Créditos: Stef Arreaga
Tiempo de lectura: 3 minutos

Por Patricia Cortez Bendfeldt

No me considero una persona recatada, considero la libertad sexual como un derecho: elegir cuándo, cómo, dónde y con quién.

Por lo anterior soy muy clara en cuanto a afectos o a intenciones. También soy muy despistada así que no soy capaz de leer “entre líneas” las intenciones disfrazadas.

Desde el “Me Too” aparecieron feministas mexicanas, francesas y demás para hablar sobre la pérdida del “cortejo” y a refrendar la actitud masculina que parecía decir “mira, pero a ti te gustó el tipo, flirteaste con él” y con eso invalidar las quejas de acoso y abuso de muchas mujeres.

Foto: Andina Ayala

En algún momento de este rollo alguien me dijo que si no fuera por el flirteo en la oficina jamás hubiera llegado a nada con su jefe.

A ver: tanto hombres como mujeres tenemos deseos, ambos podemos expresarlos de forma verbal y ambos podemos aceptar y rechazar avances.

Pero: nos criaron como presas, se supone que no debemos responder, que tenemos que “darnos a desear” y al chavo le dicen que “si ella dice no, seguro es un tal vez” (otro de los machismos de Arjona) y que “si insistís seguro termina diciendo que sí” y ahí es donde las jóvenes nos están dando una lección.

Ya sé que para las mujeres de mi edad o mayores, mucha de la “emoción” de la seducción era “decir no” y esperar a ver que el tipo probara otro tipo de avance (muchas veces acompañado de regalos, y otras formas de “compra”) y seguir poniendo “peros” o frenar el proceso lo más posible.

Muchos hombres mayores aprendieron que esa era la forma de “conquistar” (léase conquista, dominio, posesión) y siguen cometiendo los mismos errores que sus mayores: “si empiezo a hablar de cosas sexuales y no se cohíbe seguro quiere”, “si la invito directamente a coger seguro me dice no, mejor creo las circunstancias para que eso pase” (ese tema está tan bien tratado en las películas, en las que el apartamento de soltero es una trampa construida para que ninguna mujer pueda evitar no coger ahí).

Ese juego del gato con el ratón, es el que Catherine Deneuve quiere recuperar, la seducción como una negociación en la que el poder está del lado del macho y te hacen creer que es la mujer la que “al final decide” (si, luego que ya te metieron en la trampa).

Las jóvenes cambiaron el menú, ahora si querés coger decís “quiero coger” porque, además, ellas ya son parte del grupo con poder económico. Si ella va a traerlo en el carro es difícil que él use su “convencimiento” para terminar en el motel, es ella la que lleva el vehículo. Se negocia y se pacta antes, no se cae en el juego de “ya te tengo donde te quería” porque simplemente: no es necesario.

Pero el mensaje de las mayores persiste y hay aún mujeres que no interpretan el acoso sino cuando es muy burdo, y se sienten “bien” cuando son “convencidas” o seducidas según los patrones antiguos.

Para mi no es ninguna pérdida. Muchas veces hemos sentido que cedimos no porque queríamos, sino porque el asedio había sido demasiado. Las medidas antiacoso no evitarán que, si ambos quieren, termines en una aventura con tu jefe, pero si evitará que él te presione.

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