Créditos: Gilberto Escobar
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Santa María Chiquimula es uno de los tres municipios con la tasa más alta de desnutrición crónica en el departamento de Totonicapán, durante la pandemia las condiciones para las familias se volvieron más agudas.

Santa María Chiquimula es uno de los ocho municipios del departamento de Totonicapán y ubicado a 40 kilómetros de la cabecera departamental. Durante el viaje llama la atención dos cosas: las montañas casi sin árboles; y, que a la orilla del camino, sobre el techo de las casas, sobresalen banderas blancas evidenciando, en este contexto de emergencia, necesidad y al mismo tiempo como una llamada de auxilio.

Son los hogares de familias que a partir de la pandemia y por las restricciones impuestas por el gobierno se quedaron sin una forma de sobrevivencia, pues muchos de ellas se sostenían, previo a la pandemia provocada por la covid-19, a la venta informal. Una de las formas que encontraron muchas de esas familias fue movilizarse al lugar conocido como Cuatro Caminos, ubicado en el kilómetro 186 de la carretera Interamericana y en el que transita transporte comercial, para “banderear” y poder regresar con algo de sustento económico que se traduzca en alimentos.

Santa María Chiquimula está entre los tres municipios con menos casos activos de covid-19, hasta el 30 de septiembre tenía tres, pero en primer lugar en el listado departamental con el número de menores con desnutrición crónica.

La Encuesta Nacional de Salud Materno Infantil (ENSMI 2014–2015), reportó que se encontraba entre los primeros tres departamos con desnutrición crónica por porcentaje son; Totonicapán con 70 por ciento, le sigue Quiché con 69 por ciento y Huehuetenango con 68 por ciento. Después de cinco años las condiciones no son muy distintas.

La mayoría de los hogares de este lugar no tiene luz, mencionó Elienay Navas, la nutricionista del municipio de Santa María Chiquimula. Las familias son de escasos recursos y el empleo es escaso y con la pandemia la crisis se ha agudizado agregó Navas. Antes de marzo, cuando inició la pandemia, uno de los principales trabajos se centraba en la agricultura de subsistencia.

Según el Censo de 2018, en el municipio de Santa María Chiquimula cuenta con una población de 55013 personas de origen maya k’iche’. De ese total el 52 por ciento correspnde a mujeres y el 48 por ciento a hombre; y el 28 por ciento esta en entre los rangos de 0 a 9 años.

Además, ese mismo registro censal contabilizó que 1 mil 160 hogares no cuentan con el servicio de luz eléctrica y utilizan candelas para alumbrarse, también registró que el 96 por ciento del total del municipio prepara los alimentos en fogones alimentados por la combustión que genera la leña que obtienen de ramas o de árboles de los alrededores.

Navas lleva el control de 32 menores de cinco años con desnutrición crónica, pero de los menores, tiene dos casos complicados, el primero padece de cardiopatía y otro con hidrocefalia. La nutricionista visita a varios hogares de las comunidades de Santa María Chiquimula y también atiende en el Centro de Salud de ese municipio. Por ejemplo, en Chuicaca, una aldea que está a una hora y media de la cabecera departamental, lleva el monitoreo de varios menores con desnutrición crónica.

Chuicaca está alejada de las buenas y malas noticias, pocos hogares recibieron ayuda de parte del gobierno, muy pocas familias tienen luz eléctrica. Llegar a la aldea, donde conviven aproximadamente 5 mil personas, se debe hacer a través de una carretera en malas condiciones.

Durante el trayecto, la nutricionista nos fue relatando que la alimentación de quienes viven en esa aldea se basa en el consumo de maíz, frijol, pastas, café ralo y sin azúcar; y que uno de los impactos de la emergencia provocada por al covid-19 se expresó en la reducción de la calidad y cantidad de alimentación de un número de familias aún incuantificable.

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En el plan de desarrollo del municipio de Santa María Chiquimula (2011–2021) de la Secretaría de Planificación y Programación de la Presidencia (Segeplan) se menciona que tiene una dinámica económica de comercio formal e informal, además de que la siembra de maíz es la principal actividad agrícola.

Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi 2014), Totonicapán se encuentra entre los departamentos con mayor pobreza extrema. Los departamentos con pobreza extrema según su porcentaje son; alta Verapaz 53 por ciento, Quiché 41 por ciento, Totonicapán 41 por ciento, Chiquimula 41 por ciento y Sololá 39 por ciento.

Las condiciones de pobreza, la falta de empleo y la poca presencia del Estado confluyen en este municipio, localizado a unos 213 kilómetros de la ciudad capital. “Las pocas oportunidades de trabajo reducen las posibilidades para que los menores salgan de un estado de desnutrición debido a la pobreza de las familias”, agregó Navas.

Durante la evaluación de alimentos en la que acompañamos a la funcionaria pregunta por los alimentos consumidos por tres menores en las últimas 24 horas y la madre que la recibe responde: “frijol de desayuno, frijol y arroz de almuerzo, y frijol con un pedacito de huevo en la cena”. Los pequeños tienen tuberculosis, el padre también pero la madre no.

“Debido a la enfermedad que padecen deben de comer más, el frijol está bien, pero ellos están consumiendo una cucharadita de frijol, eso no les ayuda con las energías que necesitan”, mencionó la nutricionista.

Sin luz y sin apoyo del Gobierno

Claudia Cac, que no pasa los 30 años, tiene las manos agrietadas, el trabajo durante la pandemia se redujo y antes de la emergencia se ganaba la vida lavando ropa en algunas casas. Tiene cuatro hijos que ella sostiene en soledad. El poco trabajo que va encontrando le alcanza para comprar alimentos, pero en este periodo de restricción las posibilidades de ganar algunos quetzales ha disminuido y con ellas una alimentación adecuada.

Antes de la pandemia Claudia caminaba de casa en casa para lavar ropa, algunas veces lograba ganar Q 35 o Q 40 pero no era de todos los días.

Según el censo de 2018, el 72 por ciento de los hogares en Santa María Chiquimula no cuentan con energía eléctrica y tampoco se enteraron que el gobierno del presidente Alejandro Giammattei implementó diez programas sociales. La ayuda no llegó.

Sin trabajo y sin dinero para comprar alimentos para sus hijos la vida de Claudia se vuelve complicada. “A veces mi mamá viene a dejarnos algo de comida, tamalitos, frijol o lo que ella tenga”, mencionó Cac.

Navas menciona que en algunas ocasiones logra gestionar apoyo de organizaciones y en otras ha sido ella la que de su propia bolsa compra algunos víveres para llevarles. Además, las familias tienen que enfrentar la falta de agua potable. La instalación del servicio es caro, el costo de instalación puede llegar a costar unos Q 3 mil.

Las familias que no tienen agua en casa tienen que arreglárselas y caminar un trayecto de 30 minutos para poder llenar recipientes en un nacimiento. “Recién logré la donación de algunos ecofiltros para unas familias, esto les ayudara porque varios van a traer agua algún río cerca pero en su mayoría es agua no bebible, comentó Navas.

Una de las causas de la desnutrición crónica de los menores en el municipio se debe, según la experiencia de la profesional, a las constantes diarreas causadas por la falta de agua y las precarias condiciones en las que sobreviven y, por supuesto a la pobreza.

Según datos de la UNICEF, en el país el 49,8% de la niñez sufre desnutrición crónica, esto es, 1 de cada 2. Para este organismo “la desnutrición comienza incluso antes de que un niño nazca. (…) Una madre que sufre problemas crónicos de desnutrición tiene más probabilidades de dar a luz un bebé con bajo peso y que sufrirá un retraso de crecimiento durante toda su infancia. La desnutrición crónica no solo impacta en el desarrollo físico y cognitivo del niño, sino incide en el resto de su vida, pues la falta de nutrientes impide que los niños puedan desarrollarse en los distintos ámbitos de la sociedad.

La cifras de la desnutrición

En una esquina del cuarto donde vive Claudia y su familia hay en una estantería improvisada de madera, en ella se ven unas bolsas de Incaparina, y otra de sal, no tiene más provisiones.

Santa María Chiquimula, Santa Lucia la Reforma y Momostenango, tienen algo en común, los tres municipios tiene las tasas más altas de desnutrición crónica en el departamento.

De los ocho municipios que tiene Totonicapán estos son los primeros tres lugares con mayor porcentaje de desnutrición crónica, según datos del Área de Salud de ese departamento: Santa María Chiquimula 72.7 por ciento, Santa Lucia la Reforma 69.7 por ciento, y Momostenango 64.5 por ciento.

Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), Guatemala es actualmente el sexto país del mundo con los peores índices de malnutrición infantil, y el primero en América Latina.

Para la UNICEF “algunas regiones rurales de Guatemala donde la mayor parte de la población es de origen maya, los índices de malnutrición infantil alcanzan el 80 por ciento. La dieta se basa casi exclusivamente en tortillas de maíz la cual causa daños permanentes en los niños y niñas”.

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