Créditos: El camión en el que viajaban los migrantes centroamericanos, tras el accidente. Foto: CUARTOSCURO
Tiempo de lectura: 2 minutos

12 de marzo 2019

A nosotras y nosotros no nos gustaría morir fuera de nuestro país, no nos gusta el peligro, no nos gusta la incertidumbre, no nos gusta ser llamados ilegales, porque consideramos este mundo nuestro propio hogar.

A nosotros nos gusta vivir, nos gusta trabajar, amamos la alegría y una que otra locura, nos fascina nadar, y estamos acostumbrados a producir un porcentaje de lo que consumimos.

El camión en el que viajaban los migrantes centroamericanos, tras el accidente. Foto: CUARTOSCURO

Pero por suerte o por desgracia este pedazo de tierra que llamamos patria (Guatemala) está infestado de personas malas, por gobiernos inhumanos, que la única garantía que ofrecen al ciudadano común es la miseria y la muerte.

Ya no podemos vivir en un país donde gobierna la mentira, la corrupción y la soberbia. Desgraciadamente han convertido nuestro país en un fango de muerte y destrucción.

Razón por la cual abandonamos nuestra familia, nuestros hogares, nuestros amores y nuestros amigos, y salimos rumbo al norte, con la esperanza de tener una vida mejor.

Y nuestra sorpresa es que en ese largo camino hacia la tierra prometida nos sorprende la muerte, fría y cruel. Quizá es mejor así. Quizá es mejor estar bajo tierra para ya no sentir en carne propia esa miseria provocada por el mal gobierno, por los de siempre, esos que lo único que ofrecen es muerte y miseria como futuro.

En memoria de los que murieron en Chiapas, México, la semana pasada.


José Gregorio Francisco, migrante de Santa Eulalia, Huehuetenango, que falleció en el accidente de Chiapas Foto: Lencho Pez

COMPARTE