Táctica y estrategia

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Créditos: Elsy Macz
Tiempo de lectura: 3 minutos

Por Ricardo Ramírez Arriola

Táctica y estrategia son siempre necesarias. Para emprender un proyecto, lograr un triunfo estudiantil, amoroso, laboral…y no digamos para cambiar un régimen, un sistema.

En Guatemala, tierra de dignos volcanes, una y otra vez a lo largo de la historia, hemos comprobado, a pulso, la fuerza, el compromiso y la conciencia de sus pueblos. En menos de ochenta años, se han vivido una revolución, una guerra de treinta y seis años de duración, y miles, incontables, luchas, movilizaciones, rebeliones…

Por las históricas condiciones de extrema desigualdad, impunidad, represión, sojuzgamiento; por la permanencia de prácticas y concepciones coloniales que se aferran a lo más rancio del espectro social; por su historia de laboratorio de las peores prácticas de contrainsurgencia continental, la rebeldía contenida es infinita, y de ahí ese temple volcánico, como su geografía.

Es tanta la fuerza, los motivos, las heridas, el amordazamiento explícito y silencioso, que cuando los ciclos pasan por su etapa más llana, se procede a olvidar la historia y la fuerza que subyace en sus pueblos, y gana la desesperanza y el coral ninguneo colonial: “este pueblo de mierda, vendido, desmemoriado, inconsciente…”. Gana la ceguera momentánea y la incapacidad para percibir los procesos, los tiempos de siembra, espera y cosecha.

En un Estado plurinacional por esencia, complejo, rico por su diversidad, dividido históricamente por mandato del poder, la mayor herida infringida en el posguerra ha sido la no inocente destrucción de la frágil significación de unidad, convergencia, consenso, coordinación.

No significa reproducir moldes del pasado, que fueron y se gestaron en su propia coyuntura y condiciones, cuando tampoco habían muchos otros precedentes para aprender, imitar, corregir. Se trata de reinventarse aprendiendo de lo ya caminado y lo que se vislumbra como desafío.

Mientras no haya unidad, coordinación de las distintas fuerzas y energías, cada una con su tesitura, esencia y matices, priorizando los elementos que convergen, de manera plural, incluyente, consensual, los procesos en gran medida serán acéfalos, avanzarán de manera espontánea, sin retroalimentarse de sus propias energías y fuerzas convocadas, de manera poderosa, complementaria y solidariamente.

Cada gran gesta y movilización, local, regional, nacional, construye oportunidades y símbolos, al mismo tiempo que un maremágnum de la que todas las fuerzas, afines y antagónicas, internas y externas, buscaran sacar agua para su molino, para opacar, apartar, capitalizar, hacer a un lado, anular a los oponentes. Es la parte más ruda de este juego de ajedrez en marcha sobre el tablero.

El 2015, con toda su fuerza y simbolismo, fue un ejemplo emblemático. Ahora, cinco años después, estamos inmersos en una nueva coyuntura, en la que avanzará más rápidamente quien aproveche las flaquezas y contradicciones del adversario, con una táctica y una estrategia pensada, estudiada, planificada.

Quienes hoy concentran la indignación popular por encabezar la corrupción de temporada, son sólo la punta de un iceberg, con cientos de años de formación, unidad, lealtad y solidez, más allá de los resquebrajamientos, zancadillas y traiciones de ocasión. Un iceberg, protegido y amparado por intereses extraterritoriales, en el que no sólo han hecho de la corrupción, la explotación y la impunidad una carrera, un modus vivendi, sino también una escuela, en la que se planifica cuidadosamente cada paso, por más burdo y caricaturesco que nos lo quieran hacer parecer. Y no es para menos; va de por medio su opulenta sobrevivencia personal y la permanencia de un añejo sistema que los ampara.

En la calle, en los caminos, en las plazas, en las picas, cada paso dado sin duda es un avance. A veces son pasos que foguean, reafirman, van acercándonos unos a otros, nos permiten reencontrarnos, reconocernos y aminorar prejuicios de unos a otros. Hay pasos que permiten medir fuerzas, involucrar, ponerle palabras a sentir, despertar conciencias. Hay pasos definitorios, que permiten saltar y cambiar coyunturas, pero estos no suelen ser dispersos y espontáneos.

He ahí nuestro desafío, siempre a contra reloj y a contracorriente.

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