No es una caravana migrante, es una crisis humanitaria permanente

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Créditos: Nota migrantes toro
Tiempo de lectura: 3 minutos

12 de abril del 2019

Esta semana decenas de hondureños están atravesando Guatemala con la intención de llegar a Estados Unidos. Desde hace 6 meses el flujo de migrantes  ha crecido, pero ya no viajan en masa, ahora se desplazan en pequeños grupos de familiares y amigos hacia una Tierra Prometida cada vez más hostil y con un Trump ansioso  por aplicar medidas drásticas a aquellos que huyen de Centroamérica.

Jueves, 12 de abril. A las 5 de la tarde empezó a incrementar la cantidad de viajeros hondureños que llegan a la Casa del Migrante en la zona 1 de la Ciudad de Guatemala. Extenuados, hambrientos y con un largo trayecto por delante, deciden pernoctar una noche en la capital antes de partir rumbo a la frontera con México.

Foto: archivo Prensa Comunitaria

“Venís llegando, pasá adelante, ¿querés comer algo?”, dice el padre Mauro Verzeletti, director de la Casa del Migrante, a un joven hondureño de unos 20 años que llega a la casa con los ojos rojos, signo de la deshidratación que nunca falta cuando un ser humano lleva días caminando bajo el sol. Más que evidente el cansancio que carga a cuestas, junto a una mochila de pocas pertenencias, luego de superar los primeros 3 días de viaje desde San Pedro Sula hasta Guatemala.

Verzeletti ve la actual situación como una crisis permanente y a un pueblo que ejerce su derecho a migrar. Está convencido de que estas nuevas “caravanas” ya no son como las de octubre del 2018, porque ahora las personas viajan dispersas y es evidente el aumento de familias completas que buscan llegar a Estados Unidos. Insiste en hacer un llamado al gobierno de Trump para que no se criminalice a los migrantes, pero el gobernante norteamericano está empecinado en la idea de fortalecer los muros (físicos y políticos) de la frontera sur.

En el interior de la Casa del Migrante, el ambiente es calmo, los niños juegan y los adultos intentan descansar. Esta semana la casa ha tenido noches en las que recibieron entre 200 a 300 personas, un flujo superior al ordinario.

“Es la segunda vez que intento llegar a Estados Unidos. Estamos obligados a dejar nuestro país”

En unas mesas del patio de la casa nos encontramos a un grupo de migrantes del departamento hondureño de Santa Bárbara llenando formularios de migración de las autoridades guatemaltecas. La última pregunta dice: ¿A qué lugar de Estados Unidos se dirige?

“Vos pone que vamos para Texas o Los Ángeles, sólo Dios sabe dónde vamos a terminar. La cosa es llegar, allá miramos qué hacemos”, dice un viajero a uno de sus compañeros que llena la forma mientras disfruta del primer tiempo de comida que ha probado desde que salió de Honduras.

Hablamos con uno de los migrantes, a quien llamaremos Alex —decidió que se omitiera su nombre por seguridad—. Tiene 29 años. En octubre también salió de Honduras, pero en la frontera de Tecún Umán decidió regresar a su país porque la situación de represión del gobierno mexicano en la línea fronteriza le causó mucho temor y no quiso arriesgarse más. Alex es zapatero, pero lo que ganaba no le alcanzaba para sobrevivir, sus ganancias mensuales rondan entre los 150 a 160 Dólares (unos Q1,220.00): “ni siquiera alcanza para cubrir los gastos de comida”, nos dice. Alex es el menor de tres hermanos y juntos se organizan para apoyar a sus padres de edad avanzada, ambos con problemas cardíacos. A pesar del miedo y la tristeza de dejar su país, Alex espera llegar a Estados Unidos y trabajar para poder enviar dinero a casa.

Alex inició su travesía el lunes pasado. Le tomó 3 días llegar a la Ciudad de Guatemala junto a tres de sus amigos de Santa Bárbara. Luego de despedirnos, hizo cola para poder darse una ducha y descansar. En la madrugada iniciará su camino hacia la segunda frontera de las tres que debe cruzar.

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