Créditos: Miguel Ángel Sandoval
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Por Miguel Ángel Sandoval

Introducción

Decenas de miles de guatemaltecos, hombres, mujeres, niños, viejos, fuimos este 21/11 del 2020 a la plaza. Las calles llenas de gente que iba y venía, eufórica, satisfecha de verse protestando contra el mal gobierno. El presupuesto solo fue el detonante de esta rebelión que todo indica debe continuar, fortalecerse, pues exige cambios profundos en el país. Escuche a muchos decir: que no sea como en 2015, pues para mucha gente el resultado por la cercanía de elecciones, había sido algo ajeno a las demandas de democratización, de cambios, de reformas. A diferencia de lo que hoy se está incubando.


De forma paralela, un incidente aplaudido por todos, pero ajeno al espíritu de la concentración en la plaza central, se supo de un incendio en el congreso, por las redes circulo en instantes la imagen de las llamas y luego entre la gente la pregunta: ¿Quién está detrás de esto? Todo porque no hubo el cordón policial de seguridad en el congreso, porque había un grupo de las fuerzas antimotines que solo observó. La mesa estaba puesta para la represión. Repito, en la plaza todo mundo exigía veto al presupuesto, aunque gradualmente, la demanda paso a ser “renuncia ya”.


Ahora el tema de las manifestaciones cambió. Ya no solo se demanda veto. Ahora se exige renuncia de los corruptos, depuración del congreso, iniciando con la junta directiva, y, sobre todo, el cese inmediato de la represión. El gobierno perdió toda la legitimidad, es ahora un cascarón.

Con el objetivo de que no se pierda por el impacto de la represión, los motivos y las causas profundas de las protestas ciudadanas del 21N en la capital y en varios departamentos, se exponen los hechos más recientes que están en el fondo de la crisis que apenas inicia.
-I-

La aprobación del presupuesto, como todos los años, no tuvo la simpatía nacional. Ahora, las condiciones del país estaban para estallar. Así fue.


No hago un análisis técnico del tema del presupuesto pues desde mi visión de las cosas, el estallido que no sabemos aún hasta dónde puede llegar, vio en lo aprobado por el congreso, solo la oportunidad para dar salida al descontento acumulado, a la cólera existente, al rechazo del mal gobierno. Y por supuesto, una manera de explotar por el cansancio acumulado por la pandemia y los rigores de la misma a la que nos han llevado. Aquí y en el mundo. A ello se debe sumar la pobreza de la mayoría, la pérdida de empleos, la voracidad de la mayoría de los empresarios, y la certeza que vivimos en medio de la más absoluta corrupción. Es el caso de las caletas cargadas con millones robados al erario público, o las obras plenas de corrupción, como el libramiento de Chimaltenango, inocultables.

No es menor la sensación de hartazgo por la manera displicente de abordar los estragos de las tormentas ETA y IETA. La impudicia apareció de cuerpo entero en esta última, cuando de forma cínica el propio presidente dijo que no podrían llevar ayuda a las comunidades y se limitaron a tirar por aire unas cuantas bosas de alimentos. Al grado que vecinos de un pueblo de Alta Verapaz dijo a gritos que se fuera que no regresara, y una serie de expresiones cargadas de ira y de coraje.


Aquí el tema que se rumiaba por todos lados, en todo el país, era la certeza que había sobre los recursos millonarios que se había aprobado para el gobierno, mal ejecutados es cierto, pero con la idea que finalmente si había recursos y que con ellos la gente de a pie iba a tener finalmente un poco de ayuda. No fue así. Los planes iniciales de la pandemia, dieron paso a las expresiones más altas de corrupción, de manejos en lo oscuro, de prepotencia, de expresiones del encargado de finanzas que dijo en un audio que medio mundo escucho: lo de la plata, pela.

Ya antes de las inundaciones y derrumbes, desde el gobierno se dijo, que la pandemia era cosa de la gente, lo que en pocas palabras equivalía a decir: el gobierno deja su responsabilidad y ahora es de la gente, y que se jodan. Ello junto a las muestras reiteradas de engaño, por todas las mentiras, por la mala información, por los datos adulterados, por la falta de pruebas, por no pagar salarios a tiempo al personal médico, por el mal uso de la ayuda de El Salvador, por la desfachatez del presidente y su jefe de gobierno. Por todo eso y mucho más, la gente estaba a punto de estallar.


Desde muchos lugares nos hacíamos una sola pregunta: ¿Cuándo y de qué manera? Quizá lo que más influyó en la demora del estallido era la incertidumbre por la pandemia. El único indicador que se podía tener con algo de certeza, más allá de las expresiones de desesperación y de impotencia, era por las redes sociales. Solo faltaba una chispa y ello fue la manera gansteril con la cual se aprobó el presupuesto nacional y la sensación de impunidad y vulgaridad que cundió por el país entero al saber la manera en que se había aprobado.

-II-

No hace mucho publique dos artículos con el título de “Democracia o barbarie”, en ellos planteaba una idea de fondo: ante la demolición democrática en curso lo que viene es el reino de la barbarie. Una dictadura con instituciones formales más o menos funcionando y como siempre, como algo latente, las formas autoritarias y a la espera de su turno, formas represivas al estilo ya conocido. No lo podemos permitir.


Ello porque las expresiones de mal gobierno se acumulan a ojos vista. Un ejemplo de ello es el manejo de la pandemia. No insisto en ello pues es de conocimiento general. Otro, es el control que han logrado sobre el congreso de la república. Luego de haber obtenido en las elecciones unos 10 diputados, el ejecutivo controla una mayoría que le alcanza para los dos tercios de los votos. La oposición a los designios del ejecutivo y de la impunidad apenas ha llegado a juntar, en un par de ocasiones, unos 50 votos. Si se hacen las cuentas, resulta que votan por el mal gobierno y la impunidad el resto, esto es hasta 130, dependiendo las coimas y los favores.

El otro gran tema de esa demolición democrática es la manera prepotente de no dar paso a la elección de las cortes. Sabemos que se realizaron durante años negociaciones para la elección de magistrados, que, a cambio de una elección y las actuaciones en favor de la impunidad, más de algún magistrado recibió como obsequio un apartamento en una residencial. Otros más todo tipo de consideraciones, desde becas y viajes hasta sobre sueltos de escándalo.


En este proceso, la población vio cómo se negociaban los cargos de magistrados desde la cárcel. En pocas palabras, no eran los votos de la gente o de sus representantes en el congreso sino los millones que salían desde la cárcel. Así se elegían los magistrados. Al descubrirse esto, se entrampo la elección, pues la lista por la que habían trabajado, no se podría elegir debido a lo anómalo de las comisiones de postulación, y de los operadores políticos, que desde la cárcel negociaban a ´plena luz los nombres de los magistrados. Que puede haber excepciones, sin duda, pero la mayoría es de corruptos. Lo cierto del caso, es que en abierta violación a la constitución y todas las leyes y procedimientos del caso, los actuales magistrados de la CSJ tienen más de un año en su cargo de forma ilegal. Ya deberían haber sido puestos de patitas en la calle, pero siguen haciendo barbaridades jurídicas. Siguen defendiendo a los corruptos y todo por la vía de la impunidad.


La impudicia ha llegado a somatar las puertas de la Corte de Constitucionalidad. Todo para obtener el control de sistema completo. O como es el caso, con el control mafioso delo TSE nunca más desprestigiado. En otras palabras, todas las instituciones han sido vaciadas de legalidad, de espíritu democrático, de idea de buen gobierno, o de eso que se denomina el bien común como lo establece la constitución poética del país. En otras palabras, se ha operado la demolición de las instituciones democráticas. Existen y funcionan, pero lo hacen al servicio de esa alianza criminal y mafiosa en donde alternan los políticos corruptos con empresarios igualmente corruptos, con jueces y magistrados venales, que se compran como en cualquier mercado los tomates.


-III-
El rescate de la democracia guatemalteca solo se puede hacer y conseguir por la vía de la movilización social. Sin la movilización social no existe planteamiento que se pueda impulsar. Sin la gente exigiendo no se puede pensar en un congreso que funcione sin la corrupción. Sin la gente en las calles es imposible obligar a que se elijan las nuevas cortes, y que funcionen respetando las leyes del país. Y un asunto de gran importancia: todo ello con partidos políticos que no sean una sigla y un poco de plata que se riega en campañas.


Las movilizaciones sociales, la lucha contra la corrupción, por un sistema de salud que sea nacional, público, se pueden expresar con un voto consciente en las urnas. Las cancioncitas o los slogans de publicidad barata no pueden llenar la necesidad de cambiar el sistema de gobierno. El voto tiene que ser orientado a las mejores políticas públicas de contenido social. No es algo que este lejos de nuestro alcance. Veamos Chile, en donde por millones la gente opta por una nueva constitución. O Bolivia, donde con votos se derrota un golpe de Estado.


Pero también existen vías alternas como la desobediencia civil, las huelgas generales, los cambios impulsados por la rebelión social. Guatemala se encuentra en esa disyuntiva. La ceguera gubernamental de optar por la represión debe dar paso a más protesta social. Ahora la gente ha optado por las formas pacíficas. No quiero pensar en desbordes ocasionados y presionados por la ceguera del actual gobierno.

 

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