45, las de uso oficial por el ejército de Estados Unidos, por Q5 llegadas desde el interior de la finca Helvetia en El Palmar, Retalhuleu, ese era el precio de las armas de la CIA asignado por alguno de los expedicionarios futuros que usaban a Nino Álvarez como intermediario en el negocio, lo que es prueba del involucramiento del cabo Álvarez, en servicio activo, con los cubanos en entrenamiento.

En este mismo sentido, a los anteriores oficiales del ejército que en ese momento dirigían el movimiento 13 de noviembre, de acuerdo con Manuel Colom Argueta en una conocida conferencia impartida a estudiantes de Arquitectura de la USAC y publicada por la Revista Diálogo de la Flacso, relató que a ellos les fue ofrecido participar en esos preparativos, no era pues un secreto de alto nivel del que participaban unos pocos militares. Hay también otro elemento importante que suma en la fundamentación de lo que se viene proponiendo, en ese tiempo el de la fallida invasión, se especulaba con la presencia de oficiales del ejército de Guatemala en la embarcación que sirvió de puesto de mando para llevarla a cabo. Uno de los nombres mencionados fue el del finalmente coronel Hugo Tulio Búcaro, a quien le tocó vivir desde los inicios de la construcción del Estado contrainsurgente cuando fue del estado mayor del coronel golpista, Enrique Peralta Azurdia, hasta el periodo presidencial de Romeo Lucas García, en el que actuó durante un tiempo como ministro de finanzas, una vida muy cercana al poder durante todos esos años que por muy pocos no abarca completamente todo el período de la guerra interna.  

Pero además de estas impresiones que no pasan de ser consideradas como indicios probables del conocimiento de tal empresa por la generalidad de efectivos militares, están las declaraciones de Marco Antonio Yon Sosa, quien detalla las razones de ese levantamiento armado y no se refiere en lo absoluto a ningún problema relacionado con la soberanía nacional.

Dice sucintamente que se proponían conseguir con el golpe de Estado dos cosas; una era sustituir al gobierno corrupto del general Miguel Idígoras Fuentes; y dos, “componer” al ejército nacional[2]. Por esas razones se alzan los oficiales y miembros de tropa,

El descontento de los oficiales alzados giraba en torno de las condiciones en las que los oficiales cumplían con sus funciones, de allí el objetivo dos que era “componer” al ejército y, algo que seguramente motivó el objetivo uno, era el desgobierno de Miguel Ydígoras Fuentes a quien se le debe la inauguración de la nueva época de la corrupción gubernamental, uno de los casos sonados fue el de las corcholatas, otro fue la venta de visas a personas de origen chino en las que se encartaba a su yerno, sus negocios con empresarios cubanos exiliados que buscaban el beneficio financiero de sus socios y de él mismo a cambio de prebendas, uno de estos empresarios inició el narcotráfico en el país comerciando camarones, pero esto es harina de otro costal.

En medio de esto el Partido Revolucionario, cuyo secretario general era Mario Méndez Montenegro, en agosto de 1959, a un año del inicio de ese mandato presidencial, presentó una petición para relevarle el derecho de antejuicio, misma que fue rechazada por sus leales en el Congreso de la República. Se le acusaba de haber robado de las arcas nacionales 40 millones de dólares al cambio monetario de aquel tiempo, era además sujeto de burlas a las que él daba pie. Llegó a practicar gimnasia en un estudio de la televisión que incluyó el salto de cuerda porque se le mencionaba como viejo decrépito, en el más claro estilo de los usos de una república bananera. Era un hazme reír trágico.

La Brigada 2506

Además de la importante información aportada en Militantes clandestinos y de la fuente con alto respaldo de la inteligencia cubana, sobre los lugares en el país en donde se entrenaron los futuros invasores cubanos, otra fuente además de coincidir con algunos de los lugares en la cita de Vázquez Medeles, incluye también otros puntos de entrenamiento  de parte de esta fuerza, en Cerro Nil a orillas del río Nimá, también en Chinajá, incluye presencia de los cubanos en el Aeropuerto la Aurora –no confundir con la finca La Aurora citada por Vázquez y situada en Retalhuleu-, en el Puerto de San José, en Puerto Barrios. A estos lugares hay que agregar San Juan Acul en Petén, de acuerdo con el testimonio[3] de Luís Gurriarán.

Las instalaciones de ese campamento de entrenamiento, fueron más tarde entregadas para su uso a Thomas Melville, entonces metido de cabeza en un proyecto contrainsurgente como lo fue la colonización del Ixcán, sacerdote que pasado algún tiempo fue acusado en 1968 con acierto de tener relaciones con las FAR, junto a su hermano Arthur y a la monja Marian Peters, se le exigió a su orden religiosa, Maryknoll, que las tres personas mencionadas fueran trasladados a su país de origen. En esa misma ocasión se expulsó al también sacerdote Blase Bompane. La orden se cumplió pero no fácilmente en especial para el menor de los hermanos Athur Melville, quien fuera capturado en México, vejado por la seguridad de ese país y, ante el conocimiento de autoridades de la orden religiosa de su captura, fue finalmente expulsado a su país de origen.

El informante de la inteligencia cubana que puso en conocimiento del Ministerio de las Fuerzas Armadas de ese país, de acuerdo con la cita de pie de página N° 88 en la página 69, que en la Finca Helvetia habían 600 tiendas de campamento con 10 hombres en cada una, lo que haría una tropa estimada en 6 mil hombres, cuando los expedicionarios propiamente estuvieron unos cientos arriba de los mil -para M. McKlintok fueron 1400-, seguramente infló los datos. Por otro lado, el más tarde agente a sueldo de la CIA, Félix Rodríguez Mendieguitia[4], después involucrado en la captura y muerte de Ernesto Guevara en la selva boliviana, que se entrenó en ese campamento guatemalteco dice que los efectivos estaban entre los 400 y 500, lo que entra en contradicción con la información cubana y parece más cercano a la realidad.   

Asimismo, otro dato interesante que relata Félix Rodríguez Mendieguitia es la participación de instructores europeos que hace pensar en la integración después de la II Guerra Mundial de esa internacional de efectivos militares que operaba en muchos lugares financiados por la CIA. Menciona a un instructor yugoslavo que nos hace pensar en la Operación Gladio.[5]

Para reforzar la idea de esa transnacional de fuerzas ultraderechistas al servicio y financiadas por la CIA, señala la presencia del filipino Napoleón Valeriano en los terrenos de la finca Helvetia en la boca costa de Retalhuleu, este fue un destacado luchador al lado del ejército de EE.UU., en contra de la ocupación japonesa de las filipinas en la II Guerra y más tarde combatiendo junto a la misma fuerza amada, en la derrota de los Hukbalajaps[6], movimiento de liberación nacional dirigido por los comunistas.

Napoleón Valeriano, conocido en el campamento de esa fuerza expedicionaria en contra de la revolución cubana, como el Chino Vallejo, es además coautor del libro que menciona Ricardo Ramírez, en Las Pruebas de Fuego. Crítica de las Armas 2[7], como de cabecera del en ese momento todavía coronel Carlos Arana Osorio cuando actuaba en contra de la guerrilla y la población civil de Zacapa e inmediaciones. 

Su coautor es Charles Bohannan, quien fue el segundo al mando de otro agente que fuera determinante en la derrota de los ya mencionados huks, como asesor directo de Ramón Magsasay, presidente títere de Filipinas, al punto de vivir en la misma casa del mandatario y que pasaría a ser asesor directo de Ngo Dinh Diem el dictador en Vietnam del Sur, en donde adoptaría el mismo recurso habitacional, Edward G, Lansdale. Este llegó a ese país del sudeste asiático en1954, el mismo año en que el Viet Minh derrotaba al ejército colonial francés en la batalla de Diem Bien Phu, a la asesoría directa mencionada. Lansdale tuvo una larga trayectoria en la lucha contrainsurgente que lo llevó a dirigir, después de su experiencia en Vietnam, la Operación Mangosta diseñada para atacar a Cuba y para planear atentados en contra de la vida de Fidel Castro, creada a consecuencia del fracaso de Bahía de Cochinos.

La omisión del Regional “D” 

En el estudio de la participación del PGT, en la construcción de la fuerza guerrillera, hay una omisión que resulta un vacío importante para el estudio de este partido y en especial por su intento de consolidar de una fuerza guerrillera, no hace mención del regional “D” ni del papel que jugó este a la posterior derrota de la guerrilla en oriente, ni más tarde en la experiencia que buscaba la construcción de una columna madre, proyecto que en la práctica significó una nueva ruptura de militantes del PGT en el regional “D” al adscribirse al empeño del proyecto mencionado, con los remanentes de la Guerrilla Edgar Ibarra (GEI). Más tarde se incorporarían otros combatientes llegados de la ciudad.

El mencionado regional es importante entre otras cosas porque arroja información sobre cuál era la concepción dominante en torno a la guerra interna en ese momento en el seno del PGT o si la decisión de organizar este regional estuvo determinada por fuera, es decir por la necesidad de evitar el drenaje de militantes que había sufrido en la guerrilla Edgar Ibarra. Este era un proyecto estrictamente de ese partido. Entre los más representativos del derrame de cuadros mencionado antes, se puede citar al más tarde comandante Pablo Monsanto (Jorge Ismael Soto García) que optó por las FAR y al comandante César Montes, llegado su momento lo hizo primero por las FAR y más tarde por el EGP. El mismo fenómeno de disociación afectó también a los militantes urbanos, especialmente después de la ruptura político organizativa entre las FAR y el PGT, en 1967.

Para la organización de este regional el partido aprovechó a los exalumnos del Konsomol que regresaban de formarse de esa academia, en especial a los que aceptaron hacer un curso de estado mayor del ejército. El mando le fue asignado a Oscar Vargas Foronda, además de los militantes achí de la región, en especial Santos Cojón quien sustituyó a Vargas Foronda en el mando al retiro temprano de aquel, se encontraba Francisco Alfredo López Polanco, más tarde comandante Nicolás Sis, llegado de la ciudad y también exKonsomol, Plinio García y Ricardo Miranda (Mano de Tigre) además de Mario Lemus (Efigenio). Este grupo organizado del PGT fue importante para la continuidad de la guerrilla después de la derrota militar de esta en las Sierra de las Minas en donde operaba la guerrilla Edgar Ibarra, como de alguna manera ya se ha mencionado.

En un lugar cercano a Rabinal, en la Baja Verapaz, se concentraron los guerrilleros supervivientes de la ofensiva del ejército iniciada en octubre de 1966 en su contra en la sierra de las Minas y los militantes del PGT que integraban al Regional “D”. Esa era una región de vieja raíz pegetiana, desde los años de la reforma agraria, que se expresaba en el respaldo de muchos sus pobladores achí[8].

Ya en 1967 cuando habían sido expulsados del seno del Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre (MR -13) los trotskistas de la IV Internacional, hubo acercamiento entre las FAR y el MR-13, lo que quedó manifiesto en un comunicado conjunto publicado por Revolución Socialista el órgano oficial del MR-13, después de una visita de combatientes de las FAR a un campamento del MR-13, y que fuera firmada por el comandante Marco Antonio Yon Sosa y el comandante César Montes en octubre de 1967[9]. Estos acercamientos por la común posición crítica hacia el PGT eran una razón de fundamento para esa relación, además por supuesto, de la necesidad de unir los escasos recursos y medios militares para enfrentar a un enemigo que consideraban común y más poderoso.

Estas relaciones unitarias continuaron y se materializaron en 1968, en primer lugar por la decisión de, en principio, presentar al conocimiento público la relación unitaria en donde informaba de una nueva integración del mando entre Marco Antonio Yon Sosa como comandante en jefe y como su segundo a César Montes, para casi inmediatamente desconocer esta información y sustituir al segundo al mando por Camilo Sánchez y finalmente darse la desintegración de esta última forma, que dejó como comandante en jefe de las FAR a Camilo Sánchez.

Los testimonios de Pablo Monsanto[10] y de Nicolás Sis, son coincidentes en señalar los incidentes que se dieron en una zona de Baja Verapaz y que estamos resumiendo aquí. En esas condiciones de acuerdo con sus narrativas, da origen, en opinión del que esto escribe, al proyecto más oscuro en la guerrilla guatemalteca. Oscuro porque no se obtienen resultados positivos, porque el proyecto deja muchas heridas abiertas, y justificó –con razón o sin ella-, la deserción de un alto número de militantes de la Resistencia Urbana en 1969-70, por el doloroso fusilamiento de Román Morales (El Águila), por el retiro forzado de muchos militantes que se vieron obligados a desertarse por la falta de objetivos claros para esa empresa, sumadas las condiciones precarias de la guerrilla. Y por la dura crítica del PGT un par de años después a este proyecto de las disidentes FAR[11].

Después de esos hechos iniciales… caminábamos seis meses y luego de esa vuelta regresábamos al mismo campamento que habíamos dejado antes, relata en su testimonio Francisco (Pico) Vásquez Jacquet[12]. De acuerdo con los distintos testimonios recibidos sobre esta experiencia, además del mencionado, al relatar los hechos se puede inferir que la misma montaña, los ríos a cruzar, las largas caminatas, el hambre y la lluvia, eran el enemigo a vencer en un ciclo cerrado en el tiempo, circular, sin combatir además. La meta era construir una columna madre en la sierra de Chuacús, se pensó más tarde para su abastecimiento organizar un corredor logístico desde Tabasco en el que no se tomaba mucho en cuenta el nivel de esfuerzo para abastecerse[13], en esa sierra sería el lugar en donde se suponía se daría el nacimiento, se daría el desarrollo y su gemación posterior en otras guerrillas, de allí su nombre de columna madre.

Desde 1967 después de ser liberado por un comando de las FAR[14], se integró a esta fuerza Mario Botzoc Hércules[15], quien había planteado la línea estratégica, mientras duraba su encierro en la ciudad después del evento mencionado y esperaba el contacto para alzarse a la montaña. Planteaba la necesidad de instalar una columna madre en el Macizo Central que incluía a la sierra de Chamá, los montes Coxcón, la sierra Madre y la sierra de Chuacús.[16]

En los preparativos de esta nueva empresa fue muerto en un incidente con un oficial del ejército cuando cumplía la misión de comprar vituallas para lo que se proponían hacer de inmediato.

Asimismo, en los intentos iniciales de esa misma experiencia encontró la muerte el oficial del ejército alzado con el 13 de Noviembre y miembro más tarde de la organización el MR-13, finalmente incorporado a las FAR, por las complicaciones de la inanición y el envenenamiento, Francisco Franco[17]. Algunos meses más tarde durante la permanencia de esa fuerza en la montaña, con ese propósito se da la incorporación de militantes de la Resistencia Urbana, bajo el lema “Todo para el frente”. En esa práctica guerrillera queda determinado el lugar geográfico en donde más tarde y hasta el final de la guerra operarían las FAR, en Petén, como resultado de ese fallido proyecto guerrillero.

Anterior a estos hechos en 1965 el nuevo secretario general de la Juventud Comunista que sustituyó a Edelberto Torres Rivas, Fernando Hernández, Gabriel Salazar, el Indio, tres denominaciones para una sola identidad personal, después de una dura lucha política interna llegó a elevar a la Juventud Patriótica del Trabajo, en su condición de secretario general de esa organización, al mismo nivel de decisión política que el del Partido Guatemalteco del Trabajo, es decir de una mera organización juvenil de la que se esperaría un acatamiento generacional a una organización par, que a pesar de haber sido concebida en su origen como autónoma en cuanto a procedimientos[18], se subordinaba políticamente al PGT. Eso explica la paridad en la integración del CDR, como se verá inmediatamente.

A propósito de las tres denominaciones distintas para una sola persona verdadera, en el caso del Gabriel Salazar, Hernando Fernández o el Indio, hay en la página 86 de Militantes clandestinos un planteamiento que podría ser en el mejor de los casos algo que se le haya escapado al editor del texto, pero que puede dar vida ante desconocedores, a un cuarto integrante ficticio del Centro Provisional de Dirección Revolucionaria -mencionado usualmente entre los militantes como Centro de Dirección Revolucionaria, CDR.-

A la letra y ortografía dice,

“…se creó el Centro Provisional de Dirección Revolucionaria, cuyos miembros y dirigentes políticos fueron Bernardo Alvarado Monzón y Fernando Hernández (el Indio), quien había sido dirigente de la JPT; Gabriel Salazar fue secretario general de la JPT y encargado de la comisión y Turcios Lima jefe guerrillero”.

No sabemos si el párrafo anterior es extraído textualmente del “Documento de marzo” que cita el autor como fuente o si hay alguna alteración en la trascripción ortográfica del mismo, es una coma ausente lo que hace la diferencia, además no viene entrecomillado, en todo caso conviene aclarar que no existen por aparte, Fernando Hernández (apodado el Indio) quien había sido dirigente de la JPT y Gabriel Salazar el secretario general de esa misma organización, ambos son la misma persona.

Pero antes de lo considerado arriba, hay una inexactitud importante entre el texto y la cita al pie de página que es importante aclarar o corregir una segura nueva edición, dice en el texto de la página 86  a propósito de la refundación de las FAR que dieron vida a las llamadas segundas FAR, que “…con la ausencia del MR-13 y con la presencia de la GEI, la JPT y los antiguos regionales de las FAR (de acuerdo con la nota):  EGP, ORPA, FAR, PGT-ND…”, lo que es completamente imposible en el tiempo y por otros muchos factores.

Gabriel Salazar, Fernando Hernández, el Indio, devino posteriormente a posiciones pro chinas y fue capturado en un entrenamiento de tiro que individualmente fue a practicar en una zona cercana a la capital hoy conocida como zona 16.

La información vertida en el contenido de Militantes clandestinos es tan amplia que impone una tercera entrega final de estos comentarios críticos y oportunistas, mientras los historiadores profesionales se encargan de profundizar lo que modestamente expusimos.

  • Las opiniones vertidas en este texto son de exclusiva responsabilidad de quien la emite y no representan, necesariamente, la línea editorial de Prensa Comunitaria.

[1] https://cmiguate.org/de-derechos-humanos-y-contrainsurgencia-cementos-progreso/ acceso 19/1/21

[2] Breves apuntes históricos del MR-13. Comandante Marco Antonio Yon Sosa. 7º aniversario en Revolución Socialista No 4. Noviembre de 1967.

[3] Carlos Santos. 2016. El Silencio del Gallo. Ed. Debate. España.

[4] Rodríguez & Weisman. 1991. Guerrero en la Sombra. EMECE Editores. Argentina.

[5]  Fuerza irregular clandestina reclutada por la CIA entre los oficiales fascistas al final de la II Guerra con cobertura de toda Europa. Su objetivo era detener una supuesta invasión por parte de la URSS.

[6] Mayor Luarence M. greenberg. 1986. The Hukbalajap Insurrection: A case studio of successful anti-insurgency operation in the Philippines. 1946-1955. U.S. Army Center of Military History Washington D. C.

[7] Debray R. Las pruebas de fuego. La crítica de las armas 2. editorial Siglo XXI. México. 1975.

[8] Testimonio de Francisco Alfredo López Polanco (Cdte. Nicolás Sis) 12-4-10 Ciudad de Guatemala.

[9] Revolución Socialista, segunda época No 3. octubre 1967. Fotocopia.

[10] Testimonio de Jorge Soto García (Cdte. Pablo Monsanto) Guatemala, 3/9/09

[11] Situación Política Nacional y Orientación Táctica. CC del PGT, marzo/72, mimeógrafo.

[12] Testimonio de Francisco Vásquez Jacquet. Guatemala. 19/3/10

[13] Jorge Ismael Soto García (Cdte Pablo Monsanto). Ídem.

[14] Mario Botzoc Hércules fue capturado en una dudosa situación, se le acusó de intentar asaltar la taquilla del cine Lido situado en la zona 1, en los primeros meses de 1967.

[15] Mario Botzoc H. De la protesta a la lucha armada. 6/1967. Mensuario de la OCLAE. Habana. Cuba.

[16] Francisco Alfredo López Polanco, ídem.

[17] Testimonio de Francisco Alfredo López Polanco, ya citado.

[18] Informe de la CN al Primer Congreso Nacional de la JPT. Archivos del PGT. Archivo Estatal Ruso de Historia Social-Política. Escuela de Ciencias Políticas. Usac. 2018. Guatemala.

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