Créditos: Mujeres se manifiestan en Panajachel. / Foto: Cindy Lorenzo
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14 de marzo 2019

Desde Guatemala, Florencia Goldsman nos cuenta cómo dos agresiones sexuales han servido para activar el movimiento de mujeres en un municipio turístico. Mientras, en Chiclana, el colectivo Kódigo Malva y la asamblea feminista han logrado que la movilización luzca en un municipio pequeño y esté marcada por la intergeneracionalidad y por el toque de color, como narra Mar Gallego.

Feminismos en territorio hostil: el primer 8M en Panajachel, Guatemala

Por Florencia Goldsman desde Panajachel (Guatemala)

No es sencillo ser feminista en Guatemala. Como en muchos otros países de Latinoamérica, la palabra asusta. A diferencia de lo que sucede al sur del continente, en Centroamérica el debate por los derechos de las mujeres, el acceso al aborto y la ampliación de la ley de educación sexual son temas que están vedados o considerados como ataques a los valores de la familia.

En Guatemala el aborto es penalizado por el Código Penal, excepto cuando la mujer corre riesgo de muerte. En la contracara de la prohibición, las organizaciones de derechos sexuales y reproductivos apuntan que el 56% de los embarazos no son planificados por las gestantes.

Mujeres se manifiestan en Panajachel. / Foto: Cindy Lorenzo

Por otra parte, es fácil sentirse en casa en Guatemala. Las mujeres se ríen mucho. Las personas sonríen seguido y se abren para hablar con desconocidas. Cada vez que paso por la tortillería, mientras amasan rítmicamente las tortillas con agua y harina de maíz, cuchichean y lanzan carcajadas. Si voy en la camioneta, aunque apretadas como sardinas y cargando mil hijos, te miran a los ojos y te sonríen. Hay una potencia resiliente de las mujeres guatemaltecas que es ineludible a los sentidos, sobreviven a la muerte cada día en un país en el cual los gobernantes se han dedicado sin pausa a violarlas de manera sistemática en planes de exterminio que duraron décadas.

Fueron también las mujeres indígenas, aquellas que muchos consideran sólo personal de servicio, vendedoras de mercado, intrusas, las que alzaron la voz e hicieron emerger la palabra. Y hablaron: “En Guatemala hubo genocidio y violencia sexual sistematizada”, relaté hace unos años impresionada por sus presencias el juicio acusatorio a Efraín Ríos Montt.

Hoy vivo en un lugar privilegiado. El lago de Atitlán es famoso por su belleza, el magnetismo de sus pueblos y de los gigantes volcanes que circundan sus aguas azules. Para muchas personas vivir en Panajachel es como habitar una burbuja, un lugar en donde vivir rodeado de verde sin enterarse de lo que sucede en territorios afectados por el extractivismo de los recursos naturales y el continuum de violaciones a los derechos humanos que delinea el perfil de Guate.

Desde hace unos meses que soy testiga de las denuncias de violaciones sexuales en el lago donde vivo. Internet, la red que estudio como investigadora-activista, sigue colaborando con sus #Yositecreo en diseminar las historias de abuso sexual. Primero sucedió en un pueblo llamado Tzununá: una joven denunció ser atacada por tres hombres que la interceptaron cuando salía a correr. La falta de asistencia y la revictimización de la agredida se plasman en el relato detallado que hace en una plataforma de crowdfunding, en el que aprovecha para pedir fondos para que el financiamiento colectivo la ayude a comprar los remedios y a regresar a su casa.

“Las rodillas de Pedro estaban sobre mis hombros, y Mariano siguió sonriendo mientras bajaba mis medias. Mi espalda se raspaba hacia adelante y hacia atrás en la tierra mientras él torpemente me empujaba. Me escabullí de mi propio cuerpo, concentrándome sólo en la respiración. Respiración y contacto visual. Creo que esto me salvó la vida. Creo que este pequeño pero directo vínculo le hizo sentir incómodo, le hizo reconectarse con su humanidad. Porque de repente se retiró, juntó mis piernas. No quiero más, no me gusta. Eres muy fea, se rió. Y con una última bofetada en la cara, se habían ido” comparte Anicca cómo sobrevivió al ataque en mayo de 2018.

Recuerdo que en ese momento algunas vecinas me pidieron ayuda y orientación. Poco y nada pude hacer porque estaba recién llegada al lago y aún no había establecido una red de contactos sólida. Aún me irrita la voz de una extranjera afincada en el lago hace años preguntando ¿por qué las muchachas salen a correr a cualquier hora? Porque es más fácil buscar la culpa en la víctima que en la cultura de los varones del lago y nombrar las violaciones sexuales en un lugar turístico puede pinchar la burbuja del negocio local.

Tiempo después llegó el caso de Julia Rayberg como un baldazo de agua fría. Su historia, es la de una sobreviviente de violación sexual perpetrada por múltiples agentes. Julia sobrevivió para contarlo y hacer justicia. Descubrió que su victimario no viola por primera vez, entonces buscó reunir a todas las sobrevivientes que piden justicia y conseguir sanciones para los agresores.

Conocimos a Julia después de leer un texto en el que se refiere a las “10 horas de lo desconocido”. Julia, como muchas otras víctimas de violación que usan internet como una caja de resonancia, lograron ensordecer a muchas con su grito de justicia. Las 10 horas que estuvo inconsciente son el viaje al infierno del que regresó desnuda y desmayada en un charco de orina, despertándose de lado de su violador.

Tras hacer la denuncia en el departamento de Sololá, y haber sido revictimizada en el proceso médico, Julia enfrentó a las autoridades judiciales que desestimaron su caso y lo archivaron. Sin embargo, las vecinas, las locales, las migrantes, las viajeras continuamos movilizadas. Imposible desentender el nudo en la garganta al cruzarnos por la calle al violador que anda libre y orondo por las sendas de nuestro pueblo.

De la indignación surgieron las ganas de sacar nuestras voces. Así fue que comenzamos a organizar un evento para el 8 de marzo. Nuestro grupo es autoconvocado, formado por las mujeres sensibles a la violencia sexual que ocurre frente a nuestras narices. El grupo que se formó es tan diverso en visiones y formas de accionar que varias de las compañeras no se consideran abiertamente feministas (y se preocupan mucho demasiado – de la participación de los varones en las acciones). Todavía les pesa el mote, la etiqueta, el rechazo social.

Sin embargo, para quien hace años que está enredada en redes feministas es refrescante encontrarse con nuevas compañeras de lucha. Tranquiliza respirar y pensar que todas estamos en un proceso de aprendizaje sobre las múltiples violencias que nos afectan y que muchas veces no sabemos cómo ni donde viabilizar. Para todas, en cualquier caso, es positivo verse reflejadas poco a poco en esas violencias que nos constituyen, ponerles nombre y entender sus causas. Es la chispa que enciende esa enorme revolución que proponen los feminismos.F

En la manifestación de Panajachel también hubo momentos para festejar. / Foto: Cindy Lorenzo

Nuestro evento, tal como señaló uno de los principales medios alternativos guatemaltecos, fue “algo nunca antes visto en Panajachel”. Sin embargo, a nosotras las organizadoras nos preocupaba que la Municipalidad cumpliera con cerrar la avenida principal —la Calle Santander— y contar con las mínimas medidas de seguridad para que la movilización por las calles de “Pana” se diera sin ataques ni interrupciones.

Fue una jornada agotadora, la ideación, producción, financiamiento, logística y cobertura fue autogestionada por nosotras como hormiguitas a cada paso. Y llegó el día en que fue emocionante subir las calles saltando y cantando a viva voz: “Abajo el patriarcado se va a caer” ,“mujeres contra la guerra, mujeres contra el capital”, “ni fea ni hermosa, la mujer no es una cosa”, entre otras, coreábamos un grupo de 60 personas de edades y nacionalidades diversas. Ocupamos las calles al fin, esas arterias que en general son tomadas por los fieles de las iglesias evangélicas en su agradecimiento infinito a Cristo.

Las emociones nos desbordaban de ver cómo panajachelenses se detenían para mirarnos y escucharnos. Como no bastaba con ser productoras, financiadoras y comunicadoras del evento, fuimos las actrices de una obra de teatro foro yel acto seguido fue una presentación titulada “Amén… a menos que”, ideada para mostrar cómo la violencia nos atraviesa desde niñas en un espacio de debate y participación del público.

La actividad finalizó con un abrazo grupal que trascendió nuestras diferencias. Es un paso dentro de un largo proceso que, ojalá, nos ayude a vivir una vida libre de violencias en Guatemala y en el mundo. Para que algún día la palabra feminismo pierda sentido y ya no tengamos que luchar por lo básico: mantenernos vivas y libres.


Chiclana feminista

Por Mar Gallego desde Chiclana (Cádiz)

Dicen que sólo recordamos días puntuales cuando la emoción estuvo presente en ellos. Por eso mismo nos acordamos perfectamente de qué hicimos el 8 de marzo de 2018, y por eso mismo recordaremos también este 8 de marzo de 2019. La transformación integral de una herramienta como la huelga y la inclusión en la misma de la emotividad, la alegría y la incorporación de temas que van más allá de lo laboral, es un logro de los movimientos feministas. El feminismo ha inaugurado una nueva forma de entender el mundo y también las huelgas.

Desde ese mismo entusiasmo, la asociación local Kódigo Malva lleva años y años trabajando. Su apuesta ha estado marcada por la intergeneracionalidad y por el toque de color. En un pueblo como Chiclana (Cádiz), estas mujeres han conseguido cubrir el hueco feminista de la mejor de las maneras. Si algo comentábamos el pasado 8 de marzo algunas es que hubiera sido impensable en nuestra adolescencia autonombrarse feminista o participar de eventos públicos de este tipo en un municipio que tiene su fuerza creativa dispersa por los campos, las playas y los espacios privados. Kódigo Malva ha conseguido, en parte, que esto haya dejado de ser un imposible. Tanto es así, que el día anterior al 8 nos unimos mayores y adolescentes y en el aire se respiraban muchísimas ganas de dinamizar otros temas (como el de la diversidad sexual) desde la Asamblea Feminista abierta de Chiclana que se creó para preparar la huelga feminista.

https://videos.files.wordpress.com/eA0pLkXm/afa-chiclana-19-whs-ok_hd.mp4

Desde el mes de enero, esta Asamblea, formada por Kódigo Malva, Apdha, Burujabe, Café feminista de Chiclana, IU, Podemos y activistas individuales, ha trabajado porque el 8M no se quede en las capitales y porque el pueblo de Chiclana tenga el derecho a tener información sobre la huelga.

Gracias a las mujeres de estos colectivos pudimos estar el día de la huelga por la mañana, frente al Ayuntamiento, viendo a una profesora como Nuria emocionada porque su alumna Arantxa leía parte del manifiesto. Estaba el alumnado de varios institutos, como el de Fernando Quiñones, junto con las vecinas y antiguas comares encontrándose en espacios distintos. Casi todas nos trasladamos juntas en tres autobuses hasta Cádiz donde se llevó a cabo una multitudinaria marcha por la tarde. Ni el carnaval logró hacer sombra a tanta gente y tanto grito feminista.F

Feministas de Chiclana en el #8M.

Fue una lástima que los medios locales se limitaran a cubrir el acto poniendo el micrófono únicamente a representantes políticos que se pasaron por el acto chiclanero a pesar de no haber trabajado en el mismo. Quienes realmente llevaban meses trabajando en el evento no fueron preguntadas al respecto. Es ahí cuando te das cuenta de que el feminismo tiene que llegar a lo local con mayor fuerza y que, además, puede hacerlo como la Asamblea de Chiclana lo ha hecho: desafiando con alegría, aquelarres y música las formas únicas de entender el feminismo y la huelga.

¡Nosotras fuimos con nuestra música feminista y todo a la manifestación! ¿Por qué no podemos ser este atractivo de unicornios, brujas y mezclas intergeneracionales y locales que tan felices nos hacen? ¿Acaso tememos que la gente se nos una?

Fuente: https://www.pikaramagazine.com/2019/03/de-chiclana-a-panajachel-cronicas-pikaras-8-de-marzo/

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