Créditos: Jeff Abborr
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En Guatemala las tragedias están a la orden del día. En 2017, 56 niñas fueron víctimas de las propias autoridades estatales, 41 de ellas murieron calcinadas y 15 sobrevivieron en estado de salud grave, todas bajo la protección de la Secretaria de Bienestar Social de la presidencia, quienes debían protegerlas y resguardarlas de cualquier peligro. En junio de 2018, la erupción del volcán de Fuego golpeó fuerte, miles de personas desaparecieron bajo el material volcánico que arrasó comunidades completas en cuestión de minutos: se calculan unas 2900 personas, incluidos niños. Pero quienes deciden migrar tampoco la tienen fácil. La tragedia acompaña por igual a nómadas y sedentarios guatemaltecos.

La muerte al final del viaje

La política deshumanizada de controlar la migración, que impone el gobierno de los Estados Unidos a través de sus embajadas, sigue empujando a que miles de personas a tomar las rutas migratorias, endeudarse de por vida y emplear a los coyotes, esa industria del tráfico de personas por toda Centroamérica y México hacia los Estados Unidos.

En los departamentos limítrofes a México, como San Marcos y Huehuetenango, los coyotes pueden cobrar Q10 mil quetzales por persona, más un bono de 500 dólares cuando pasen la frontera de México con los Estados Unidos —para la bodega, dicen ellos—. Cada coyote tiene gente a su servicio que se encarga de armar los paquetes (un grupo de personas) para pasar del otro lado.

En uno de los viajes que hice en combi (micro bus) desde la terminal de Huehuetenango hacia Santa Eulalia —un municipio q’anjon’al— en la fila anterior a la mía, un joven de unos 25 años de edad, vía telefónica iba confirmando a cada persona que viajaría mojada en uno de los grupos que se estaban preparando. La dinámica era la oferta y la demanda, un precio establecido y el regateo de rigor. El joven conversó durante unos 20 minutos, con un fondo de música norteña como se estila en esos lares.

Luego de su conversación y de explicar la ruta, los tiempos, los costos y el lugar de llegada al final del viaje, llamó inmediatamente al jefe, el coyote de la región, o sea de los municipios del norte de Huehuetenango. Le explicó que uno de los clientes pedía un precio especial o una rebaja, petición que el empresario-jefe-coyote rechazó. En el micro íbamos unas 18 personas, incluyendo el chofer y el ayudante. Nadie se asombró de la conversación. De quienes íbamos en ese micro, todos, con seguridad, tenemos familia en los Estados Unidos.

Muchos de esos viajes tienen costos lamentables, pero al final la decisión queda entre morir en la miseria o buscar otras fuentes de trabajo con salarios en dólares para enviar remesas que logran sacan de la pobreza a cientos de personas y que se convirtieron en la principal fuente de ingresos que sostiene la economía del país.

Fotografía Jeff Abborr

Una decisión que no se piensa mucho, viajar de mojado da la posibilidad de llegar a los Estados Unidos. Hacer una cita en la embajada con un costo de Q1200 quetzales para ser rechazados de golpe, parece una mala oferta legal…

Nadie quiere correr riesgos en un viaje que los tiene, pero nadie puede costear los precios de una embajada que incluso niega visas de carácter humanitario.

La embajada en Guatemala otorga 700 citas diarias. Si calculamos los días hábiles del año (261), suman 182700 citas. El costo de cada cita es de Q1200. En total, al año la embajada recibe unos Q219 millones 240 mil quetzales: unos 30 millones de dólares.

Ese trayecto lo hicieron niños como Jakelin Caal Maquin y Felipe Alonzo. Lograron llegar al final del camino, los Estados Unidos; al hacerlo encontraron la prisión y la muerte.

Sobre mi viaje en micro, luego de ascender sobre lo más alto de la sierra de los Cuchumatanes y al llegar al parque central de Santa Eulalia, finalice mi camino. El joven coyote siguió su camino en el micro. El empresario-jefe-coyote bien podría ser cualquiera de los alcaldes municipales de la región, o uno de los diputados del Congreso por ese departamento.

La tragedia de los niños migrantes, Marie, Jakelin y Felipe. ¿Cuántos más?

Marie era una bebé de 18 meses fallecida luego de haber sido detenida por “La Migra”.  Murió por negligencia de las autoridades del centro de detención del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE), en mayo de 2018. En diciembre ocurrió la muerte de la niña Jakelin Caal Maquín, detenida por la policía migratoria de los Estados Unidos, y diez días después se registró la muerte de Felipe Alonzo, otro niño detenido en la frontera de ese país. En todos estos casos las autoridades estatales los desprotegieron por completo.

Jakelin es una niña q’eqchi’ de 7 años de edad. Ella es una entre miles de niños migrantes que llego a la frontera sur de los Estados Unidos con la promesa de alcanzar una vida mejor. Murió en una prisión luego de ser detenida por la patrulla fronteriza en Nuevo México. Su trágica muerte despertó la indignación dentro y fuera de ese país, incluso se exigió una investigación sobre lo ocurrido con las autoridades migratorias.

El 24 de diciembre, el cuerpo de la niña fue repatriado y recibido por sus abuelos en territorio guatemalteco. Pocas horas después, de nuevo nos enteramos de otra tragedia, murió Felipe Alonzo Gómez, un niño guatemalteco, de origen mam, detenido en la frontera por el gobierno de los Estados Unidos.

Nació en 2011 en San Antonio, una comunidad indígena en el municipio de Raxruhá, en el departamento de Alta Verapaz. La pobreza y la falta de oportunidades llevaron al extremo a su familia y decidieron buscar otra vida en los Estados Unidos.

De otro lado del país, al extremo noroccidental, está el municipio de Nentón, Huehuetenango, en la frontera con México. Ahí se encuentra la comunidad de Yalambojoch, que significa “debajo de don Bojoch”. Fue una de las comunidades duramente afectadas por la represión del Ejército. De esta región miles huyeron a territorio mexicano en los 80. Con la dictadura de José Efraín Ríos Montt, en 1982 la región fue golpeada por el Ejército, Yalambojoch fue una de las comunidades masacradas.[1]

En esta comunidad nació Felipe Alonzo Gómez, maya mam. Cumplió ocho años y recorrió el territorio mexicano hasta llegar a la frontera con los Estados Unidos, al final del camino encontró la muerte, estando detenido por las autoridades migratorias en Nuevo México. Falleció el 25 de diciembre en un hospital. Aún no ha sido repatriado a Guatemala. 

De septiembre a octubre, varias caravanas de migrantes salieron de Honduras y El Salvador rumbo a los Estados Unidos. Más de 10 mil personas en situación de refugiados partieron en uno de los éxodos masivos más grandes de la historia, en las caravanas viajaron miles de niños.

Simultáneamente, desde Guatemala y México, los migrantes continuaron trasladándose hacia la frontera con los Estados Unidos. ¿Cuántos niños guatemaltecos tendrán que ser sepultados por las políticas inhumanas de ese país?, ¿cuantos más por la desigualdad, la corrupción y la impunidad en Guatemala?


[1] Caso ilustrativo No. 18. Masacre en la Finca San Francisco Nentón, Huehuetenango. CEH, Guatemala memoria del silencio.

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