Créditos: Fundación Rolando Morán
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Por Miguel Ángel Sandoval

Hay en momentos de conmemoración de aniversarios, efemérides, muchas cosas pegadas a los sentimientos y en esos  momentos de recuerdos, hay aspectos que de manera no deseada quedan en una zona de sombra. Es el caso de la construcción del EGP a partir del ingreso de 15 combatientes por las montañas del Ixcán, hecho sin duda meritorio, lleno de obstáculos, incertidumbre y tantas cosas que acompañan los hechos que  finalmente alcanzan ribetes históricos.

Pero con el objetivo de hacer de la historia algo más complejo, pues hace falta incorporar en cada hecho matices que escapan al ojo poco informado, habría que subrayar que en la historia de la fundación del EGP que tiene como fecha simbólica el día que en 1972 un grupo de revolucionarios en armas penetro por la frontera guatemalteco-mexicana que marca el reinicio de la guerra por una vertiente de revolucionarios, que había estado silenciada durante los últimos años en Guatemala.

No obstante es indispensable subrayar que en la visión de la dirección política del proyecto de reiniciar la guerra en el país para alcanzar los objetivos que corresponden a una revolución, que tomando el poder iniciara los cambios sociales, políticos, económicos, culturales que a la fecha esperan por su realización, había una visión global de la organización, de las formas de lucha, del compromiso de los revolucionarios en los diferentes frentes que se fueran gradualmente abriendo.

Es un esfuerzo que correspondía a los signos de la época. Es algo que en la actualidad difícilmente podría ser vislumbrado, pues ya se sabe que los procesos como ese que se conmemora el 19 de enero, no son antojadizos, tienen sus referentes internos y externos, que en la actualidad no apuntan en la dirección de procesos insurreccionales de corte armado.

Entre los documentos políticos que animaban este esfuerzo, uno de ellos, sintetizaba un par de ideas centrales en el empeño. Había que construir manera simultánea los frentes de la montaña, las ciudades y lo que se denominaba el llano.  En pocas palabras, se trataba de construir en las selvas y montañas eso que en ese momento era una utopía: un ejército revolucionario. En las ciudades un movimiento de masas y una sólida organización clandestina,  en el llano, guerrillas móviles, organización de masas, sabotaje en las vías de comunicación.

Todo ello sin perder de vista la necesidad de una retaguardia que se encontraba principalmente en México y junto con ello el trabajo internacional que se tenía conciencia de su necesidad. Es claro que durante un lapso de tiempo importante, el trabajo de masas no fue impulsado al ritmo y profundidad que era necesario y el trabajo internacional adoleció la falta de recursos y cuadros. Otras eran las urgencias, que por supuesto expresaban en parte, formas de oposición en ambos temas.

De alguna manera el desconocimiento de este planteamiento y visión se encuentran ausentes en quienes años después insisten en la idea de que se trataba de una visión “foquista”, con un dejo de desprecio y de desconocimiento de las miles de formas de iniciar procesos como el que el 19 de enero se conmemora por una vertiente de revolucionarios guatemaltecos.

Antes del ingreso de los 15 por las selvas del Ixcán se había iniciado con una pequeña estructura en la ciudad. Eran pocos compañeros pero habían construido una red de contactos de importancia capital como se pudo aquilatar con el tiempo. De los pioneros del trabajo urbano se puede mencionar con sus nombres de militancia: Fernando, Paula, Patricia, Manolo, Susana, así como una querida internacionalista salvadoreña.

Días después del ingreso de los 15, se sumaron a la ciudad Cecilia, Omar,  Elena, Judith, José Luis, La Negra. Y nuevos reclutas en el gremio de los sastres, en guardianes de mercados y otros. Igualmente se contactó con los primeros maestros, estudiantes, religiosos. Muchos militantes del periodo anterior.

Por estos detalles que en ocasiones se olvida, es que muy pronto, con todas las dificultades imaginables, el destacamento de la montaña pudo tener flujos de información, apoyo económico, mochilas y otros enseres de manufactura propia, mientras continuaba el proceso de construcción de esa estructura en la ciudad y en el llano. Pero esto corresponde a los historiadores que puedan hacer una reconstrucción de ese periodo que tubo ribetes de epopeya en todos sus componentes.

Ello fue posible por el aporte de cada uno de los primeros miembros de esa incipiente estructura orgánica en el frente guerrillero o en el área urbana. . Es en suma, una construcción colectiva.

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