Una oportunidad en el caos del Covid-19

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Créditos: David Toro.
Tiempo de lectura: 5 minutos

Por Franz Josef Allmayer

Estamos en lo inexplorado de un mundo que se está transformando. Hay una oportunidad.

Enfrentamos colectivamente una larga lista de crisis convergentes a la cual se suma el covid-19, que continúa desatando una pandemia global que es parte biológica, parte económica y parte psicológica.

Mientras tanto, cosas que habíamos considerado imposibles de cambiar están cambiando rápidamente.

Con independencia de lo peligroso que sea este virus, el pánico y el impacto socioeconómico no se comparan con nada que hayamos visto antes.

En vísperas de la implosión, dejan expuesta la peligrosa dependencia de un frágil sistema económico mundial herido por un decaído sistema financiero, social y político.

Pero dentro de todo caos siempre hay oportunidad. Y nos invita a reimaginar los fundamentos mismos de una sociedad artificialmente fragmentada y así poder potenciar cambios sistémicos y nuevas formas de pensar.

Estamos en un tiempo de transformaciones exponenciales, planetarias y tecnológicas. Se han roto récords en temperatura. Incendios arrasan millones de hectáreas por todo el mundo. El deshielo es masivo. Sobrepasamos límites críticos en la pérdida de diversidad biológica y la contaminación. La agricultura industrial petroquímica deja ver sus impactos en la salud humana y en el ecosistema.

Nos espera uno de los colapsos financieros más largos y devastadores en la historia de la humanidad.

Las crisis socioeconómicas dividen a comunidades en todo el mundo. En todos los países la población les exige soluciones a los Gobiernos sin realmente percatarse de que el fenómeno trasciende todas las fronteras. La democracia pierde credibilidad en picada mientras se normaliza la era de los políticos de circo que desarticulan la institucionalidad social y ambiental. Las evidencia es clara: el sistema actual está llegando a un momento histórico que exige cambios paradigmáticos.

El mundo entero observa en cámara lenta cómo los sistemas económicos se están desmoronando, y está claro que nos espera uno de los colapsos financieros más largos y devastadores en la historia de la humanidad.

Mientras los medios de comunicación, una herramienta eficaz de control, paralizan al público a través del miedo, observamos con complicidad cómo los sistemas económicos globales son demolidos en tiempo real.

Esto no sucede al azar. Lo que estamos presenciando es otro ciclo del círculo vicioso de concentración de riqueza y poder.

Echemos un vistazo a algunos de los hechos económicos que nos han llevado a este punto.

Los bancos de Wall Street han recibido 16 billones de dólares en rescates y otros subsidios de la Reserva Federal a casi cero por ciento de interés desde el colapso financiero de 2008, con lo cual empujan a la sociedad a un peonaje de deuda insostenible.

Además, se suman los ~5.2 billones de dólares que los Gobiernos del mundo gastaron en subsidiar a la industria petrolera en solo un año y en mantener el petróleo artificialmente más barato que la energía renovable.

Fuimos testigos de la mayor caída en un solo día en la historia del mercado de valores.

Los ingresos y la desigualdad han alcanzado niveles récord.

Más allá de la pandemia, la Reserva Federal continúa imprimiendo billones de dólares para rescatar a los mismos bancos y mercados financieros que le allanaron el camino a esta crisis. Estas decisiones se toman en cuestión de días, sin votación, sin un debate abierto, creando el marco para la autodemolición del sistema económico mundial.

Para poner esto en perspectiva, los 1.5 billones de dólares que la Reserva Federal creó para salvaguardar los bancos de Wall Street podrían haber eliminado en su totalidad los préstamos estudiantiles, alimentado al mundo entero varias veces, proporcionado asistencia sanitaria gratuita o concedido a cada persona en los Estados Unidos un mes de vacaciones con todo incluido para detener la propagación del temido virus (4,500 dólares por persona).

El continuo abuso del poder centralizado a través de los sistemas financieros mundiales exacerba la fragilidad del planeta, ya en un estado de sobregiro y de colapso que sumerge aún más a los más vulnerables de nuestra sociedad en condiciones calamitosas.

Los 1.5 billones de dólares que la Reserva Federal creó para salvaguardar los bancos de Wall Street podrían haber eliminado en su totalidad los préstamos estudiantiles, alimentado al mundo entero varias veces..

Ahora bien, esto no tiene por qué causarles daño a las personas: esto puede ser una oportunidad extraordinaria para que sistemas alternativos intervengan y faciliten nuevos medios de intercambio más equitativos y saludables. Los efectos más destructivos de una recesión suceden cuando no hay suficiente dinero para circular y la gente cae en bancarrota, pero esto solo es cierto en la historia, que es la del sistema del dinero fiat.

Si podemos proporcionar monedas alternativas y ponerlas en las manos de estas personas ahora, no tendrán que sufrir los efectos devastadores de otro ciclo extremo de concentración de riqueza y poder (recesión global).

Es fundamental apartarse de la parálisis del miedo para recuperar la claridad de juicio, lo cual nos permitirá reconocer los patrones que nos han llevado a este punto de inflexión y optar por alternativas fundamentalmente distintas a aquellas que se alimentan del miedo y la escasez.

Estamos a punto de vivir un súbito curso sobre solidaridad y cooperación mundial. La nueva economía mundial que está surgiendo no se limitará a la geopolítica, sino que estará conformada por un sentido de responsabilidad compartida hacia la biósfera en su totalidad.

El razonamiento transdisciplinario es clave para comprender y mitigar los efectos de estas crisis convergentes. Se requerirá un liderazgo fuera del reduccionismo clásico.

El aumento de la desigualdad, las pandemias y el cambio climático son problemas sistémicos que no pueden ser resueltos desde el mismo nivel de conciencia que los creó. Para promover un mayor bienestar sistémico y un mejor futuro debemos pasar a cocrear soluciones transdisciplinarias que busquen la regeneración.

Se nos ofrece una apertura de proporciones históricas para optar colectivamente por alternativas y sustituir el monoculturalismo de consumo masivo, que nos hace cómplices de los fallos del mercado de magnitudes antropocénicas.

La única manera de prosperar verdaderamente en tiempos de crisis convergentes es construyendo comunidades prósperas y más resilientes. Es esencial empoderar a las comunidades locales para que puedan definir su futuro, lo que coincide con una visión a largo plazo en la que la gobernanza local será más relevante que la centralizada y exenta de rendir cuentas o sistemas económicos degenerativos.

Grupos de resiliencia locales, interconectados globalmente en relación de beneficio mutuo, pasarán a formar parte de una nueva estructura social que fomentará la autosuficiencia. La restauración de corredores ecológicos, tanto urbanos como rurales, ofrece enormes posibilidades para un verdadero desarrollo local.

El cultivo de alimentos orgánicos a nivel local no solo asegura medios de subsistencia, sino que libera a las comunidades de la dependencia de sistemas alimenticios industriales y de los monocultivos, que contribuyen a un colapso sistémico y nos hacen a todos vulnerables. Está bien documentado a lo largo de la historia que una biodiversidad saludable del suelo, la flora y la fauna es la base de una civilización saludable.

La producción de alimentos mediante prácticas regenerativas no solo aumenta la resistencia y la capacidad de adaptación ante los cambios mundiales, sino que también genera soberanía alimentaria y refleja así lo que las culturas indígenas han estado promoviendo y defendiendo durante siglos.

La diversificación productiva y los vínculos con actividades como el turismo regenerativo e incluso la introducción de monedas locales reforzarán las medidas de colaboración en todo el mundo.

El virus y el colapso económico han logrado paralizar el mundo entero, pero al mismo tiempo catalizarán y consolidarán un movimiento regenerativo que unificará comunidades hacia una visión compartida de un bienestar sistémico y del buen vivir.

Lo que ahora cuenta es que cada uno de nosotros asuma una responsabilidad personal ante la transformación mundial de la cual formamos parte colectivamente y que así integre esfuerzos hacia una sostenibilidad, una libertad y una paz verdaderas.

Es hora de una nueva historia.

Construyamos comunidad. Edifiquemos lazos de confianza.

Texto original de Plaza Pública.

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