Dios, la naturaleza y la extinción de la especie humana

COMPARTE

Créditos: Río Chixoy, Guatemala. Fotografía: Rachel Sieder y Lieselotte Viaene
Tiempo de lectura: 3 minutos

17 de septiembre 2019

El hombre está loco. Ama a un Dios invisible y destruye una naturaleza visible, inconsciente que la naturaleza que destruye es el Dios que venera. (Article 11)

Me formé dentro de una familia católica, pero a partir de lecturas,  reflexiones y la

confrontación de ideas con otras mentes, probablemente más iluminadas; y con la libertad de pensamiento que aprendí de mi padre, he cuestionado permanentemente las enseñanzas de la iglesia y también de las otras.

Reconozco que las más grandes y magníficas obras, producto de la expresión artística del

hombre, se han realizado por “la gloria de Dios” (L. van Beethoven).   Así también, en su nombre, se han cometido muchas de las mayores atrocidades de la historia.

Río Chixoy, Guatemala. Fotografía: Rachel Sieder y Lieselotte Viaene

A estas alturas de mi vida creo en un dios y lo defino como el conjunto de energías y fuerzas que fueron capaces de crear el universo y que lo mantienen en armonía, un dios que es creador y creación, en tanto esas fuerzas y energías, o parte de ellas, continúan presentes. Universo obra magnífica y compleja, de la que aún conocemos muy poco.

Las religiones indican que Dios (como ellas lo conciben) creó al hombre y a su entorno.   Me parece que fue al revés, el hombre en su angustia por su desconocimiento del origen de la vida, débil e impotente frente a los fenómenos de la naturaleza, creó en su imaginación y fantasía, un ser supremo al que llamó Dios (padre), para poder explicar su propia existencia, sentir la protección de un padre y tener a quien rogarle desde salud y más tiempo de vida, hasta ridiculeces y absurdos. Reconozco que la fe en un Dios (padre), es muy útil para enfrentar las adversidades y sirve de consuelo ante el inminente final, por lo que la vida, sin la fe religiosa, es más difícil y dolorosa.

También esa fe es sumamente útil a los poderosos para controlar a la plebe.

No me hace sentido que dios tenga en su agenda atender y hacer “milagros” para suplir las

humanas carencias, tampoco tomar nota y llevar un expediente sobre la conducta de cada “criatura”.

Dentro de la creación y desarrollo del universo surgió una especie (probablemente hay más) que ha evolucionado y desarrollado una inteligencia suficiente para, entre muchas cosas, encontrar por sí misma la satisfacción de sus necesidades, aunque unos pocos pero poderosos y avaros se apoderen y desperdicien  gran cantidad de satisfactores, en detrimento de las mayorías. Injusticia que, por cierto, Dios no evita, no hace el milagro.

También ha podido el hombre procurarse la protección ante otros seres más fuertes y ante los fenómenos adversos de la naturaleza.

Ese dios en el que yo creo, no necesita ni demanda adoración, ni homenajes.

Necesita y demanda, eso sí, respeto y consideración.

El uso irracional e irrespetuoso de los recursos de esta pequeñísima parte del universo, nos lleva a la extinción del hombre como especie y de otras muy relacionadas,  por culpa de la estupidez y la avaricia de unos pocos y de la ignorancia, alienación y mansedumbre de los otros.

Tengo la convicción que, ya sin el humano, el planeta se recuperará “más temprano que

tarde” (S. Allende). Ya no habrá quien haga daño. Nuestro sacrificio “es justo y necesario”.

La mayoría de la obra de dios no está en peligro. Marco Antonio Franco Cordón, guatemalteco, “libre pensador irredent

COMPARTE