Créditos: Joel Pérez
Tiempo de lectura: 3 minutos

20 de junio del 2019

No creo que se pueda discutir mucho sobre las inconsistencias del proceso electoral en su primera vuelta. Hay evidencias de errores en las boletas por aquí y por allá. Disputas municipales por la alcaldía por aquí y por allá. Acarreo de gente aquí y acullá. Agresiones por este lado y por el otro. Es parte de la animación pos-cuenta de votos. Los que ganan y los que pierden. La democracia guatemalteca, sin muchos resultados se encuentra de pronto con muchos achaques y por supuesto, con la necesidad de analizar lo que hoy ocurre y cuál será su desempeño a futuro. Mientras los encargados de velar por su buena salud, con ataques de temblorina en las piernas por las presiones que vienen de muchos lados. Esta es la parte real de la crisis.

A continuación hay la idea de querer aprovechar la protesta legítima del MLP para montarse sobre la evidencia anotada. No es nada casual que ahora con datos objetivos de errores en el conteo de los votos y en el traslado de las boletas a las juntas municipales o departamentales, haya errores o intentos de fraude localizado pero no por ello menos descarado. Hace un par de elecciones, el diputado Walter Félix vio cómo su curul ganada a pulso se la habían robado en el traslado de las boletas de un lugar a otro. Dio la pelea y finalmente, luego de dos años, recuperó la misma cuando el partido patriota ante las resoluciones judiciales acepto que no había ganado en buena ley.

Foto: Joel Pérez

En el proceso de 2003, había inconsistencias entre el número de empadronados y los votos ejercidos. Con ello se adulteraban resultados en varios lugares. Como columnista de elPeriodico denuncie estos temas de anomalías pero no hubo ningún avance. Nadie se dio por enterado. Adelante en 2015, hubo un municipio de Suchitepéquez, San José el ídolo, en donde el fraude escandaloso cometido por el alcalde que buscaba reelección terminó uniendo a tirios y troyanos para pedir nuevas elecciones que finalmente tuvieron lugar. Este recorrido se apunta como un dato para el análisis de lo que ahora ocurre.  

Otros casos han sido documentados en casi todos los procesos electorales. No obstante ello, los resultados han sido generalmente correctos en sus números absolutos. No se recuerda casos como la caída del sistema en las elecciones de 1995. Lo señalado ha ocurrido en países como México, en donde el fantasma del fraude viene desde siempre pero con expresiones claras como las elecciones de 1988 o las más recientes en donde Felipe Calderón, ganador sin legitimidad,  fue multiacusado de fraude por AMLO.

En todos los casos ocurridos en Guatemala,  la denuncia y los ajustes han sido la constante. Salvo en las elecciones de 1961 cuando el fraude denunciado, abrió la puerta a la rebelión popular de Marzo y Abril del año 1962. Otros tiempos corrían.

En la actualidad se observa con  mirada atenta lo ocurrido luego de las elecciones de junio de 2019. Y lo curioso es la tentación de los sectores más conservadores del país, de querer aprovechar la legitima preocupación del MLP para intentar desconocer los resultados globales del evento del 16 de junio que no les favoreció y con ello ,tratar de impedir el balotaje que está en marcha. Todo para “repetir” las elecciones y que un patético Galdámez que denuncia fraude (!!) pueda entonces competir por el favor de los electores.

El esfuerzo de los correveidile de la derecha neoliberal en los medios da lugar a mucha suspicacia. Si los Fratti, los Galdámez, los Gutiérrez o el Méndez Ruiz se alinean en una idea peregrina de desestabilizar el país, el proceso electoral y la frágil democracia guatemalteca,  es por algo: le huyen a la idea que Guatemala sea una Venezuela, de acuerdo a la matriz de opinión que ellos mismos crearon. Se asustan con el fetiche que ellos construyeron. Tan faltos de ideas y argumentos se encuentran los adalides de las camisas blancas, que en verdad, bien podrían ser las camisas pardas de ingrata recordación.

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