#EntreTormentas: la calma que no vuelve después de las tormentas para familias de Ixcán

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Créditos: Joel Pérez.
Tiempo de lectura: 4 minutos

Por: Joel Pérez

Según un refrán popular: “después de la tormenta viene la calma”, un extremo que aún no se cumple para 15 familias de la aldea Valle de Candelaria III, en Ixcán, Quiché. Perdieron todas sus pertenencias durante el paso de la tormenta tropical Iota, debido a que las fuertes correntadas del río Xalbal arrasaron con sus viviendas; actualmente buscan como reconstruir sus vidas en otro lugar.

Para poder iniciar el proceso de reconstruir sus pertenencias y cotidianidad, algunas personas han optado por comprar un terreno y otros, en cambio, han tenido la suerte de que otras familias, les han donado una parte de su propiedad para que puedan construir un nuevo hogar, según relataron.

Después de un mes del desastre natural provocado por la tormenta Iota, las familias han buscado por sus propios medios y con apoyo de la población de otras aldeas, reconstruir lo que las tormentas les arrebató. Quienes viven en Valle de Candelaria III relatan que solo han recibido unas bolsas de víveres de parte de las autoridades de Gobierno, pero no una atención que resuelva sus necesidades urgentes de vivienda y alimentación a largo plazo.

El incremento en el caudal del río Xalbal también destruyó la única vía de acceso hacia la aldea a través de un puente de hamaca y de momento las personas se ven obligadas a pasar al otro lado del río atadas de un arnés, usando un sistema de garrucha que fue instalado por vecinos de la aldea San Carlos el Mirador.

El río y sus constantes crecidas

A pesar de que la tormenta ya pasó, el río Xalbal incrementa su caudal de manera repentina por la liberación de agua en las represas de las hidroeléctricas Xacbal I, II y Palo Viejo, que se encuentran construidas en los municipios de Chajul y Cotzal, Quiché,

Esta situación agudiza aún más la precaria situación en la que viven los pobladores, ya que el río continúa socavando la tierra y constituye una amenaza latente para las viviendas de los vecinos que han testimoniado que con el crecimiento del afluente, el río cambió su cauce de manera repentina y actualmente pasa a unos 100 metros de donde pasaba antes.

Sin el vital líquido

Las constantes crecidas del río también han provocado que el agua se encuentre llena de sedimentos y no apta para uso doméstico, por ello la población se ha visto obligada a buscar alternativas para adquirir el vital líquido, ya que antes de la tormenta Iota, la tormenta Eta había destruido completamente la tubería del agua potable que los abastecía.

Para poder sobrellevar la crisis, las familias han creado pozos improvisados en la ribera del río, para poder lavar la ropa, bañarse y para el consumo.

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