Créditos: nacionrex.com
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Por Patricia Cortés Bendfeldt

23 de agosto 2019

Después de las recientes demostraciones de parte de hombres preocupados por el feminismo, que sienten que tienen el “deber” de educarnos a nosotras (pobres mujeres ignorantes) en la forma “correcta” de manifestarnos, volví a revivir uno de los momentos más molestos de mi vida profesional (que ya he contado aquí, pero lo vuelvo a hacer).

Estaba en un curso de “medicina legal” en el colegio médico y de pronto, el conferenciante (que se decía a si mismo experto en derechos humanos) dice “tengan cuidado con anotar el nombre del padre que les dice la madre en el certificado de nacimiento, porque ahí andan muchas mujeres viendo como les “meten un hijo” a los hombres y luego, si ustedes lo ponen en el documento, ya no se pueden zafar ellos”.

Yo tenía algo así como seis meses de haber dado a luz, no estaba trabajando y en realidad estaba descuidada (pues no es que me arregle demasiado siempre) con pantalones de lona, botas y sin maquillaje. Me puse de pie y le dije que cuidara su forma de expresarse porque eso de decir que las mujeres “les quieren meter un hijo” a los hombres es hasta contra la biología, en todo caso, se entiende la necesidad de cuidarse profesionalmente al llenar un documento, pero no por esas razones.

En ese momento un médico “viejo” de los dueños de una enorme corporación médica se levantó y dijo “yo a usted no la veo como una verdadera mujer, usted ha de ser lesbiana o de esas  que como no consiguen con quien tenerlos les anda metiendo hijos a hombres”, entonces agarró del codo a una doctora que tenía al lado, alta, escultural, sumamente arreglada y maquillada, con tacones y la levantó para dirigirse a mi diciendo “esto es una verdadera mujer, bien arreglada y cuidadosa de sus palabras, no un mamarracho como usted”.

Claro que ningún médico o médica se atrevió a defenderme en público, luego algunos compañeros de promoción se acercaron a decirme “que mala onda lo que te hizo” pero no dijeron nada. Y yo, no pude responderle al macho como se debe porque me quedé muda, sin creer lo que acababa de escuchar.

Todos esos machos que andan diciéndonos como protestar son iguales a ese médico, vamos, “estas son verdaderas feministas” nos dicen señalando a una mujer que cumple con sus expectativas: callada, tímida, de inocente mirada y muuuy arreglada de acuerdo con lo que ellos esperan de una mujer. Validan a la profesional que “no es conflictiva” que les decora el espacio y no alega porque la mandan a servir café.

¡Podrían ser más cuidadosas para manifestar!, nos gritan. No se pongan violentas niñas que si se portan así “nadie las va a querer”, porque según ellos, las mujeres lo único que buscamos en la vida es “quien nos quiera”.

He pasado estos días viendo como los hombres y algunas mujeres levantan del codo a una “verdadera feminista”, inexistente, porque desde Hypatia de Alejandría, a las sufragistas y Gloria Steinem, la lucha feminista ha estado cargada de violencia, aún cuando esta sea simbólica. Es imposible seguir quedándonos calladas cuando nos conminan a callarnos sin más argumento que “así no se miran bonitas”. Por mi parte, ya aprendí a defenderme sola, cuando intentan compararme con la mujer admitida.

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