El fracaso de la “Operación Libertad” y la reconfiguración geopolítica de América Latina

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Créditos: Juan Guaidó y Leopoldo López, durante el lanzamiento de la fase final de la “Operación Libertad” hoy en Caracas (Foto: Reuters)
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03 de mayo del 2019

Apenas amanecía el 30 de abril cuando Juan Guaidó lanzó un llamado en redes sociales para derrocar a Nicolás Maduro. Era la última fase de la llamada “Operación libertad”. Instalado a las afueras de la base militar “La Carlota”, esperaba una sucesiva oleada de levantamientos. Desde ahí, creía, haría su recorrido triunfal hasta el Palacio de Miraflores. Sin embargo, pasada apenas una hora resultaba claro que el plan había fracasado. No hubo ninguna sublevación. Salvo un pequeño grupo de militares y un puñado de civiles, el “presidente” tenía todo el puente sobre el que se encontraba para pasearse como león enjaulado.

¿Qué falló? La primera reacción de Estados Unidos fue denunciar que fueron traicionados por el ministro de Defensa, Vladimir Padrino y el comandante de la Guardia de Honor Presidencial, Iván Hernández. Mike Pompeo, secretario de Estado, y John Bolton, asesor de Seguridad Nacional y ex director de la CIA, señalaron que los militares, junto con el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, habían negociado y aceptado sumarse al golpe de Estado. En ese tenor debía entenderse, según el gobierno estadunidense, la impaciente espera de Guaidó a las afueras de “La Carlota”.

Había fracasado un plan, pero algo significativo estaba ocurriendo en otro lugar. En Brasil, Jair Bolsonaro, ante las preguntas de los periodistas, no descartó la participación de su gobierno en una intervención militar directa contra Venezuela. No era una idea nueva. Desde su campaña era un tema recurrente. Y en la primera semana de abril, vísperas de la XII Reunión del Grupo de Lima, lo volvió a repetir. En caso de fracasar el golpe de Estado, Donald Trump había previsto la intervención militar directa. Bolsonaro le confirmaba públicamente que se encontraba listo para asumir su compromiso. Y con él, los presidentes del Grupo de Lima.

Juan Guaidó y Leopoldo López, durante el lanzamiento de la fase final de la “Operación Libertad” hoy en Caracas (Foto: Reuters)

Pero, horas después, la versión del gobierno de Estados Unidos cambió. La responsabilidad de su fracaso era la “intervención” de Cuba. Donald Trump acusó que la Isla mantenía a un grupo de militares que habían desbarrancado la operación. Incluso, amenazó con establecer un “bloqueo total” si no los retiraba de inmediato. Más tarde, el turno para recibir la culpa fue de Rusia. Mike Pompeo afirmó que Nicolás Maduro ya estaba listo para salir al exilio, pero que Vladimir Putin lo había disuadido.

Tres versiones diferentes para justificar la atroz pifia que habían cometido. Habían planeado un escenario A y otro B y en unas horas ambos habían fracasado. Primero no se habían sublevado los militares. Segundo, el apoyo militar ruso, defendiendo sus inversiones en el petróleo venezolano, les cerraba el camino a la invasión.

En Rusia, Vladimir Putin se reunió de inmediato con su Consejo de Seguridad Nacional para discutir la situación venezolana. Le habían ganado el pulso inicial a los Estados Unidos y debían de esperar la respuesta. El 1 de mayo el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, y Mike Pompeo, sostuvieron una charla telefónica donde uno y otro se reclamaron sus posturas respecto a Venezuela, se exigieron mutuamente el retiro inmediato y se amenazaron con represalias.

Como se ha venido sosteniendo en las colaboraciones anteriores, ese es el verdadero escenario de la confrontación. Una prueba de ello es que, el mismo 1 de mayo, Bolsonaro tuvo que reconocer que no es viable la invasión militar. Además, se vio obligado a declarar “no podemos hacer frente a nadie (…) si un país bélico, nuclear (…) quisiera imponer alguna cosa, nuestras Fuerzas Armadas tendrían un poder de reacción pequeño”. El Grupo de Lima ha reconocido sus límites.

Y, también lo está haciendo la derecha venezolana. Guaidó ha llamado a sus seguidores a enfrentarse con la policía venezolana e inflama el pecho al twittear “Esto tiene que parar y los asesinos tendrán que hacerse cargo de sus crímenes. Pondré mi vida en que así sea”, al referirse a la muerte de un joven el pasado 30 de abril, mientras él se encuentra escondido. Otro tanto ha hecho Leopoldo López. Después del zafarrancho se hizo “invitado” de la embajada de Chile en Caracas. Y, posteriormente, se trasladó a la representación de España, aduciendo su ascendencia ibérica.

Replegados los gobiernos sudamericanos de derecha y sus pares venezolanos el escenario queda despejado. En los siguientes días se verán protestas violentas de los partidarios de Guaidó y López, para, según sus propias declaraciones, mantener la presión sobre Maduro. En esos enfrentamientos, lamentablemente, habrá muertos y heridos que serán el telón de fondo de las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia. De los acuerdos a los que ellos lleguen dependerá el devenir de la crisis en Venezuela y la reconfiguración geopolítica de América Latina en los siguientes años.

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