Créditos: tec.mx
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Por Juan José Hurtado

23 de julio del 2019

Sin ser especialistas, estuvimos conversando sobre el racismo y cómo se interioriza por parte de todas y todos, y salió el tema de la victimización.

Guatemala, como país, tiene una historia de despojo, explotación, represión y múltiples violencias, que nos ha constituido como una sociedad patriarcal, racista, clasista, adultocéntrica, centralista y excluyente. Haber sido víctimas de tanta ignominia he hecho que la internalicemos, victimizándonos.

Por supuesto que hemos sido víctimas, pero cuando nos quedamos en la victimización, no somos capaces de asumir la responsabilidad que nos corresponde en la construcción de nuestras vidas, individuales y colectivas.

La victimización puede ser un recurso manipulador hacia las y los otros, pero también de desvalorización para quien se victimiza. Es un juego siniestro que nos disminuye y a la vez nos da poder.

Podemos considerarla como una manera de provocar lástima, conmiseración. Quien se victimiza siente que todo a su alrededor es confabulación en su contra y, por lo tanto, no son responsables por lo que les pasa, sino que es responsabilidad de las y los demás, de su entorno.

Con frecuencia, frente a situaciones que se le presentan y que considera adversas – por ejemplo, en una discusión -, consciente o inconscientemente, recurre al recurso del llanto, para evitar enfrentar la situación y provocar lástima, lo cual les favorece.

He vivido la experiencia personal de quienes se victimizan. Pareciera que estuvieran en un concurso de quién ha sufrido más, y una de ellas se presentaba como la más sufrida de las sufridas, cuando en realidad tenía una posición privilegiada.

Para las y los guatemaltecos, la victimización es un fenómeno muy arraigado. No es sólo individual, sino también colectivo. Tampoco es exclusivamente de los indígenas, sino también de las y los ladinos (y aquí sí uso la palabra con propiedad). Incluso en la lucha revolucionaria se puso de manifiesto, pues proyectábamos la imagen de un pueblo sufrido, y por ello merecíamos apoyo, sin presentar suficientemente los aspectos positivos de nuestra lucha y nuestra utopía. Al punto que en una ocasión un colombiano me dijo algo que me impactó: “Guatemala, el pueblo mártir de América Latina”. La idea me hizo un ruido terrible, porque nosotros, nunca estuvimos a favor del martirologio. Sin embargo, es algo muy arraigado, nos conocen por las masacres y el genocidio, no por la lucha heroica que se libró.

La victimización es entre otros, un fenómeno histórico, social, político, económico, cultural y psicológico que se vive de manera cotidiana.

Francisca Álvarez (Maya K’iche, fundadora de Kaqla’, sanadora) dijo una frase contundente para mí: “Ni los indígenas somos mejores que los mestizos, ni los mestizos son mejores que los indígenas. Todos somos víctimas de víctimas”.

Creo que la victimización es algo que debemos trabajar mucho en la sociedad guatemalteca. Es algo que nos resta energía, no nos permite asumir nuestras responsabilidades y trabajar con mayor seguridad desde lo positivo. El reto es “pasar de ser víctima, a ser sobreviviente” que implica asumir lo sufrido, con una actitud luchadora, proactiva, constructora.

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